La cuestión acerca de si en el Imperio Romano o Bizantino hubo o no hubo un “feudalismo bizantino” es una pregunta que los historiadores llevan haciéndose desde hace siglos. El mismo debate, entre quienes lo dan por cierto, se divide en aquellos que opinan que ocurrió por influencia occidental y quienes creen que surgió por evolución interna. Hay una tercera opción, la de que nunca hasta la caída de Constantinopla en el año 1204 se asentó ningún feudalismo en territorio romano, y luego lo haría a su forma.

En el siguiente artículo se plantea la comparación de las diferentes visiones historiográficas. se analizará la situación del campo, las condiciones del campesinado y quienes estaban por encima suyo, la forma de gobierno imperial y su avance temporal. Todo ello sin dejar de lado los diferentes problemas políticos que trastocaron de forma trascendental la situación bizantina.

Estado de la Cuestión

Una de las lecturas perentorias en la cuestión es Georg Ostrogorsky, afamado bizantinista de la escuela historiográfica marxista del siglo pasado. De entre sus libros aquel más destacado fue “Historia del Estado Bizantino”, cuyas palabras llegaron a sentar cátedra durante mucho tiempo en occidente. Su visión contrapone un centralismo imperial contra una aristocracia feudal en lucha constante por la imposición de sus concepciones territoriales, en la que finalmente vencieron los segundos. A esa aristocracia también la separa de forma maniquea entre “civil y militar”, burocracia constantinopolitana y militares latifundistas, aunque muchas veces eran grupos mixtos y permeables.

Las tesis dominantes aún hoy en día, como mínimo entre quienes no se centran en el tema, continúan siendo aquellas que se defendían a mediados del siglo pasado. Un buen ejemplo de ello es el autor David Hernández con su “Breve Historia de Bizancio”. Hernández es un traductor e historiador experto en la Antigüedad Clásica con gran calidad y profusión libraría. En la citada obra el relato arranca en la Antigüedad, pero desembocando en el s.XV. Con este libro ejemplificante podemos ver cómo el estilo de Ostrogorsky (positivista en política y de un marxismo anticuado en lo social) se mantiene entre quienes no profundizan en el Imperio pleno-medieval (dejando aparte ciertos gazapos), independientemente de que como libro introductorio breve sea aceptable.

Las lecciones de Ostrogorsky permanecieron durante mucho sin un excesivo cuestionamiento, pero la revisión de estos clásicos, junto con el auge de una historiografía marxista renovada, está poniendo en duda previos dogmas. La mayoría de los autores más contestatarios con premisas previas coinciden en su modernidad. Entre ellos cabe destacar a Peter Frankopan, Angeliki Laiou o Paul Magdalino, bien por su revisión y reformulación de previas tesis, bien por su propuesta de otras nuevas.

Al leer a Frankopan vemos una gran diferencia respecto a las palabras de Ostrogorsky. Lo que para uno eran medidas para aplacar un avance de la clase feudal, para otro es la forma imperial de contentar a los habitantes del Imperio. Gracias a este ejemplo paradigmático vemos la existencia de un enorme “vacío” dejado al amparo de la interpretación del historiador. Y, como en todo, cada generación da su visión y revisa la de la anterior.

Introducción

Antes de comenzar a escribir acerca de la situación del campesinado imperial desde la época de la dinastía Macedónica conviene ubicarnos y saber dónde vivía, las condiciones de su tierra,  cultivos, etc. Desde su origen primitivo el Imperio Romano situó su corazón en el Mediterráneo, el cual habitó y bautizó como “su mar”. Tal situación como “lago romano” se mantuvo casi inalterada hasta el s.V, tras el que la desunión, con idas y venidas, fue más común. Tras ésto, el Imperio Oriental continuó dominando oriente hasta el s.VII, recordemos que el Imperio Romano de Occidente cayó a fines del siglo V. En el siglo VII las fronteras recularon hasta la situación que en la plena Edad Media se reconoce. Los dominios en los que prosperaba el campesinado bizantino fueron Anatolia y los Balcanes (con excepciones insulares o itálicas).

Mapa geográfico de oriente. Podemos ver la gran diferencia entre las tierras bajas (fértiles) y las altas. Autor desconocido.
Mapa geográfico de oriente. Podemos ver la gran diferencia entre las tierras bajas (fértiles) y las altas. Autor desconocido.

