Si queremos explicar de manera objetiva los motivos que iniciaron la contienda entre conquistadores españoles, hay que indicar que en un primer momento fueron causados por disputas territoriales en el repartimiento de tierras conquistadas en la cordillera andina y la zona del actual Perú. Concretamente, el foco del enfrentamiento estuvo entre los dos conquistadores que se situaban al frente de las gobernaciones de Nueva Castilla, Francisco Pizarro, y Nueva Toledo, Diego de Almagro. Estas confrontaciones, inauguradas por dichos conquistadores en 1537, y pese a la ejecución de Almagro en 1538 y al asesinato de Pizarro en 1541 a manos de los almagristas, darán inicio a una serie de trágicos enfrentamientos entre gobernadores y conquistadores españoles en la zona andina del Perú, que se alargarán hasta los primeros años de la segunda mitad del siglo XVI.

La Capitulación de Toledo de 1529

El decreto real de la Capitulación de Toledo, firmada el 26 de julio de 1529 por la reina consorte, Isabel de Portugal, en nombre de Carlos V, supuso el triunfo definitivo de Francisco Pizarro en detrimento de sus socios en la conquista del Perú y compañeros en la Compañía de Levante, Hernando de Luque y Diego de Almagro. Este fue el principal detonante del conflicto debido a que se le otorgaban al trujillano una serie de privilegios desmedidos en comparación a los recibidos por Almagro y Hernando de Luque.

La firma de estos documentos se da tras la presentación de Pizarro a Carlos V del proyecto de conquista de un grandioso y rico imperio, descubierto en la zona andina por él mismo junto a Hernando de Luque y Diego de Almagro.

Dicho decreto, firmado por Pizarro en nombre de sus compañeros, también demuestra el respaldo completo que el extremeño va a recibir por parte de la Corona para su empresa en las Indias.

Carlos V recibe a Francisco Pizarro en 1529.

Básicamente, Pizarro obtuvo el beneplácito real para conquistar, colonizar y evangelizar el Perú, que recibiría el nombre de Nueva Castilla, territorio que abarca 200 leguas al sur de Santiago (o Tenempuela) hasta el pueblo de Chincha. Asimismo, se otorga a Pizarro el título de Capitán General y de Gobernador de la provincia de Nueva Castilla, además del de Alguacil Mayor y de Adelantado, los que ostentará con un carácter vitalicio. Se fijará su sueldo en 625.000 maravedíes, no obstante, también tendrá que mantener a diversos oficiales y servidores, los cuales obtendrán una remuneración justa por su trabajo. Del mismo modo, se le da poder para construir fortalezas y ejercer pleno gobierno en ellas e indicar las encomiendas, ejerciendo prácticamente todas las funciones que corresponden a un virrey.

Diego de Almagro recibió el rango de comandante de la fortaleza de Tumbez y fue nombrado hidalgo, obteniendo así todos los privilegios que ello conllevaba. Su asignación anual se cifró en 300.000 maravedíes, una cantidad mucho menor al salario de Pizarro. A Hernando de Luque se le entregó el Obispado de Tumbez, por el que recibiría 1.000 ducados al año por parte de la Corona. Este último también obtuvo el título de «Protector de los Indios». Además, los tres conquistadores quedaban directamente sujetos a la jurisdicción legislativa que por aquel entonces la Casa Real y el Consejo de Indias habían estipulado para la gobernación de los territorios de América. Igualmente, las cantidades monetarias asignadas a cada uno de estos tres miembros provenían de los beneficios que fueran extraídos de los territorios conquistados, es decir, no eran pagados directamente por la Corona.

