Durante el siglo XV Europa vivió un periodo convulso tanto en materia política como religiosa. Ya durante la centuria anterior el Papado se había visto tremendamente influenciado por los poderes seculares, hasta el punto de que es conocido por todos que el Papa trasladó su residencia a la ciudad de Aviñón, donde permanecería hasta el año 1377, fecha en que Gregorio XI retornó a Roma. No obstante, no fue hasta 1449 cuando el último de los antipapas, Félix V (1439-1449), abdicó y terminó así un largo periodo de lucha intestina en la Iglesia Católica. En este contexto se enmarcan las diferentes corrientes de protesta que surgen contra el Papado, primero el wyclifismo, a fines del siglo XIV, y posteriormente el husismo, nombre del que surge el término de guerras husitas.

Nacimiento y «muerte» del movimiento: Hus y el concilio de Constanza

La figura que dio origen a esta corriente religiosa y cuya ejecución provocó una reacción tumultuosa que llevó al inicio de las guerras husitas fue Jan Hus. Este profesor de la Universidad de Praga, de origen campesino, adoptó la corriente de pensamiento esgrimida por Wyclif, maestro en la Universidad de Oxford y una de las primeras personas que tradujo la Biblia del latín a la lengua vulgar, y, si bien no podemos catalogarle como un lolardo -denominación que recibían los herejes que seguían a Wyclif-, sí que tuvo como referencia las enseñanzas del inglés.

Hus, al igual que los lolardos, veía que la Iglesia había caído en el pecado al no vivir como la comunidad original de los seguidores de Cristo y sostenían que una autoridad que peca carece para siempre de autoridad, lo que suponía enfrentarse con la más alta jerarquía eclesiástica (J. Macek, 1975: 39).

El 14 de marzo de 1402, Jan Hus, que por entonces ya era maestro en las facultades de Artes y Teología de la Universidad de Praga dio un discurso desde el púlpito de la capilla de Belén ante 4.000 praguenses. En aquel momento dirigió su atención a la situación de la Iglesia y criticó los abusos que tanto esta como el reino bohemio cometían sobre sus súbditos.

Jan Hus da un sermón a sus feligreses. Códice de Jena. https://www.esbirky.cz/predmet/180453
an Hus da un sermón a sus feligreses. Códice de Jena. https://www.esbirky.cz/predmet/180453

Durante los años siguientes el pensamiento de Hus fue expandiéndose por gran parte de Bohemia, de modo que para 1410, la práctica totalidad de Praga seguía los sermones de Hus (J. Macek, 1975: 44). No obstante, y a pesar de lo incendiario de su pensamiento, Hus fue visto en un comienzo como una pieza útil para reformar la Iglesia desde arriba, algo que el arzobispo de Praga, Zbyněk Zajíc de Hasemburgo, se había propuesto hacer. Pero poco a poco los sermones de Hus se tornaban cada vez más hostiles hacia los prelados y altos dignatarios eclesiásticos, haciendo imposible la conciliación entre el alto clero bohemio y el maestro de Praga.

Fue en 1409 cuando las relaciones entre el arzobispo y Hus se rompieron después de que Zbyněk, presionado por el capítulo de la catedral de San Vito y algunos maestros de la universidad, condenara los textos de Wyclif, y tras insistir Jan Hus y Jerónimo de Praga en que había que retirar la obediencia al papa Gregorio XII después de que en el Concilio de Pisa, convocado para acabar con el Cisma de Occidente, se dictaminase que Gregorio XII debía renunciar a su pontificado (J. Klassen, 1978: 85-86).

Durante todo el periodo anterior, Hus había contado con el apoyo del arzobispo de Praga e incluso con el del rey, Wenceslao IV, pero este terminó por darle la espalda cuando criticó duramente la venta de indulgencias pontificias (J. Macek, 1975: 44-45). La razón de esta posición por parte del rey bohemio no era otra que su interés económico, pues las arcas reales también recibían parte del dinero recaudado por las indulgencias.

Los estamentos más bajos de la sociedad comenzaron a arremolinarse en torno a Hus, en especial los burgueses y artesanos de las ciudades, lo que causó animosidad entre la nobleza y la Iglesia bohemia. Y así, cuando las relaciones entre los husitas y el arzobispo empeoraron, Jan Hus tuvo que dejar Praga en 1412 y encontró refugio en un castillo cercano a Praga propiedad de Enrique Škopek de Dubá, lo que nos da muestra de que parte de la nobleza bohemia comulgaba con las prédicas del reformista checo.

Este patrón de apoyo por parte de algunos miembros del estamento nobiliario a Hus se extendió hasta su encarcelamiento en 1415, ya que fue acogido también en el castillo de Kozí, en Bohemia meridional, propiedad de Stibor de Kozí, y en Ustí, ciudad bajo el control de Ana de Mochov (J. Klassen, 1978: 90). Fue allí donde recibió la carta que le citaba para acudir al Concilio de Constanza, iniciado en 1414 a instancias del rey Segismundo de Hungría. Sus allegados más cercanos le instaron a no acudir, sabiendo lo que podía deparar a Hus si sus prédicas eran vistas como algo peligroso por los obispos (J. Macek, 1975: 54), pero hizo caso omiso.

Poco a poco sus apoyos entre la nobleza habían ido aumentando, aunque estos no abarcaban más que un puñado de nobles, ya que sabemos que en el tribunal de tierras reunido en 1412 algo menos de la mitad de los integrantes eran partidarios de Jan Hus (J. Klassen, 1978: 89-90). Sin embargo, una vez convocado el Concilio de Constanza y condenadas las enseñanzas de Hus la nobleza no se atrevió a contradecir la sentencia dictada por la Iglesia.

