La república romana más famosa siempre ha sido la más tardía. En ella, la lucha entre los distintos órdenes romanos había sido pervertida por la pugna de las distintas facciones para su beneficio. Por ello os hablamos hoy de la figura del tribuno de la plebe, un cargo esencial en el mundo romano. Ya os hablamos de dos tribunos muy especiales que dieron paso a lo que se conoce como «Crisis de la República».

Sin embargo, solemos olvidar, ya sea por desinterés o por desconocimiento a la república más joven. Aquella en la que la lucha de clases fue moldeando a un sistema oligárquico cerrado y reticente al cambio. En su lugar, fue siendo sustituida por una república de tipo más abierto en el que la lucha entre los patricios y plebeyos tuvo sus frutos para las clases más bajas. Estas empezaron a ver cómo sus intereses empezaban a verse representados.

Jacques-Louis David encabeza este artículo. Su obra, expuesta en el Museo del Louvre data de 1789 y lleva como título «Los lictores llevan a Bruto los cadáveres de sus hijos». Viendo la fecha en la que se produjo, no podemos evitar pensar la enorme carga ideológica que lleva tras de sí. Para David, el cuadro está representando el deber hacia la patria, incluso si para ello es necesario sacrificar a la familia. Esto cobra mucho sentido si hablamos de la Revolución Francesa, pero esto tiene poco que ver con cómo se produjo realmente el trasvase de la Monarquía romana a la República.

El tribuno de la plebe y su evolución Roma y su área de la influencia en el año 509 a.C. Fuente: wikipedia.org

En el año 509 a.C., una oligarquía cansada de los excesos del Rex y, sobre todo, de su hijo, deciden cambiar el modelo eliminando a esta figura de la ecuación. A partir de este momento el poder casi absoluto que tenía el monarca pasaba a ser detentado por la figura del Senado romano formado por los patricios. Es decir, el poder pasaba del poder de una sola persona al de unos pocos, concretamente los más poderosos, no gracias al comercio, sino a la posesión de la tierra.

No podemos olvidar que ésta era la fuente de la riqueza en la Edad Antigua. Esto se debe a que generalmente las civilizaciones del Mediterráneo tenían un carácter marcadamente agrícola. Aunque, el comercio era un factor central en los negocios de estos pueblos, al final el motor económico acababa surgiendo siempre de la tierra.

Sea como fuere, este grupo terrateniente consiguió el poder pleno e incontestable en el año anteriormente citado. En teoría, sus integrantes provenían de las familias fundadoras de Roma, y es por ello por lo que merecían ese estado privilegiado. Por debajo, los hombres libres que habían llegado a la ciudad posteriormente recibían el nombre de plebs. Aunque no eran esclavos, su poder político era nulo, incluso aunque algunos sectores destacaran por su capacidad económica e incipiente potencia comercial. A pesar de no tener ningún tipo de poder político, sus nombres eran incluidos en la legio, por lo que no tenían más remedio que integrarse en el ejército romano. Dependiendo de su nivel de ingresos, ocupaban un puesto distinto entre las tropas, siguiendo un sistema claramente plutocrático.

Atendemos así a cómo la plebe servía como motor de Roma al servicio del patriciado. Además entregaban su sangre en la guerra, a pesar de lo que no tenían ningún derecho político y se veían además pisados por el Senado. ¿La solución? Sumir a Roma en una situación de inestabilidad interna.

La república de unos pocos: Roma antes del tribuno de la plebe

Tito Livio considera que la introducción del cónsul es un paso adelante en la res publica romana. No es la ruptura de la monarquía, sino esta magistratura anual con unos poderes muy similares a los del rex. Ahora bien, también hay que entender algo clave: para los romanos, la república no significa una forma constitucional en particular. De hecho, muchos autores llaman república al periodo monárquico también, como Cicerón. (Poma, 2009: 48).

No hay que confundir esto con la aversión hacia la monarquía. Los términos que se oponían ideológicamente eran la libertas y el regnum (Poma, 2009: 48). Sin embargo, esta es una tradición que se empieza a llevar a cabo a partir del siglo IV a.C.. Pese a que la tradición analítica nos suele hablar del cambio institucional entre ambas formas de gobierno como algo simple, esto es una quimera.

En realidad, el trasvase entre los dos modelos fue muy lento y plagado de luchas intestinas que devoraban a la propia ciudad. Estas consiguieron que surgieran puestos como el de Tribuno de la Plebe, eje central de este artículo gracias al conflicto entre patricios y plebeyos.

