La Edad Media fue un periodo convulso tanto en Oriente como en Europa, debido a que continuamente tenían lugar una serie de conflictos bélicos que enfrentaban a los distintos reinos cristianos entre sí, como la Guerra de los 100 años entre Inglaterra y Francia o los continuos enfrentamientos que comienzan en el siglo XII entre la corona de Aragón y Francia por el dominio de Italia, o a los musulmanes contra los cristianos por todo el mundo, como pudimos ver en Constantinopla, las Cruzadas o en la misma Península Ibérica.

Al contrario de lo que se cree popularmente, salvo algunas excepciones, los ejércitos que se enfrentaban en la Edad Media solían ser poco numerosos, especialmente en la Alta y Plena Edad Media, y contaban con soldados no profesionales en su mayoría o con mercenarios. Por ejemplo, en el periodo conocido como Reconquista en la Península Ibérica, los nobles y las ciudades tenían que prestar ayuda militar al rey cuando este la precisara, no obstante, la élite guerrera de las ciudades eran los caballeros villanos, los que podían permitirse el mantenimiento de un caballo de guerra. No obstante, además de las famosas órdenes militares como los templarios o los caballeros teutones, había unidades militares especializadas en combate que servían a determinados reinos que funcionaban como mercenarios, combatiendo para todo aquel les contratara y pagara. Hoy, en Archivos de la Historia, vamos a enumerar varios de los grupos especializados más famosos de la época.

La Guardia Negra

Durante los siglos XI y XII se produce la invasión almorávide de la Península Ibérica, una tribu norteafricana que había llevado a cabo una nueva lectura del islam y que encarnaba un movimiento religioso más estricto, emprendiendo una limpieza religiosa contra cristianos y los propios musulmanes que se habían desviado de la doctrina que ellos consideraban verdadera.

Debido a que la ocupación que se realizó por parte de los almorávides de territorios mayormente al sur peninsular era estrictamente militar, debido a que no tenían la suficiente capacidad humana para dominar el territorio, el emir Yusuf ibn-Tasufin creó la Guardia Negra para garantizar esa supremacía militar.

Una de las curiosidades de dicha unidad militar era que en su mayoría estaba compuesta por esclavos de raza negra venidos desde Sudan y desde la parte central del norte de África. Dichos guerreros, estaban habituados a recorrer grandes distancias a pie y su equipamiento de batalla estaba compuesto por lanzas, arcos y escudos de piel bovina, a la par que emprendían bailes ceremoniales antes de las luchas, al estilo de la famosa haka maorí, hacían sonar sus tambores y se pintaban la cara con el objetivo de atemorizar a sus enemigos.

Este contingente, resultaba ser un serio obstáculo para los ejércitos rivales pues realizaban ataques grupales y las fuentes mas legendarias (puestas evidentemente en duda) dicen que llegaban a encadenarse entre ellos o al mismo suelo para evitar que sus lineas fueran rotas por sus enemigos, pues eran la misma guardia personal del emir. No obstante, la Guardia Negra realmente solía envolver el palenque en el que se encontraba su líder en una formación de hombres a píe protegidos con grandes lanzas colocadas o clavadas en el suelo y apoyados por grupos de arqueros o ballesteros. Con esta estrategia intentaban repeler en parte a la caballería ligera de sus rivales.

Destacan sus actuaciones en la Batalla de las Navas de Tolosa (1212) y en la Batalla de Uclés (1108).

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Sancho VII de Navarra irrumpe a caballo sobre la Guardia Negra en la batalla de las Navas de Tolosa (1212).

