Para comprender el funcionamiento de la Antigua Roma hay que comprender primero cómo se articulaba su aparato institucional. Lejos de resultarnos ajeno, las magistraturas romanas han sido y son objeto de estudio en las aulas de todos los niveles educativos incluso hoy en día.

Históricamente, estas magistraturas han trascendido entroncándose en el aparato político del mundo occidental. Por ello, no nos resulta extraño que todavía hoy en día existan figuras políticas como son los cónsules o los ediles. 

Además de nuestra propia experiencia como sujetos políticos, es importante conocer las raíces que sustentaron no solo a la propia Roma sino también a sus provincias.

La República de Roma consiguió extenderse a lo largo y ancho de todo el Mare Nostrum debido a la gran capacidad de apuntalar sus conquistas con una base política lo suficientemente firme como para funcionar de manera autónoma. 

Sin embargo, este modelo tuvo sus problemas y fue – entre otros motivos – un detonante claro de la llamada “Crisis de la República”. La fina línea entre la evolución de los cargos y la perversión de los mismos se fue haciendo cada vez más difusa hasta que prácticamente perdieron todo su valor con la llegada del Imperio.

En este artículo se hablará de forma sucinta de la estructura política y de los cargos que formaban el conocido como Cursus Honorum. Continúa leyendo para descubrir los engranajes que, en forma de magistratura, coordinaban el aparato político de Roma.

¿Qué es una magistratura?

El término “magistrado” proviene de la raíz “magis”, de magno. Es decir, los magistrados se encontraban en una condición de prevalencia frente a los demás. Un magistratus era lo contrario al privatus, es decir se encargaba de los intereses de la res publica. Su poder emanaba de la elección del pueblo, no de detentar la fuerza como el Rex cuyo origen está en el caudillaje militar.

Los magistrados contaban con el imperium, es decir, el mando sobre el ejército en el exterior y el valor jurídico en el interior. En época republicana sólo contaban con imperium las magistraturas más elevadas: pretor, cónsul, dictador y el tribuno consular. Pero este imperium no solo implicaba dirigir los ejércitos, sino que también entraban en juego cuestiones como permitir la vida y la muerte, imponer tributos a los pueblos derrotados o celebrar el triunfo siendo saludado bajo el título de imperator. Existía una diferenciación entre el imperium militiae, relacionado con el mundo militar y el imperium domi que tenía que ver con los comicios electorales y el Senado. Este último estaba enfocado a intervenir contra aquellos ciudadanos que no respetaran las instituciones o impidieran las funciones de las mismas (Roldán, 1999).

Junto con el imperium encontramos la potestas. Propia de los magistrados menores (cuestores y ediles) con el cuál podían multar y sancionar a aquellos que violaran las leyes (Roldán, 1999).

Ahora bien, las magistraturas republicanas se ejercían prácticamente en solitario, ya que no existía el aparato burocrático que se desarrollará en el Imperio. Por ello, los magistrados tenían que contar con grandes sumas de dinero para apoyarse de forma privada en sus familias para cargar con el peso de las magistraturas.

Acompañando a los magistrados estaban los lictores. Estos eran unos guardias que escoltaban a los magistrados allá donde fueran. No solo eran una forma de protección física, sino que tenían una poderosa carga ideológica detrás. Los lictores suponían la protección de la república a sus instituciones. La figura del lictor ha trascendido históricamente debido a que portaban el fasces. Realmente este arma (constituida de ramas de olmo o abedul con un hacha en el centro) no tenía una gran efectividad de cara a la defensa del magistrado, pero sí que apuntalaba su simbolismo.

Cursus Honorum

La clave para comprender la vida política romana reside en dos términos: magistratura y Cursus Honorum; el primer término ya ha sido definido en las líneas que preceden este apartado. Por su parte, el Cursus Honorum era la carrera de honores o de cargos públicos que un romano podía desempeñar. 

Existen varias formas de clasificar las magistraturas, ya sea siguiendo un esquema de poder, como de acceso a las mismas. Sea como fuere, completar el Cursus Honorum romano suponía el éxito público y político de cualquier romano. 

¿De cualquier romano?. Hasta cierto punto esta afirmación es una falacia. Pues ni mucho menos los romanos eran todos iguales a la hora de presentarse u ostentar un cargo público; como suele suceder, los patricios y la nobilitas romana ostentaban el poder. 