El diablo vendiendo indulgencias. Códice de Jena. https://www.esbirky.cz/predmet/180453
El diablo vendiendo indulgencias. Códice de Jena. https://www.esbirky.cz/predmet/180453

Incluso en un primero momento el propio rey bohemio Wenceslao IV había apoyado las enseñanzas de Hus, pero todo cambió cuando el profesor praguense criticó la venta de indulgencias dictada por Juan XXIII, quien tras haber depuesto a Gregorio XII inició una cruzada contra Ladislao de Nápoles por apoyar al ex-papa. Los seguidores de Hus criticaron esta decisión de Wenceslao, resultando muertos tres husitas por los guardias del rey cuando interrumpieron, voz en grito, a un predicador de indulgencias.

Partió hacia Constanza el día 11 de octubre, acompañado por los nobles Wenceslao de Dubá, Enrique Lacembok de Chlum y Juan Kepka de Chlum (J. Klassen, 1978: 92), llegando a la ciudad alemana el día 3 de noviembre. Una vez allí fue recluido en un monasterio dominico hasta que el juicio comenzó.

A pesar de que sus compañeros testificaron en varias ocasiones a su favor, alegando el salvoconducto que le había otorgado el rey Segismundo y, posteriormente, recurriendo a las cartas enviadas al concilio de parte de los miembros de la Universidad de Praga y otros nobles, quienes apelaron a la bondad del juzgado y a su única intención de devolver a la Iglesia a una senda menos materialista y opulenta. A pesar de todo el respaldo otorgado por nobles bohemios y moravos a Hus, el juicio y su encarcelamiento prosiguió.

Esta actitud de especial hostilidad hacia Hus, a pesar de la intercesión de miembros de la nobleza por él, debe ser entendida en un contexto político. Tan solo 4 años antes de convocarse el concilio se produjo la batalla de Grunwald (Tannenberg), en verano de 1410, donde la Orden Teutónica fue derrotada por una coalición de lituanos, polacos acompañados por numerosos voluntarios y aliados externos, muchos de ellos  nobles moravos y bohemios. Algunos de estos últimos ya eran seguidores de las posiciones de Jan Hus con respecto al poder papal y la avidez de riqueza de la Iglesia, siendo la Orden Teutónica una viva demostración de lo que representaba la Iglesia de Roma.

Volviendo al Concilio, éste se complicó el 21 de marzo de 1415 cuando el antipapa Juan XXIII abandonó Constanza junto con su séquito, teniendo el rey Segismundo que trasladar a Hus al castillo de Gottlieben, propiedad del obispo Otto de Constanza. Esta acción por parte de Segismundo, que podía haber liberado a Jan Hus si así lo hubiese querido, en tanto que el Papa se encontraba ausente, dejó claro a la nobleza husita que poco podía esperar del monarca húngaro (J. Klassen, 1978: 94).

La quema en la hoguera de Jan Hus. Códice de Jena. https://www.esbirky.cz/predmet/180453
La quema en la hoguera de Jan Hus. Códice de Jena. https://www.esbirky.cz/predmet/180453

Finalmente, Jan Hus murió condenado en la hoguera en septiembre de 1415. En principio, la muerte de Hus  debería haber sido el fin del movimiento reformador o, al menos, eso pensaron los participantes en el Concilio y el rey Segismundo. Sin embargo, pronto fueron numerosos los sectores de la sociedad bohemia los que se alzaron contra esta decisión como atestigua un documento provisto de 452 sellos en los que la alta y baja nobleza checa tildan a Jan Hus como hombre bueno, justo y católico (J. Macek, 1975: 70).

1415-1419: el husismo se arma

Al poco de la ejecución de Hus, el 6 de septiembre de 1415, los nobles husitas se conformaron en una liga destinada a defender tanto sus posturas religiosas como sus territorios. Esta liga estuvo liderada por Čeněk de Vartemberk, Boček de Poděbrady y Lacek de Kravaře (J. Klassen, 1978: 99). Esta unión fue vista con temor por parte de los nobles católicos, que a los pocos días se reunieron en la ciudad de Český Brod, con el objetivo de acordar una respuesta en caso de que los husitas se alzasen.

En lo referido a los apoyos de la nobleza hacia la reforma husita, hay que mencionar que estos últimos se guiaban no tanto por sus convicciones religiosas, sino más bien por motivos políticos; en tanto que la contestación por parte de los intelectuales bohemios les debía dar la oportunidad de ganar un poder perdido ante la Iglesia y la realeza. El propio Wenceslao IV vio con buenos ojos la actitud hostil de Hus hacia Gregorio XII, esperando que de ser contestado el poder papal él podría maniobrar con la esperanza de ser coronado rey de Romanos, ya que el Papa apoyaba a Ruperto del Palatinado (J. Klassen, 1978: 86). Como se puede comprobar, los apoyos estaban supeditados al rédito político; los motivos religiosos quedaba en un segundo plano. 

El periodo que va desde 1415 hasta el inicio de las guerras husitas, en 1419, se muestra como un momento en que ambos bandos maduran las posibilidades de un conflicto armado y lo que derivaría de este. Así, y sabiéndose heredero del trono Bohemio a la muerte de su hermano, Segismundo ve cada vez más claro que la única solución a la creciente tensión vendrá de la mano de una intervención cruzada en Bohemia que ponga fin a los herejes.