La posición ventajosa de Pizarro va a desembocar en una clara división de los españoles que parten a Perú para su conquista, formando dos bandos que se posicionarán a favor de Pizarro, denominados como “pizarristas”, o de Almagro, “almagristas”. Esto generará continuas disputas e intrigas por parte de los simpatizantes del manchego, que reclamarán continuamente la asignación de unos privilegios igualitarios para este que se asimilen a los que Pizarro tenía. Otro factor que agravó la situación fue la práctica cada vez más frecuente que adoptó Pizarro, y que consistía en el reparto de botines y riquezas obtenidas en la conquista a su antojo, tornando la situación en una enemistad que se volvería irreconciliable. Por su parte, Hernando de Luque no se verá metido en el conflicto pues fallecerá en el año 1533 en Panamá.

ENFRENTAMIENTO CON ALVARADO Y ACONTECIMIENTOS DE LOS AÑOS 1534-1535

En la primavera de 1534, las tropas al mando de Pizarro ya habían tomado Cuzco, la capital del Imperio Inca y principal objetivo de la empresa española en Perú, y habían designado al Manco Inca como emperador. Almagro seguía en estrecha colaboración con Pizarro, encabezando, entre otros actos, una expedición para disuadir al enemigo y dar caza a su líder, Quizquiz, el cual huyó hacia las llanuras de Quito y fue asesinado por sus propios soldados, que estaban ya extenuados a causa del enfrentamiento con las tropas castellanas.

LLEGADA DE PEDRO DE ALVARADO A LAS COSTAS PERUANAS

Las conquistas de un poderoso y rico imperio en la zona del Perú por parte de Almagro y Pizarro habían hecho eco en todo el territorio americano que se encontraba bajo la ocupación española, suscitando así que conquistadores que estaban situados en Centroamérica quisieran lucrarse también a costa de los tesoros que les podían aguardar en la zona sur del continente. Es entonces cuando Pedro de Alvarado, capitán a las órdenes de Cortés en la conquista de México, seguro de que había un gran tesoro inca en Quito, residencia habitual de Atahualpa, inicia una expedición al mando de una gran flota, con el objetivo de obtener las riquezas que allí pudieran aguardarle.

Pedro de Alvarado (Badajoz, 1485- Guadalajara, México, 1541).

Desembarcó en marzo de 1534 en la bahía de Caracas con un ejército compuesto por 500 soldados de caballería e infantería, una fuerza considerable para los ejércitos españoles en América durante el siglo XVI, bien equipados y abastecidos de munición y armas de fuego.

Sin embargo, la expedición de Alvarado hacia Quito se puede considerar un fracaso, ya que en su marcha perdió a un cuarto del total de su ejército. Además, Benalcázar, hombre de confianza de Pizarro, enterado de la llegada de este, inició una serie de movimientos para tomar él mismo Quito, cerciorándose de que los rumores sobre riquezas en la ciudad eran completamente falsos.

Enterado Almagro de estos acontecimientos, partió dirección a San Miguel junto a 180 hombres para cortar el paso a Alvarado, uniendo sus fuerzas con las de Benalcázar en Riobamba, donde esperarían la llegada de las tropas de Alvarado. No obstante, cuando este llegó, no hubo enfrentamiento alguno, sino una negociación por la cual el gobernador, Francisco Pizarro, pagaría 100.000 pesos de oro a Alvarado a cambio de sus tropas, flota, armas y municiones. Pese a llegar a un acuerdo el 26 de agosto de 1534, estos gastos no cubrían el dinero invertido por Alvarado en dicha empresa. Finalmente, Alvarado partirá hacia su gobernación en Guatemala el 5 de enero de 1535 tras entrevistarse con Pizarro.

Se nombra entonces a Benalcázar como gobernador de Quito y, tras estos sucesos, Pizarro daba prácticamente por completa la sumisión del Perú. Sin embargo, cansado de jugar un rol secundario en la conquista, Benalcázar reunió a un grupo de hombres y se lanzó a la conquista hacia el norte, en la zona sur de la actual Colombia, en territorios que quedaban fuera de los límites jurisdiccionales de Pizarro.

