Pese a lo llamativo que pueda resultar el título de este artículo «Mengele y Morell. Genios del mal». Las prácticas experimentales con personas vivas y muertas en pos de conocer el funcionamiento del cuerpo humano siempre han ocurrido a lo largo y ancho de la historia. Desde Herófilo de Calcedonia (335-280 a.C), el primer anatomista del que se tiene constancia en la antigua ciudad de Alejandria, pasando por el Renacimiento, todas las civilizaciones han sentido curiosidad por conocer los entresijos del cuerpo humano.
Ya dentro de la contemporaneidad, los avances en psiquiatría y en medicina dieron paso a nuevas preguntas, que a su vez dieron paso a nuevos experimentos. Desde la experiencia freudiana de entre siglos, ya se habían cuestionado algunos rasgos del funcionamiento del cerebro humano.
En un plano más genérico, los mencionados avances en medicina general habían hecho más plausibles las incógnitas que antaño ya se habían descartado, estas viejas aspiraciones de la medicina volvieron al tablero de juego con el advenimiento de los totalitarismos. Con lo que sabían en el siglo XX ¿podría mejorarse el cuerpo?, ¿habría alguna manera de alcanzar “la fuente de la juventud”?
Teniendo en cuenta este historial, los años de entreguerras, marcados innegablemente por el auge de los totalitarismos, resultaron la mina de oro de aquellos que creían en una raza superior, en una causa biológicamente justificable: los nazis.
En la sociedad liderada por Adolf Hitler, cobró especial importancia el asunto de las razas, si bien siempre habían sido elemento de diferenciación, en este momento histórico, como en tantos otros, resultarían cruciales. Por ello no es de extrañar que el equipo científico del III Reich se apresurara en buscar cualquier estratagema a la que agarrarse para dotarse de sentido.
En este artículo se desgranan algunas de las más macabras prácticas del Tercer Reich en busca de la supremacía racial y del dominio mundial. Llegados a este punto, han de diferenciarse dos corrientes que a menudo convergerán.
Una primera rama de la ciencia se destinó a experimentar con Üntersmench o infrahumanos (gitanos, judíos, enanos…), investigaciones dirigidas por el Doctor Mengele. Mientras que otra rama de la investigación se centró en incrementar la salud y vitalidad de los comandos nazis, en este barco el timón lo maneja el Doctor Morell
Josef Mengele.
Si se habla de medicina nazi, en lo que a experimentación se refiere, no cabe duda de que la dovela clave es Josef Mengele.
Mengele se doctoró en medicina y en antropología y pronto se unió a las filas del nazismo. Aunque muchos otros científicos y médicos se declararon nazis para poder seguir con sus carreras e investigaciones, se asegura, incluso por el testimonio de su propio hijo, que el macabro doctor lo hizo por convencimiento.
En lo que a estudios se refiere, Mengele se mostró muy cercano a su profesor universitario Otmar Freiherr Von Verschuer un genetista obseso de la eugenesia. Siguiendo el ejemplo de su profesor, Mengele se centró en el estudio de la genética a través de experimentación con gemelos, aunque en la realidad, está comprobado que experimentó con todo tipo de humanos, éstos parecían ser los que más curiosidad le despertaban (Posner, G. L. y Ware, J. 2000. 40).
“Se creía que su objetivo era encontrar la causa última de los partos gemelares con el fin de repoblar Alemania una vez eliminadas las razas inferiores” (Moros, M. 2014. 345).
El laboratorio del doctor Mengele fue Auswitz, en aquel campo de concentración desarrolló durante años sus atroces crímenes. Experimentó principalmente con niños; en el caso de los gemelos el procedimiento consistía en inocularles una enfermedad y estudiar cómo reaccionaban a ella. Si uno de ellos moría, Mengele asesinaba al otro “por compasión”.
Uno de los rasgos que los historiadores más destacan sobre la figura de Mengele es su actitud con sus víctimas. Las personas con las que experimentaba en Auswitz parecían ser tratados con meyor benevolencia que el resto, así queda plasmado por las fuentes:
“Un médico que estuvo prisionero en Auschwitz dijo: Era capaz de ser muy amable con los niños para que le tomaran cariño, les daba caramelos, pensaba en los detalles cotidianos de sus vidas y hacía cosas que nos gustaría realmente admirar… Y a continuación, el humo de los crematorios y, al día siguiente o media hora después, esos niños eran enviados allí”
Tras años de terribles crímenes entre los que se cuentan amputaciones innecesarias, inoculaciones de enfermedades en sujetos de otras razas, y demás barbaridades, Mengele fue apresado por los estadounidenses una vez hubo caído el nazismo en Alemania. No se sabe a ciencia cierta cómo, aunque todo apunta a un fallo burocrático, Mengele fue liberado y logró huir a Argentina ayudado por antiguos miembros de las SS y otras organizaciones afines al nazismo.