Los husitas por su parte se dedicaron al proselitismo de sus creencias, aumentando considerablemente su número de la mano de predicadores que se diseminaron por toda la región, captando especialmente a campesinos y burgueses (J. Macek, 1975: 82). No obstante, la situación comenzaba a ser cada vez más violenta en el bando husita, llegando a haber enfrentamientos entre grupos radicales de husitas que asaltaban conventos y señoríos eclesiásticos, como ocurrió en Kutná Hora en 1416.

La primera defenestración de Praga y el comienzo de las guerras husitas

El conflicto estalló completamente con la Defenestración de Praga, el 30 de julio de 1419, cuando después de un sermón de Jan de Želivský en la Iglesia de Nª Señora de las Nieves de Praga los feligreses husitas asaltaron las casas consistoriales de la Ciudad Nueva y asesinaron a los ediles, arrojando a algunos por las ventanas del ayuntamiento.

Unos pocos días antes, el 22 de julio, unos 40.000 peregrinos venidos de Bohemia y Moravia se congregaron en la colina de Burkovák (J. Macek, 1975: 84), en aquel lugar acabarían fundado el asentamiento husita más conocido: Tábor. Esta pequeña ciudad que toma su nombre de un pasaje bíblico acabó siendo en centro neurálgico de la revolución, desde donde los husitas comenzaron a lanzar sus ataques por toda Bohemia durante los siguientes años.

Sin embargo, poco a poco la brecha entre los propios husitas fue creciendo considerablemente. Por un lado, nos encontramos a los peregrinos de Tábor y otros que realizaban distintos viajes de penitencia a montañas de Bohemia, henchidos de fanatismo y con un objetivo claro: acabar con la estructura de la Iglesia en el país. Por el otro, nos encontramos a los habitantes de las principales ciudades controladas por los husitas, Žatec, Slaný, Pilsen, Klatovy y Domažcile, donde la población se mostraba más moderada en su concepción del conflicto con la élite eclesiástica. Esta disociación del movimiento entre los peregrinos de las montañas y los ciudadanos acabaría sembrando la semilla de la discordia dentro del bando husita en los años siguientes.

La situación empeoró de nuevo con el fallecimiento de Wenceslao IV el 16 de agosto de 1419. El monarca se había visto incapaz de actuar contra el movimiento husita, sin saber bien si apoyar a los calicistas -los reformadores husitas moderados- o inclinarse por un conflicto abierto entre católicos y herejes. Su muerte abrió un nuevo panorama, ya que a finales de ese mes de agosto una nueva turba de taboritas y orebitas -husitas radicales de Bohemia oriental- se concentró en la colina de Krížsky, muy cerca de Praga, y jaleados por Jan de Želivský asaltaron la ciudad. Dentro de Praga se desató una lucha encarnizada, especialmente para lograr tomar el puente de la ciudad, que acabó con una tregua (J. Macek, 1975: 106). Lejos de lograr una unión entre las fuerzas husitas, la aceptación de la tregua provocó una escisión en el seno husita, entre taboritas (radicales) y una facción más moderada, encabezada por la burguesía praguense.

Los taboritas se retiraron a Pilsen comandados por Jan Žižka, un noble tuerto de avanzada edad que había combatido en la batalla de Grunwald contra la Orden Teutónica. Tanto Žižka como sus seguidores pasaron el invierno en Pilsen antes de dirigirse en febrero de 1420 a la ciudad de Sezimovo Ùstí, ciudad que tomaron el 21 de febrero. Lejos de utilizar la plaza como un baluarte, debido a su escaso valor estratégico, la quemaron y abandonaron a fines de marzo. Tras esto se dirigieron hacia el castillo de Hradiště, ocupándolo y fundando alrededor de este una nueva ciudad, Tábor.

Este nuevo emplazamiento se convirtió en el faro de los husitas, adonde fueron afluyendo durante los siguientes meses una cantidad ingente de peregrinos con la intención de asentarse en esta nueva comunidad, de la que se decía sería el lugar donde Cristo descendería de los cielos (J. Macek, 1975: 108). Este campamento fue creciendo poco a poco, siendo gobernado por una casta de sacerdotes husitas que rápidamente se hizo con el control del asentamiento.

El líder de aquella comunidad fue Martín Húska; este era un personaje de origen moravo del que se dice era un gran orador. Gracias a sus dotes y a las de otros predicadores, a Tábor fueron llegando infinidad de nuevos pobladores polacos, alemanes y eslovacos. Además, en este pequeño poblado se abolió la propiedad privada, proviniendo la financiación para la causa de lo obtenido con el botín y de las donaciones de los más privilegiados, donaciones que se realizaban en cubas puestas en la plaza del campamento y que los sacerdotes distribuían para realizar las obras del lugar.

Pero nuevamente comenzaron a surgir disensiones en torno a formas de concebir, en este caso, la guerra contra la facción católica de Bohemia. Por un lado, estaba Nicolás de Hus, quien en 1420 había sido nombrado el primer hetman -comandante militar- husita. Su visión de la guerra era una lucha no tanto contra otro ejército sino contra el propio Anticristo, de ahí que la política de sus tropas fuera la quema de los castillos y pueblos por los que pasaban (J. Macek, 1975: 115). Además, el hetman se mostraba reacio a la obtención de botín y el canje de prisioneros nobles, por lo que lo que se obtenía se fundía y abandonaba y los prisioneros no corrían la mejor de las suertes.

Jan Žižka, sin embargo, se mostraba más realista en su visión tanto de la guerra como del mundo. Si Nicolás de Hus era más bien quiliasta y un celoso defensor de la idea de una igualdad entre los hombres, a Žižka esto le traía sin cuidado. Sabemos que el hetman tuerto canjeó en varias ocasiones a nobles por un rescate y que sacaba provecho del botín, así como que llegó a pactar treguas con los católicos (J. Macek, 1975: 116), algo impensable para Nicolás de Hus. En resumidas cuentas, Nicolás era más idealista que Žižka, que mucho más pragmático.

