La película soviética Masacre: ven y mira (1985) es una buena muestra de lo que fue la ocupación alemana de Bielorrusia, durante el contexto de la Segunda Guerra Mundial, entre los años 1941 y 1944.
A diferencia de lo ocurrido en otros países durante la Segunda Guerra Mundial, como Francia o Polonia, lo acontecido en Bielorrusia sigue siendo una historia olvidada para el gran público europeo o norteamericano. Sin embargo, fue uno de los territorios con mayor actividad partisana de todas las zonas ocupadas de la Unión Soviética. En él, se sucedieron algunas de las batallas más destacadas de la contienda. Además, la región bielorrusa sufrió como pocas la guerra, llegando a perder a una cuarte parte de su población.
La invasión alemana
El territorio de lo que actualmente es Bielorrusia se había construido como una de las repúblicas integrantes de la Unión Soviética en 1920, tras el triunfo de la Revolución bolchevique. La capital fue fijada en la histórica ciudad de Minsk, que concentraba una variada población multiétnica. Dentro de sus límites convivían diferentes poblaciones: rusos, bielorrusos, judíos, polacos, etc. Bielorrusia, que constituía una tierra rica en minerales, era un país eminentemente agrícola y cuya poblaciónn se concentraba en el ámbito rural. Desde el punto de vista de la geografía, de la llamada «Rusia Blanca» destacan los numerosos bosques, lagos y ríos que componen su paisaje.
La República Socialista Soviética de Bielorrusia vería aumentado su territorio tras la anexión soviética de las provincias polacas orientales, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de los cambios territoriales de población, nada hacía presagiar lo que ocurriría a partir de 1941.
Cuando el 22 de junio de 1941 los alemanes lanzaron la operación «Barbarroja» e invadieron la Unión Soviética, en Bielorrusia se concentraban un gran número de fuerzas militares. No obstante, la Blitkrieg —«guerra relámpago» en alemán— arrasó las defensas soviéticas. Además, un gran número de soldados y oficiales cayeron prisioneros. El Ejército Rojo perdió más de 300.000 efectivos entre muertos y prisioneros. Además, también se perdieron cerca de 5.000 carros de combate y más de 1.000 aviones. En aquellas jornadas imperó un clima de sorpresa, incredulidad y caos entre la población soviética. En la película Europa, Europa (1990) se refleja muy bien aquel contexto.
Desde el primer día, los panzers realizaron un avance espectacular desde la frontera germano-soviética. El 28 de junio las unidades alemanas alcanzaron Minsk, si bien la resistencia soviética no sería totalmente sofocada hasta unos días después. Para el mes de agosto las fuerzas alemanas ya se habían internado en el territorio perteneciente a la República Socialista Soviética de Rusia y Bielorrusia pasó a constituir la retaguardia de sus ejércitos. Apenas si existían carreteras en la la región, pero su extensa red de ferrocarriles era crucial para las comunicaciones militares entre Alemania y la Rusia central.
La ocupación
Una vez completada la ocupación de toda la República Soviética de Bielorrusia, los alemanes organizaron la administración del territorio. Una parte del mismo, renombrado como «Distrito general de Rutenia Blanca» (Generalbezirk Weißruthenien), fue integrado en el Reichskommissariat Ostland —junto a Estonia, Letonia y Lituania— y quedó bajo administración civil. La parte oriental del país quedaría bajo control directo de la administración militar germana, junto a otros territorios. Otras fracciones de terreno fueron adjudicadas al Reichskommissariat Ukraine o anexionadas a la propia Alemania.
El líder nazi Wilhelm Kube fue designado comisario general para Bielorrusia (Generalkommissar für Weissruthenien). Se convertía, de ese modo, en una de las figuras más sobresalientes de la ocupación alemana. Su política de represión llegaría a ser brutal. Kube, un antisemita feroz, odiaba por igual a las poblaciones eslavas y no dudó en aplicar brutales políticas de represión sobre estas. Llegó incluso a planear que la capital bielorrusa, Minsk, fuera arrasada tras el final de la guerra y germanizada, siendo renombrada como Asgard (Wilhelm, 1996: 395). Al frente de la policía y fuerzas de seguridad de la «Rutenia Blanca» quedó el comandante de las SS Erich von dem Bach-Zelewski, sustituido más adelante por Curt von Gottberg.