Pese a la gravedad de los crímenes que cometió, los numerosos testimonios de los supervivientes, y las evidencias encontradas, Mengele murió debido a un infarto cerebral mientras nadaba en Brasil, a la altura de 1979. Libre. (Verdú. M. V. G, 2006. 78)
La fuente de la juventud
En el caso alemán la fuente de la juventud tendría una doble importancia, por un lado, de un modo más místico que verosímil, aseguraría la permanencia de Adolf Hitler como líder nazi, teniendo en cuenta que dicho líder no tuvo descendencia, cobra especial sentido la frase de De Nápoli “Después de Hitler no hay nada” (De Nápoli, 2018, 3)
Por otro lado, destinado a un fin popular, supondría un recurso para las mujeres arias, pues manteniéndolas jóvenes se aumentaría su edad fértil, garantizando así la reproducción de la raza superior. (De Nápoli, 2018, 1)
Pero ¿por dónde empezar? Los científicos de la época pensaron que la clave de la eterna juventud se encontraba en los testículos, aquí empieza la historia de terror.
Lo dedujeron gracias al doctor francés Serge Vóronov (1866-1951), quien, unos años antes, observó que los niños castrados evidenciabas actitudes femeninas y eran menos longevos. Tirando de aquel hilo, dedujo que la fuente de la virilidad y de la longevidad se encontraba en los testículos; del mismo modo y por principio de oposición, si se trasplantasen testículos jóvenes a hombres ancianos, se “renovaría” su juventud.
Como Vóronov no encontró donantes, experimentó con monos, puesto que les consideraba la especie más parecida a la humana.
Mengele, el Ángel de la Muerte para los nazis, criticó severamente a Vóronov, en primer lugar, porque éste era judío, y en segundo lugar, porque empezó a observar la expansión de una enfermedad harto conocida en nuestros días, el VIH (De Nápoli, 2018. 5-8).
Aunque el método Vóronov fue denostado por el nazismo, Mengele y sus colegas continuaron sus experimentos basándose en que la fuente de la vida se encontraba en los testículos, por ende, en la testosterona
La testosterona
En los años inmediatamente anteriores a la Segunda Guerra Mundial, los científicos europeos estudiaban las hormonas femeninas y las masculinas, del mismo modo que los órganos reproductores de ambos sexos.
En este contexto, dos investigadores alemanes lograros aislar la hormona de la testosterona y más adelante, sintetizarla. Eran Adolf Butenandt y Leopold Ruzicka. Aunque este tipo de estudios no tienen por qué haber nacido ligados al nazismo, es innegable que avanzada la década de los 30, y sobre todo los 40, se pusieron al servicio del mismo.
Butenhold y Ruzicka. Pese a que ambos ganaron el Premio Nobel por sus investigaciones sobre las hormonas. Se vieron obligados a rechazar el premio puesto que el nazismo consideraba que los experimentos arios no debían ser juzgados por otras razones. Ambos científicos recogerían su premio Nobel una vez terminada la guerra
A medida que el ambiente en Europa se iba enrareciendo y se iba acercando el estallido de la II Guerra Mundial empezó a cobrar importancia la idea de que la testosterona podría ayudar al rendimiento de los atletas y, sobre todo, de los soldados (Jácome, A. 2019. 231-232). Durante aquellos años se experimentó inoculando de diferentes maneras esta hormona a combatientes e incluso al propio Hitler, según algunas fuentes.
Los enanos. La familia Ovitz
Los 7 integrantes de la familia de los Ovitz, judíos, eran enanos y vivían del espectáculo rodando por el centro de Europa. Como otros muchos judíos y enanos, cayeron en las macabras manos del Doctor Mengele en Auswitz (Moros, M. 2014. 346).
Al haber desaparecido la mayoría de archivos y documentos referidos a los experimentos de Mengele, no se puede probar un objetivo claro, mas como se ha mencionado antes, parece ser que el doctor buscaba aquel gen o característica que originaba el enanismo o las discapacidades, con el fin de aislarlas y eliminarlas de la raza superior.
Ello explicaría por qué las atrocidades que sufrieron los Ovitz fueron principalmente de carácter ginecológico:
“Los experimentos más aterradores eran los ginecológicos. Nos ataban a la mesa y entonces comenzaba la tortura sistemática. Inyectaban cosas en nuestro útero, nos extraían sangre, hurgaban dentro nuestro, nos pinchaban y nos extirpaban muestras de tejido. Es imposible expresar con palabras el dolor insoportable que sufríamos y que se prolongaba varios días hasta que los experimentos cesaban” (Fundación Bios).