En mayo de 1420 los husitas de Tábor vieron cómo la ciudad de Praga les pedía ayuda ante el ejército cruzado que se había armado para atacar la ciudad. La cruzada se había declarado el 1 de marzo de 1420, cuando a instancias del rey Segismundo el Papa Martín V promulgó una bula que fue hecha pública el 17 de marzo en Breslavia por el obispo de Lucena, garantizando el perdón de los pecados para todo aquel que se sumase a la lucha contra la herejía husita (T. Fudge, 2012: 49).

El conflicto cada vez se complicaba más, ya que, si bien la ciudad había permanecido en una situación de vacilación hasta ese momento, un noble llamado Čeněk de Vartemberg les animó a tomar parte por los husitas. Este noble, en un primer momento, había apoyado a los husitas, pero tras la quema de Hus y la entronización de Segismundo, juró lealtad al nuevo rey. No obstante, y para lograr una posición de mayor preponderancia, decidió traicionar nuevamente al bando católico y sumarse a las filas de los husitas, tomando el castillo de Praga el 17 de abril de 1420 (J. Macek, 1975: 117). Este cambio de careta por parte del noble bohemio obedecía al hecho de que al abrazar el cáliz -símbolo de los herejes checos- podía usurpar y hacer suyos los bienes de la Iglesia que estuvieran en sus dominios.

Tras lograr hacer de Praga un aliado de los husitas, las facciones internas dejaron a un lado sus diferencias y comenzaron a agruparse en torno a la ciudad, previendo un ataque de las fuerzas cruzadas de Segismundo. El rey húngaro recibió a una delegación praguense que pretendía resolver el asunto de forma diplomática, pero ante la negativa del monarca estas conversaciones no llegaron a buen puerto (J. Macek, 1975: 119). En julio, las tropas de ambos ejércitos se encontraron en la colina de Vítkov, logrando los husitas una victoria sobre las tropas cruzadas que, a pesar de estar comandadas por el condotiero florentino Pipo Spano, no lograron doblegar a los herejes. En cualquier caso, a pesar de esta victoria husita, los católicos lograron mantener los castillos de Vyšehrad y Hradčany, ambos en la ciudad de Praga, donde Segismundo se hizo coronar rey de Bohemia.

La unión de calicistas y taboritas, moderados y radicales, dio lugar a los Cuatro Artículos, un programa común que los husitas defenderán durante años y que se basaba en los siguientes puntos: la necesidad de una predicación libre de la palabra divina, la comunión bajo las dos especies -de ahí que el cáliz fuera el símbolo del movimiento husita-, el castigo de los pecados capitales, y la vuelta de la Iglesia a la pobreza genuina que nunca debió perder, obligando a que todos los bienes eclesiásticos fueran entregados a seglares (J. Macek, 1967: 44-45).

Si bien nos puede parecer que los husitas formaban un bloque compacto la realidad era que dentro del movimiento había una serie de facciones que sentían la reforma iniciada por Jan Hus con distinta intensidad. A partir de agosto de 1420, tras su victoria sobre el primer ejército cruzado, comenzaron a surgir mayores disensiones entre los husitas. Los más radicales, especialmente los taboritas y los quiliastas, sentían rechazo y un profundo odio hacia la burguesía praguense, que, si bien había abrazado las nuevas creencias y los Cuatro Artículos, no se había deshecho de sus bienes materiales ni renunciaban a una vida de opulencia, acorde a su nivel de vida. Así, los taboritas estaban más inclinados a destruir los bienes materiales, razón por la cual eran los autores de la mayoría de las quemas de monasterios, iglesias y casas de burgueses y prelados.

Fue el 5 de agosto cuando tanto la Ciudad Nueva como la Ciudad Vieja de Praga se vieron enfrentadas, después de que unos sacerdotes taboritas promulgasen doce artículos que decían debían de ser acatados por la burguesía de Praga. En estos artículos se condenaba como pecado mortal los ornamentos y vestidos suntuosos, así como los abusos del comercio y las francachelas en las tabernas (J. Macek, 1975: 124). Además, se pretendía abolir la regiduría del consistorio sobre la ciudad, que a partir de entonces pasaría a regirse por la autoridad de la Biblia, lo que dejaría a Praga en manos de los sacerdotes taboritas. La burguesía se opuso a estos artículos, estallando una lucha intestina entre los husitas. Los taboritas asaltaron monasterios y casas, arrasándolos por completo, y llegando incluso a profanar el cadáver del difunto rey Wenceslao IV, enterrado en el monasterio de Zbraslav.

El movimiento, que ya había dado muestras de desunión, quedó dividido en dos, estando de un lado Praga y del otro Tábor, siendo este último el que más influencia cobró durante ese año de 1420. Los taboritas terminaron por abandonar Praga para centrarse en sus campañas contra monasterios e iglesias, logrando sumar cada vez una mayor cantidad de adeptos a sus ejércitos. Su influencia creció tanto que lograron boicotear las negociaciones que estaban llevando a cabo los praguenses para que el sobrino del rey polaco Vladislao II, Segismundo Korybut, fuera coronado como rey de Bohemia.

A pesar del fortalecimiento de los taboritas, las ciudades husitas comenzaron a alinearse con Praga, adquiriendo esta ciudad un poder e influencia creciente. Las razones son simples: la burguesía no estaba dispuesta a renunciar ni a su modo de vida ni a sus privilegios, amenazados por los doce artículos defendidos por los taboritas.

