El 14 de abril de 1931, era proclamada la Segunda República Española en varias de las ciudades más importantes del país. Dichos sucesos eran la materialización de los resultados de las elecciones municipales del 12 de abril, en las que los partidos de corte republicano se habían impuesto en 45 de las 52 capitales de provincia (VVAA, 2015: p. 56). Ese mismo día, Alfonso XIII abandonaba el país, iniciándose en España el primer gran periodo democrático del siglo XX. Sin embargo, esta estuvo precedida por una serie de gobiernos dictatoriales que propiciaron su aparición.
El final de la dictadura de Primo de Rivera
El 28 de enero de 1930, tras seis años y tres meses de dictadura, Miguel Primo de Rivera, aquejado ya gravemente por su diabetes, presentaba su dimisión ante Alfonso XIII. Este hecho era una consecuencia directa de varios factores que causaron el colapso de la dictadura.
Una de las principales causas fue la pérdida de apoyo de un sector del ejército, pilar fundamental de la dictadura. De hecho, el 24 de junio de 1926, el coronel Segundo García y los generales Weyler y Aguilera, con el apoyo del conde de Romanones y Melquíades Álvarez, intentaron ya el primer golpe de estado contra el gobierno de Primo de Rivera, conocido como «Sanjuanada» (Paredes, 2002: p. 474).
Los problemas con la oposición y el ejército continuaron, teniendo lugar un nuevo levantamiento militar el 29 de enero de 1929 en Ciudad Real. Los principales protagonistas fueron el regimiento de artillería de la ciudad y el conservador Sánchez Guerra, quien fue considerado conspirador y posteriormente encarcelado.
Por otro lado, la reforma estudiantil que se estaba preparando causó la fuerte oposición del mundo universitario. Si antes intelectuales como Unamuno, Vicente Blasco Ibáñez u Ortega y Gasset ya se habían mostrado contrarios al régimen, la situación se agravó cuando, a partir de marzo de 1929, los estudiantes iniciaron una huelga a modo de protesta, reclamando abiertamente la implantación de la República.
A su vez, desde el inicio de la dictadura España había carecido de una Constitución. El plan de Primo de Rivera para legitimar al régimen era crear una Constitución a través de una asamblea única formada por 250 senadores (150 vitalicios y 100 de representación corporativa) y 250 diputados (3 por provincia y 100 más a través de una lista nacional). Esto no solo contó con la oposición frontal de la prensa y del sector republicano como, UGT y PSOE, sino que el propio Alfonso XIII era reticente a redactar una Constitución sin Cortes constituyentes (Tusell, 2009: p. 44).
Además, a la división del ejército, la oposición política, intelectual, estudiantil y popular se le unió la crisis económica. La subida de la libra esterlina causó un fuerte impacto en la economía española, cuya deuda se había casi duplicado desde el inicio de la dictadura (Paredes, 2002: p. 477). La tremenda inversión en infraestructuras y la creación de industria pública (como CAMPSA o Telefónica), había vaciado las arcas estatales y tampoco se pudo combatir el problema de desigual reparto de la tierra, que se arrastraba desde los procesos de desamortización del siglo anterior, dejando en la precariedad a miles de jornaleros. El colapso financiero del país quedó evidenciado cuando José Calvo Sotelo, ministro de Hacienda, presentó su dimisión.
Así pues, ante la convocatoria de una nueva huelga estudiantil y vislumbrando un nuevo pronunciamiento militar, Miguel Primo de Rivera presentó su dimisión ante Alfonso XIII y partió al exilio en Francia, falleciendo el 16 de marzo de ese mismo año.
El hundimiento de la monarquía: las dictaduras de Berenguer y Aznar
La dictadura no solo había causado un deterioro en la figura de Miguel Primo de Rivera, sino que también había afectado a la de Alfonso XIII. Para intentar paliar la situación, el rey encargó el 29 de enero de 1930 formar gobierno al general Dámaso Berenguer.
Berenguer no hizo sino más que heredar los problemas que el régimen de Primo de Rivera no había podido solventar. Este se encontraba al frente de una grave crisis económica, de un ejército dividido que no garantizaba el orden social y de una clase política cada vez más sectorizada y antimonárquica (en los que incluimos a los llamados «monárquicos sin rey»). Además, era urgente una reforma que implicara una mayor participación popular en la vida política y que los políticos monárquicos pactaran en cuanto antes una serie de medidas para devolver al país la normalidad constitucional.
