Era la noche del 27 al 28 de junio de 1969 en Nueva York. La policía allanó el Stonewall Inn, un bar de ambiente situado en el 53 de Christopher St., en Greenwich Village. Esto no era inusual: las redadas policiales en bares de ambiente eran comunes en Nueva York y otras ciudades americanas en los años 60 del siglo pasado. Esta vez, sin embargo, los clientes del bar contraatacaron en lugar de soportar pasivamente la humillación de la policía. Su respuesta inició un motín que se alargó durante dos noches y cuyos ecos resuenan en la actualidad. Los disturbios de Stonewall se consideran el origen de la celebración del Orgullo, un punto de inflexión en la historia de la vida del colectivo LGTB .

Se consideran, además, uno de los hechos más relevantes de los movimientos por los derechos civiles. Supone un hito fundacional para el colectivo LGTB, puesto que con la celebración de su aniversario comenzaron las celebraciones del Orgullo. Pero para comprender por qué la noche del 28 de junio de 1969 saltó la chispa en el Stonewall Inn, es necesario contextualizar la situación en la que las personas pertenecientes al colectivo LGTB se encontraban en estos momentos y en qué punto se encontraban no solo los derechos del colectivo, sino las reivindicaciones sobre los mismos.

Antes de Stonewall

Stonewall supone uno de los hitos fundacionales de la lucha por los derechos LGTB, pero fue fruto de las tensiones generadas en un contexto determinado. De hecho, ni siquiera fue el primer motín de estas características. Durante los 60 estallaron otros, como los Disturbios de la cafetería Compton’s en 1966 (Portero, 2020). Tres años antes de Stonewall y en un distrito al que también se empujó a la población discriminada por diferentes cuestiones, Tenderloin (San Francisco), la cafetería Compton’s protagonizó la que se considera la primera revuelta de personas transgénero que se conoce en EEUU.

También puede mencionarse el caso de la Black Cat Tavern (Portero, 2020), un conocido bar de ambiente en Los Ángeles. En este establecimiento, durante la noche de año nuevo de 1967, unos policías infiltrados detuvieron a varios clientes por besarse en público y, sin identificarse, agredieron, identificaron y arrestaron a dieciséis personas. Las detenciones provocaron protestas y disturbios, que fueron sofocadas por la policía.

Este estallido de revueltas y motines en espacios de socialización del colectivo LGTB tiene explicación en la situación de represión que atravesaban. Durante las décadas anteriores  las personas que integraban el colectivo LGTB en EEUU, al igual que en otros muchos contextos, se enfrentaron a un sistema legal que castigaba su orientación sexual.

En contra se posicionó, desde la segunda mitad del siglo XIX, lo que se conoce como primer movimiento homosexual. Al igual que otros movimientos sociales de la época, se movilizaron por los derechos civiles del colectivo. Lo que buscaban, por tanto, era la despenalización del colectivo. Este primer movimiento homosexual tuvo repercusión en Europa, especialmente en Alemania y en EEUU (Lepine, Lorenz, 2018: 109). Se extendió hasta el siglo XX, aunque desapareció por completo con el ascenso del fascismo y el nazismo en la década de 1930.

Herederos de este primer movimiento fueron los primeros grupos homófilos. El movimiento homófilo surgió en Europa Occidental y EEUU después de la Segunda Guerra Mundial. Comprendió, aproximadamente, la década de los 50 y hasta finales de la década de los 60, cuando los disturbios de Stonewall supusieron un cambio de paradigma para las reivindicaciones del colectivo LGTB.

Su nombre, “homófilo”, pretendía ser una alternativa a la palabra homosexual, para enfatizar lo afectivo frente a lo sexual. Este término fue empleado en publicaciones y actos reivindicativos de la época, por lo que de manera colectiva comenzaron a denominarse movimiento homófilo. Pretendían, con ello, alejarse del estereotipo de promiscuidad que recaía sobre el colectivo en esos momentos, estrechamente relacionado en la mentalidad colectiva con la prostitución. Buscaban que su orientación sexual se relacionase con cuestiones afectivas (Carter, 2004: 43, 44) y conseguir con ello la aceptación social.

Dentro de estas organizaciones puede destacarse, por ejemplo, la Sociedad Mattachine, fundada por Harry Hay y Chuck Rowland y formada, entre otros,por hombres gays que habían formado parte del ejército. Si la Sociedad Mattachine nació en 1953, pocos años después, en 1955, varias mujeres en San Francisco formaron una sociedad similar para mujeres lesbianas, Daughters of Bilitis. Sus fundadoras fueron Hyllis Lyon y Del Martin (Mérida, 2009: 9).