Los Almogávares

El origen de la designación de estas fuerzas de combate se remonta al siglo X, cuando se denominaba así a reducidos grupos de sarracenos armados que realizaban incursiones de saqueo en los reinos peninsulares. Sin embargo, posteriormente se adaptaron las técnicas de estrategias y tácticas de los grupos sarracenos y se conformaron una serie de importantes unidades militares, fundamentalmente de infantería ligera, y de espías en la mayoría de reinos cristianos de la Península Ibérica que tuvieron un papel especialmente relevante durante los siglos XIII y XIV en la empresa mediterránea de la Corona Aragonesa, llegándose a enviar a la Compañía Catalana, compuesta de almogávares y al mando del alemán Roger von Blum, más conocido como Roger de Flor, como mercenarios al Imperio Bizantino en el siglo XIV para combatir a los diferentes sultanatos turcos que infestaban Anatolia desde Manzikert. Se cree que su servicio a los reyes cristianos se remonta a los tiempos de Alfonso I el Batallador durante principios del siglo XII.

Los almogávares eran básicamente fuerzas de choque de infantería que luchaban con armas cortas, como lanzas cortas arrojadizas (azconas) y venablos (usada también como lanza arrojadiza), un cuchillo de diferentes dimensiones (conocido como coltell) y con un escudo de madera de pequeño tamaño y, puntualmente, una cota de malla y un casco llamado capells de rets, llevando un equipamiento liviano que facilitaba su versatilidad en el campo de batalla. Sin embargo, el arma más característica de estos era la espada corta o alfanje.

Se dice, que uno de los rasgos más destacados de un almogávar además de su vestimenta humilde, su gran barba y su desarrollada capacidad de supervivencia, era su puesta en escena, pues llevaban consigo un pedernal contra el que frotaban sus armas antes de entrar en batalla haciendo que saltaran grandes chispas, lo que sumado a sus gritos como «¡Desperta ferro, Aragó, Aragó!» («despierta hierro» en catalán), consigna específica de los almogáraves de la Corona Aragonesa, infundía un terrible pánico entre sus las huestes rivales.

No obstante, tanto el equipamiento, como la vestimenta o apariencia de los almogávares variaba en gran medida dependiendo del territorio en el que se encontraran, pues se denominaban así a los grupos que partían desde el reino de Granada, practicando algaradas contra los territorios aledaños.

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Almogávar al servicio de la Corona de Aragón de José Ferre Clauzel

Para los almogávares, la guerra era una forma de vida, pues combatían a cambio de un pago por parte de nobles y reyes y, cuando no se encontraban guerreando, se podían localizar fácilmente en territorios fronterizos, desde los cuales emprendían saqueos en suelo musulmán. También solían hacer negocios con la venta y rescate de prisioneros capturados en batalla. Su cualidades llegaron a ser reunidas en las Siete Partidas de Alfonso X, entre las que se encontraba la agilidad, la resistencia y la fortaleza.

Además, estos se encontraban estructurados de manera jerárquica, situándose en la cúspide el adalid, que era el guía de estas fuerzas, por lo que requería para ello un amplio conocimiento del terreno y de los medios que en el podía encontrar para abastecer a las tropas. También tenía que ser un buen rastreador, para poder encontrar a sus enemigos. Tenía el rango similar al de un caballero y se encargaba de organizar las expediciones y las algaradas. El hombre que ostentaba este rango era elegido por doce adalides. Tras su nombramiento tenía que realizar un juramento ante el rey al que iba a prestar servicio, llegando a formar algunos parte de su escolta personal. A partir del siglo XIV, este rango se hizo hereditario, equiparando la figura del adalid a la del hidalgo. Pese a que los almogávares eran fundamentalmente tropas de infantería, estos podían montar a caballo. Estos dirigían también a sus tropas en el campo de batalla.

Bajo los adalides se situaban los almogávares que combatían a caballo y el almocatén, que ejercía como una especie de capitán de pequeños grupos en el campo de batalla. Parece ser que también podían ir montados a caballo y, para alcanzar este rango, debía tener una gran experiencia en combate y ser aceptado por el resto de almogávares del grupo que iba a dirigir.

Finalmente, en la base de la pirámide jerárquica encontramos al almogávar, que ejercía como peón y que componía el grueso de las tropas de infantería. Para poder llegar a adalid, se debe haber empezado por este rango y haber atravesado en orden creciente todos los rangos anteriores.