En realidad este conflicto va a centrarse en la propiedad de la tierra. No obstante va a acabar afectando a todos los niveles de la sociedad romana y, por supuesto, a sus instituciones. Tarde o temprano, no solo va a interesar lo puramente económico, sino que los plebeyos van a exigir a los patricios el acceso al consulado y al sacerdocio.

Pese a sus exigencias, generaciones enteras de plebeyos morirán sin ver sus objetivos conseguidos. Si en el 509 a. C. se establecen los cónsules y se da paso a lo que normalmente se considera como Etapa Republicana, no será hasta el 367 a. C. (Poma, 2009: 54) cuando los plebeyos consigan el acceso al consulado. En ese espacio de tiempo los plebeyos irán consiguiendo un goteo constante de éxitos.

Los lictores llevan a Bruto los cadáveres de sus hijos Jacques-Louis David, «Los lictores llevan a Bruto los cadáveres de sus hijos” (1789) Museo del Louvre.

El conflicto patricio-plebeyo: las claves de la desigualdad

Como hemos dicho, la principal causa era económica concretamente las cuestiones alrededor del ager publicus. Este era un territorio público, que el estado romano cedía a manos privadas para poder ponerlo a trabajar (Roldán, 1981: 76). A pesar de ello, los patricios lo van a empezar a utilizar como si fuera suyo, excluyendo a la plebe. A esto hay que sumarle el pésimo rendimiento de la tierra y las constantes guerras. Esto hacía que los campesinos más pobres se arruinaran y pidieran préstamos. La imposibilidad de pagar estas deudas causaba que acabaran en un régimen de semiesclavitud con aquellos que habían concedido el préstamo: los patricios.

Aquellos que no vivían de la tierra también tenían problemas. Artesanos y comerciantes se encontraban sumidos en una grave crisis debido al cambio de los polos de comercio en el Lacio debido a las constantes guerras.

Como se puede observar, había prácticamente de todo entre los «plebeyos». Más que una clase, se podría decir que eran un cajón de sastre donde se reunían todos los anti-patricios. Sin ostentar la fuerza económica pero sí la del trabajo, llevaron a cabo una serie de exigencias a la clase patricia que fueron desoídas.

Es cierto que existían unos mecanismos de voto, los comicios centuriados. En teoría estos podían permitir cierta capacidad de voto a los plebeyos. No obstante, era una gran mentira, el sistema estaba tan viciado que no servían para absolutamente nada. Por ello, al no obtener ninguna concesión del patriciado tomaron medidas radicales (Poma, 2009: 57).

La secessio del Monte Sacro y la consecución del tribuno de la plebe

En el año 494 a.C., mientras los patricios intentaban reclutar un ejército para enfrentarse a los pueblos cercanos, los plebeyos se marcharon de la ciudad. Debido a esto, la economía y el ejército romanos se hundieron literalmente. Ya no había ningún pilar que sostuviera la vida de unos pocos privilegiados, por lo que la estructura entera se derrumbó.

Era necesario conseguir un acuerdo. Para negociar fue enviado el cónsul Menenio Agrippa, que según nos cuenta la tradición utilizó una fábula para convencerlos en su retorno. Evidentemente esto no fue gratuito, los plebeyos vieron cumplidas una serie de importantes exigencias.

El más importante de todos ellos fue la creación de un puesto que velara por los plebeyos y que garantizara que sus exigencias eran cubiertas: el tribuno de la plebe. También, con una importancia paralela, se crearía una asamblea propia para los plebeyos, el concilium plebis. Un puesto fundamental para que los plebeyos pudieran determinar su hoja de ruta a seguir en el gobierno de Roma. Se crearía otra especie de «magistratura», la del edil plebeyo, cuya misión era encargarse del erario plebeyo, guardado en los templos de Ceres, Libero y Libera, en el Aventino.

Otra versión que nos ha llegado también gracias a Tito Livio (Liv. II, 33, 3) habla de que los tribunos se crearon a raíz de una ley especial.

Todo esto no fue más que el inicio del conflicto patricio-plebeyo. Sentó las bases para un enfrentamiento que duraría, según la tradición, hasta el año 287 a.C. con la lex Hortensia. 

Las atribuciones del cargo

Antes de dirimir que prerrogativas tenían, debemos saber cuántos y cómo eran elegidos.