No sólo ambos lugares tenían grandes diferencias geográficas, también su explotación difería enormemente. Coinciden por ser tierras orográficamente complejas. En los Balcanes hay hasta dos tercios de tierra montañosa, mientras Anatolia posee un 90% de meseta elevada, menos poblada (Laiou, Morrisson, 2007: 11). Aunque los graneros del Imperio hubiesen sido Egipto, Túnez y el Mar Negro, la producción interna también satisfizo su propia demanda. Tanto la llanura de Amorion (centro anatolio) como Macedonia, Tracia y Tesalia eran grandes productoras de cereal, sobre todo trigo; en islas como Quíos y Rodas tenían abundantes viñas, mientras que Tebas y Corinto destacaban en su producción textil (Laiou, Morrisson, 2007: 11), por no mencionar las manufacturas de la capital.

Nos encontramos con un campesinado en una situación mixta. Buena parte trabajaban tierras ajenas como “arrendados”, pero siempre hubo una parte, en inicio mayoritaria, que gozó de tierras propias. Hasta el s.X estos campesinos (más en los Balcanes, con menor presencia de grandes latifundistas) se organizaron fiscalmente, por lo general, en villas que pagaban impuestos de forma unitaria, a la vez que trabajaban sus tierras y las comunales (Kaplan, Haldon, 2009: 153). Esa situación de coexistencia con grandes propietarios, propietarios medios y campesinado libre no se daba tanto en Anatolia, donde los magnates con grandes tierras eran más comunes (Casamiquela, 2015: 52).

A su vez, nos encontramos en un óptimo climático que permitió al Imperio, gracias al mantenimiento de la tecnología clásica y su sistema administrativo, un aumento demográfico inalterado hasta finales del s.XII. Las cifras varían según el autor y la fecha, pero Angeliki Laiou cifra la población romana del año 1025 en, aproximadamente, los 19 millones de habitantes (Laiou, Morrisson, 2007: 97). Tal crecimiento permitió remontar la pérdida del centro anatolio en el s.XI, mientras la población continental seguía en alza. Será ante la caída imperial y el auge occidental a principios del s.XIII cuando la población comience a estancarse y descender en cierta medida.

En Tiempos Macedónicos (s.IX – XI)

Es importante señalar que el Imperio no gozó de la totalidad de los Balcanes hasta principios del s.XI con la conquista del Imperio Búlgaro por parte de Basilio II (Birkenmeier, 2002: 38). Hasta entonces la mayor parte del interior de la península fue controlada por búlgaros, vlacos y serbios, con el Imperio asentado en costas, Tracia y Morea. La frágil extensión de tierra romana y un mayor descontrol fronterizo favoreció el auge campesino. Mientras, en oriente los latifundios eran lo común, con las grandes familias alrededor de ciudades bajo las que creaban sus redes de influencia (Casamiquela, 2015: 45).

El territorio Imperial

El espacio estaba organizado alrededor de diferentes elementos clave como podían ser la urbe, el monasterio y el oikos (fincas latifundistas). Un primer elemento diferenciador es el de las fortificaciones. Dentro del feudalismo occidental los diferentes castillos actúan en una lógica privada del espacio, como centros de poder y organización feudales bajo los designios del señor. Por el contrario, en el mundo bizantino las fortificaciones respondían a un carácter puramente militar y no político, con la protección de pasos o ciudades. Los diferentes “magnates” llegaron a poseer fortificaciones (muchas veces construidas y mantenidas por ellos por orden imperial), llegando con ellas a favorecer su influencia, pero nunca fueron sede de su poder. El emperador Miguel VII Doukas legisló al respecto, decretando que a la muerte del propietario la fortaleza revirtiese en el Imperio (Casamiquela, 2015: 39).

La ciudad bizantina concentraba todo aquello que pudiese ser de interés. En ella se encontraba el grueso del comercio y recaudación, con su riqueza, pero no era el principal centro de atención de los magnates. Los latifundistas solían acercarse a la urbe al ser el centro neurálgico del sistema de gobernación bizantino. En ella se concentraban administración y cargos oficiales, designados por más altas instancias. El oikos campestre solía poseer estructuras palaciegas e incluso templos y milicias propias; a su alrededor se diseminaban las tierras del magnate, principal medio de su enriquecimiento y tras las que creaba sus redes (Hunger, 1982: 203). Pero a lo que todos aspiraban era a un cargo en la jerarquía imperial. Los monasterios, por su parte, cumplieron similar función al latifundio laico, ganando por ello las mismas simpatías (pocas) por parte de los campesinos.

