El Tratado de no Agresión entre la Alemania Nazi y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), conocido coloquialmente como Pacto Mólotov-Ribbentrop, es sin duda una pieza clave en el contexto previo a la Segunda Guerra Mundial y a la vez uno de los pactos más polémicos de la historia.

Este pacto de no agresión muto firmado por la URSS y Alemania ha sido objeto de numerosas y diferentes interpretaciones, la mayoría de ellas sin el necesario rigor histórico, como es de costumbre en la actualidad.

La versión ‘oficial’ se basa principalmente en equiparar el fascismo con el comunismo, presentando a Hitler y Stalin como pares ‘antioccidentales’ y culpándolos, por igual, del estallido del conflicto. Esta versión tiene pocos argumentos de peso, siendo en realidad una construcción creada bajo ningún tipo de análisis serio que esconde detrás un fuerte desprecio hacía ideas políticas (comunistas) y que por lo tanto, como ya hemos comentado, es un análisis sin ningún valor histórico. Dicho equiparamiento, cuya inspiración es francamente política, se construye al calor de la Guerra fría y se basa, principalmente, en tópicos, mentiras o ‘verdades a medias’.

Nicolás Maquiavelo, un filósofo y escritor italiano considerado como el padre de la ciencia política moderna, defendió que, en política, acciones ajenas a nuestro sentido común son a menudo necesarias para defender la sociedad creada por el estado, una línea política popularmente resumida en «el fin justifica los medios«. Esta linea fue seguida por el gobierno del Partido Comunista de la Unión Soviética durante el mandato de Stalin (1922-1953), quizás el gobierno más polémico de la historia contemporánea, realizando innumerables actos moralmente cuestionables para defender la revolución, condenables por algunos, defendibles por otros.

Uno de estos fue el dicho pacto de no agresión con la Alemania Nazi, firmado el 23 de agosto de 1939. Personalmente, no voy a entrar a opinar si realmente estaba justificado o no, sino que trataré de explicar las razones que hicieron y llevaron a la URSS a firmarlo.

En 1938, la Alemania Nazi había anexado recientemente Austria y los Sudetes, siguiendo con su ideología expansionista, un expansionismo que empezaba a preocupar a la URSS y a las demás potencias occidentales. A raíz del temor a otra posible guerra, Inglaterra y Francia se reunieron con el gobierno alemán e italiano en Munich el 30 de septiembre de 1938, aceptando que Alemania anexaría a Checoslovaquia, a cambio de no tocar Polonia, una negociación en la que el gobierno soviético quedó totalmente excluido.

Esta exclusión se tomó como un acto de hostilidad, especialmente después de que Gran Bretaña y Francia rechazaran una propuesta de alianza antifascista presentada por la URSS poco antes. La firma de estos acuerdos en septiembre de 1938 dejó a los soviéticos ante la perspectiva de enfrentarse en solitario a la expansión nazi y fue vista como un avance de una futura alianza Germano-británico-italiano-francesa para destruir a la URSS y su revolución. Muchos historiadores defienden que las democracias occidentales intentaron, desde un principio, dejar sola a la Unión Soviética, y que estas, a la vez, presionaron a los alemanes dirección al Este, esperando que Hitler cumpliese con su promesa de liquidar el comunismo, para, al mismo tiempo, quedar ellos al margen de un eventual conflicto germano-soviético. Encontramos numerosos ejemplos que lo confirman; La negativa a firmar una alianza antifascista, excluir a la URSS de pactos importantes como el de Munich (1938), la poca o nula implicación para crear un sistema de seguridad colectiva y poner fin a la amenaza nazi-fascista que la URSS pedía o comentarios públicos como el de Harry Truman, futuro presidente de los Estados Unidos, que decía esto en una entrevista en 1941. «Si vemos que Alemania está ganando la guerra, debemos ayudar a Rusia, y si Rusia está ganando, debemos ayudar a Alemania, y de esta manera dejar que se maten tantos como sea posible …»

Por su parte, los gobiernos de Londres y París, ofuscados por su odio acérrimo al comunismo y por el temor a otro conflicto, no quisieron ver el peligro que el nazi-fascismo representaba en aquella época, incluso para ellos mismos.

La poca confianza hacía las ‘democracias’ occidentales y la creciente amenaza fascista en Europa no eran los únicos problemas que tenía enfrente el gobierno soviético. Las relaciones entre el Imperio Japonés y la URSS también estaban empeorando por momentos. En 1936, Japón y Alemania (y más tarde Italia, España y Hungría junto con más países) firmaron el Pacto Antikomintern, donde los grandes bloques basados en doctrinas fascistas en Europa y uno de los países más importantes del contexto Asiático, el Japón imperial, se comprometieron a tomar medidas para salvaguardarse de la ‘amenaza’ de la Internacional Comunista o Komintern, liderada por la Unión Soviética. En otras palabras, aislar internacionalmente a la URSS.