Los ejércitos enfrentados en las guerras husitas: el Wagenburg como arma clave

Ejército cruzado

Los ejércitos cruzados que tomaron parte en las guerras husitas eran, ante todo, de procedencia variopinta, comprendiendo gentes de: Hungría, Croacia, Dalmacia, Bulgaria, Valaquia, Aragón, Castilla, Cumania, Rutenia, Rusia, Eslavonia, Serbia, Turingia, Baviera, Sajonia, Francia, Inglaterra, Polonia, y alemanes en general (S. Turnbull, 2004: 16). Los alemanes en especial formaban el tronco del ejército cruzado, suponiendo, aproximadamente, un tercio del total de las tropas reunidas para luchar contra los husitas.

Panoplia de un caballero medieval (S. XV) (S. Turnbull, 2004, pág. 17)
Panoplia de un caballero medieval (S. XV) (S. Turnbull, 2004: 17)

Ambos bandos contaron con caballería, aunque es seguro que las tropas cruzadas dispusieron de un mayor número de caballeros, habida cuenta de que la nobleza husita era en su mayoría pequeña nobleza, lo que no les permitió contar con cuerpos de caballeros de gran tamaño. Su armamento debió ser similar, consistiendo en armaduras de placas de estilo italiano -el predominante durante comienzos del siglo XV- con bacinete con visera y un almófar de malla para cubrir el cuello. En cuanto a la armadura del torso, lo más común en este momento eran las corazas de placas y las brigantinas, ambas pudieron haber sido empleadas por los caballeros (S. Turnbull, 2004: 17).

Lo mismo se puede decir de la armadura de las extremidades, consistiendo muy probablemente en grebas de placas para las piernas y placas para los brazos. Las tropas procedentes de otras naciones, tales como rusos o rutenios, habrían llevado variantes de armaduras de estilo italiano y alemán con predominio de láminas y yelmos cónicos en lugar de bacinetes. En lo referido a las armas de los caballeros, lo más corriente para este momento era el empleo de la lanza a caballo y el uso de espadas de mano o mano y media. Para el combate a pie era común también ver hachas y mazas. La infantería de los cruzados iría armada con ballestas, arcos, espadas y lanzas, contando con armaduras que como mucho consistirían en cotas de malla o una coraza y yelmos.

Ejército husita

La caballería de los husitas, cuantitativamente menor que la cruzada, estaría ataviada a la usanza del momento, con las corazas, brigantinas y bacinetes ya descritos arriba. La infantería, no obstante, estaría mucho peor armada y ataviada respecto a sus homólogos cruzados, pues la inmensa mayoría de las tropas husitas estaban compuestas por campesinos que nunca habían participado en acciones militares. Sí es cierto que las milicias concejiles de las ciudades husitas y los miembros de las guardias de los nobles calicistas contaban con un equipamiento decente y con experiencia militar, pero no eran suficientes para enfrentarse a los ejércitos papales.

Estos llevarían cotas de malla y capelinas, un tipo de yelmo muy común en tierras germánicas durante los siglos XIV y XV. Así, lo más común es encontrarnos con campesinos que vestirían gambesones acolchados, así como cofias de lana para protegerse la cabeza. Sea como fuere, la mayor fuente de armaduras con que contaban los husitas provenía del saqueo de los campos de batalla y de las armerías de los castillos que tomaban (S. Turnbull, 2004: 21-22). En lo referido a las armas de las tropas husitas más pobres, la mayoría utilizaron aperos de labranza reconvertidos en armas ofensivas. Un ejemplo de estos son los mayales, que aparecen asociados a los husitas y que, seguramente, fueron hechos a partir de herramientas desgranadoras agrícolas. Otras armas ampliamente empleadas por las tropas husitas fueron las ballestas, que no requerían de gran destreza para ser usadas y que ofrecían una gran potencia de tiro contra objetivos con armadura, ya que los virotes podían atravesar corazas si la distancia de tiro no era demasiado larga (S. Turnbull, 2004: 22).

Pero sin duda, el arma por la que los husitas han sido más conocidos es el Wagenburg. La escasa caballería con la que contaban los husitas dio lugar a una guerra de carácter defensivo. La infantería no podía enfrentarse cara a cara contra tropas montadas, por lo que Žižka ideó un sistema que consistía en agrupar simples carros -algo que los campesinos husitas tenían en abundancia-, reforzarlos y emplearlos como fortalezas móviles. Según se dice, el hetman husita sacó esta idea de los gulyay-gorod rusos, una especie de muros de madera con ruedas y aberturas desde las que la infantería podía disparar estando a cubierto (S. Turnbull, 2004: 24).

Además, los husitas se caracterizaron por un amplio uso de armas de fuego, que en su mayoría no eran más que burdos cañones de mano denominadas en checo pischtjala. También emplearon primitivos arcabuces que necesitaban de soportes de dos patas para ser disparados, ya que su calibre era de entre 20 y 30mm, casi el doble que las pischtajla. A su vez, también emplearon artillería de mayor calibre, llamada houfnice por los checos, y que iría montada en los carros de guerra. La primera noticia que tenemos sobre este tipo de artillería de campo nos dice que fue empleada durante la batalla de Ustí en 1426 (S. Turnbull, 2004: 37).