En cuestiones de organización, la villa, por su lado, no era un mundo muy diferente a otros lugares. Se basaba en la pequeña propiedad privada de los diferentes campesinos libres, nutrida por el trabajo familiar, cuya producción era vendida o intercambiada en ferias regulares (Kazhdan, 1993: 88). Los hallazgos arqueológicos evidencian una mejor y más variada dieta del campesinado bizantino que la media occidental (Angeliki, Morrisson, 2007: 17). En cuestión fiscal, en cambio, la villa se organizaba como un ente único cuyos impuestos debían redirigirse automáticamente a la capital. Eran los ancianos de la aldea quienes debían encargarse de esa gestión (Herrin, 2009: 154).

Otra forma de organización territorial era la de los Themas. Los Themas bizantinos fueron una reacción organizativa defensiva del Imperio ante el retroceso generalizado de mediados del s.VII. Ante la amenaza árabe primero las provincias anatolias fueron organizadas en esta especie de distritos militares guarnicionados con tropas propias. La particularidad del sistema residía en que en cada uno de esos “distritos” se asentaba cierto número de campesinos-soldado a los que se les confería tierras para cultivar y prosperar con su familia a cambio de la obligación hereditaria de servicio militar y el mantenimiento de su panoplia. Su posición era variada, al igual que su capacidad de aportación (Kaplan, Haldon, 2009: 154).

Themas bizantinos en tiempos de Basilio II. Aquí podemos ver las diferentes demarcaciones militares del Imperio. Wikipedia.
Themas bizantinos en tiempos de Basilio II. Aquí podemos ver las diferentes demarcaciones militares del Imperio. Wikipedia.

El valor de la Tierra

En sus inicios el sistema se mostró efectivo, con una elevada militarización del espacio y la demostración de que el Imperio podía llegar a resistir contra el Califato en Anatolia. Con los siglos, en cambio, se verá que muchos de esos campesinos-soldado no podrán mantener sus tierras al igual que les ocurrió a los campesinos corrientes. De esta forma tanto la defensa como recaudación del Imperio se debilitaron. En estos primeros siglos, hasta llegados sobre el s.IX, el mayor “terrateniente”, aparte del estado, fue la Iglesia con sus prelados en el terreno, bien en manos del propio arzobispo, bien por sus monasterios, y las disputas y apropiaciones de tierras fueron una constante hasta el fin de sus días (Kaplan, Haldon, 2009: 154).

La voracidad latifundista por nuevos territorios respondía a grandes cambios en el panorama agrario, mercantil y demográfico. La bonanza climática y el crecimiento de la población hasta los ss.XII-XIII llevaron a la extensión de los cultivos y el aumento de los mismos de forma cuantitativa. Esa mayor población requirió a su vez de mayores suministros, sobre todo en la metrópolis constantinopolitana. La necesidad urbana de materias primas favoreció el comercio y monetarización, incluso en provincias, donde el intercambio monetario creció sobre todo a partir del s.X (Kazhdan, 1993: 89). Por otro lado, como la demanda interna pudo satisfacerse también creció un próspero comercio regional donde todo el Imperio de los Romanos quedó interconectado (Angeliki, Morrisson, 2007: 97).

Escenas de cosecha, apicultura y caza, en un manuscrito de un texto de Opiano de Apamea (s.XI).
Escenas de cosecha, apicultura y caza, en un manuscrito de un texto de Opiano de Apamea (s.XI).

El lento avance técnico hizo que no aumentase la productividad de los cultivos, y la producción lo hizo a costa de nuevas roturaciones. Ello provocó un progresivo encarecimiento de la tierra debido a su valor y, aprovechando los altos impuestos a los que el campesinado era sometido, los latifundistas tomaron ventaja. Ésta fue la posible preocupación de muchos emperadores a lo largo de la plena Edad Media, debido a la presión de los magnates contra el campesinado libre y pequeños propietarios (que ofrecía impuestos y hombres sin mayor resistencia) (Ostrogorsky, 1956: 272).

Esta situación era analizada por Ostrogorsky y Vasiliev del siguiente modo: añadían la teoría de un enfrentamiento entre el centralismo imperial y un feudalismo rampante. Vasiliev llega al determinismo de que toda sociedad acaba por pasar por un estado “feudal”, asignándoselo incluso a lugares tan dispares como Persia o el antiguo Egipto (Vasiliev, 1933: 584). Se irá viendo cómo, de hecho, la existencia de un temprano “feudalismo” bizantino es de dudosa verosimilitud (como mínimo hasta el s.XIII).