Ambos colectivos seguían activos a finales de la década de los 60. Tanto el término como el propio movimiento comenzaron a disolverse con la emergencia del movimiento de liberación gay a finales de los 60 y principios de los 70. Los intentos de aceptación social de estos grupos pasaban por la sumisión a determinadas normas sociales (Mérida, 2009: 12) que empezaban a resquebrajarse poco a poco para el conjunto de la sociedad y que el colectivo LGTB no estaba dispuesto a acatar.

Muestra de ello es la publicación de textos como el «Manifiesto radical: ¡El movimiento homófilo debe radicalizarse!» publicado en 1969 por parte de la Liga Estudiantil Homófila en el numero 2 de la revista neoyorquina Gay Power y que comenzaba apelando a la unidad del colectivo homófilo con otros colectivos discriminados y que estaban politizándose en estos momentos:

Vemos la persecucion de la homosexualidad como una parte del intento general de oprimir a todas las minorías y mantenerlas indefensas. Nuestro destino esta ligado al de estas minorías; si las celdas de detención se llenan mañana de negros, hippies y otros radicales, no escaparemos a ese destino, a pesar de todos nuestros intentos de disociarnos de ellos. Una lucha común, sin embargo, traerá un triunfo común.

<<A Radical Manifesto: The Homophile Movement Must Be Radicalized!>>, l28 de agosto de 1969. Reimpreso en Donn Teal (1971, pp. 54-55). [2a ed.: 1995, St. Martin’s Press, Nueva York, pp. 38-39.], recuperado de Mérida, 2009

 

Las alusiones a la necesidad de radicalización del movimiento y al deseo de abandonar la búsqueda de la aceptación en la moralidad de la época eran claras en algunos de sus puntos:

5) Consideramos inmorales los patrones de moralidad heterosexual impuestos y nos negamos a consentirlos pidiendo una igualdad que es simplemente el yugo común de la represión sexual.

6) Declaramos que los homosexuales, como individuos y como miembros de una comunidad mayor, debemos desarrollar una etica y una estética homosexual independiente de, y sin referencia a, las costumbres impuestas por la heterosexualidad.

9) Apelamos al movimiento homófilo a que se sienta mas honestamente comprometido con la juventud en vez de intentar promover una «buena imagen publica» mítica, inexistente.

<<A Radical Manifesto: The Homophile Movement Must Be Radicalized!>>, l28 de agosto de 1969. Reimpreso en Donn Teal (1971, pp. 54-55). [2a ed.: 1995, St. Martin’s Press, Nueva York, pp. 38-39.], recuperado de Mérida, 2009

 

El movimiento homófilo había protagonizado, durante la última década, algunos actos públicos y políticos de visibilización. A pesar de que a finales de los 60 la actitud de estos grupos homófilos comenzaba a quedarse tibia en exceso como se destila del Manifiesto Radical, sin esos colectivos no se entiende la existencia de espacios de socialización para personas LGTB antes de Stonewall. Del mismo modo, sin sus actos no se comprende la rápida construcción de la red de apoyos y contactos que emergió a partir del verano de 1969 (Mérida, 2009: 9). Esa emergencia tiene como punto de partida, precisamente, los disturbios en el Stonewall Inn.

Stonewall Riots: la chispa de la liberación

Los disturbios en el bar Stonewall, que se extendieron a todo Greenwich Village, supusieron el punto de inflexión en la lucha por los derechos de la comunidad LGTB de todo el mundo (Teal, 1971). Se desencadenaron la madrugada del 27 al 28 de junio de 1969 como reacción a una redada policial en el Stonewall Inn. Stonewall se ha convertido en un lugar de memoria para el activismo LGTB puesto que, a pesar de no ser ni los primeros ni los últimos motines en reacción a la opresión policial, supusieron el elemento catalizador de una serie de protestas insertas dentro de una coyuntura muy concreta.

A pesar de las reivindicaciones pacíficas de los grupos homófilos, los últimos años de la década de 1960 fueron especialmente agitados a nivel político y social. Es el momento de eclosión del movimiento por los derechos civiles de la población negra, el movimiento hippie y el estudiantil, el feminismo, las manifestaciones en contra de la guerra de Vietnam, etc. En definitiva, se atravesaba un momento en que los movimientos contraculturales y reivindicativos estaban en alza (Mérida, 2009: 10). Al otro lado del charco, estallaba Mayo del 68.