A su vez, la opinión pública estaba cada vez más en contra de un Alfonso XIII que había vulnerado la legalidad y había sido cómplice de sistemas dictatoriales. Esto se plasmaba en 1930 con huelgas, manifestaciones, motines estudiantiles y otros actos en oposición a la monarquía. También este gobierno se encontró con la oposición de las antiguas autoridades primorriveristas (VVAA, 2015: p. 32), pues la Unión Patriótica, convertida en 1930 en Unidad Monárquica Nacional, tampoco apoyaba al gobierno de Berenguer.
Del mismo modo, a lo largo de 1930, intelectuales de toda ideología proclamaban su adhesión a la causa republicana. Miguel Maura lo hacía el 20 de febrero en el Ateneo de San Sebastián; José Sánchez Guerra en el Teatro de la Zarzuela; Alcalá-Zamora en el teatro Apolo de Valencia el 13 de abril; Osssorio y Gallardo se declaraba «monárquico sin rey» el 4 de mayo en el Ateneo de Zaragoza. A su vez, otros personajes como Marañón, Unamuno, Pérez de Ayala o José Ortega y Gasset ya lo habían hecho con anterioridad.
El Pacto de San Sebastián
La oposición a Alfonso XIII, al gobierno de Berenguer y a unas instituciones gubernamentales consideradas participes de la monarquía restauracionista e incapaces de gestar cambio alguno, pese a que Berenguer se había comprometido a devolver la normalidad constitucional, se fraguó definitivamente el 17 de agosto de 1930.
En la ciudad de San Sebastián, se definió una alianza heterogénea pero totalmente antimonárquica. Concretamente, tuvo lugar en el Casino de la Unión Republicana, cuyo director, Fernando Sasiain, fue el anfitrión del acto. A dicho acto asistieron personalidades políticas como Manuel Azaña y Alejandro Lerroux por la Alianza Republicana o Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz y Ángel Galarza por el Partido Radical-Socialista. También se contó con la presencia de Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura por la Derecha Liberal Republicana, así como con la de representantes del republicanismo regionalista como Santiago Casares Quiroga por la Federación Republicana Gallega. En el caso catalán, asistieron Manuel Carrasco Formiguera por Acció Catalana, Matías Mallol Bosch por Acció Republicana de Catalunya y Jaume Aiguader por Estat Catalá (VVAA, 2015: p. 42).
Sin representar a ningún partido político, estuvieron presentes importantes políticos e intelectuales como Felipe Sánchez Román, Indalecio Prieto y Eduardo Ortega y Gasset.
Como se ha podido comprobar, en esta reunión estaban presentes tendencias republicanas de lo más diverso, desde los que abogaban por una república de carácter conservador, como Miguel Maura o Alcalá Zamora, hasta los nacionalistas catalanes.
Aquí, se trataron temas que iban desde el principio de autodeterminación de Cataluña hasta la convocatoria de unas Cortes Constituyentes y la creación de un gobierno provisional que constaría de un Comité Ejecutivo, formado por Alcalá-Zamora, Prieto, Azaña, Casares, Aiguader y Galarza, y de una Comité Suplente (Maura, Macià, Sánchez Román y Alonso Mallol) que pudiera sustituir a este primero en el caso de que fueran encarcelados y una comisión gestora dirigida por Lerroux. El Comité Ejecutivo y el Comité Suplente conformarían además el Comité Revolucionario Nacional Político (CRN).
Llegado el momento, el CRN sería también el encargado de tratar con socialistas, anarcosindicalistas y comunistas, además de buscar apoyo en el ejército. De este modo, se dejaba una vía abierta tanto armada como electoral para llegar al poder (VVAA, 2015: p. 43).
Las relaciones entre el CRN y el Ejército se canalizarían a través de la Asociación Militar Republicana (AMR), que entroncaba con otras asociaciones militares clandestinas de corte similar nacidas durante el siglo anterior. En este caso, estuvo dirigida por el general Queipo de Llano y a la que se estaban sumando bastantes oficiales desde el verano de 1930.
A su vez, estos pusieron en marcha una fuerte campaña propagandística republicana que fue culminada con un gran mitin el 29 de septiembre en la Plaza de Toros de Madrid. A este asistieron más de 20.000 personas y contó con las intervenciones de Unamuno, Prieto y Fernando de los Ríos.
Tras un largo proceso de negociación con la Comisión Socialista (formada por Besteiro, De los Ríos y Largo Caballero), el 19 de octubre se sumaban al Pacto de San Sebastián PSOE y UGT. El CRN concedió a estos tres de las carteras del Gobierno Provisional, que tendrían a Largo Caballero en Trabajo, De los Ríos en Justicia y Prieto en Fomento. Del mismo modo, quedó fijada la fecha de sublevación para el 28 de octubre.