Representación de un carro de guerra (S. Turnbull, 2004, pág. 29)
Representación de un carro de guerra (S. Turnbull, 2004: 29)

La estrategia que usaron los husitas con los carros de guerra fue la de, dependiendo de la topografía de cada batalla, colocar los carros formando un perímetro de varios círculos alrededor del campamento; una vez colocados los carros, estos se unían mediante cadenas. El Wagenburg estaba compuesto por cuatro columnas, dos exteriores, krajni, y dos internas, placni, que se iban desplazando y juntándose en caso de necesitar crear un perímetro más defendido. Cuando la maniobra terminaba se desenganchaba a los caballos de tiro de los carros y se colocaban los paneles protectores para parapetar a la infantería dentro de los carros (S. Turnbull, 2004: 38). Era común que los husitas cavasen zanjas enfrente de las líneas de carros para hacer más difícil la aproximación de la caballería enemiga. En cada carro, y entre ellos, había varios hombres armados tanto con ballestas como con pischtajla y diversas armas cuerpo a cuerpo. Y detrás de los carros se posicionaba el resto de la infantería, lista para relevar a sus compañeros caídos o heridos en los carros. Por último, en el centro mismo del campamento aguardaba el resto del ejército, compuesto por la poca caballería noble con la que contaron los husitas, y que actuaría cuando las tropas enemigas se retiraran o huyeran del campo de batalla.

La escisión del movimiento: la debacle de Tábor

Fue en 1421 cuando la perspectiva taborita entró en crisis. Al morir Nicolás de Hus de forma repentina en diciembre de 1420, Jan Žižka quedó como el líder de la facción radical. Ya vimos que su concepción del conflicto difería de la del orador, siendo Žižka mucho más pragmático, por lo que éste entró en conflicto con Tábor, pasando a apoyar a Praga en sus esfuerzos por lograr la entronización del sobrino del rey polaco en Bohemia; la disputa por la restauración de la monarquía en Bohemia era un asunto que polarizaba al bando husita, ya que los radicales estaban convencidos en su lucha contra el régimen feudal, queriendo instaurar un utópico “Reino de Dios” en el país checo. Además, sumó sus huestes a las de Praga para luchar contra los señores católicos de Bohemia occidental, logrando aplastantes victorias para los husitas (J. Macek, 1975: 127).

Jan Žižka a la cabeza de un ejército husita. Códice de Jena. https://www.esbirky.cz/predmet/180453
Jan Žižka a la cabeza de un ejército husita. Códice de Jena. https://www.esbirky.cz/predmet/180453

La facción taborita fue debilitándose poco a poco, no solo por la pérdida de su líder, sino porque las contestaciones internas comenzaron a surgir con mayor fuerza, hasta el punto de ser perseguidos dentro del propio Tábor los picardos, una herejía flamenca mal vista incluso entre los husitas. A esto hay que sumar que, según se dice, Žižka, decidido a acabar con la preeminencia de los radicales de Tábor, lanzó contra ellos una dura acusación, tildando a los taboritas de picardos, una corriente herética que había surgido en Flandes durante el siglo XIV y que fomentaba la poligamia y el nudismo (J. Macek, 1975: 128). Esta persecución acabó con la vida de Húska, principal miembro de la facción radical de los husitas, que fue encarcelado, torturado y quemado en la hoguera cuando trataba de huir a Moravia, donde el movimiento taborita había comenzado a crecer notablemente durante 1421.

Fueron, pues, los propios husitas moderados los que acabaron con el mayor peligro de la revolución, los radicales de Tábor. De esta forma la guerra husita entró en una nueva fase, una en la que la fuerza de los herejes se hallaba más cohesionada que nunca. El exterminio de la facción radical no implicó la renuncia a las bases del husismo, pero sí acabó con la lucha fanática de los taboritas contra la Iglesia Católica y la igualdad de todos los hombres (J. Macek, 1975: 131).

Victoria y crisis entre los husitas: la muerte de Žižka

Tras aunar sus fuerzas, Praga comenzó a realizar los preparativos para una campaña militar en la primavera de 1421 combinando sus fuerzas con las tropas de Žižka, logrando conquistar 20 villas reales, entre ellas Kutná Hora, una plaza de gran valor debido a su importancia comercial y minera, hasta el punto de lograr que la práctica totalidad de Bohemia estuviera para finales de ese año controlada por los husitas.

Las ciudades y regiones controladas por los husitas en Bohemia (SS. XIV-XV) (J. Klassen, 1975, pág. 97).
Las ciudades y regiones controladas por los husitas en Bohemia (SS. XIV-XV) (J. Klassen, 1975: 97).

En junio de 1421 los husitas reunieron una Dieta en la ciudad de Čáslav con la intención de dirimir cuál sería la forma de gobierno en Bohemia y discutir la candidatura de Segismundo al trono bohemio. A esta Dieta acudió tanto la alta como la baja nobleza, así como los burgueses y representantes de la Iglesia husita. Tan solo la alta nobleza no se opuso a la candidatura de Segismundo, dejando patente el rechazo que causaba la figura del rey húngaro entre los husitas.

Esta negativa conllevó una solución que se tradujo en la creación de un órgano de gobierno compuesto por 20 miembros: cinco grandes señores, cuatro praguenses, cuatro representantes de las ciudades, dos taboritas y cinco miembros de la baja nobleza (J. Macek, 1975: 134). Esto pone de relieve no solo la importancia de la ciudad de Praga dentro del movimiento husita, sino la importancia de los burgueses como un pilar fundamental para el movimiento.

Desaparecida la amenaza cruzada, la disensión volvió a aparecer entre los husitas. Esta vez de la mano de Jan de Želivský, quien había sido el comandante de los ejércitos de Praga en la guerra contra los cruzados, y quien, a comienzos de 1421, instauró en la capital bohemia una dictadura, confiscando a los burgueses sus bienes y expulsándolos del consistorio (J. Macek, 1967: 56). Pero su maniobra duró poco tiempo, ya que en marzo de 1422 fue convocado por los burgueses a la Casa Consistorial de la Ciudad Vieja y allí lo degollaron junto con sus colaboradores.