Las cartas del Imperio

Una cuestión de gran trascendencia era la teórica capacidad estatal de imponer sus designios. El feudalismo clásico se caracteriza por una parcial o total fragmentación del poder central en pro de poderes locales, como los señores feudales. En el caso bizantino, en cambio, hay quien constata un Dominium Directum en el que el estado era el propietario último de la tierra, pudiendo alienarla en cualquier momento (Kazhdan, 1993: 95). La versión alternativa rebaja el tono, dando a entender que el estado tenía derechos sobre tierras privadas, pero el punto está en la capacidad teórica del estado de manejarla. Ahí entran cuestiones cómo hasta qué punto la propiedad eclesiástica era alienable, o hasta qué nivel se podía confiscar tierra sin compensación (Maniatis, 2007: 581).

Tuviese propiedad absoluta de la tierra o no, se deja clara la capacidad imperial de tomar medidas en el territorio de ser necesario, de ahí la reacción de los Macedónicos desde el inicio, con énfasis en Basilio II (Frankopan, Haldon, 2009: 116). Los viejos historiadores extraían partes de la legislación macedónica de forma descontextualizada, sobre las que imprimían conclusiones como el “fortalecimiento de la aristocracia” (Ostrogorsky, 1956: 255). Se basan, en cambio, en precedentes dados por los diferentes emperadores macedónicos que trataron de favorecer al campesinado. Se les dio preferencia en la compra de tierras, se les devolvieron terrenos enajenados, se prohibió la compra de tierras por parte de gente que no fuese de la aldea, etc. (Casamiquela, 2015: 34).

Escena de cosecha del trigo con dos campesinos con una hoz. Marfil del s.XI. Museo de Arte Metropolitano de Nueva York.
Escena de cosecha del trigo con dos campesinos con una hoz. Marfil del s.XI. Museo de Arte Metropolitano de Nueva York.

Si bien es cierto que se dio ese aumento del poder de los magnates latifundistas, no es una situación comparable con la de los señores occidentales. En el Imperio no se daba una estructura jerárquica de la clase dirigente, tal y como sí ocurría con el feudalismo occidental, correspondiendo toda jerarquía a la burocracia y cargos internos de la administración (Kazhdan, 1993: 90).

Aparte, toda esa legislación tuvo una explicación de fondo. La máxima aspiración de todo notable dentro del Imperio de los Romanos era la de ostentar un cargo, bien honorífico, bien dentro de la oficialidad. El poder no se medía en base a tierra o riqueza (aunque ayudaban a tener una base), sino al cargo que se acarreaba y la cercanía al emperador, por cuyos beneficios se podía crecer. Los títulos honoríficos (que garantizaban esa cercanía) se compraban mediante cantidades inmensas de dinero que, aunque el cargo daba una pensión vitalicia, no solía recuperarse, con ganancias anuales de entre 2.5 – 8% de la inversión. Pero con ello se conseguía honor, estatus y los privilegios de quien tiene al emperador próximo (Herrin, 2009: 156). Por no hablar del sueldo de aquellos con cargos oficiales en la administración (rogai), mucho más rentable que cualquier latifundio.

Otra parte destacada es aquella en la que los viejos historiadores argüían ese “avance feudal” como una confrontación con enemigos del emperador, terratenientes feudales (Vasiliev, 1933: 589). Más allá de ideas desfasadas, se ha desmentido esa maniquea confrontación entre dos polos. Esos magnates latifundistas a los que tanto se señala (llamados dynatoi) en la mayoría de ocasiones se identifican con hombres cercanos al emperador, de cuyo favor gozaban (Frankopan y Haldon, 2009: 126, 183). No hay que olvidar que sin el favor de la “corte” no se podía hacer demasiado, más con la fuerza nominal con la que gozaba.

De lo anterior se extraen ciertas conclusiones, como que quienes más crecían y prosperaban en el Imperio era quienes más cerca estaban del emperador. El emperador actuó contra elementos que hacían peligrar parte de la estructuración del Imperio, pero bajo ningún concepto contra una amenaza al orden establecido. Debido a la situación de las infraestructuras de la época las tierras rentables de cara al comercio y exportación eran aquellas cercanas a caminos y rutas comerciales; por ello el planteamiento del magnate rapaz ante tierras de stratiotai (tierra themática) es inverosímil debido a su esparcimiento por el territorio (Frankopan, Haldon, 2009: 128). Con ello vemos que las medidas imperiales, más que atacar un enemigo feudal, estaban destinadas a capar parcialmente a quien era su apoyo y, con gran importancia, contentar al campesinado local, muy atenazado por los impuestos.