Además, Japón, de la misma manera que Alemania, se encontraba en pleno proyecto expansionista, habiendo conquistado ya Corea y China, con sus tropas estacionadas en las fronteras de Siberia y Mongolia (aliados de la URSS). Además del constante temor a una guerra contra Japón, las tensiones con países como Finlandia, Lituania, Estonia o Letonia, que mantenían amplias relaciones con la Alemania Nazi, también estaban escalando, con un gran número de unidades del Ejército Rojo estacionadas en dichas fronteras.

Por otro lado, la incomprensible hostilidad de las potencias democráticas occidentales hacia la República durante la Guerra Española de 1936-1939, no hicieron más que confirmar las sospechas que previamente tenía Stalin. El dirigente soviético sacó del conflicto español una serie de conclusiones que marcarían, más tarde, las futuras decisiones entorno al ‘problema’ Alemán. Stalin concluye, entre otras cosas, que las democracias son más anticomunistas que antifascistas, que no son de fiar y, sobre todo, que son débiles.  Durante la Guerra de España, el dirigente soviético subraya constantemente que su ayuda es temporal e insiste al Gobierno republicano a lograr la ayuda de las democracias occidentales para hacer frente al fascismo, no la suya. Una vez comprobada la negativa de estas en conformar una coalición antifascista en el conflicto español sumado con el pacto de Inglaterra, Francia, Alemania y Italia en los Acuerdos de Munich (previamente citados), Stalin, pensado ya en una eventual – y probable – invasión Alemana, ve como única opción buscar una alianza táctica con el Nazismo.

Frente a este contexto, dicho pacto se convirtió, poco a poco, en su única salida posible que no pasara por su directa aniquilación, ante la amenaza de una guerra cada vez más cerca. Enfrente tenían tensiones con el Imperio Nipón y la posibilidad de una guerra en dos frentes (Alemania y Japón), confrontaciones con Finlandia, Estonia, Letonia…., unas democracias occidentales con las cuales no podían confiar y, sin olvidarnos, la amenaza nazi-fascista y la de una guerra ya inevitable.

Paralelamente, desde el punto de vista Alemán, el tratado de no agresión les serviría también para proteger su flanco oriental. Por una parte, conseguiría focalizar toda su potencia bélica contra las potencias occidentales y al mismo tiempo, evitar luchar en dos frentes,  ya que obviamente no tenían intención de mantener el Acuerdo de Munich y Polonia sería en algún momento atacada y anexionada, bajo el inmovilismo de Gran Bretaña y Francia con su dulce idea de «mantener la paz».

Finalmente, el 23 de agosto de 1939, la Unión Soviética y la Alemania nazi firmaron el pacto de no agresión, conocido como «Pacto Molotov-Ribbentrop-«, en honor a los Ministros de Relaciones Exteriores de ambos países. Alemania podría anexionar Polonia, a cambio de retirar su apoyo a Japón, Finlandia y los Estados Bálticos, juntamente con la condición que la URSS recuperaría su parte oriental de los territorios del Estado polaco, históricamente bielorrusos, ucranianos y lituanos, atrapados en la Guerra Polaco-Soviética de 1919. Es importante destacar que, incluso con el pacto de no agresión con Alemania firmado, el gobierno soviético nunca se hizo ilusiones. El Mariscal Zhukov, entre otros, defendía que el mismo [pacto] no libraba a la URSS de ser agredida o atacada: “En ningún momento escuché a Stalin palabras tranquilizadoras en relación al Pacto de no Agresión..”, afirmaba el Mariscal. Después del 23 de agosto pero, la URSS seguía dispuesta a seguir las negociaciones con Gran Bretaña y Francia, pero estos países se volvieron a negar a hacerlo. El pacto sorprendió totalmente a los gobiernos británico y francés, que más tarde declararían la guerra a Alemania después de la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939 y se verían envueltos en un conflicto que desde el primer momento habían intentado evitar.

La URSS, por el otro lado, fue objetivamente más inteligente al respecto, actuando con mucha cautela para evitar verse arrastrada a un conflicto que no buscaba ni deseaba y esperando más de dos semanas para recuperar los territorios de Polonia. Esta estrategia también permitió a la la Unión Soviética centrar sus fuerzas y derrotar a los japoneses en Mongolia, obligándolos a firmar otro pacto de no agresión (que sería más tarde decisivo cuando Alemania rompiera el Pacto e invadiera la URSS). El pacto sirvió para enviar un mensaje a las ‘democracias’ occidentales, que habían intentado aislar a la URSS, pero más importante, el pacto de no-agresión dio un importante y vital tiempo, no sólo en la construcción de la maquinaria de guerra, sino sobre todo para el ordenamiento del ejército, junto con el traslado posterior en 1941 de la industria hacia la parte más alejada del frente, preparándose así para el futuro conflicto y tensión con Alemania. Aunque más tarde la invasión alemana provocase grandes perdidas, pudieron recuperarse y cuatro años más tarde derrotar al fascismo. Probablemente, sin el tiempo de preparación que el pacto dio a la URSS, el ejército Alemán hubiese conquistado Moscú durante los primeros meses de la invasión y eventualmente aniquilado toda la nación.