A continuación de estos acontecimientos, Pizarro fundó la ciudad de Lima el 6 de enero de 1535, que pasaría ser la nueva capital de la gobernación debido a la afortunada posición que esta tenía al poseer un puerto y a estar próxima a las riveras del valle Rímac. A causa de esto, Pizarro delega la labor de gobierno de la antigua capital del Imperio Inca, Cuzco, en la persona de Almagro, dándole a su vez la orden de comandar una expedición de conquista hacia el sur, en los territorios que actualmente pertenecen a Chile, otorgándole también el mando de las tropas que habían llegado desde Guatemala con Alvarado. Este hecho confirma la realidad política que se vivía, en la que Diego de Almagro adopta una posición en la que realmente es un subordinado político de Pizarro, que ejercía su poder de manera similar a la de un virrey.

Los incidentes con Alvarado y la fundación de Lima se han desarrollado a la par que una serie de actos que se dan en la península Ibérica como consecuencia del viaje que Hernando Pizarro ha emprendido hacia allí con el objetivo de entrevistarse con Carlos V y modificar las Capitulaciones de Toledo de 1529.

Hernando Pizarro y Vargas (Trujillo, Extremadura, 1504- ibídem, 1580).

Hernando Pizarro desembarca en el puerto de Sevilla en enero del año 1534 con una importante cantidad de riquezas traídas desde Perú. La parte que pertenecía al Tesoro Real, descargada en la Casa de Contratación, tenía unas proporciones nunca antes vistas en España y estaba destinada a entregarse al rey Carlos V. Este tesoro se puede cifrar en 155.300 pesos de oro, 500.400 marcos de plata, 38 vasijas y un ídolo de oro que, según nos dictan las fuentes, tenía el tamaño de un niño de 4 años. Además, portaba vajillas, joyas y otros objetos suntuosos. No obstante, Hernando portaba también una parte del tesoro que estaba destinado a particulares, cifrada en 499.000 pesos de oro y 54.000 marcos de plata.

La llegada del miembro del clan Pizarro con semejante botín causó un gran revuelo en Castilla, siendo este la principal baza que Hernando tenía para entrevistarse con Carlos V y que el monarca le concediese los privilegios y el apoyo real que anhelaba para la empresa peruana.

REALES CÉDULAS DE 1534

Pasados unos meses, Carlos V se comprometió a entrevistarse con Hernando Pizarro en Toledo el 21 de mayo de 1534. En esta cita, el soberano solicitó a Hernando información sobre la conquista y evangelización del territorio, obteniendo una respuesta del extremeño en la que se resaltaba la actuación de su hermano sobre la de Almagro en Perú.

Finalmente, tras esta entrevista, Carlos V  concedió a Almagro una nueva gobernación con doscientas leguas más de tierra en líneas de este a oeste y de norte a sur donde terminara la gobernación de Nueva Castilla , a la que bautizó como Nueva Toledo. Además, nombró a este como Adelantado, es decir, jefe militar y general de los ejércitos que había en los territorios que le habían concedido. Del mismo modo, el rey nombró a una serie de funcionarios del Tesoro para que controlaran las finanzas en el ámbito fiscal y para que vigilaran las transacciones económicas que se estaban realizando durante la conquista. Además, dotó al mariscal con el poder de elegir un sucesor que ocupara su cargo cuando este muriera o no se encontrara en facultades de ejercerlo.

Por su parte, Hernando solicitó para su hermano una serie de prerrogativas. En primer lugar, el monarca nombró a Francisco “Marqués de la conquista ” y aumentó en setenta leguas los territorios que correspondían a la gobernación de Nueva Castilla (con el objetivo de que su jurisdicción abarcara Cuzco y toda su comarca), la cual estaba bajo su mandato. Asimismo, se le concedieron una serie de poderes que le hacían tener el poder prácticamente de un virrey y, al igual que a Almagro previamente, la capacidad de nombrar a un sucesor. Un dato curioso es que el rey le confirió el privilegio de vestir el atuendo de la Orden Militar de Santiago, lo cual era un gran honor, pues en esa época era una valiosa distinción en España, destinada únicamente a miembros de la alta nobleza. Hernando no sólo consiguió privilegios para su hermano, sino que también obtuvo ciertas distinciones y concesiones para sí.