El s.XI, entre dos orillas

El mundo bizantino del s.XI será, a todas luces, una sociedad en transición. El cambio más destacado en el campo cultural fue la progresiva aceptación del comercio por parte de las capas más altas de la sociedad. A su vez, los propios comerciantes comenzaron a alcanzar cierto poder político. Fue una época de desarrollo en la que las ciudades se hicieron fuertes en su rol de centro comercial, a la vez que crecía la demanda de productos de lujo (Laiou, Morrisson, 2007: 141). Por otro lado, las nuevas roturaciones se hacían cada vez menos rentables, los impuestos seguían al alza y los latifundistas aprovechaban la situación.

Institucionalmente se trató de no favorecer los clientelismos regionales mediante el nombramiento de extranjeros. En cargos como juez o gobernador se nombraba a personas ajenas a la provincia, sin tierras en el mismo. De esta forma trataban de frenar parcialmente ese avance local, aunque no siempre se conseguía. Con todo, el poder siguió midiéndose con la cercanía al emperador y el papel en la burocracia (Whittow, Mullet, 1996: 64), una de las razones por las que los magnates comenzaron a concentrarse en las ciudades, sobre todo Constantinopla.

Los Paroikoi

Con el avance latifundista buena parte del propio campesinado se convirtió con el tiempo en paroikoi, cuya definición ha cambiado bastante con el tiempo. Una descripción aséptica del paroikos es aquel campesino que pasa a trabajar tierra ajena, pero son las condiciones las que levantaron debate. Para los más asentados en la vieja historiografía marxista el término era un eufemismo de “siervo” nada menos, con pocas diferencias entre sí, apoyando su tesis feudal (Ostrogorsky, 1953: 276). El término se constata a principios del s.IX para campesinos que trabajaban tierras eclesiásticas, pero en el s.XI hará referencia a aquellos trabajadores de latifundios (Kaplan, Haldon, 2009: 154).

Este tipo de trabajador no estaba atado a la tierra per se, pero de acudir al amparo de un latifundista y asignársele una parcela, debía cultivarla si quería quedarse. Las ganancias que recibía venían del magnate para el que trabajaba. Pero hay un detalle importante, de permanecer tres décadas en una parcela, ésta pasaba a ser suya de forma irrevocable y hereditaria. También gozaba de exenciones en cuestiones como las corveas (trabajo obligatorio estatal) (Laiou, Morrisson, 2007: 106). Aunque el paroikos pagaba sus impuestos y dependía del juicio del magnate (cuestión que se desarrollará más con el tiempo), tuvo el derecho y capacidad de apelar a la justicia imperial (Kazhdan, 1993: 93).

La cuestión del por qué cada vez hubo más paroikoi en detrimento del pequeño campesinado propietario puede responder a una combinación de factores propicios. Entre ellos está el modo de expansión agraria local; ya que la tecnología no avanzó lo suficiente como para un aumento de la productividad, se compensaba con nuevas roturaciones. El problema es que tuvo un límite de rentabilidad alcanzado, a lo que muchos nuevos campesinos no pudieron afrontar los habituales (e inflados) impuestos a sus tierras tras el colapso de ese mercado (Frankopan, Haldon, 2009: 132). A su vez, ese constante crecimiento de población acabó por beneficiar a latifundistas y al propio estado, que veían nutrirse sus tierras de nuevos trabajadores (Harvey, Mullet, 1996: 169).

Carpinteros construyendo el Arca en un mosaico de la Basílica de San Marcos, Venecia (s.XIII)
Carpinteros construyendo el Arca en un mosaico de la Basílica de San Marcos, Venecia (s.XIII)

El interregno

Tras Basilio II, muerto en el cénit imperial en 1025, continuaron la dinastía su hermano y sobrinas, aunque con no demasiado éxito. Tras un par de golpes de estado acabó alzándose (aunque de forma breve) la dinastía de los Doukai (1059 – 1078), cuya influencia siguió notándose incluso tras su destronamiento en época Comneno. Autores del momento como Miguel Psellos describieron la situación del Imperio haciendo hincapié en el símil de un ser enfermo y monstruoso, dividido y corrompido por intereses enfrentados (Signes, 2018: 354). La inestabilidad y alzamientos serán comunes, con aspirantes exiliados en regiones en las que no tenían poder, pero rodeados de población descontenta (Whittow, Mullet, 1996: 62).