En el campo de batalla, se posicionaban al frente y en los flancos del ejército del que formaban parte, divididos en pequeñas unidades de entre 10 y 15 hombres, además, practicaban la guerrilla, atacando por sorpresa los campamentos enemigos y sus lineas de suministros. Pese a combatir fundamentalmente a pie y sin necesitar el apoyo de un número notable de hombres a caballo, como se requería en la mayoría de ejércitos medievales, eran capaces de preparar el campo de batalla para hacer a la caballería enemiga inefectiva a la par que cargaban contra la misma, yendo equipados únicamente con armas ligeras, lo que supuso toda innovación en Europa. Eran capaces de luchar contra caballeros, arrojando sus lanzas contra ellos e introduciéndose entre los jinetes rivales, atacando a los animales o cortando las monturas que sustentaban al jinete. En la lucha cuerpo a cuerpo resultaban letales, llegando a atacar a los rivales con sus propias manos si la situación lo requería.

La Guardia Varega

Otro de los regimientos especialmente eficaz que cabe mencionar en este top es la famosa Guardia Varega. Estos, eran hombres de origen escandinavo que conformaron una unidad de élite adaptada en la Edad Media como guardia personal del emperador de Bizancio.

Como se ha mencionado anteriormente, esta Guardia Varega, en su origen eran pueblos vikingo venidos de la Península Escandinava que se asentaron en ciertas zonas de Rusia, entrando en contacto a través de una serie de rutas comerciales entre el mar Báltico y el mar Negro con el Imperio Bizantino. Etimológicamente, la palabra varego hace referencia a una serie de guerreros que estaban ligados a un caudillo que prestaban lealtad mediante juramento a una serie de jefes tribales. Del mismo modo, establecían una serie de normas conductuales entre las que se encontraba el reparto jerárquico de los botines que conseguían. Todas estas normas, estaban muy arraigadas en los pueblos germanos que, en los tiempos del Imperio Romano, se establecían más allá de los limes.

Durante la primera mitad del siglo IX, ya se hace referencia en fuentes bizantinas a una serie de ataques de pueblos escandinavos, provenientes de Rusia, conocidos como rus. Con el tiempo, las autoridades bizantinas llegarían a una acuerdo con dichos pueblos para que se incorporasen a las filas de su ejército a cambio de una buena remuneración y con el objetivo de que cesaran las hostilidades por parte de estos. Sin embargo, la Guardia Varega no será una unidad consolidada hasta el año 988, en el momento en que Vladimir II de Kiev envía una fuerza de 6000 rus al emperador bizantino Basilio II «el bulgaróctono».

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Boceto de la evolución del equipamiento de un miembro de la Guardia Varega.

Pese a ser unos hombres que profesaban un fuerte vinculo de lealtad hacia la máxima autoridad bizantina, el emperador, en muchas ocasiones abusaban de vicios como el alcohol además de ser aficionados a las trifulcas. Además, en varias ocasiones, los jefes de la Guardia Varega cometieron abusos y aprovecharon momentos de debilidad del imperio, llegando a ser acusados de atacar a emperadores como Miguel VII o Nicéforo III.

Durante la invasión normanda de Inglaterra en el año 1066 de manos de Guillermo el Conquistador, una gran cantidad de hombres de origen anglosajón fueron a parar a la corte bizantina al igual que habían hecho siglos antes los guerreros escandinavos. De este modo, la diversidad afectó a la Guardia Varega, incorporándose un gran número de personas venidas desde Gran Bretaña a sus filas. De hecho, esta renovada Guardia Varega compuesta de anglosajones y de antiguos guerreros escandinavos, se enfrentaron a Roberto Guiscardo y Bohemundo en el año 1081 en Dirraquia, siendo vencidos. Otro cambio notable en esta unidad se puede ver a lo largo del siglo XII cuando se incorporan a la misma soldados asalariados de origen noruego y danés.