Cabe destacar que pese a los privilegios recibidos que hacían que Pizarro poseyera un poder mucho mayor que el de Almagro, este pudo ser viable y efectivo gracias la presencia de los hermanos del clan Pizarro en Perú, los cuales obraban íntegramente en vista de sus intereses y, que, al ser tan numerosos, dieron al gobierno de Francisco Pizarro profundidad, ubicuidad y agilidad. Sin embargo, la ausencia de sus hermanos habría limitado el margen de maniobrabilidad de Pizarro, al igual que su campo de acción, poniendo en su camino un mayor número de obstáculos que le habrían impedido determinar su poder de manera efectiva.

Cuando Hernando regresó a  América, desembarcó en Portoviejo (Ecuador) e inició su marcha hacia Lima a la espera de reunirse con Francisco, el cual todavía continuaba en Trujillo, ciudad que acababa de fundar, para informarle de que a Almagro se le había concedido una gobernación. Sin embargo, tomó la decisión de guardar cautela hasta que se le notificase al manchego de manera oficial, para evitar el alboroto popular, pues Almagro era hasta el momento el lugarteniente de Pizarro, encargándose del gobierno de Cuzco. No obstante, Diego de Agüero, conocido partidario de Almagro, al conocer la noticia, se apresuró hacia Cuzco con el fin de obtener algún tipo de albricia por parte del mariscal.

A la vez que el inclinado hacia Almagro partía dirección a Cuzco, Francisco envió a su mensajero Melchor Verdugo con una serie de documentos que revocaban los privilegios concedidos a Almagro por parte de Pizarro como gobernador de la ciudad, poniendo el gobierno de la misma a cargo de su hermano Juan Pizarro .

PRIMEROS INCIDENTES EN CUZCO

Los cambios políticos que había producido la visita de Hernando Pizarro a España tuvieron como resultado inicial un breve periodo de incertidumbre entre Pizarro y Almagro, que tuvo su primer incidente en la antigua capital del Imperio Inca, Cuzco, de la cual Almagro había sido sustituido como gobernador de la ciudad por Juan Pizarro debido a los nuevos títulos que el rey le había concedido.

La sustitución de Almagro por Juan Pizarro como gobernador de la ciudad causó la formación de dos bandos en el municipio que estarían presentes el resto del conflicto: los pizarristas y los almagristas.

Los límites jurisdiccionales que Carlos V había otorgado a las gobernaciones de Nueva Toledo y Nueva Castilla no estaban del todo claros, y, dependiendo de la inclinación de cada intérprete, acababan en un punto u otro. El principal problema resultó ser que en el límite de esas dos jurisdicciones se encontraba Cuzco, plaza de suma importancia y principal foco de la disputa, ya que ninguno de los gobernadores estaba dispuesto a renunciar a ella.

Tras recibir las noticias de Agüero, y alentado por las tropas que entraron en Perú de mano de Alvarado y que ahora estaban bajo el mando de Almagro, este entró en Cuzco con el objetivo de hacer valer su poder como gobernador en propiedad. No obstante, todavía no había recibido los  documentos reales que certificaran su nueva posición, por lo que carecía de autoridad legítima para reclamar Cuzco para su gobernación. Por lo tanto, se vio obligado a esperar la llegada de los documentos de mano de Vasco de Guevara, a quien había enviado a por ellos.

Como consecuencia a la posible amenaza que representaba la entrada de Almagro en la ciudad, y para poder repelerlo en caso de que fuera necesario, Gonzalo y Juan Pizarro se pusieron al mando de los pizarristas situados en Cuzco y se parapetaron en uno de sus palacios fortificados a la par que las tropas almagristas entraban en la ciudad.