La nobilitas romana resulta una cuestión muy difícil de definir y catalogar. A grosso modo se podría decir que eran lo más excelso dentro de la aristocracia romana. Algunos autores los relacionan con las antiguas familias consulares que, generación tras generación, ocupaban los cargos públicos más importantes. 

Dejando de lado la cuestión de quién, se ha de abordar la cuestión de qué. A continuación se exponen las magistraturas ordinarias de Roma, así como un apartado especial dedicado a la dictadura. 

Cuestor, la primera magistratura

Los cuestores son magistrados colegiados, es decir, que tienen “colega”, por lo que no desempeñan el cargo en solitario. Esta fórmula era muy común en la realidad política romana, así lo veremos repetido en otras magistraturas como el consulado o los ediles (Roldán, 1990: 22). Primeramente existían dos cuestores, que, posteriormente y con la llegada del siglo IV fueron aumentados a cuatro, que se dividían para hacer frente a los problemas civiles y a las cuestiones militares (Roldán, 1990: 31).

Las crónicas diferencias entre varias categorías de cuestores, así también cabe hablar de los cuestores parricidii que eran aquellos que se dedicaban, a modo de juez, a aclarar los crímenes de Roma y condenar con la pena capital a aquellos que eran considerados culpables (Muñiz Coello, 2014: 509).

La función del cuestor dentro del esquema político romano era diversa, pues por ello se diversifica en varias categorías, pero el deber principal era el de mantener a salvo el erario público, también llamado tesoro, y conservar los archivos del Templo de Saturno (Roldán, 1990: 31). Además, cobrarán especial importancia a la hora de administrar las provincias y distribuir los bienes en ellas, al igual que los botines de guerra. El reparto del ager publicus será una fuente de problemas sociales entre magistrados y para con la plebe, personificados en este caso en la figura de los hermanos Graco (Barceló y Hernández de la Fuente, 2017; 145). 

Al igual que la mayoría de magistraturas, el cargo duraba un año y los cuestores, una vez terminado tu mandato, podían presentarse a la asamblea centuriada y continuar ahí su vida política (Montanelli, 2003, 89). 

Edil

Antes de las leyes licinia-sextias, se crearon dos ediles curules electos inicialmente entre los patricios. Más tarde, los plebeyos también podrán acceder a este puesto, existiendo un edil curul plebeyo y otro patricio. Sin embargo, también se crearon los ediles plebeyos, puesto explícitamente reservado a esta clase social.

Ambos puestos competían por tener mayor relevancia, debido a que una buena carrera en la edilidad podía garantizar una estupenda carrera en el resto del Cursus Honorum. ¿Por qué? Básicamente, los ediles servían como una suerte de alcaldes y se encargaban de gestionar los aspectos más relevantes de la ciudad.

Entre sus funciones, estaba la cura ludorum solemnium, es decir, estaban encargados de llevar a cabo los juegos y fiestas de la ciudad. Si durante su edilidad, los juegos eran muy buenos, se garantizaban que la gente les tuviera un gran aprecio. Esto les permitía, entre otras cosas, tener una grandísima repercusión de cara a seguir ascendiendo en la escala política. 

No era lo único de lo que se encargaban, ya que también gestionaban, entre otras cosas, la annonae (Poma, 2000). Esto es, los silos públicos de grano en los que se fijaban los precios y se repartía el trigo entre los sectores menos pudientes de la sociedad. La especulación del grano era algo que ponía siempre en serio riesgo a la ciudad, por lo que era una tarea muy importante.

Pintura de Robert Hubert sobre el Coliseo romano

Pretor

Los orígenes de la pretura son oscuros y difíciles de rastrear. Su etimología proviene de prae-ire, es decir, “el que va delante” (Poma, 2009). Esto hace pensar que en algún momento el pretor hubiera sido designado como el cargo más alto de la jerarquía de las magistraturas romanas. Otras interpretaciones versan sobre la capacidad que tenía sobre el ejército, ya que puede que originariamente fuera el que dirigía a las tropas. 

Los pretores eran magistrados mayores, electos en los comicios centuriados bajo la presidencia de un magistrado mayor. A partir de las leyes licinio-sextias del año 367 a. C., los pretores empiezan a cumplir la función que iban a ocupar durante el resto de la República: la justicia. Aunque tenían grandes atribuciones, como presidir los comicios y el senado, proponer leyes o dirigir ejércitos, lo cierto es que su imperium era inferior al de los cónsules.

En el año 242 a. C., con el auge comercial y el aumento de las políticas exteriores romanas, se va a crear el pretor peregrinus, que se encargaba de todas las cuestiones judiciales en las que estaban inmersos aquellos que no fueran romanos. 