El equipamiento principal de la Guardia Varega solía estar compuesto por hachas arrojadizas y hachas de mango largo, como podemos ver en la imagen, llegando a ser denominados por los bizantinos como «bárbaros portadores de hachas», recibiendo su capitán el nombre de «jefe de la guardia de los portadores de hachas». También podían llevar una espada de hoja ancha, un casco similar a los de los bizantinos con un protector para la nariz y un escudo circular.

El Sipahí otomano

Los sipahís otomanos no solo conformaban la caballería de élite de su ejército, sino una de las unidades de élite más longevas que existieron, alargando su uso hasta el siglo XIX.

Durante la Edad Media, componían la caballería pesada de las huestes turcas, que entraba en combate después de los akinci, hombres a caballo que componían la caballería ligera y que actuaban como fuerza de choque.

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Sipahí otomano.

Dentro de los grupos de sipahís, existía una estructura determinada y claramente jerarquizada, en cuya cima se encontraban los timarli sipahís, que serían el equivalente de los nobles europeos, a los cuales se les entregaba una serie de feudos conocidos como timar, en los que tenía que encargarse de recoger los tributos e impuestos de dicho territorio, y privilegios a cambio de prestar ayuda constante a los sultanes otomanos, pudiendo acumular estos sipahís una importante riqueza. Si el sipahí lograba prestar un servicio notable para el sultán, este le podía conceder la autoridad sobre un ziamet o un has, que son extensiones territoriales de mayor tamaño.

Así pues, el timarli sipahí, se veía obligado no solo a prestar ayuda militar durante todo el tiempo que estuviera capacitado para combatir, sino que tenía que equipar a un número determinado de soldados a los que llevaría al campo de batalla. En función a su rango, el timar sipahí tenía que llevar a cinco hombres, veinte los ziamet sipahí y un número superior a veinte los has sipahi.

Por otra parte, encontramos a los kapikulu sipahí, descendientes de la alta nobleza turca y que constituían el grueso de la caballería de las huestes turcas, siendo el grupo más prestigioso de las mismas. Estaban divididos en seis grupos diferentes de los cuales dos de ellos componían la élite, los sipahís y los silahtars. Estos últimos, eran compuestos por los mejores guerreros, traídos desde todos los rincones del imperio, por eso no tenían que tener obligatoriamente un origen turco. Estas fuerzas guardarían un gran parecido con los jenízaros y eran enviados a las misiones que presentaban mayor dificultad.

El equipamiento de un sipahí estaba constituido principalmente por una armadura de placas sobre una cota de malla, una espada, un arco compuesto, un escudo, un carcaj de flechas, una lanza, una maza y un hacha. En diversas ocasiones, también se le colocaba a su caballo una armadura pesada de placas. A las unidades garip, dentro de los sipahís, se las dotaba con un equipamiento más liviano.

Una de las curiosidades que cabe mencionar de los sipahís es la profunda enemistad que mantuvieron con los jenízaros, quienes gozaron de una notable importancia política dentro del imperio. No obstante, en el siglo XIX, Mahmut II disolvió las unidades de jenízaros, los cuales fueron sustituidos en importancia por los sipahí. Sin embargo, el mismo Mahmut II también retiró los privilegios de los sipahís en 1828, siendo integrados en las modernas unidades de infantería que se estaban formando.

Los arqueros galeses e ingleses

A finales del siglo XIII y principios del XIV, de manos de Eduardo I, un cuerpo de élite empieza a adquirir una gran fama debido a su eficacia en los enfrentamientos contra escoceses y contra franceses en la Guerra de los 100 años: los cuerpos de arqueros galeses e ingleses. Pese a que no tenían un estatus social relevante, estas unidades del ejército inglés tenían una notable importancia, llegando a frenar a la potente caballería francesa en enfrentamientos tan legendarios como Poitiers o a los valientes y rudos soldados escoceses en 1298 en Falkrik.