Durante los meses siguientes, y hasta fines de 1422, el Papa convocó otras tres cruzadas contra los herejes, siendo todas ellas infructuosas y finalizando con victorias para el bando husita. En todas estas victorias la mano de Žižka estuvo siempre presente. El hetman fue haciéndose cada vez más poderoso, debido, entre otras cosas, a su fama de invencible. A tal punto llegó su prestigio que, si bien antes se había alineado con Praga y llegó a apoyar al candidato polaco al trono bohemio, pasó ya en 1423 a desnaturarse de la capital checa y crear en torno a su figura una nueva federación compuesta por la burguesía de Kutná Hora, así como ciudades de la Bohemia meridional y la pequeña nobleza de la región (J. Macek, 1975: 141).

Žižka y su ejército comenzaron a ser un problema para el resto de husitas, ya que el hetman no dudaba en contestar cualquier comportamiento que él considerara “fuera del orden establecido” (J. Macek, 1975: 141). El guerrero husita también hizo naufragar la candidatura de Segismundo Korybut, noble polaco apoyado por Praga que había llegado a la ciudad en mayo de 1423 en calidad de “rey de Bohemia reclamado” (J. Macek, 1967: 60), lo que le granjeó la enemistad de la burguesía y nobleza praguense. La ciudad no dudó en formar una coalición con los católicos para acabar con Žižka, temerosa del poder que estaba alcanzando. Sin embargo, Praga resultó derrotada en la batalla de Malešov, lo que abrió el camino a Žižka para tomar la ciudad. A pesar de esta victoria, el hetman no consiguió aprovechar esta victoria, ya que moriría unos meses después, el 11 de octubre de 1424, cuando invadió Moravia con la intención de conquistar la región.

El husismo se expande: las incursiones magníficas de Procopio el Grande

El heredero de Žižka al frente de la facción taborita fue Procopio el Grande, un sacerdote husita hijo de un patricio alemán y que había estudiado en la Universidad de Praga, donde entró en contacto con el husismo tras conocer al propio Hus. Fue en 1426 cuando Procopio se situó como el líder de las tropas de Žižka. Sus primeras acciones como comandante del ejército taborita fueron todo un éxito, entrando en 1427 en Austria y Silesia y regresando tanto con botín como con una gran cantidad de nuevos seguidores (J. Macek, 1975: 147). Pero sería en los dos años siguientes cuando se dieron las denominadas como “cabalgadas magníficas” o “incursiones magníficas”.

En 1428 volvieron a invadir Silesia, después de haber conquistado Eslovaquia occidental, donde la nobleza local poco pudo hacer para contener a las tropas taboritas, y para 1429 realizaron una nueva incursión en Sajonia y Turingia que acabó con una paz firmada entre Procopio y Federico de Hohenzollern, elector de Brandeburgo. Esta paz significó una gran victoria para los husitas, no solo logrando un tributo regular de varios millares de florines para Bohemia por haber respetado la ciudad de Núremberg, sino también por lograr que se abriera en esta última ciudad un debate para que los husitas pudieran defender sus Cuatro Artículos y hacer proselitismo en el burgo (J. Macek, 1967: 70).

El éxito en estas cabalgadas no implicó un fanatismo en la actitud de Procopio, sino más bien al contrario, ya que prefirió entablar conversaciones de paz con el enemigo católico. Por su parte, los romanos se avinieron a negociar con Procopio, reuniéndose en abril de 1429 en la ciudad de Bratislava dos comitivas: una encabezada por el propio Procopio y un lolardo inglés llamado Peter Payne; y otra que actuaba en nombre del rey Segismundo compuesta por el duque Guillermo de Baviera, Felipe de Borgoña y varios eruditos de la Universidad de Viena (J. Macek, 1975: 149).

La situación de Segismundo seguía siendo débil, más aún en estos momentos en que sus vasallos italianos le reclamaban con cada vez mayor presteza que dejase los asuntos checos y se trasladara a Italia para ser coronado emperador. Felipe María Visconti, duque de Milán, y sus embajadores, exhortaban especialmente al monarca, sosteniendo que el conflicto husita era una guerra que acabaría más tarde o más temprano con una lucha intestina entre los herejes. Las conversaciones fracasaron por la vehemencia esgrimida por Payne, quien dejó a Segismundo una única salida posible: adoptar los Cuatro Artículos y abrazar el husismo. Siendo estas imposiciones rechazadas completamente por el Luxemburgo.

Las victorias de Procopio obligaron al Papa a volver a convocar un ejército cruzado, dirigido esta vez por el cardenal Cesarini, quien entró en Bohemia en el verano de 1431. La batalla se produjo en las cercanías de la ciudad de Domažlice siendo los cruzados fueron completamente derrotados y huyendo en desbandada una gran parte del ejército del cardenal, de quien se dice que perdió durante la huida su sombrero cardenalicio (J. Macek, 1967: 72).

Batalla entre husitas y cruzados. guerras husitas. Códice de Jena. https://www.esbirky.cz/predmet/180453
Batalla entre husitas y cruzados. Códice de Jena. https://www.esbirky.cz/predmet/180453

Tras el desastre de Domažlice la Iglesia decidió cambiar su estrategia con respecto a los husitas, pasando de una actitud abiertamente hostil hacia la herejía a una postura de conciliación. Ese mismo año se había convocado el Concilio de Basilea que, entre otras muchas cosas, trató sobre cómo atajar la guerra religiosa que estaba desangrando Bohemia y las regiones circundantes. Así, desde el concilio se envió una misiva a los principales cabecillas husitas, instándoles a que enviasen delegados a Basilea para así parlamentar con ellos.

