La república romana es posiblemente uno de los periodos políticos más convulsos y apasionantes que ha vivido la Historia de la Antigüedad en Europa. Cayo Mario, Sertorio, Sila, Pompeyo, César. La crisis de la república, la Guerra Civil, todos estos momentos son fundamentales para la llegada del posterior Imperio.
Las fisuras del sistema republicano
Como habíamos visto, tanto Tiberio como Cayo Graco habían agrietado la pared de la presa que suponía el status quo romano. Aunque las aguas se habían calmado, el diluvio era inminente, y lentamente se iban urdiendo los movimientos para que alguien cogiera el testigo. En el año 121 a.C., solo hacía falta una chispa para que todo estallase.
Es un periodo complejo, que se ha tendido a simplificar en exceso y a verlo como una lucha entre dos fuerzas políticas que manipulan a las masas para su beneficio: populares y optimates. Esto no es realmente cierto, sino que estamos hablando de un periodo en el que las distintas clases sociales se enfrentaban totalmente contra otras, o entre sí, con el objetivo de ver sus necesidades cubiertas. Es así como la plebe rústica – muy distinta a la de la ciudad – se enfrentaba en intereses a una incipiente plebe urbana.
A pesar de lo interesante que pueda suponer la plebe en esta lucha de clases, quizás la que más información aporte en este periodo es la de los equites. Esto se debe a que es un grupo tan increíblemente heterogéneo que en algunos momentos apoyaran a los senadores – con los que al fin y al cabo, comparten dignidad – y en otros irán en su contra con vehemencia.
Una de las familias de la nobilitas que gane gran importancia será el de los Metelos, que además impulsarán la aparición de «hombres nuevos» es decir, nuevos clientes de fuera de la nobilitas. Estos hombres nuevos tendrán una gran importancia en el devenir histórico del primer siglo antes de Cristo.
En Macedonia, los escordiscos empezaban a dar problemas en la frontera, y tras la muerte en batalla del consul del territorio, L. Metelo se enfrentó mientras ostentaba el consulado a ellos, venciéndoles. Sin embargo, los problemas siguieron, ya que volvieron de nuevo a dar problemas y finalmente invadieron Grecia. Cerca de Noreia, el ejército de Carbón también era destruido por una confederación de tribus. Se observa un desgaste de la doctrina militar romana, y una necesidad clara de buscar una solución a esto. Realmente solo era una de las piezas más de la grave crisis social que atravesaba la ciudad tiberina.
Los problemas vienen desde África
Sin embargo, el mayor problema lo iban a encontrar en África. A la muerte del rey Micipsa, hijo de Massinisa, el trono de Numidia quedaba vacante. El reino africano era realmente rico, gracias en cierta medida al apoyo que había brindado Massinisa a Escipión contra Aníbal. Sin embargo, ahora los equilibrios iban a cambiar, pues Yugurta -quien también había ayudado a los romanos en el Sitio de Numancia – ambicionaba el trono. Así, se quitaría a sus medio-hermanos del medio pronto, asesinando a Hiempsal y venciendo a Adherbal, que buscó la ayuda de Roma, la cual intentó contener a Yugurta -dividiendo el reino-, algo que no consiguió, ya que este conquistó Cirta, donde pasó a cuchillo a todos sus defensores, incluido a los itálicos.
En el 111 a.C. Yugurta era vencido, pero tras unas míseras compensaciones económicas le era devuelto el reino, algo que levantó ampollas en Roma hasta el punto de llevar al númida a Roma para que explicara los tejemanejes que se traía con los políticos de la nobilitas. La guerra se reanudaría en el 110 cuando un primo de Yugurta fuera asesinado en Roma sospechosamente. Se envió un ejército al mando del consul Spurio Albino para acabar con él, pero no obtuvo muchos resultados, hasta que tuvo que dejar al mando de su legado para volver a Roma a las elecciones. Aprovechando esto, el rey númida llevó a una trampa a los romanos y les venció con facilidad. Algo que no gustó en Roma, como es evidente, hasta el punto de llevarse a cabo un tribunal para investigar a todos los altos cargos sobornados en África. Esto se empezó a usar como un arma muy poderosa entre las distintas facciones del senado y el orden ecuestre, que se enfrentaban sibilinamente usando esto como excusa.