La creación de nuevas administraciones y provincias en el siglo III a. C. causaron que el número de pretores fuera aumentando paulatinamente. Así, de cuatro pretores (dos normales y dos peregrinos) se pasó a seis (Roldan, 1999= para gestionar estas nuevas provincias. En los tiempos de Sila, el número de pretores aumentó a ocho pero se establecieron todos en Roma con el objetivo de presidir el tribunal permanente. Una vez cumplieran el año de cargo pasaban a convertirse en propretores y gobernaban los territorios provinciales.

 

Cónsul

La magistratura de cónsul era la más ambicionada y una de las más difíciles de gestionar debido a su máxima influencia tanto en lo político, como en los asuntos sociales, así como en el mando y la dirección del ejército (Imperium).

El consulado estaba organizado de tal forma que, al igual que en la monarquía dual espartana, eran dos los hombres destinados a ocupar el cargo, lo cual dotaba a la magistratura de gran versatilidad. Según cuenta Montanelli, el proceso de elección de los cónsules, electos cada año, no podía ser más polémica. 

Así, existía dentro de la asamblea centuriada, un magistrado en funciones que determinaba quién de entre los candidatos era persona gratae para los dioses. Como bien se puede imaginar, este criterio dependía en su totalidad de la preferencia y el favor del magistrado. 

Pese a que en teoría, uno de los cónsules debería ser plebeyo, la realidad es que la propia plebe prefería que fueran los patricios o nobilitas los que ostentaran el cargo debido a su gran influencia y a su dominio de las redes clientelares romanas (Montanelli, 2013: 91). No es de extrañar que el cargo de cónsul fuera monopolizado por un grupo selecto de familias de la aristocracia (Barceló y Hernández de la Fuente, 2017: 144).

Una vez asentados en el cargo, los nuevos cónsules se ocupaban de los asuntos más importantes de la política romana; por un lado, en tiempos de paz, se encargaban de tratar con el senado y de promulgar leyes. Mientras que, en tiempos de guerra, ambos cónsules se repartían el ejército en dos partes iguales y se convertían en generales del estandarte romano (Montanelli, 2013: 91-92). 

Debido a la cantidad inabarcable de responsabilidades y de poder que caía en manos de los cónsules, no es de extrañar que la magistratura fuera delegando ciertos cometidos en otros cargos como en la pretura o en los censores (Barceló y Hernández de la Fuente, 2017: 145).

Pese a esta reorganización del consulado, esta magistratura mantuvo su poder más destacable, el senatus consultum ultimum, que no es otra cosa que el permiso del Senado para actuar a discreción. (ibídem). Además, las demás magistraturas, a excepción de los tribunos, debían obedecer las órdenes de los cónsules (Roldán, 1990: 16).

Muestra de la importancia de estos magistrados es que los años eran conocidos por el nombre del magistrado que ocupaba el cargo en ese año (Roldán, 1990: 29). Así, podemos encontrar ejemplos de años epónimos como: 

Nació Augusto bajo el consulado de M. Tulio Cicerón y de Antonio, el IX de las calendas de octubre. (Suet. Aug. 5)

Escipión era magistrado. Aquí aparece liberando al príncipe de Numidia
Escipión era magistrado. Aquí aparece liberando al príncipe de Numidia

Censor

Etimológicamente, la palabra censor proviene del indoeuropeo cens que significa el que evoca con la palabra. Esta magistratura está dotada de potestas pero no de imperium, por lo tanto su labor es ajena al control y organización de los ejércitos de Roma (Poma, 2002: 90) 

En un plano práctico, el censor era aquel magistrado que se encargaba del recuento de población. Su labor era imprescindible para completar y coordinar la organización del estado romano, pues los datos recogidos a modo de censo eran la herramienta básica para determinar los impuestos y organizar las levas en tiempos de guerra. Además de esta función, el censor desempeñaba la labor de controlar las costumbres, una cuestión de suma importancia en el mundo romano (ibídem), y también confeccionaba las listas de los senadores (Roldán, 1990:32).

 En cuanto a la “forma” de la magistratura, se puede relacionar con el sistema dual anteriormente mencionado en el consulado, pues también se trata de una magistratura ocupada por dos censores. A diferencia del caso consular, este cargo duraba 5 años, pues es el periodo que se establecía entre la elaboración de los distintos censos (Montanelli, 2013, 91).