El sistema monetario romano destacó internacionalmente por su estabilidad, pero ésta también llegó a su fin en el s.XI. Los continuos conflictos con un elevado gasto, junto con la incapacidad de conseguir mayores ingresos, acabaron por forzar a una devaluación monetaria, con gran confusión en la exacción mercantil y campestre (Harvey, Mullett, 1996: 167). Con Constantino IX (1042 – 1055) la moneda de oro nomisma comenzó una mayor caída debido a la introducción de plata en la aleación (Herrin, 2009: 222). La devaluación fue tal que los nomismas pasaron de 20 quilates a principios de siglo, a ser menos de 8 a finales (Angold, 1997: 80). Por la época los magnates latifundistas crecieron, aunque no fueron tanto el motivo de la crisis sino su consecuencia, aprovechando la situación con parte del campesinado abrumado.

Privilegios

En esa época de inestabilidad interna el emperador tuvo diferentes medios para agradar a sus magnates, con privilegios, costumbres o beneficios de su cercanía. Algunos de los más destacados fueron la charistiké, la exkousseia y la rogai. La necesidad de esos medios se debió en parte a la influencia de esos adinerados, a los que convenía tener contentos y afines (Maniatis, 2007: 584).

Respecto a la charistiké, destaca la vieja versión pro-feudalista de Vasiliev, que creía que este beneficio era similar al romano-antiguo beneficium, que entendía como la entrega de un feudo a cambio de fidelidad (Vasiliev, 1933: 587). Nada más lejos de la realidad. La bonanza de los diferentes monasterios repartidos por el Imperio muchas veces dependía de la situación económica, por lo que  que un monasterio acabase en la ruina no era algo de extrañar. En un primer momento se recurrió a ceder los monasterios arruinados a otros mayores, mientras que por su gran número se llegó incluso a prohibir nuevas fundaciones (Herrin, 2009: 155). Finalmente se recurrió a la charistiké. Mediante este beneficio imperial a determinados individuos, se cedía la gestión (y ganancias) de los monasterios con dificultades a manos laicas, que con ello ganaban importancia en la región (Casamiquela, 2015: 137).

La exkousseia, por su parte, tiene una más fácil explicación. Vasiliev la definía erradamente como una exención o “inmunidad” casi total (Vasiliev, 1933: 593). Se diferencia de las exenciones occidentales debido a su carácter temporal y fiscal. Aquel individuo (o monasterio) al que se le confiriese la erxkousseia recibía una exención fiscal en determinados terrenos (Casamiquela, 2015: 165). Será una herramienta muy útil para los emperadores a la hora de beneficiar a sus allegados. La charistiké no sobrevivió a los Comneno debido a la oposición eclesiástica, mientras que, al contrario, la rogai adquirirá mayor importancia.

El Siglo Comneno (1081 – 1185)

El advenimiento de esta nueva dinastía imperial vino de manos del militar Alejo Comneno (con el antecedente de su tío Isaac I) en un contexto algo caótico. Los propios contemporáneos llegaron a poner en duda la misma pervivencia del Imperio, pero su hábil gestión pudo sortear los diferentes problemas que se fueron planteando. Siguieron su hijo Juan y su nieto Manuel como principales emperadores.

La pérdida de Anatolia

Los Comnenoi, como tantas otras familias latifundistas, concentraban sus tierras en Anatolia, más específicamente Paflagonia (Crow, Mullet, 1996: 22), pero su fortuna dio un vuelco inesperado. Las revueltas a finales del s.XI eran comunes, llegando a la guerra civil entre Miguel VII y su padrastro Romano Diógenes, antes derrotado en Manzikert (1071). La pérdida contra los selyúcidas, la descomposición de las defensas anatolias por la guerra interna, y el gran uso de mercenarios turcos aceleró su entrada en la península, que en una década se perdió casi completamente. Su parcial recuperación se dio a lo largo de todo el s.XII.

Imperio de Alejo Comneno a su subida al trono en 1081. Los únicos remanentes en Anatolia son ciertas ciudades costeras y Antioquía, ya sólo romana de iure y que cayó a los pocos años.
Imperio de Alejo Comneno a su subida al trono en 1081. Los únicos remanentes en Anatolia son ciertas ciudades costeras y Antioquía, ya sólo romana de iure y que cayó a los pocos años. Wikipedia.