La coalición antifascista, por su parte, solo se hizo posible después de que la Alemania Nazi derrotara y ocupara Austria, Checoslovaquia, Polonia, Dinamarca, Noruega, Belgica, Holanda y Francia. Por fin, estás derrotas hicieron ver a EEUU e Inglaterra la amenaza que el nazi-fascismo representaba para ellos y posibilito la formación de dicha coalición. Las tensiones entre los aliados, pero, nunca desaparecieron. Durante toda la guerra, tanto en los planes que se forjaron durante la contienda y más tarde durante la posguerra, la actitud ambigua hacía la URSS ni las diferencias entre los países occidentales dejaron de existir.

En modo de resumen, hemos visto las razones que llevaron la Unión Soviética a firmar el tratado de no agresión, un pacto polémico, defendido por unos, cuestionado por otros, pero que nos sirve sin ninguna duda para analizar lo difíciles y complicadas que llegaron a ser las relaciones geopolíticas entre las diferentes potencias durante el Siglo XX y analizar hasta qué punto una acción debe ser tomada para defender algo mayor.

BIBLIOGRAFÍA:

BRAITHWAITE, Rodric: Moscú 1941, Una ciudad y su pueblo en guerraEditorial Crítica, Barcelona, 2010

LOSURDO, Doménico: Stalin: historia y crítica de una leyenda negra, El viejo Topo, Barcelona, 2011.

RECURSOS WEB:

 

4 COMENTARIOS

  1. Totalmente procomunista. Equipara democracias occidentales y la
    Rusia comunista cuando interesa, cuando no interesa a los propios comunistas que equiparan fascismo y democracias liberales. Al
    Contrario, la equiparación de nazis y comunistas es la correcta, ambos socialistas y autoritarios, dictaduras asesinas.
    Y por cierto, olvida el “pequeño” detalle de que Stalin tenía planeado haber atacado Alemania en 1934, pero la continúas purgas en el Ejército soviético (la de 1933 brutal) y así mismo contra la población civil en general y las más formadas en particular, lo hizo imposible en esa fecha.

    • Buenas ‘Ciudadano Caña’. Equiparo democracias occidentales y fascismo por varias razones. Primero porque se negaron a poner fin a la amenaza nazi rechazando toda petición que hacia la URSS de acabar esta. Segundo porque, como vemos en la Guerra Española (1936-1939), dejaron campar a los fascismos sin límite alguno, que destrozaron, por ejemplo, el pueblo español. Durante este conflicto, no enviaron ayuda militar a la República, teóricamente aliada suya, y la dejaron morir sola. No es que solamente hicieran la vista gorda sobre la intervención fascista en España o que se negaran a intervenir militarmente bajo su Pacto de ‘No intervención’, sino que directamente no dejaron a la República ni comprar armamento.
      Priorizaron, por el contrario, al pacto entre las potencias fascistas (Munich, 1938), sabiendo que estos dos terminarían, en un futuro, en guerra con la Unión Soviética y quedando ellos al margen de este.
      Para finalizar, mi artículo dista mucho de “procomunista”, siendo en realidad un artículo donde intento explicar mi punto de vista –que puede ser erróneo- y donde expongo una serie de explicaciones que lo sostienen. A partir de ahí, uno podrá estar de acuerdo o no.
      Saludos.
      Albert.
      – Perdón por la tardanza en contestar –

  2. Justificaciones bastante alejadas de la realidad. No tiene sentido. Por ejemplo, dice el artículo que las democracias querían alejar a los alemanes hacia el este, obviando el pequeño detalle de que fue precisamente la invasión de Polonia lo que desencadenó las declaraciones de guerra de Francia y UK. Y que se sepa, Polonia estaba al este de Alemania… Que la URSS firmase este tratado fue únicamente para ganar tiempo, ya que su ejército estaba totalmente descabezado y no era rival para la Alemania nazi. ¿Desconfianza de las democracias occidentales? Totalmente, y era mutua. Todas tenían potentes partidos socialistas con, como mínimo, conexiones directas con la URSS.
    Otra más: el traslado de sus industrias más occidentales hacia más allá de los montes Urales se inició una vez que empezó la invasión en verano del 41, no antes.

    • Hola. La primera parte de tu comentario creo que ya está explicado bastante bien en el artículo. Respecto a la última parte, como dices, es cierto. El traslado de fábricas más allá de los Urales se inició a partir de 1941. Lo que en este artículo trato de explicar es que gracias a esos kilómetros ganados durante la recuperación de Polonia del este, pudo ganarse un valioso tiempo -en el contexto de la invasión- para efectuar mejor ese traslado.
      – Perdón por la tardanza en contestar –

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