En la ciudad se estaba viviendo una calma tensa pero sin incidentes, que se relajó relativamente con la noticia de la inminente llegada de Francisco Pizarro, el cual tenía la intención negociar con su compañero de conquista unas condiciones para evitar un posible enfrentamiento armado.

La reunión entre Almagro y Pizarro se concertó en la iglesia de Cuzco, y, al verse, confirmaron que las tensiones habían cesado dándose un abrazo como saludo. A continuación comenzaron las negociaciones entre ambos, en las que se decidió que Cuzco quedaría bajo la soberanía de Francisco Pizarro. Para contentar a Almagro, Pizarro se prestó a colaborar con este para facilitar la conquista de Nueva Toledo y la próxima expedición de conquista que Almagro realizaría hacia Chile, a la vez que se comprometían a guardar mutua lealtad, acordando que los gastos y beneficios de ambos serían comunes. Este acuerdo fue sellado el 12 de junio de 1535 de manera oficial al celebrarse una misa que ambos concluyeron comulgando a la par.

Sin embargo, pese a esta relativa paz que Almagro y Pizarro habían sellado de manera tan simbólica, el odio y el descontento ya había sido sembrado entre los partidarios de cada uno y para los almagristas, Cuzco formaba parte de la gobernación de Nueva Toledo. Por lo tanto, el conflicto seguiría candente y la ciudad será el principal germen del mismo. Estas discordias también calaron entre la población indígena, que se posicionaría a favor de uno u otro bando, afectando incluso al Manco Inca, que, en determinado momento, temiendo la ira de los Pizarro, correrá a refugiarse bajo la soberanía de Almagro mientras los partidarios del clan saquean su domicilio.

Posteriormente, Manco Inca aprovechará la ausencia de Almagro para realizar continuos ataques contra el clan Pizarro, lo que desencadenará uno de los principales conflictos posteriores.

FINAL DE LA PRIMERA CRISIS Y EXPEDICIÓN DE ALMAGRO A CHILE

Finalmente, el 3 de julio de 1535, el primer cuerpo expedicionario de Almagro, compuesto por cien jinetes, comenzó su marcha hacia la conquista íntegra de Nueva Toledo, aunque a los nuevos territorios descubiertos se les conocía como Chile. Dos semanas más tarde, Almagro les siguió con cincuenta caballeros más, un gran número de porteadores indígenas y del sacerdote del culto solar de Cuzco, Villac Umu, además de Paullu-Tupac, hermano del Manco Inca, el nuevo emperador coronado por los españoles. La presencia de estos dos últimos garantizaría la legitimidad de los territorios que estaban dispuestos a conquistar.

Pese a que se habían incorporado a esta empresa hombres como Rodrigo de Orgóñez, veterano de las guerras de Italia, a las órdenes de Almagro, la situación de «pax hispánica» que se había generado entre los españoles en Perú no durará mucho. Como más adelante veremos, resultará en un auténtico fracaso que caldeará aun más los ánimos de los almagristas. Además, la marcha de una cantidad ingente de hombres junto a Almagro hacia Chile dejará desguarnecidas las posiciones españolas, hecho que agravará el posterior levantamiento indígena del Manco Inca, que se extenderá a lo largo de todo el Perú español.

Almagro sale de Cuzco para partir hacia Chile (obra de Fray Pedro de Subercaseaux).

Tras la ejecución de Atahualpa, los conquistadores españoles decidieron nombrar a otro emperador incaico, que estaría supeditado a estos, y tener así el trono ocupado de manera relativamente legítima para evitar sublevaciones y levantamientos insurgentes de la población autóctona.