Sin embargo, en este pacto existían varias incógnitas que iban más allá de la heterogeneidad ideológica y de la negativa de los nacionalistas catalanes a tratar con políticos conservadores como Lerroux. La más importante de ellas era saber el papel que iba a tener la CNT en todo este proceso.
Finalmente, el Comité Nacional de la CNT decidió apoyar al Comité Técnico Militar de Barcelona, del que formaban parte los militares más izquierdistas como Alejandro Sancho. Impacientes, los anarcosindicalistas pusieron en marcha una serie de huelgas desde finales de septiembre en ciudades de toda España. Esto desestabilizó a la oposición republicana y puso en aviso al gobierno, haciendo que el director general de Seguridad, Emilio Mola, ordenara una redada contra la CNT pero que afectó también a la CRN, siendo detenidos y encarcelados Lerroux, Alcalá-Zamora, Domingo y Azaña. A causa de esto, la CRN canceló la huelga revolucionaria del 28 de octubre, fijando un nuevo intento para mediados de noviembre.
La rebelión de Jaca
La huelga revolucionaria que se tenía prevista para noviembre tuvo que ser cancelada tras una serie de tumultos sucedidos en Madrid el día 13 cuando tenía lugar el entierro de cuatro obreros fallecidos en una obra de la calle Alonso Cano. Cuando la comitiva fúnebre quiso desviarse a la Puerta del Sol para convertirse en una protesta contra el gobierno, las fuerzas del orden la reprimieron duramente dejando 2 muertos y 49 heridos. En consecuencia, se produjo un paro general de 48 horas en Madrid y la CNT proclamó en Barcelona una huelga general.
La falta de coordinación entre el CRN, los anarquistas y los mandos militares hizo que esta huelga no desembocara en la revolución que tenían pensada. Sin embargo, el 13 de diciembre estaba planeado un levantamiento militar que tendría su origen en las guarniciones de Logroño, Burgos, Valencia, Huesca, Lérida, Calatayud, Jaca, Barcelona y Madrid, donde el comandante Ramón Franco debía realizar el alzamiento en el aeródromo de Cuatro Vientos. A su vez, Queipo de Llano debía sublevarse en la Escuela de Tiro, Azcárate en el Batallón de Ingenieros, Rexach y Rada en el Regimiento de Carros de Combate y, Ortiz, Fuentes y Menéndez en las instalaciones militares de Getafe (VVAA, 2015: p. 48). Todos ellos debían formar una columna mixta y avanzar hasta Madrid y tomar la ciudad, contando con el apoyo de las organizaciones obreras que se pondrían en huelga general en ese momento.
No obstante, las continuas huelgas aceleraron los hechos, haciendo que el capitán Fermín Galán se pronunciara en Jaca durante la madrugada del 12 de diciembre con el objetivo de tomar Zaragoza, Lérida y Barcelona. Este debía ser apoyado por el capitán López Ochoa, quien se uniría a él junto a tres o cuatro mil obreros armados.
Este plan fracasó absolutamente cuando el 13 de diciembre, Galán fue derrotado por las tropas gubernamentales y fusilado junto al capitán Ángel García Hernández. Además, la huelga pensada por la CNT y el CRN tuvo menos intensidad de la esperada, produciéndose una oleada de detenciones en Barcelona que acabaron con la huelga el día 17 y disolviéndose el Comité Revolucionario de Cataluña.
El motín en Jaca había causado que el gobierno declarara el estado de guerra el mismo día 12, limitando así los planes de levantamiento militar en Madrid. Del mismo modo habían sido detenidos militares como Saravia, Ortiz y Díaz Sandino. Aun así, el día 15 a las ocho de la mañana, Queipo de Llano intentó sin éxito tomar su posición y varios aviones despegaron del aeródromo de Cuatro Vientos para dar la señal de levantamiento al resto de militares. La rápida actuación del gobierno y la mala coordinación entre militares, políticos y dirigentes sindicales hizo que este pronunciamiento fuera un absoluto fracaso.
Cuando los aviones regresaron a la base y vieron que no se había fraguado la insurrección, los comandantes Ramón Franco e Ignacio Hidalgo, así como el general Queipo de Llano, deciden huir en avión hacia Portugal (Paredes, 2002: P. 478), desde donde posteriormente se dirigirían a París.
Estos sucesos de diciembre habían cerrado de manera abrupta la llegada de la República a través de una vía insurreccional. Además, la monarquía había demostrado que estaba dispuesta a defenderse con contundencia. Por otra parte, el Ejército cada vez parecía menos dispuesto a intervenir en el conflicto político, siendo, como veremos más adelante, un espectador del cambio político que se fraguará en las urnas en abril.