Estos hombres que utilizaban con gran destreza el arco largo, se dice que fueron descubierto por el anteriormente mencionado rey inglés Eduardo I durante una serie de revueltas que tuvo que sofocar en Gales. No obstante, más tarde este cuerpo estaría compuesto tanto por ingleses como por galeses y su destreza y contundencia quedaría patentada con Eduardo III en la batalla de Halidon Hill en 1333, que les enfrentó a los escoceses, a los que venció gracias al eficaz despliegue de arqueros en los lados, mientras que la infantería y caballería atacó a las huestes escocesas por el centro.

Al igual que el empleo de almogávares supuso toda una innovación en la guerra medieval, en la que la fuerza residía en la caballería, el empleo de arqueros por parte de los reyes ingleses fue todo un éxito, pues permitía eliminar con contundencia a un gran número de enemigos a distancia. No obstante, el ideal caballeresco dictaminaba que solo era honroso el eliminar a los enemigos cuerpo a cuerpo, hecho que demostraba valentía, por lo tanto, los grupos de arqueros no gozaban de una gran importancia social y solían estar compuestos por gente pobre del sur de Gales o de las regiones con bosques de Inglaterra, pues eran lugares en los que se practicaba la caza con arco.

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Representación de arqueros galeses e ingleses en pleno combate.

Estos arqueros no estaban equipados con un carcaj, sino que estaban dotados de una gran cantidad flechas que clavaban en el suelo, repuestas continuamente al acabarse debido al eficaz sistema de suministro inglés, próximas a ellos como podemos ver en la imagen. Además, en muchas ocasiones prendían una serie de hogueras frente a ellos para disparar flechas en llamas, cuyas puntas eran untadas previamente con sustancias inflamables. Pese a ser de baja raigambre en su mayoría, podían estar equipados con cascos de una pieza y con cota de malla, aunque su principal defensa estaba compuesta por las unidades de infantería y la caballería. No obstante, podían utilizar defensas naturales que el terreno planteaba como desniveles de terreno, zanjas o zonas arbóreas, aunque en diversas ocasiones se podían colocar estacas afiladas con la punta ubicada hacia fuera para protegerse de las cargas de caballería enemiga.

Estos arqueros también podían estar preparados para combatir con espadas cortas, hachas o dagas, actuando como infantería ligera. Del mismo modo, podía verse a arqueros en pleno campo de batalla intentando recuperar las flechas anteriormente lanzadas, pues estas solían a gastarse con presteza. Los arqueros más hábiles podían llegar a lanzar 12 flechas por minuto y a alcanzar blancos a unos 200 metros.

Sin embargo, la eficacia de los arqueros ingleses y galeses se vio sumamente eclipsada, llegando a quedarse prácticamente obsoletos en los últimos compases de la Guerra de los 100 años, cuando los franceses perfeccionaron el uso de las armas de fuego, como los cañones, coincidiendo a su vez la desaparición de este para su uso en el arte de la guerra con la extensión del uso del mosquete y del arcabuz a finales del siglo XV y comienzos del XVI.

Bibliografía

Alvira, M. (2003). Guerra e ideología en la España medieval: cultura y actitudes históricas entre el giro de principios del siglo XIII. Batalla de las Navas de Tolosa (1212) y Muret (1213). Madrid: Universidad Complutense de Madrid. [Online] Disponible en: http://eprints.ucm.es/2523/1/T24716.pdf

Bennet, M (2010). La guerra en la Edad Media. Madrid: Akal.

Boya, A. (2014): La compañía de los almogávares en Grecia. Madrid: Editorial Libre Factory.

Ladero-Quesada, M. A. (2012). 1212: Las Navas de Tolosa. En Nueva Revista de política, cultura y arte, nº 138. Junio de 2012.

3 COMENTARIOS

    • Interesante. Las batallas, la guerra, los enfrentamientos breves son y siguen siendo una parte importante que conforma la HISTORIA .

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