No obstante, aprovechando la marcha de Almagro y de sus hombres hacía Chile, y debido a los abusos de poder que los hermanos de Francisco Pizarro, Juan y Gonzalo, los cuales habían sido puestos al mando del gobierno en Cuzco, cometían en su ausencia, pues este se solía encontrar en Lima, Manco Inca veía la situación propicia para encabezar una revuelta general de la población indígena para recuperar la soberanía plena del antiguo Imperio Inca.

ASEDIO Y SITIO INDÍGENA DE CUZCO, MAYO DE 1536

La paz en las regiones aledañas a Cuzco no se había instaurado de manera completa. Juan y Gonzalo Pizarro se habían dedicado a imponer su autoridad mediante el despliegue de columnas de caballería sobre el territorio, pero estos no llegaron a controlar los escarpados valles de los alrededores donde se refugiaban los indios contrarios a la ocupación española.

Pese a las órdenes de Francisco Pizarro de dar un trato óptimo a la población local, y uno digno de un emperador a Manco Inca, el trato vejatorio de los hermanos del trujillano hacia estos era habitual, lo que provocó que el emperador intentara escapar de la ciudad en cuanto tenía la mas mínima oportunidad. Tras varios intentos de fuga, los hermanos Pizarro recluyeron a Manco Inca en su palacio, generando una situación hostil entre los indios, llegando a haber revueltas causadas por diversos grupos indígenas de la serranía.

Todo esto coincidía con la llegada al territorio de las Cédulas Reales que otorgaban a Almagro legitimidad sobre Cuzco.

Con la llegada de Hernando Pizarro a Cuzco, se puso en «libertad vigilada» a Manco Inca, que tras embaucar a los hermanos del clan al revelar el paradero de un ídolo de oro de unos 80 centímetros, consiguió huir a las montañas junto a su séquito durante el mes de abril de 1536, alegando que salía a por más riquezas que los incas habían ocultado y que este iba a legar a los españoles.

Los intentos de búsqueda y persecución del emperador fueron fallidos, pues inmediatamente, según nos cuentan los cronistas, este logró reunir a unos 200.ooo indios que se levantaron en todo Perú en mayo de 1536. Durante estos primeros días, y gracias a su superioridad numérica, tomaron Cuzco y levantaron una serie de empalizadas en las ciudad para evitar las cargas de caballería. A su vez, los españoles y sus aliados indígenas se parapetaron en los palacios y principales plazas del centro de la ciudad.

Cabe destacar que en una de las múltiples contraofensivas que emprendieron los caballeros españoles, Juan Pizarro fue herido de muerte tras ser alcanzado por la pedrada de un hondero indio, muriendo dos semanas más tarde. Además, todos los intentos de capturar a Manco Inca fracasaron debido a la férrea protección que este había dispuesto para sí. No obstante, las incursiones indígenas fueron repelidas en su mayoría, por lo que nunca llegaron a tomar de manera íntegra la ciudad.

Se podría resaltar a su vez la valía que las tropas auxiliares indígenas demostraron a la hora de defender la ciudad, pues hubo un gran número de deserciones entre las filas de Manco Inca.

Litografía que ilustra el sitio de la ciudad de Cuzco.

Al no tener noticias de Cuzco, el gobernador envió una serie de destacamentos de hombres a caballo, los cuales fueron abatidos rápidamente por los indios. No obstante, los supervivientes informaron a Francisco Pizarro de la posible situación de la ciudad.

ATAQUE INCA DE LIMA

El levantamiento de Manco Inca en Cuzco habría resultado ser un fracaso si no hubiera planeado una sublevación general en prácticamente todo el territorio de la gobernación de Nueva Castilla, ya que las tropas españolas habrían aunado fuerzas para ir sofocando cada una de las rebeliones. Por lo tanto, el siguiente objetivo militar del emperador iba a ser la ciudad de residencia del gobernador, Lima.