Los nazis establecieron guetos para la población judía en varias ciudades, como Minsk, Vitebsk o Gomel. En Minsk se instaló un gueto adicional para acoger a judíos procedentes de Austria, Alemania y Checoslovaquia que los alemanes comenzaron a trasladar a las zonas recién conquistadas. Las condiciones de vida de las poblaciones allí recluidas eran pésimas. A pesar de ello, fueron empeorando conforme transcurrió el tiempo. Además, no muy lejos de la capital bielorrusa se instaló el Campo de exterminio de Maly Trostinets. Desde muy pronto comenzó a ejercer como una auténtica «fábrica de muerte». Antes de que acabara el verano de 1941 los alemanes ya habían emprendido matanzas masivas contra miles de civiles soviéticos. Los judíos y la intelectualidad comunista estuvieron entre las primeras víctimas.
Debido a la situación bélica, la vida se vio gravemente alterada. Muchas industrias habían quedado destruidas por los bombardeos y otras tantas habían sido evacuadas hacia los montes Urales. Ello, unido a las alteraciones económicas provocadas por la guerra, provocó un alto desempleo entre la población urbana. En el ámbito rural, los koljoses —granjas colectivas— fueron mantenidas por las nuevas autoridades, bajo un régimen de control militar. Las políticas agrícolas nazis provocarían carencias de alimentos que, más adelante, darían lugar a hambrunas. Por otro lado, un gran número de jóvenes fueron llevados a Alemania como trabajadores forzosos.
Todo ello, sumado al clima de la guerra, creó un caldo de cultivo para el descontento de amplias capas de la población. Desde muy pronto los soviéticos consiguieron organizar un poderoso movimiento partisano en la retaguardia, que causó innumerables problemas a los alemanes. Sin embargo, los nazis contaron, por otra parte, con la colaboración de numerosos civiles y de grupos organizados. El colaboracionismo se erigió, así, en uno de los puntales de la ocupación alemana en Bielorrusia. La mala situación económica y el florecimiento del mercado negro empujó a muchos civiles soviéticos a colaborar con el poder ocupante. En otros casos se trataban de oportunistas.
No obstante, los alemanes encontraron buena disposición entre elementos nacionalistas y/o conservadores. El histórico político nacionalista Radasłaŭ Astroŭski se puso a disposición de las autoridades alemanas desde el comienzo de la invasión germana. Astroŭski llegaría a desempeñar diversos cargos durante los siguientes años, como la presidencia de la «Rada Central Bielorrusa». Otro nacionalista de larga tradición, Wazlau Iwanouski, fue designado alcalde de Minsk por los alemanes en diciembre de 1941.
La Rada Central Bielorrusa iba a ser el principal exponente del colaboracionismo local. Este organismo, creado a mediados de 1943, tuvo en la práctica poca capacidad de acción. Aunque pretendidamente autónomo y defensor de los intereses bielorrusos, carecía de poder real y constituyó poco menos que un elemento decorativo. Los alemanes nunca estuvieron interesados en desarrollar este tipo de instituciones.Por el contrario, se centraron más en la creación de grupos armados que ayudasen a consolidar la ocupación. Ya en julio de 1941 pusieron en marcha una policía auxiliar, la llamada Weißruthenische Hilfspolizei. Más adelante, en marzo de 1944, se organizó una milicia paramilitar compuesta por bielorrusos, que recibió el nombre de Weißruthenische Heimwehr.
Represión y exterminio
Desde el comienzo de la ocupación alemana en Bielorrusia, practicaron una política de asesinatos masivos contra determinados grupos, como los judíos o los cuadros del Partido Comunista. Durante el verano de 1941 dichas acciones estuvieron protagonizadas por los famosos Einsatzgruppen —o «grupos especiales»—. Pero, en un movimiento más amplio y de alcance más largo, se trataba de organizar el exterminio de todas las poblaciones no arias que habitaban Bielorrusia. Una vez completado ese plan, el territorio sería apto para su colonización por alemanes.