Según algunos autores como Cicerón o Dionisio de Halicarnaso, eran elegidos por la asamblea curiada (Viñas, 2007: 172) (D.H., IV, 89, 2). Esto no tiene ningún sentido, ya que el tribuno de la plebe fue un auténtico dolor para los senadores, que controlaban a su antojo estas asambleas. Por lo tanto, tiene más sentido pensar que fuera inicialmente en las concilia plebis. Más tarde se hará en la asamblea tributa gracias a una ley emitida por Publilio Volerón. Tal era el odio de los patricios a los tribunos, que en campaña Apio Claudio insultaba a sus hombres llamándolos «tribunos de la plebe» o «volerones» (Liv, II, 58, 9).

No sabemos a ciencia cierta cuántos romanos ostentaban el puesto de tribuno de la plebe en un inicio. Si seguimos a Livio, uno de los historiadores clásicos más fiables, fueron dos. No obstante en el 471 a. C. se aumentó la cifra a cinco (Ibídem) y posteriormente a 10 en el año 457 (Viñas, 2007: 173).

La religión romana interviene mucho en la política. De esta manera, en un acto religioso hecho por la plebe, el tribuno se vuelve inviolable a través de un termino que se conoce como sacrosanctitas, es decir, es inviolable. Esto no es suficiente para evitar que la figura del tribuno sea atacada por los senadores, por lo que generalmente se atribuye la inviolabilidad del cargo a las leyes Valerio-Horacias ratificadas por el senado.

Sin embargo, su atribución más importante es la del ius auxilii. Surgida originalmente para defender a la plebe de los cónsules. Después, servirá para anular todo aquello que pueda contradecir o perjudicar los intereses plebeyos (Viñas, 2007, 175). Para ello se usaba lo que se conoce como intercessio. Debido a todo esto, este puesto tenía una cierta capacidad penal. Castigaban todas las ofensas vertidas hacia la plebe, y también hacia su propia figura debido a la consabida sacrosanctitas.

En el año 376 a. C. los tribunos Licinio y Sexto sacaron tres proyectos de ley que consiguieron aprobarse nueve años después en el año 367 a .C. Estas leyes exigían que uno de los cónsules fuera plebeyo. Además, a partir de este momento el ager publicus sería repartido más equitativamente. Este ager era tierra explotable conquistada por las tropas durante sus campañas militares. Así, pasaban a formar parte de la comunidad. Sin embargo, en la práctica quedaban en manos del patriciado.

Por su parte, la Lex Ogulnia permitía el acceso a los colegios sacerdotales por parte de los plebeyos. Esto ocurrió en el año 300 a. C. Una fecha fundamental si tenemos en cuenta que en estos lugares religiosos se movían muchas influencias. Así, se permitirá que los plebeyos puedan acceder a los lobbies de la época.

Con la Lex Hortensia se equipararán los plebiscitos con las leyes del senado, por lo que el poder de los tribunos aumentará poderosamente a partir del 287 a. C.

Senado Romano Cesare Maccari “Cicerone denuncia Catilina” (1889) fresco, Palazzo Madama, Roma.

El tribuno de la Plebe y su declive

Durante muchos años, el tribuno de la plebe fue un firme defensor de los derechos plebeyos, permitiendo que ambos grupos sociales coexistieran – sobre todo a partir de las leyes Licinio-Sextias (Viñas, 2007, 179) – entre sí. Sin embargo, al final de la república la figura empezó a corromperse a pasos agigantados.

Hemos mencionado varias veces a los hermanos Graco. Os recomendamos que leáis el artículo, pues es mucho más completo. No obstante mencionar que destacan por la Lex Sempronia. Mediante esta, se recuperaba la justa repartición del ager publicus de las Licinio-SextiasLa respuesta del patriciado no se hizo esperar y ambos acabaron muertos.

Debemos dar de nuevo un breve salto en el tiempo. Durante la dictadura de Sila, este va a ser consciente del enorme poder de los tribunos de la plebe. Por esta razón, el legendario político romano va a acabar con su poder desactivándolos directamente. Hasta el año 70 a. C. no recobrarán su poder de nuevo. Desde entonces solo van a ser una marioneta en las manos del patriciado.

Especialmente curioso es el caso de Publio Claudio Pulcro. Tras sus nefastas aventuras con el ejército fue notable por encausar a Catilina. Éste era especialmente conocido por las Catilinarias, una serie de discursos de Cicerón contra su persona para acusarle de corrupción extrema. Si bien Clodio participó en la acusación, también la retiró cuando Catilina le sobornó para librarse de ello. Como se puede esperar de este personaje, era más corrupto que la media de los romanos. Tal es así que renegó de su condición de patricio y se hizo adoptar por un plebeyo, de hecho, cambió su nombre a Clodio después de esto, ya que los plebeyos pronunciaban así este nombre.