Ante la preocupante situación de no recibir noticias de Cuzco, Francisco Pizarro envió a Pedro de Lerma con un cuerpo auxiliar indígena y una serie de jinetes que, tras haber recorrido dos leguas de costa, se cercioraron de que una gran cantidad de indios hostiles se dirigían hacia la ciudad capitaneados por Tizo-Yupanqui. Estos, divididos en tres columnas, envolvieron rápidamente la ciudad y se dispusieron en los cerros de alrededor, donde podían protegerse de una carga de caballería.

No obstante, el sitio de Lima no tendrá el mismo resultado que el de Cuzco. En primer lugar, la Ciudad de los Reyes tenía salida al mar, lo que permitió a Pizarro establecer una serie de comunicaciones vía naval para pedir auxilio a las diferentes gobernaciones de América, entre las que se encontraba la de Nueva España de Fernando Cortés.

Asimismo, al prever la llegada de tropas indígenas, las tropas españolas pudieron prepararse con mayor antelación para defenderse del ataque inca. Finalmente, durante el sexto día, y tras producirse una serie de escaramuzas, el general inca, Tizo-Yupanqui, ordenó a sus tropas entrar en la ciudad con la formación típica de batalla indígena. Sin embargo, estas fueron sorprendidas por la caballería castellana, que se había ocultado en las primeras casas esperando a que los indígenas hicieran entrada en la ciudad para emboscarles. Los españoles estaban capitaneados por el mismísimo Pizarro que, espada en mano, se lanzaba raudo y valiente al combate, factor que propició que la moral de las tropas se mantuviera alta. Durante el combate, el mismísimo Tizo-Yupanqui fue abatido, hecho que causó la retirada de las tropas incas al monte de San Cristóbal, donde habían aguardado la batalla previamente.

Defensa española de la ciudad de Lima.

Pizarro organizó además una expedición bajo las órdenes de Pedro de Agüero y Hernando de Montenegro para perseguir a los indios huidos, la cual contó con la ayuda exterior de Alonso de Alvarado, que encabezó una brutal expedición de castigo contra los indígenas. Además, llegaron más refuerzos desde la zona del Istmo, América Central y las Antillas.

No obstante, el gobernador había encomendado a Alvarado que acudiera a Cuzco y pacificara todos los territorios que se encontraba en su camino. Este se detuvo en Jauja por cinco meses debido al cansancio que sus tropas arrastraban por el viaje y las diferentes batallas con los indios. Este es un hecho significativo en la contienda civil, pues si Alvarado hubiese llegado a la ciudad antes que Almagro, el cual iba a reclamarla para su gobernación, la guerra habría tomado otro curso. No obstante, como pueden continuar leyendo en Pizarro y Almagro (II): Guerra Civil entre los conquistadores del Perú, los acontecimientos fueron totalmente diferentes.

BIBLIOGRAFÍA

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DEL BUSTO, Jose Antonio: Biblioteca de hombres del Perú III: Francisco Pizarro y Diego de Almagro, Editorial Universitaria, Lima, 1964.

LAVALLÉ, Bernard: Francisco Pizarro y la conquista del Imperio Inca, Espasa Calpe, Madrid, 2005.

PRESCOTT, William H.: Historia de la conquista del Perú, Colegio Universitario de Ediciones Itsmo, Oviedo, 1986.

SIN AUTOR: Descubrimientos y Conquistas: Pizarro y Almagro, Editorial Guerri, Valencia, S-F.

VARÓN, Rafael: La ilusión del poder (Apogeo y decadencia de los Pizarro en la conquista del Perú), Instituto de Estudios Peruanos, 1996, Lima.

6 COMENTARIOS

  1. Muy buen artículo. Especialmente para alguien que como yo, posee poco conocimiento del tema. Me queda esta inquietud: ¿Quedan algún tipo de registro visual de los ídolos de oro encontrados en el imperio inca? También sería interesante un artículo similar con las revueltas que tuvo que enfrentar Hernán Cortéz. Gracias por su excelente trabajo.

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