Sumado a ese clima de reivindicación, Greenwich Village era conocido por ser el barrio de residencia de buena parte de la población homosexual, sobre todo desde el final de la II Guerra Mundial. Fue también el lugar de origen de la generación beat de poetas. Así como la población del Village aumentó y disminuyó durante toda su historia, también lo hizo su reputación de barrio bohemio. Fue precisamente esta reputación de Greenwich Village de barrio bohemio con cierto estilo de vida no convencional y una tolerancia mayor a la disidencia, incluslive sexual, lo que comenzó a atraer a parte del colectivo LGTB desde principios de siglo (Carter, 2004: 23, 24).

Era allí donde se concentraban los pocos establecimientos a los que podían acceder las personas abiertamente homosexuales. Generalmente, se trataba de bares, muchos de ellos propiedades de mafias. Estos se convirtieron en lugares de socialización para las personas más marginadas no sólo de toda la sociedad, sino de la propia comunidad LGTB: personas transgénero, drags, extranjeros, personas que ejercían la prostitución o jóvenes sin techo (Carter, 2004: 435).

El Stonewall Inn en septiembre de 1969. En el cartel de la ventana: "Nosotros los homosexuales rogamos a nuestra gente que por favor colaboren para mantener una conducta tranquila y pacífica en las calles del Village"
El Stonewall Inn en septiembre de 1969. En el cartel de la ventana: «Nosotros los homosexuales rogamos a nuestra gente que por favor colaboren para mantener una conducta tranquila y pacífica en las calles del Village»

Las reivindicaciones de Stonewall no tuvieron solo un carácter antihomófobo, sino que hicieron frente a cuestiones relacionadas con el género (pues buena parte de los activistas que iniciaron y protagonizaron los disturbios eran personas trans, en gran medida mujeres), con el racismo o con cuestiones de clase. Se trata de la reacción contra la represión de personas que habían habitado los márgenes de las ya de por sí limitadas y pequeñas comunidades LGTB del momento.

Además, las restricciones frente al consumo de alcohol (desde la Ley Seca impuesta en décadas anteriores hasta aquellas que persistían y persisten en EEUU) habían supuesto un reclamo hacia otros locales además de los bares tradicionales. Los salones de té y los sitios de ambiente comenzaron a ser frecuentados en mayor medida (Carter, 2004: 26). El haber empujado el consumo de alcohol a la ilegalidad había atraído a la clientela a espacios ya de por sí clandestinos. La alta demanda de alcohol provocó, además, que la ciudad se llenase de locales de ambiente. Las autoridades fueron incapaces de cerrarlos todos.

No obstante, prácticamente ninguno de estos locales tenía propietarios que formasen parte del colectivo. La mayoría era propiedad de mafias, en buena parte italianas. Estas llevaban a cabo prácticas abusivas hacia sus clientes a la vez que sobornaban a la policía para intentar evitar o controlar las redadas.

Las restricciones al alcohol y la situación en la que se encontraba el colectivo LGTB (que limitaba sus espacios de socialización) desembocaron en la clandestinidad, como se comentaba. Esa clandestinidad fue el caldo de cultivo perfecto para atraer al crimen organizado. La mafia entró a ocupar el vacío respecto a la administración de los lugares de ambiente.

Esto, a su vez, generó un escenario perfecto para la corrupción policial. También para que la mafia sacase rédito de los clientes de los locales de ambiente. Dada su situación, era complicado que los usuarios de estos locales se quejaran de los abusos de la mafia o de la corrupción de la propia policía. En primer lugar porque sin ellos no tenían a dónde ir. También porque, evidentemente, temían a la mafia. Además, no hacía más que alimentar un círculo vicioso: la participación de la mafia en los locales de ambiente aumentó aún más la vulnerabilidad legal y social del colectivo (Carter, 2004: 43, 44).

De este modo comenzaron a ser habituales las redadas en locales de ambiente como el Stonewall Inn. Policías (encubiertos o no) irrumpían en los locales con el fin de arrestar a la mayor cantidad posible de gays, lesbianas, bisexuales o personas transgénero. En muchas ocasiones, con la connivencia de los propios dueños.

El Stonewall Inn era uno de esos locales: prácticamente ilegal, en manos de la mafia, sin licencia para vender alcohol ni agua corriente. El local había sido, de forma intermitente durante todo el siglo XX, lugar de reunión del colectivo LGTB. También, en esos momentos, era de los pocos locales de ambiente en Nueva York donde se permitía bailar.