Por último, una de las tareas más curiosas del censor, es la de investigar el pasado de los candidatos a cualquier cargo público (Montanelli, 2013, 91). No es de extrañar que, teniendo acceso a todos los trapos sucios de los romanos, fuera esta la magistratura encargada de mantener la integridad y el buen desarrollo de las costumbres romanas. 

La dictadura, una magistratura extraordinaria

Cincinato es hallado por los romanos arando su campo y le suplican que vuelva a ser dictador, una magistratura extraordinaria
Cincinato abandona el arado para dictar leyes a Roma, (1806), Juan Antonio Ribera. Cincinato se encontraba arando su campo cuando fueron a suplicarle que se convirtiera en dictador por segunda vez para solucionar la grave crisis de Roma. Así, su figura sirvió para fundamentar el buen funcionamiento de la dictadura.

La dictadura es una magistratura extraordinaria, es decir, no responde a una continuidad en el tiempo, sino que surge en un momento en el que el Estado romano lo requiere por una exigencia particular y generalmente alarmante. El Estado Romano debía encontrarse en una situación de grave peligro, independientemente de que esta situación sea interna o externa.

Sus orígenes son inciertos. Muchos autores consideran que se encuentran en el magister populi, una figura que regía el orden romano en el interregno que sucedía a la muerte de un rey en la monarquía. Aunque esto no está del todo claro, es posible que el dictador fuera una evolución de este cargo, ya que sus atribuciones son similares. La entrada en vigor de esta magistratura se producía en un rito al amanecer.

El dictador era elegido por el cónsul por indicación del Senado (Poma, 2009). Esto difiere mucho de cómo se hacía en el resto de magistraturas, que se elegían de manera asamblearia. El único magistrado que conservaba su poder era el tribuno de la plebe, el cual tenía poder de veto y de intervención incluso en este periodo. A pesar de ello, se cree que era difícil de aplicar y que los poderes del tribuno de la plebe durante las dictaduras se consideraban testimoniales.

La duración de esta magistratura era de seis meses. Durante este periodo de tiempo, el dictador reunía todos los poderes del resto de magistraturas en su persona. Normalmente contaba con un ayudante, el magister equitum (Poma, 2009). Sin embargo, este no suponía ningún tipo de sostén al poder dictatorial. De hecho, podía ser sustituido en cualquier momento si era necesario o si planteaba un problema a la hora de tomar decisiones.

El puesto tuvo una importancia capital durante el periodo de expansión romano a partir del siglo IV a. C. en adelante. Quizás uno de los puntos culminantes de esta magistratura sería en el siglo III a. C. durante las Guerras Púnicas. En la Segunda Guerra Púnica (218-201 a. C.) fue elegido dictador Fabio Máximo y las fuentes hablan profusamente de su actitud.

En cualquier caso, este puesto tuvo éxito y efectividad demostradas durante estos periodos expansivos de la Antigua Roma. Con la Crisis de la República de finales del siglo II a. C. y que se extendería durante todo el siglo I a. C., la magistratura se fue pervirtiendo con usos que eludían la legalidad establecida sobre este puesto. En ese sentido, uno de los primeros en desviarla de su camino primordial fue Sila, quien violó la naturaleza de la misma en varias ocasiones. No obstante, el personaje capital en la pérdida de significado de la dictadura sería Julio César, quien se nombró dictador perpetuo o vitalicio en las postrimerías de su vida (Roldán, 1999).

Conclusiones

Resulta evidente que las instituciones durante la República y el Imperio romano fueron una pieza fundamental en la expansión del mismo a lo largo de todo el Mare Nostrum. 

Con este pequeño análisis de la res publica romana se ha pretendido dar sentido e identidad propia a las magistraturas y en general a los cargos que sostenían el aparato político de Roma, tanto a nivel civil como militar.

 

Bibliografía

Barceló, P y Hernández de la Fuente, D. (2017). Breve historia política del mundo clásico: la democracia ateniense y la república romana. Madrid: Guillermo Escolar.

Montanelli, I. (2003). Historia de Roma. Barcelona. Penguin Random House Grupo Editorial. 

Muñiz Coello, J. (2014). “Los cuestores republicanos. Origen, funciones y analogías”, Klio, 96(2): 500-536. 

Poma, G. (2009). Le istituzioni politiche del mondo romano. Bolonia: Il Mulino.

Roldán, J. M. (1990). Roma. Instituciones políticas de la República Romana. Madrid: Akal.

___________ (1999). Historia de Roma: La República Romana. Madrid: Cátedra.

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