El final de las guerras husitas: calicistas contra taboritas

Procopio terminó accediendo a entablar negociaciones y, así, la delegación husita y la católica concertaron en la ciudad de Cheb el denominado como “convenio de Cheb” por el cual se permitía a los husitas asistir a Basilea en calidad de iguales al resto de miembros del concilio, ya no como herejes, para discutir sobre los Cuatro Artículos y la interpretación personal de la Biblia (J. Macek, 1967: 84). Las negociaciones en Basilea no fructificaron, pero ambas partes concertaron en continuar el diálogo en Praga.

Así, una delegación conciliar se puso en camino hacia la capital checa con el objetivo de atraerse a nobles y burgueses husitas para así hacer más sencilla la lucha, que sabían que acabaría teniendo lugar, con la facción más radical del husismo. En Praga, la delegación logró granjearse el favor de los profesores de la Universidad, gran parte de los burgueses y la nobleza concejil, quienes prometieron que volverían al seno de la Iglesia si se respetaba un único artículo: comulgar bajo las dos especies.

Las concesiones fueron ratificadas por ambos bandos en 1433 a espaldas de Procopio y los taboritas, y se preparó una acción política contra el hetman y sus partidarios que acabó llegando a finales de 1433, cuando en la Dieta de San Martín, los calicistas eligieron a Aleš Vřešťovský como nuevo administrador provincial, lo que debilitó la posición de Procopio, que perdió parte de sus atribuciones, y el poder de los taboritas. A pesar de contar con más fuerzas la situación de Procopio era débil, pues algunas de las ciudades de su liga no estaban dispuestas a continuar con la guerra, apoyando la postura de Praga de parlamentar con la Iglesia.

Poco a poco la situación de los taboritas era más desesperada, complicándose cuando en mayo de 1434 una alianza de nobles calicistas logró tomar la Ciudad Nueva de Praga y hacerse con el consistorio (J. Macek, 1967: 90). Esta acción pilló por sorpresa a los taboritas, que tuvieron que abandonar el asedio de Pilsen para enfrentarse a los calicistas. Los dos ejércitos se encontraron en Lipan, cerca de Ceský Brod, el 30 de mayo de 1434.

Las fuerzas de los calicistas luchaban en ligera desventaja, al encontrarse los taboritas en una cima de pendiente suave. No obstante, la infantería calicista logró hacer que los taboritas les persiguieran ladera abajo lo que dio a la caballería la oportunidad de atacar el flanco de los radicales, apoderándose de sus carros de guerra. Además, el comandante de la caballería de Procopio desertó del campo de batalla junto con sus hombres, lo que debilitó enormemente la moral y las huestes de los taboritas. La batalla finalizó por la tarde, perdiendo los taboritas a la mayor parte de su ejército -10.000 hombres- y a su líder, Procopio, que murió en la refriega (J. Macek, 1967: 91).

La derrota de los radicales husitas en Lipan trajo el fin del movimiento. Poco a poco, las ciudades husitas fueron rindiéndose ante Segismundo, que fue reconocido como rey de Bohemia en 1436. Incluso Tábor, que había sido el principal bastión husita, se rindió a Segismundo y cambió sus armas de un cáliz púrpura a un águila negra bicéfala, el emblema del emperador (J. Macek, 1967: 91).

Algunos husitas huyeron y fueron refugiándose en plazas que aún no se habían rendido ante el emperador, cayendo la última fortaleza, el castillo de Sión, tras un asedio de varios meses tras el cual toda la guarnición y el último líder de los husitas, Jan Rohác de Dubá, fueron ahorcados en Praga.

Conclusiones

El movimiento husita fue una de las revueltas más importantes y de calado que tuvo el mundo medieval. No solo se trató de una guerra religiosa, sino que estamos también ante una guerra de carácter social, en la que se enfrentó la burguesía, el campesinado y la baja nobleza bohemia, contra la Iglesia romana y los nobles que habían decidido permanecer en el bando católico. Uno de sus componentes más fuertes fue la determinación de querer arrebatar a la Iglesia los bienes de los que disfrutaba, para seglarizarlos y repartirlos entre la nobleza levantisca y las ciudades que apoyaron el movimiento. La Iglesia bohemia no volvió a recuperar su poder hasta el siglo XVII, tras la batalla de la Montaña Blanca en 1620, y ya finalizada la guerra de los Treinta Años (J. Macek, 1967: 94).

El husismo se caracterizó, también, por influenciar en otras revueltas, como es el caso de la rebelión de los siervos de Worms en 1431 que, según se dice, estuvo muy relacionada con la presencia de predicadores husitas en la ciudad alemana, y que dieron impulso a que los campesinos de la región se sublevaran contra los señores feudales. Pero no todas las revueltas asociadas al husismo fueron contemporáneas a las guerras husitas, ya que su influencia llegó tan lejos como al siglo XVI, momento en que se produjo la guerra de los campesinos alemanes y la Reforma de Lutero, que se declaró seguidor de las obras de Jan Hus (J. Macek, 1967: 100-101).

Bibliografía

Fudge, T. (2016). The crusade against heretics in Bohemia. Nueva York: Rotuledge.

Klassen, J. (1978). The nobility and the making of the Hussite revolution. Nueva York: Columbia University Press.

Macek, J. (1967). ¿Herejía o revolución? El movimiento husita. Madrid: Ciencia Nueva

Macek, J. (1975). La revolución husita. Madrid: Siglo XXI de España Editores

Turnbull, S. (2004). The Hussite Wars. Oxford: Osprey Publishing.

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