La caída de la monarquía y la proclamación de la Segunda República
Pese a mantener la censura de prensa y limitar la libertad de reunión y asociación, tras los convulsos sucesos de los últimos meses de diciembre y con la mayoría de miembros del CRN en la cárcel, Berenguer decidió levantar dicho veto. Sin embargo, el prestigio de la monarquía ya estaba herido de muerte. Fueron las propias acciones del gobierno y los políticos alfonsinos los que propiciaron la derrota en las urnas.
A principios de enero, la oposición republicana volvió a formar un comité reducido formado por Rafael Sánchez Guerra, Felipe Sánchez Román, Félix Gordón Ordás y Luis Jiménez de Asúa. También se nombró al general Miguel Cabanellas como jefe de la sección militar. Así pues, se tenía pensada una pronta huelga general y una nueva conspiración que sería secundada por los generales Núñez de Prado y Villabrille.
Con el levantamiento de la censura, empezó una fuerte campaña propagandística en pos de la causa republicana que continuaba el trabajo realizado por diversos folletines y publicaciones que fueron surgiendo en los años anteriores. Los periódicos hicieron especial énfasis en las ejecuciones de Galán y García Hernández, siendo convertidos en hitos para el ideario republicano. Dicha propaganda fue un elemento fundamental que explicaría los resultados de las elecciones del 12 de abril, ya que en este campo la monarquía también fue derrotada. De hecho, el 9 de febrero se difundió el manifiesto de la Agrupación al Servicio de la República, que en abril contaba con 25.000 afiliados.
Sin embargo, la «dictablanda» de Berenguer recibiría su golpe de gracia en con la convocatoria de elecciones generales a diputados a Cortes ordinarias que se celebrarían el 1 de marzo. La intransigencia del rey y de políticos conservadores de convocar unas elecciones a Cortes Constituyentes se encontró con la oposición frontal de todo el sector constitucionalista, negándose a participar en los comicios los Comités Nacionales de PSOE y UGT.
Esto causó que, el 14 de febrero, el Gobierno de Berenguer dimitiera, siendo el mismo día que Romanones y Alhucemas retiraban su apoyo al rey oficialmente, anunciando su intención de disolver las Cortes para convocar unos comicios constituyentes.
Tras unos días de incertidumbre en los que el rey intentó atraer a los políticos más conservadores del CRN, como Sánchez Guerra, el 18 de febrero se nombra al almirante Juan Bautista Aznar como nuevo jefe de gobierno. Inmediatamente, siguiendo el consejo de Romanones, se convocaron elecciones municipales para el 12 de abril, provinciales para el 3 de mayo y la elección de diputados y senadores para el 7 y 14 de junio (VVAA, 2015: p. 54), con carácter constituyente pero que no definían la futura situación de la monarquía.
El CRN vio en este proceso electoral una oportunidad perfecta para derrotar a la Corona en la urnas a la vez que impulsaba la acción callejera de jóvenes y estudiantes de izquierda. El culmen de la agitación estudiantil tuvo lugar cuando, los días 24 y 25, en una campaña pro liberación de los presos políticos, las fuerzas de seguridad cargaron contra los estudiantes de la FUE, apostadas en la Facultad de Medicina de la calle Atocha (Madrid), dejando dos muertos y multitud de heridos. Este tumulto, conocido como los Sucesos de San Carlos, causaron que, al día siguiente, estudiantes de Valencia, Alicante, Albacete, Huesca, Zaragoza, Logroño, Valladolid, Barcelona, Sevilla y Salamanca, se amotinaran en solidaridad de lo sucedido en Madrid. Dichos sucesos fueron los que acabaron por deteriorar la imagen de Alfonso XIII.
Las elecciones del 12 de abril
El primer escrutinio de las elecciones municipales del 12 de abril, habiendo recogido los resultados correspondientes a 20.000 de 50.000 concejales, daban un balance de 11.000 monárquicos, 5.321 republicanos, 802 constitucionalistas y 1.030 de otra procedencia (VVAA, 2015: p. 56). A su vez, los republicanos habían obtenido el triunfo en la mayoría de municipios de más de 6.000 habitantes y en 45 de las 52 capitales de provincia, perdiendo únicamente en Palma de Mallorca, Ávila, Burgos, Cádiz, Lugo y Las Palmas, empatando en Orense.
La noche del 13 de abril, los resultados enviados a Gobernación mostraban que habían sido elegidos 29.953 concejales monárquicos y 8.855 republicanos, pero evidenciaban derrota gubernamental en las grandes ciudades, alejadas del caciquismo preponderante en el mundo rural.