Después, se presentó a tribuno de la plebe, cargo que consiguió y utilizó como si fuera una auténtica organización criminal. Usó el puesto y el poder que este le concedía para hacer la vida imposible a Cicerón, al que hostigó hasta el exilio. Mientras Julio César se encontraba en las Galias, utilizó el poder de forma casi ilimitada que le permitía el puesto para gobernar Roma. Además, se rodeó de un ejército personal para acabar con quién se resistiera.

Estas historias siempre suelen terminar de una forma parecida. Una banda rival dirigida por otro patricio le asesinó.

Después de esto, la República viviría sus últimos estertores. Por lo tanto, también los vivió este cargo. Concluida la Guerra Civil, César como dictador perpetuo asumió la sacrosanctitas del cargo como algo propio. Tras su asesinato en los Idus de marzo del 44 a. C. la República vivió su último aliento. A pesar de ello, Octaviano, va a utilizar el cargo de tribuno de la plebe absorbiendo sus poderes en los años 36, 30 y 23 a. C.

Augusto, como pasaría a llamarse posteriormente va tener unos poderes prácticamente absolutos. Después de deshacerse del triunvirato, va a reunir el imperium y el praefectus morum, pero también los poderes que tenían los tribunos: intercessio y la sacrosanctitas. Así, sus poderes políticos, junto con los militares, le harían intocable. Esto es lo que se conoce como tribunicia potestas, una forma de asumir en su figura el poder de los tribunos de la plebe.

Todos los emperadores van a molestarse en mostrar epigráficamente el poder de la tribunicia potestas. Así, será reflejado junto a la intitulación del emperador. Generalmente asumirán esta potestad una vez lleguen al cargo. No obstante, hay una excepción. Aquellos sucesores nombrados césares y elegidos en vida del emperador al que suceden, recibirán este poder.

De hecho, hubo personajes como Marco Vipsanio Agripa, que recibieron temporalmente la tribunicia potestas. Solían ser personajes muy cercanos al emperador y con gran influencia. Este es el caso del mítico compañero de Augusto.

Rendición de Vercingétorix Lionel Noel Royer (1899). “Vercingétorix arroja sus armas a los pies de Julio César” Museo Crozatier, Le-Puy-En-Velay

¿Hubo pervivencia en el Bajo Imperio?

Sabemos a ciencia cierta que el cargo continuó usándose hasta el siglo III d. C. En realidad había perdido todo su valor, a pesar de lo que continuó formando parte del cursus honorum de la clase ecuestre. Todos los plebeyos que quisieran llevar a cabo una carrera política solían pasar por este puesto. De todas formas, no es un dato claro, pues algunos autores piensan que el cargo fue absorbido por la edilidad plebeya (Hornblower, Spawforth y Eidinow, 2012).

Si nos basamos en el material epigráfico del que disponemos, podemos observar que siguió habiendo tribunos de la plebe hasta el siglo V d. C. Siempre de manera intermitente y sin tener ninguna de las atribuciones del original (Hornblower, Spawforth y Eidinow, 2012).

Existirán personajes de una relevancia enorme que van a tener poderes muy parecidos. Por ejemplo, los magister militum creados por Constantino. Serán inviolables y sagrados, pero no se encargarán de cuestiones de la plebe, así que el cargo se irá diluyendo realmente. Todo, debido a esa asimilación por parte del emperador de sus funciones. Si lo pensamos detenidamente, la tribunicia potestas va a perder también sentido en el mundo cristiano. La sacrosantidad y la inviolabilidad vienen por parte de Dios.

Conclusiones

Quizás, uno de los rasgos más interesantes sea la génesis del Tribuno. Desde el desprestigio más absoluto surgió esta figura que consiguió tomar entidad por sí misma. Supongamos que hoy surgiera un tribunal ignorado por la clase política pero apoyado por prácticamente todo el pueblo. Este pueblo le permite legislar y también juzgar a aquellos que vayan contra el tribuno y contra los intereses de la plebe. Además, esta figura es elegida democráticamente. Básicamente esto es lo que ocurre con el tribunado de la plebe a partir de la secessio del monte Sacro.

El tribuno de la plebe fue despreciado e ignorado por parte del patriciado. Sin embargo, la clase dirigente no tuvo otra opción que transigir ante las exigencias de la plebe. Esto se debe a que les necesitaban para las constantes guerras que libraba Roma. Esta situación de crisis externa constante la utilizaban los plebeyos para forzar un cambio en el sistema.

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