Pero no era solo el baile el que atraía a la clientela al Stonewall. Otros bares y espacios podían haber ofrecido la posibilidad de socializar y establecer vínculos románticos y sexuales. También había varios clubes donde la gente podía bailar. Las casas de baños ofrecían lugares donde establecer relaciones sexuales. Ese era, de hecho su único propósito, pero socializar allí era en gran medida algo incidental a la actividad sexual. En otras palabras, el Stonewall Inn era el único lugar donde los hombres homosexuales podían expresarse como tal en todos los aspectos: el social, el sexual, en el ocio, etc. Stonewall era el único lugar donde la comunidad gay podía podía expresar su sexualidad de manera libre y abierta (Carter, 2004, 161, 162).

El acceso estaba restringido por un portero y, además, los clientes debían firmar para hacer constar que eran miembros de un club privado. Raramente lo hacían con sus nombres reales. A pesar de todas estas cuestiones, el Stonewall Inn era el bar de ambiente más popular de la ciudad, al que acudían desde buena parte de la comunidad LGTB de la ciudad hasta drags, jóvenes sin techo, y una proporción de blancos, negros y latinos similar (Carter, 2004: 132). Todo ello provocaba que las redadas fueran continuas. La mayoría de las veces, la mafia sabía de estas redadas y las planificaba, con el objetivo de poder continuar la noche tras ellas.

Cuando la policía intervenía, se encendían las luces y se identificaba a los presentes. Los que no podían identificarse o iban vestidos con ropa que «no correspondía» a su género eran arrestados. Muchas mujeres trans y drags se identificaban con su identificación militar. Sin embargo, durante las semanas anteriores, las redadas se habían incrementado tanto en el Stonewall como en otros clubs del Greenwich. Algunos incluso habían sido clausurados.

Con sus propietarios interesados ​​únicamente en sacar rédito del colectivo LGTB y la policía irrumpiendo continuamente, Stonewall no era un lugar ideal. Sin embargo, ofreció a sus clientes tres elementos cruciales: espacio, seguridad y libertad. A esto se sumaron la longevidad y la continuidad que esta longevidad hizo posible. Todo esto generó entre la mayoría de sus clientes habituales un sentido de comunidad e identidad y, por lo tanto, una cierta lealtad al Stonewall Inn, que es uno de los factores que explican lo que ocurrió durante los disturbios (Carter, 2004: 162).

Los disturbios

Cerca de la 1:20 de la madrugada del sábado 28 de junio de 1969, seis policías (cuatro de ellos de paisano) a cargo de Seymour Pine interrumpieron en el Stonewall. Entraron en el local porque dentro de él había dos policías infiltradas para llevar a cabo una de esas redadas habituales, como de hecho había ocurrido la noche anterior. Sin embargo, la identificación no ocurrió como de costumbre (Carter, 2004: 233, 239).

Esa noche, a pesar del nerviosismo, la clientela, en especial las mujeres trans, se negaron a ser identificadas y cacheadas para comprobar su “verdadero” sexo. Al poco de irrumpir en el local, la clientela había comenzado a mostrar resistencia. La sensación de tensión se incrementó. Además, los policías comenzaron a cachear a algunas mujeres de manera inadecuada (Carter: 2004: 241-244).

La policía decidió requisar el alcohol del local. Los clientes que no habían sido arrestados fueron expulsados del bar. En lugar de disolverse como en otras ocasiones, se quedaron frente al local. Allí comenzó a agruparse una muchedumbre que en pocos minutos concentraba casi 150 personas. Algunos clientes, por otra parte, empezaron a burlarse de la policía haciendo el saludo militar. Los refuerzos se retrasaban y mientras la policía detenía a los empleados e introducía a los miembros de la mafia a los coches patrulla.

En esos momentos, comenzaron los gritos que reivindicaban gay power y el ambiente empezó a caldearse en las inmediaciones del Stonewall. Un agente empujó a una de las mujeres trans que allí se agolpaban, la cual respondió golpeándolo con el bolso en la cabeza mientras los asistentes abucheaban y comenzaban a arrojar botellas al coche de policía. Respondían no sólo a esa agresión, sino al rumor de que los clientes que continuaban dentro estaban siendo agredidos.