La tendencia latifundista de desplazarse a Constantinopla para estar más cerca del poder quedó cristalizada, con una gran migración a la capital. Entre los magnates migrados estaban los Comnenoi que, al igual que otros muchos, perdieron sus tierras patrimoniales. A partir de entonces los “señores” que permanecían en sus tierras fueron la excepción, tratándose más de los jerarcas eclesiásticos de cada localidad (Magdalino, 1993: 189). En la época Comneno la influencia y tierras en manos de los magnates va a crecer, pero gracias a su cercanía al poder imperial, que a su vez utilizó diferentes medios para beneficiarse y neutralizar a los latifundistas (Whittow, Mullet, 1996: 66).Éstos tendieron a dirigir sus tierras a la costa, cercana a las rutas comerciales y, por lo tanto, mucho más rentables (Magdalino, 1993: 166).

Gracias a la influencia imperial se gestó un nuevo tipo de latifundio disperso en los Balcanes, más directamente tocados por su control. Los magnates continuaron adquiriendo nuevas tierras mientras expandían sus cultivos, pero en muchas ocasiones su latifundio se compondrá de parcelas dispersas. Debido también a la permanencia de los magnates en Constantinopla, pocas veces se van a preocupar por esa concentración de terrenos, delegando en sus lugartenientes (Casamiquela, 2015: 213). Destaca que, al contrario de lo que opinaba Ostrogorsky, los terratenientes fueron quienes más impulsaron la productividad local en tiempos de bonanza, invirtiendo en nuevos cultivos de frutos a largo plazo (Magdalino, 1993: 160).

Nueva familia, nuevos métodos

Suele acusarse a los Comnenoi de haber manejado el Imperio como patrimonio familiar, rodeándose sólo de los suyos, pero es una afirmación engañosa. El lazo de sangre ayudaba, pero realmente primó la capacidad y, sobre todo, la fidelidad al emperador, que no dudó en destinar al ostracismo a un hermano al ver deslealtad (Frankopan, 2007: 12). En general, el clima de usurpaciones e inestabilidad forzó al emperador a ser “generoso” con los magnates, aún con la economía resentida. Por ello, se contó con la creación de un nuevo privilegio, la pronoia.

Al inicio del reinado Comneno las arcas estatales se encontraban exhaustas, pero se debía seguir pagando la rogai y demás gastos. Primero se eliminó la pensión de aquellos cargos honorarios, para luego establecer la pronoia. Este nuevo sistema consistía en la cesión de los beneficios de ciertas tierras a individuos o colectivos (órdenes religiosas, monasterios etc). No era hereditario y era perfectamente revocable. De esta forma se daba lo equivalente en “tierra” al pago que hubiera recibido el individuo, pero ahorrándole al estado el gasto recaudatorio y exponiendo al pronoiario a las inseguridades de la cosecha. Así, el estado no sólo ahorró dinero (a costa de debilitar su sistema fiscal), sino que hizo más dependientes a los magnates, que pugnaban por el favor del emperador (Casamiquela, 2015: 166). El sistema se hará más común a mitad del s.XII.

Imagen Viñadores
Parábola de los viñadores en un evangelio del siglo XI.

Durante el gobierno Comneno las campañas militares fueron constantes, de lo que surgió una acuciante necesidad de aumentar la recaudación. Un ejemplo fue la pérdida de las tierras themáticas. Los themas se encontraban sin uso desde hacía décadas (Birkenmeier, 2002: 35), con lo que fueron absorbidos por sus vecinos y el servicio themático se sustituyó por el impuesto strateia para suplir la ausencia de la milicia (Birkenmeier, 2002: 143). Durante el siglo Comneno hubo un férreo intento de control de la economía desde Constantinopla, con continuas reformas y nuevos impuestos. Uno de los casos más directos fue el monetario debido a la gran inflación iniciada en el s.XI. La acuñación seguía diferentes periodos según la Indicción (15 años), en los que desde la capital se podía modificar el diseño de la moneda, la calidad de la aleación, su destino etc, en función de sus reformas (Bucossi, Rodríguez, 2016: 216).

Avance Paroikoi

El problema recaudatorio persistió durante todo el s.XII, resolviéndose usualmente gracias al aumento de impuestos entre el campesinado. En última instancia el enfado que provocó entre la población fue un factor crítico en la pervivencia imperial. A corto y medio plazo esa subida de impuestos contribuyó al empobrecimiento rural. Los magnates eran capaces de trucar esos impuestos mediante el pago con moneda devaluada, cuando el campesino tenía las manos más atadas (Casamiquela, 2015: 126). Ese mayor empobrecimiento rural debido a la altísima tasa impositiva lo arrastró en muchos casos a la “dependencia” de los latifundistas. De este modo se tenía cierta seguridad al trabajar unas tierras de forma asegurada, mientras que el paroikos podía ser propietario a la vez. El mayor perjudicado al respecto fue el estado, que veía cómo su más fiel fuente de ingresos disminuía.