Durante esa misma tarde, la mayoría de ministros del Gabinete Aznar presentaron su dimisión. Ante la pasividad de la mayoría del Ejército, que no se planteaba cargar contra una manifestación popular, Alfonso XIII no pensaba más que en su salida del país.
Los periódicos de la mañana del 14 de abril arrojaban la noticia de la posible abdicación y salida del rey de España. Así pues, grupos de manifestantes se agruparon por todo Madrid y la República era proclamada en los ayuntamientos de Vigo y Eibar. A su vez, el Gobierno preparaba la salida de Alfonso XIII, quien mediante carta renunciaba temporalmente a sus prerrogativas. Mientras tanto, Romanones negociaba con Alcalá-Zamora en el domicilio de Marañón una salida pacífica del monarca. Sin embargo, este exigió la inmediata retirada de este del país mientras que se comenzaban a agrupar grandes grupos de manifestantes en Madrid con banderas republicanas.
A las 14:05 horas, Macià proclamaba en el ayuntamiento de Barcelona la República Catalana dentro del futuro Estado federal español. A las 17:15 horas, el CRN envió a Saborit para que tomase posesión del ayuntamiento de Madrid, donde ondeaba la bandera republicana desde el mediodía.
El último gabinete en presencia del rey se reunió a las 17 horas en palacio, donde un emisario del Gobierno Provisional instó a que fueran entregados los poderes a los líderes republicanos antes de las 19 horas. Descartando una represión militar que no contaba con el apoyo de la opinión pública, el rey aceptó el triunfo de la revolución, cedió el poder y partió hacia Cartagena, donde abandonaría el país a las 4 de la madrugada del día 15.
El CRN, reunido en casa de Miguel Maura, partió hacia la Puerta del Sol, donde se agrupaban cerca de 100.000 persona y asumieron a medianoche los poderes que La Corona les había traspasado: la Segunda República quedaba así declarada.
Esta se había proclamado de forma festiva, sin que hubiera enfrentamiento con las fuerzas del orden. Aunque bien es cierto que se cometieron algunos actos vandálicos como el destrozo de la estatua ecuestre de Felipe III, arrancada y arrastrada por la plaza mayor.
El 15 de abril, se hizo un llamamiento para finalizar los festejos y para celebrar el primer Consejo de Ministros. El cargo de Presidente del Primer Gobierno Provisional sería ocupado por Niceto Alcalá-Zamora, mientras que Miguel Maura obtendría el Ministerio de Gobernación. Alejandro Lerroux, miembro del Partido Radical, ocupó el cargo de Ministro de Estado, mientras que su compañero de partido, Diego Martínez Barrio, obtendría la cartera de Comunicaciones. Al frente del Ministerio de Economía se situaría Luis Nicolau d’Olwer y Manuel Azaña al mando del de Guerra. Marina fue a parar a manos de Santiago Casares Quiroga; Fomento e Instrucción Pública para Álvaro de Albornoz y Marcelino Domingo respectivamente.
En el Gobierno se incluyó también a tres ministros socialistas. Estos fueron Fernando de los Ríos, Ministro de Justicia, Indalecio Prieto, de Hacienda, y Francisco Largo Caballero, Ministro de Trabajo (Juliá, 2006: p. 14). Además, Julián Besteiro se haría cargo de la presidencia de las Cortes.
Este heterogéneo gobierno estaba en principio cargado de grandes proyectos que incluían la puesta en marcha de un nuevo orden constitucional, una reorganización territorial del Estado, la redefinición de las relaciones con la Iglesia, la transformación del ejército, una reforma agraria, mejoras relativas a la clase obrera, una regulación de las relaciones laborales y una reforma educativa.
Por último, tras la reforma de la ley electoral, se convocaron nuevamente elecciones municipales para el 31 de mayo y a las Cortes Constituyentes el 3 de junio, para poder elaborar de este modo una Constitución sobre la que se sustentar el nuevo régimen.
En definitiva, la proclamación de la II República fue fruto del contexto de su tiempo. Vino empujada por el clamor popular. No obstante, la II República se planteó como una experiencia modernizadora en todos los ámbitos, puesto que abría la puerta a una transformación de las instituciones, la política, la economía y la sociedad españolas.
Bibliografía
Juliá, S. (2006). República y guerra en España (1931-1939). Madrid: Espasa.
Paredes, J. (2002). Historia contemporánea de España (siglo XX). Barcelona: Editorial Ariel.
Tusell, J. (2009). La dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República. Barcelona: Ediciones Folio.
VVAA (2015). La Segunda República Española. Barcelona: Pasado & Presente.