Se inició, además, una pelea cuando una mujer esposada intentó deshacerse de los policías tras haberse quejado de la presión de las esposas. Esa mujer, cuya identidad es desconocida aún hoy, animó a la muchedumbre que allí se concentraba a actuar. Cuando la metieron en el coche de policía, la chispa se prendió definitivamente en el Stonewall.

Pronto la prensa comenzó a llegar al Stonewall y la noticia se extendió por Greenwich Village. Incluso había corrido el rumor de que los disturbios se habían organizado por parte de los Black Panther. Durante el 29 de junio comenzaron a aparecer pintadas en las paredes del bar: Support gay power o Drag Power eran algunas de ellas. Con el Stonewall Inn aún chamuscado, llegada la noche los disturbios se reavivaron de forma mucho más violenta que la noche anterior. Pero, además de los disturbios, los manifestantes sacaron a las calles su afecto, de manera pública (Carter, 2004).

Fotografía aparecida en la portada de The New York Daily News el 29 de junio de 1969. En ella aparecen los "niños de la calle": jóvenes sin techo que fueron primeros en pelear con la policía en las inmediaciones del Stonewall Inn.
Fotografía aparecida en la portada de The New York Daily News el domingo 29 de junio de 1969. En ella aparecen los «niños de la calle», los jóvenes sin techo que fueron primero se enfrentaron a la policía fuera del Stonewall Inn.

Miles de personas se congregaron frente al Stonewall Inn, que había abierto de nuevo. Entre ellas se encontraban Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson, dos de las figuras más conocidas de los disturbios en Stonewall. Los disturbios escalaron esa noche, puesto que se quemaron coches de policía y acudieron los antidisturbios. Cuando la policía intentaba detener a alguno de los manifestantes, el resto de las personas que allí se agolpaban intentaban evitarlo. Los disturbios se extendieron hasta la madrugada. Fue una madrugada relatada por, entre otros, el poeta beat Allen Ginsberg (Carter, 2004: 341, 342).

Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera en Stonewall
Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera en Stonewall

Durante los días siguientes la actividad en el Greenwich fue menos continuada, aunque los residentes del barrio y la policía mantuvieron algunos altercados. El barrio se llenó de panfletos que decían “Sacad a la mafia y a los policías de los bares gay”. Sin embargo, a pesar de que buena parte del colectivo había formado parte de los disturbios, una parte de este no los consideró positivos. Muchos miembros de la Mattachine Society se mostraron en desacuerdo con la violencia y con el hecho de que los manifestantes se exhibieran afectivamente (Carter, 2004: 337, 338).

Portada de The village voice del 3 de julio de 1969 haciéndose eco de las protestas y reivindicaciones que siguieron a los disturbios de Stonewall
Portada de The village voice del 3 de julio de 1969 haciéndose eco de las protestas y reivindicaciones que siguieron a los disturbios de Stonewall. El periódico recogía, entre otras, protestas contra la mafia: «Gay prohibition corrupts cops and feeds mafia»

El miércoles, The village voice publicó reportajes sobre los disturbios en los que se definía a los participantes como afeminados y locas, por lo que un grupo de gente volvió a salir a las calles de Greenwich Village para manifestarse contra el periódico. Ente 500 y 1000 personas volvieron a enfrentarse de nuevo con la policía en una batalla callejera que se saldó con la detención de cinco manifestantes.

Sin embargo, aunque los disturbios se sofocaron, habían prendido la chispa no solo en la calle. También lo habían hecho en las mentalidades. Incluso dentro de la Mattachine Society tomaron la determinación de mostrarse públicamente y de adoptar dinámicas más reivindicativas. No obstante, sus formas de protestar resultaban ya demasiado tibias para muchos de sus miembros. Reconocieron el cambio de actitud en un boletín que titularon The Hairpin Drop Heard Around the World («La horquilla cuya caída se escuchó en todo el mundo») (Carter, 2004: 338).

Como consecuencia de esto, nació el Gay Liberation Front, primera asociación que usaba la palabra gay y que se posicionó desde el primer momento como organización reivindicativa. Ha de tenerse en cuenta que en este contexto, la mayor parte de los integrantes, pertenecientes a todo el colectivo LGTB se identificaron con el término gay, que en estos momentos era un término paraguas que englobaba a personas de todo el colectivo (Martínez, 2015: 176).

No obstante, pocos años después de la fundación del Frente de Liberación Gay se hizo evidente que algunas de las mujeres que participaban del movimiento se sentían excluidas de las reivindicaciones, por lo que el feminismo lésbico comenzó a tomar fuerza y, con él, la etiqueta lesbiana (Martínez, 2015: 176). Sin embargo, en EEUU sigue siendo común utilizar gay como cajón de sastre para el colectivo LGB.

