Septimia Bathzabbai Zainib, más conocida como Zenobia, fue la segunda esposa del gobernante de Palmira Septimio Odenato de Palmira y, posteriormente, reina del llamado Imperio de Palmira entre los años 267 y 272. Su esposo actuó bajo el servicio de Roma obteniendo numerosas victorias frente a los persas y en recuperar numerosos territorios de la parte oriental en nombre del Imperio Romano. Sin embargo, parece ser que a lo largo de su vida sí que tuvo pretensiones de convertirse en una autoridad independiente a la de Roma. No obstante, durante su vida no tuvo ningún tipo de conflicto con los Emperadores.

Tras los asesinatos de Odenato y de Hairán (hijastro de Zenobia) en el año 267, Zenobia tomó el control del poder tutelando a su joven hijo Vabalato, que tenía un año por aquel entonces. A su vez, Zenobia, aprovechando los conflictos internos que asolaban al Imperio Romano, el reino de Palmira se declara independiente de la autoridad de Roma y empieza a ejercer su hegemonía frente a los sasánidas y al propio Imperio. Respecto a este último, no estaba pasando por sus mejores momentos debido a una serie de sublevaciones en la parte oeste del Imperio que formaron el Imperio Galo, así como el continuo ataques de las tribus bárbaras procedentes del norte y este de Europa. Esta difícil situación para el Imperio se acentuó con la propia independencia del territorio de Palmira en la parte oriental y, sobre todo, por la conquista por parte de Zenobia en el año 269 del «granero» de Roma: Egipto.

Zenobia fortificó y embelleció la ciudad de Palmira con una avenida custodiada por grandes columnas corintias de más de 15 metros de altura. Estatuas de héroes y de benefactores se encontraban por toda la ciudad, pidiendo a todos los nobles de la ciudad que mandaran esculpir sus estatuas y con ellas levantaran una columna en la que exhibirlas. Todos los notables de la ciudad, posaron ante los artistas para satisfacción de los ediles. En Palmira podían encontrarse cerca de doscientas estatuas en sus columnas y en las paredes del ágora.

También mandó erigir en el año 271 un par de estatuas de ella y de su difunto esposo. La ciudad contaba entonces con una población que superaba los 150 000 habitantes y estaba llena de hermosos templos, monumentos, jardines y edificios públicos, entre ellos destacaba el Templo del Sol. Las murallas que rodeaban la ciudad, según se decía, tenían 21 kilómetros de circunferencia.
Tras la muerte de Galieno en el año 268 y viendo que su sucesor, Claudio Gótico, tenía que dedicar todos sus esfuerzos a contrarrestar una invasión goda, Zenobia sublevó al reino de Palmira e intentó crear su propio imperio, con la intención de dominar a los dos imperios que le flanqueaban, el Imperio sasánida y el Imperio romano.
Roma, envuelta en un nuevo periodo de caos debido a las distintas sucesiones, dejaba a la reina de Palmira, que estaba bien asentada en su reino, intentar aspirar a crear un tercer imperio que dominara a ambos.
Zenobia fue anexionando nuevos territorios, expandiendo el territorio del Imperio de Palmira en honor a su esposo y como un legado a su hijo. Su principal objetivo era proteger el territorio del Imperio de Palmira de los Sasánidas, por la paz de Roma, sin embargo, va a ser esta política la que permita a Zenobia fortalecer aún más su poder.
En el año 269, Zenobia, su ejército, y el general Zabdas sometieron Egipto con la participación del egicpcio Timágenes y su ejército. El prefecto romano de Egipto, Probus Tenagino y sus fuerzas, intentaron en vano expulsarles de Egipto. Zenobia se proclamó reina de Egipto y acuñó monedas con su nombre cuya denominación era la de antoniniano. En ese momento su reino se extendía desde el Nilo hasta el Éufrates.



Los romanos casi no encontraron oposición en los territorios de Asia menor; todas las ciudades salvo Bizancio y Tiana capitularon sin presentar batalla. La toma de Tiana, además, dio lugar a una leyenda: Aureliano hasta entonces había destruido cada ciudad que se le había resistido, pero no hizo lo mismo con Tiana después de tener una visión del gran filósofo del siglo I Apolonio de Tiana, a quien respetaba muchísimo, en un sueño. Apolonio le rogó, diciendo: «Aureliano, si deseas gobernar, ¡abstente de la sangre del inocente! Aureliano, si conquistas, ¡sé misericordioso!» Por la razón que fuera, Aureliano contuvo cualquier represalia sobre la ciudad de Tiana. Esta acción permitió que muchas otras ciudades, al ver que era compasivo con los que se rendían, decidieran capitular también y aceptar la autoridad del Emperador.

Zenobia fue derrotada en Emesa (actual Homs), y se retiró a Palmira, donde fue sitiada por Aureliano. Había hecho acopio de víveres y confiaba en la fuerza de sus excelentes arqueros, esperando resistir durante meses, pero gracias a los jefes árabes del desierto, que Zenobia había desdeñado, Aureliano venció la resistencia de la ciudad. Zenobia y su hijo se escaparon de allí en camello con la ayuda de los sasánidas, pero fueron capturados en el río Éufrates por los jinetes de Aureliano. El corto reinado de Zenobia sobre Egipto y el Imperio de Palmira habían terminado. Los palmiranos restantes que se negaron a rendirse fueron capturados y ejecutados por orden de Aureliano.
Al final, Zenobia y su hijo fueron capturados y se vieron obligados a caminar en las calles de Roma durante el triunfo de Aureliano. En los meses posteriores hubo varios levantamientos en los territorios ocupados que fueron sofocados por Aureliano sin piedad. Después de un breve choque con los persas y otro en Egipto contra el usurpador Firmo, se vio obligado a regresar a Palmira en 273 cuando la ciudad se rebeló de nuevo. Esta vez, Aureliano permitió a sus soldados saquear la ciudad y Palmira nunca llegaría a recuperarse del desastre. Tras estas victorias Aureliano recibiría más títulos honoríficos: Parthicus Maximus y Restitutor Orientis («Restaurador de Oriente»).
[…] mujeres más destacadas. Tras pasar por la Unión Soviética, visitar el Egipto de Hatshepsut y a Zenobia en Palmira, llegamos a Extremo Oriente para rendir pleitesía a la única emperadora de China: Wu […]
[…] Tercera entrada: Zenobia de Palmira. Desafiando a Roma. […]
[…] A la extraña muerte de Odenato, su sucesora será su mujer: Bath-Zabbai o Septimia Zenobia, la cual… El gobierno de Odenato había sido totalmente personalista, y cuando un régimen es así, el traspaso de poder siempre es peliagudo, pues los cimientos se tambalean. De esta manera, Zenobia iba a dar los mismos títulos a su hijo que los que tenía el propio Rey de Reyes. Ella actuaría como regente. Para ello, se apoyó en dos generales de los tiempos de su marido, Zabdas y Vorôd, en los cuales encontraría un apoyo de enorme confianza. La confianza, como hemos visto, era la moneda más cara durante este siglo, pues las redes clientelares hacían que las traiciones fueran una constante. […]