Pese a todo, de manera no excluyente, también sufrieron otras torturas como la extracción continuada de sangre y de médula ósea y la extracción de pelo y dientes para su posterior investigación
Leyendo los testimonios de la atormentada familia, resulta prácticamente un milagro que los siete integrantes de la misma aguantaran más de medio año en manos del doctor Mengele y que todos salieran vivos de aquella experiencia.
Theodor Morell
Morell nació en 1886 en un pueblo alemán llamado Tarsia. Estudió medicina y se especializó en ginecología y urología entre otras ramas. Ya en su juventud ganó fama como “venerólogo” por las inyecciones de glucosa que gustaba hacer a sus pacientes
En esta época resultaba especialmente común la experimentación a base de la inoculación de diferentes sustancias que, a través de su inyección intravenosa, se creía que podrían ayudar al cuerpo a mejorar su capacidad y vitalidad.
En este respecto, cabe destacar que uno de los personajes que más se entregó al estudio de los nuevos compuestos y que de algún modo fue conejillo de Indias de los mismos, fue Adolf Hitler. La obsesión del Führer por su salud, sumado a la personalidad neurótica que le caracterizaba, hicieron de él el paciente perfecto para la experimentación. El encargado de dirigir al peculiar paciente no fue otro que el Doctor Morell (Kaplan, R. 2002. 391).
Morell llegó a ser el médico personal de Hitler gracias a Heinrich Hoffman, el fotógrafo de Hitler. A diferencia del caso Mengele, no parece que Morell quisiera experimentar diabólicamente con diferentes sujetos. Como doctor de cámara de Hitler, Morell le siguió dondequiera que éste se dirigiera, suministrándole frecuentemente numerosos compuestos destinados a aliviar los problemas gastrointestinales que sacudían la salud del Führer.
A medida que la guerra se iba tornando más compleja y estresante, la labor de Morell se focalizó no sólo en la medicina gástrica sino también en el alivio de los síntomas que la guerra estaba causando en Hitler, tales como estrés, neurosis, o una cardiopatía leve debido a la hipertensión. (ídem. 392)
Para seguir tratando al hombre más importante de Alemania en aquellos años, Morell tuvo que redoblar la efectividad de sus compuestos, añadiendo anfetaminas y diversas vitaminas. Debido a las escasas fuentes que mencionan los efectos de las inyecciones en Hitler, no se sabe el resultado que éstas tuvieron en él.
Sin embargo, sí parece claro que algunos altos cargos nazis e incluso otros médicos creyeron que Morell estaba envenenando a Hitler (Bitar, J. A., y Borda; F. R. 2012. 333). Sea como fuere, hoy en día queda descartada la idea de que Hitler muriera envenenado.
Conclusión
Como se menciona al principio del artículo la tendencia de experimentar con Üntersmench, o razas inferiores, en ocasiones converge con la idea de ayudar a los altos cargos del régimen nazi, ya sea a través de la búsqueda de la juventud, o el estudio de la testosterona, del que también participó el propio Hitler.
En todo caso, las atrocidades cometidas por el régimen nazi son de sobra conocidas, bajo ellas aparece la alargada sombra del Doctor Mengele, acusado tanto por sus víctimas como por las evidencias que fue dejando a su paso. Sobre este respecto se han expuesto varios casos que atestiguan las barbaridades del “Ángel de la muerte” de Auswitz.
Por otro lado, el doctor Morell no parece tener el mismo perfil que su colega Mengele. Si bien nadie duda de la colaboración de Mengele para con la causa nazi, Morell despertó recelo entre el círculo cercano de Hitler… ¿Realmente estaría tratando de matar al Führer?
Sea como fuere este artículo pretende dar luz a algunos de los casos de experimentación humana más terribles del nazismo.
Bibliografía:
Bitar, J. A., & Borda, F. R. (2012). Theodore Morell: El médico de Hitler. Universitas Medica, 53(3), 333-334.
De Nápoli, C. (2018). La fórmula de la eterna juventud y otros experimentos nazis. Vergara.
Jácome, A. (2019). Descubrimiento de la testosterona. Revista Colombiana De Endocrinología, Diabetes y Metabolismo, 6(3), 231–235.
Kaplan, R. (2002). Doctor to the dictator: the career of Theodor Morell, personal physician to Adolf Hitler. Australasian Psychiatry, 10(4), 389-392.
Lifton, Robert Jay (21 de julio de 1985). «What Made This Man? Mengele». The New York Times.
Moros, M. (2014). Los médicos de Hitler (p. 400). Nowtilus.
Posner, G. L., y Ware, J. (2000). Mengele: The complete story. Cooper Square Press.
Verdú, M. V. G. (2006). Der Verdacht de Friedrich Dürrenmatt: Propuesta didáctica y actas de habla en lengua alemana. mAGAzin. Revista de Germanística Intercultural, (17), 76-78.