Construcción de un palacio en tiempos de Romano I Lecapeno en el Skylitzes Matritensis (s.XII)
Construcción de un palacio en tiempos de Romano I Lecapeno en el Skylitzes Matritensis (s.XII)

Otro punto en el que los paroikoi se vieron envueltos fue en las concesiones de pronoia de tiempos de Manuel I. Debido al requerimiento de tropas, se puso en marcha la concesión de numerosas pequeñas pronoia en manos de soldados o arcontes (acaudalados urbanos). Algunos autores de la época como Niketas Choniates se quejará amargamente al respecto, pero la residencia cercana del pronoiario, y el que su sueldo dependiese del bienestar de la tierra redundaron en su beneficio (Haldon, 2009: 188). Con lo anterior, nos veremos abocados de un mundo donde predominaban las villas de tenedores a otro con tierras estatales trabajadas por paroikoi (pronoia); los campesinos libres pervivieron, pero en menor número (Laiou, Morrisson, 2007: 101).

Avance feudal

Aparte de las anteriores cuestiones, hay que entender que en el Imperio Bizantino no había un concepto claro de castas o clases. Tampoco había un concepto dinástico claro basado en la ascendencia más allá de ciertos gobernantes. Nos encontramos en un contexto muy cambiante gracias a un gran movimiento social y revueltas. No por nada el iniciador de la dinastía Macedónica, Basilio I, provenía de la clase baja (Hunger, 1982: 209). Será a partir del advenimiento Comneno cuando la “Corte” y la dinastía reinante comience a desarrollar cierto tipo de aristocratismo cortesano.

Paul Magdalino, que revisa y/o corrige las tesis de Ostrogorsky, nos habla de que el “feudalismo” bizantino tenía unas estructuras, aún a finales del s.XII, “extraordinariamente centralizadas” (Magdalino, 1993: 171). Hemos de entender que aquellos “señores” con tierras y poder, lo hacían gracias a su cercanía al emperador y su permanencia en la capital. Incluso pasado el s.XIII la amistad con el autócrata será un elemento clave entre la aristocracia bizantina cuya influencia no debe menospreciarse. En otro caso, Kazhdan, reticente a la hora de discutir la “omnipotencia” estatal, admitirá que a finales del s.XII en el Imperio se desarrolló un nuevo tipo de urbanismo y organización “feudal”, aunque puntualiza que ninguna de ambas acabó de mostrarse, con ausencias claves como la de ejércitos al modo feudal (Kazhdan, 1993: 100).

Conclusión

El quid de la cuestión vuelve a radicar en la terminología, demasiado general y abstracta, pues el término “feudalismo” se usa con demasiada ambigüedad. Nos encontramos en un contexto con un poder central muy desarrollado, a la vez que una vigorosa administración. Alrededor de ese poder central surgían y se beneficiaban los diferentes magnates, dependientes en una grandísima parte de la benevolencia del propio emperador. El poder de éste dejó de ser tan total, con lo que hubo de negociar y dar privilegios, pero su cercanía siguió siendo clave para las aspiraciones de los magnates. Podemos comenzar a hablar de cierto “desarrollo” o “influencia” feudal en el s.XII con el desarrollo de pronoia locales, pero no de un «sistema feudal» desarrollado hasta el siglo XIII, concretamente a partir de la Cuarta Cruzada (1204).

Bibliografía

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  • Miguel Psello, traducción  Signes Codoñer, J. (2018). Vida de los emperadores de Bizancio. Editor digital Akhenaton.
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5 COMENTARIOS

    • Así es, a manos de la Cuarta Cruzada. Tal cruzada decapitó temporalmente al Imperio, que se dividió en diferentes estados aspirantes. Con ello también se asentaron en el territorio previamente romano los occidentales, fundando diferentes principados y reinos al estilo feudal.

      • También fue el golpe de muerte que impediría al Imperio una vez restaurado en 1261 articularse en una única entidad política que hiciera frente a sus enemigos externos y que acabarían con éste en 1453.

        Lo que regresó en 1261 ya no era lo de antes, sino una sombra que con el paso de los años iba languideciendo hasta la total inoperancia.

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