El Frente de Liberación Gay se sumó a las acciones de los Black Panther y a otras reivindicaciones de la Nueva Izquierda Estadounidense, pero se disolvieron pronto por desacuerdos internos. Sin embargo, algunos de sus miembros organizaron acciones como bailes para parejas homosexuales, actos solidarios o debates sobre cuestiones de actualidad del momento. A finales de 1969, algunos ex miembros del Gay Liberation Front organizaron la Gay Activist Alliance.

Marchas del Gay Liberation Front, 1969
Marchas del Gay Liberation Front, 1969

Sin embargo, las redadas en bares de ambiente continuaron. Con ellas, también las manifestaciones del colectivo LGTB que, desde Stonewall, se habían convertido en un movimiento imparable de transformación.

Stonewall: memoria y reivindicación

Stonewall marcó un antes y un después en la historia del colectivo LGTB. El 28 de junio de 1970, durante el primer aniversario de los disturbios, se celebró el día de la Liberación de Christopher Street. Fue la primera marcha del Orgullo de la historia, la cual recorrió 51 manzanas, hasta Central Park. En paralelo, se realizaron marchas en Boston, Dallas, Londres, París Oeste y Estocolmo.

Primera conmemoración de Stonewall. Nueva York, 1970.
Primera conmemoración de Stonewall. Nueva York, 1970.

Los disturbios de Stonewall habían supuesto un cambio fundamental. De algún modo, cristalizaron el rechazo hacia ciertos comportamientos provenientes desde el poder, que llevaba años vulnerando los derechos del colectivo LGTB. Supone un hito en la memoria del colectivo, un mito fundacional. Marcaron un punto de inflexión que condujo incluso al rechazo de muchos aspectos de la subcultura gay y lésbica previa, que tiene su reflejo en productos culturales como la literatura pulp gay.

Los disturbios de Stonewall se convirtieron en el centro, en el catalizador de la memoria colectiva LBTG. Otros eventos de corte similar, sin embargo, no tuvieron ese mismo poder. No lo hicieron redadas similares en San Francisco, Los Ángeles o dentro del mismo Nueva York durante los años sesenta. Los disturbios de Stonewall suponen una fecha clave a nivel mundial porque se convirtieron en lugares de memoria, recordados por ser los primeros lo suficientemente fuertes para dejar huella en la memoria colectiva (Armstrong y Crage, 2006).

Sin embargo, la historia no puede entenderse como hechos aislados. Si Stonewall se ha convertido en el lugar de memoria que se mencionaba es porque ocurrió en una coyuntura concreta y no antes ni en otro lugar. Fue, como tantos otros hechos históricos, el resultado de complejos procesos que desembocaron en ese tiempo y lugar (Armstrong y Crage, 2006).

Stonewall alcanzó ese lugar privilegiado en la memoria colectiva y en los símbolos de la comunidad LGTB probablemente por el deseo y la necesidad de símbolos, de una genealogía grupal y una mitología fundacional para el colectivo LGTB (Mérida, 2009: 12). Fueron las conmemoraciones anuales de Stonewall las que asentaron la celebración del Orgullo. También las que lo extendieron por todo el mundo. La historia de Stonewall es, por tanto, no sólo el origen de la celebración del Orgullo, sino un logro de la liberación LGTB.

Bibliografía

Armstrong, Elizabeth; Crage, Suzzana (2006): “Movements and Memory: The Making of the Stonewall Myth”, en American sociological Review.

Carter, David (2004): Stonewall: The Riots that Sparked the Gay Revolution, St. Martin’s Press.

Martínez, A. (2015): «La diversidad en movimiento: Notas sobre las transformaciones en los movimientos de disidencia sexual y genérica en el contexto norteamericano». VII Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología, 25 al 28 de noviembre de 2015, Buenos Aires, Argentina. En Memoria Académica. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.10493/ev.10493.pdf

Lepine, R.; Lorenz, A., (2018): Judith Butler, La otra h, Colección Filosofía Ilustrada, Barcelona

Teal, Donn (1971):  The Gay Militants. How gay Liberation began in America, St. Martin’s Press.

Portero, Alana (2020), «Orgullo y Policía», en Agente Provocador, recuperado de http://www.agenteprovocador.es/publicaciones/orgullo-y-policia-de-compton-y-stonewall-a-hoy

 

 

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