A raíz de esto, es necesario recordar que el ejército republicano se encontraba en crisis debido al empobrecimiento del campesinado y la necesidad urgente de reclutamiento para luchar en una política exterior romana demasiado ambiciosa para la estructura social romana que empezaba a hacer aguas.
Pese a esto, en el 109 a.C. llega al consulado Metelo, quien se embarca a África con un homo novus como legado: Cayo Mario. Éste había participado en Numancia también y no se saben muy bien sus orígenes, más allá de que provenía de la provincia de Arpinum. Había sido Tribuno de la Plebe y había llevado a cabo leyes a favor de la plebe rural. No se saben muy bien sus intenciones, lo que está claro es que en ocasiones, las actitudes de Mario son en cierta manera contradictorias. Tal es así que se había puesto en contra a los Metelos, que aun así decidieron llevarle como legado a África. Los éxitos del cónsul iban a ser lentos pero constantes, lo que causó que algunos grupos en Roma empezaran a impacientarse, algo que iba a aprovechar Mario para empezar a preparar el terreno para postularse como cónsul, algo que conseguiría en el 107 y arrebataría el mando de África a su antiguo valedor.
Sin embargo, el romano necesitaba un ejército, algo que cada vez era más complicado de conseguir según los limes de la República salían de la península Itálica, porque además, era necesario el mantenimiento de auténticos ejércitos de ocupación. Como hemos dicho, el modelo estaba en quiebra, pero nuestro protagonista iba a encontrar el mecanismo perfecto para solucionar esto. Sin embargo, como bien dice Roldán, no se podía reclutar un ejército mercenario al estilo griego, así que era necesario dar un lavado de cara a la milicia ciudadana emprendiendo una serie de pasos hacia la profesionalización de la estructura militar. Surgen así las mulas de Mario -por llevar su pesado equipamiento a cuestas-. Había recibido del senado la autorización para hacer levas extraordinarias, pero no solo entre las cinco órdenes que reunían las condiciones económicas suficientes para alistarse, sino entre aquellos que no llegaban a ese nivel. El ejército de propietarios, pasaba a ser un ejército de proletarios.
Se cree que Mario no era realmente consciente del salto que estaba dando en su política, sin embargo, está claro que daba paso al ejército profesional, pero, también al ejército personal de cada general. Algo que a la postre, iba a causar muchos problemas de corte política. En lo que si fue plenamente consciente fue en la reforma de la organización del propio ejército. De entre todas estas, lo que más destaca es la utilización de la cohorte, mucho más adaptable que la anterior legión. Posiblemente, el legionario romano al que dio luz Mario se convertía en el soldado más eficiente y profesionalizado de toda la Antigüedad.
Sin embargo, estos avances no fueron útiles en el corto plazo, sino que la guerra de Yugurta se extendió durante tres años más. En este momento empieza a destacar otro legado y este si que provenía de la nobilitas: Lucio Cornelio Sila. El legado de Mario pronto iba a destacar, sobre todo conteniendo a Bocco, rey de Mauritania y suegro de Yugurta, el cual se unió a la guerra de lado de Númida, hasta que la intervención de este estupendo diplomático le desplazo a un plano secundario. Para el 105, gracias a la actuación de estos dos personajes, la guerra de Yugurta estaba casi liquidada.
Sin embargo, Mario no conseguía una gran victoria en campo abierto, sino que sería por la traición de Bocco por la que se quitaran a Yugurta de en medio. Éste entregaría a su yerno a los romanos gracias a la intervención de Sila, entregándole a los romanos, que le pasearían por Roma y posteriormente le estrangularían.
Como conclusión podemos extraer que quizás esta guerra no fue la más espectacular que libró Roma, no tuvo enormes batallas, de hecho, fue más bien una guerra de guerrillas (en la que el ejército romano no se desenvolvía del todo bien) pero si que tuvo un gran influjo social. Se había demostrado que Roma estaba en crisis, una crisis que azotaba todos los niveles sociales y que no se iba a resolver hasta casi un siglo después.
Para entonces, los cimbrios amenazaban Italia, algo que veremos junto con la llegada al poder de Sila, la próxima semana.
Bibliografía:
Fernández, G. (2003). El estallido y la primera fase de la Guerra de Yugurta y su incidencia en la política interior en Roma. Baetica, estudios de arte, historia y geografía, 25, pp.469-473.
Roldán Hervás, J. (2010). Historia de Roma. Madrid: Cátedra.