La represión alemana se caracterizó por la intervención de grupos mixtos compuestos por militares y policías regulares alemanes, miembros de las SS y la Gestapo, colaboracionistas locales, etc. Estos comandos, una vez llegaban a una población, asesinaban a todos los habitantes y luego incendiaban los edificios. En muchos casos estas acciones buscaban destruir la red de apoyo a los partisanos, principalmente en el ámbito rural. Pero también buscaban implementar una política de exterminio contra los eslavos. El modus operandi de estos grupos aparece muy bien reflejado, como se comentaba al principio del artículo, en el film Masacre: ven y mira (1985), que reconstruye un caso real que ocurrió en 1943.
El oficial de las SS Oskar Dirlewanger iba a convertirse en uno de los símbolos de la violencia nazi en Bielorrusia. A comienzos de 1942 fue destinado a la zona, al frente de una unidad dedicada a la «lucha contra el bandidaje». Al mando de este grupo, destacó por desencadenar una salvaje campaña de saqueos, destrucción, asesinatos y violaciones contra la población civil. La llamada brigada «Dirlewanger» iba a ser responsable de la muerte de unos 30.000 civiles soviéticos durante 1942 y 1943. Además, cientos de pueblos y aldeas serían destruidos.
Los colaboracionistas locales jugaron un papel muy destacado en la represión. Ucranianos, bielorrusos, letones o lituanos se enrolaron como fuerzas auxiliares desde una fecha tan temprana como 1941. Solían integrarse en unidades de policía auxiliar conocidas como Schutzmannschaft. A medida que avanzó la guerra estos elementos colaboracionistas jugarían un papel cada vez más importante en la represión, siempre bajo dirección alemana. A título individual cabe destacar el caso del ucraniano Hryhoriy Vasiura, que tomó parte en cientos de masacres en Bielorrusia al frente de unidades colaboracionistas. Más adelante llegaría a mandar el 118.º batallón del Schutzmannschaft, compuesto principalmente por ucranianos.
De forma paralela a esta política represiva se produjo un fuerte aumento de las acciones partisanas. Esto llevó a los alemanes a lanzar varias campañas anti-partisanas, como la operación «Cottbus», entre mayo y junio de 1943. Intervinieron numerosas unidades colaboracionistas (bielorrusas, ucranianas, letonas, etc.) y la infame brigada «Dirlewanger» de las SS. El plan germano llevó a la destrucción de numerosas aldeas y a la despoblación de varias comarcas, provocando unos 20.000 muertos. Por el contrario, la infraestructura partisana no se vio gravemente dañada y durante aquel verano las acciones de sabotaje soviéticas se intensificarían.
Resistencia tras la retaguardia: los partisanos
Los ejércitos nazis habían logrado destruir a un gran número de unidades soviéticas durante los avances de junio-agosto de 1941, logrando retener numerosos prisioneros. Pero otros muchos soldados quedaron aislados tras la retaguardia, desligados de su unidades. En este contexto, surgieron grupos de partisanos en los inmensos bosques que pueblan Bielorrusia. Inicialmente estuvieron mal armados y carecían de un mando unificado, lo que redujo su eficacia. No obstante, conforme transcurrió el tiempo, estas deficiencias fueron solventándose. También cabe mencionar al importante movimiento de resistencia que actuaba en el ámbito urbano, en ciudades como Minsk.
Si bien hacia agosto de 1941 ya se encontraban activos algunos grupos de partisanos, estos eran muy reducidos en número. El Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) fue el principal organizador de estas unidades en la retaguardia. No obstante, existieron otros grupos polacos o judíos que actuaron de forma autónoma. Entre los partisanos comunistas también hubo algunos españoles exiliados, como fue el caso de Justo López de la Fuente, que llegó a actuar en Bielorrusia.
A partir de la segunda mitad de 1942 la resistencia a la ocupación alemana en Bielorrusia se incrementó de forma notable. Las matanzas indiscriminadas que practicaron los nazis buscaban amedrentar a la población, pero acabaron consiguiendo el efecto contrario. El apoyo a los partisanos creció entre los habitantes de las zonas ocupadas, mientras el control germano del territorio se iba debilitando. En enero de 1943 se produjo la victoria soviética en la batalla de Stalingrado, que tendría un fuerte efecto propagandístico. En ese contexto se dio el caso de oportunistas o, incluso, de algunas unidades colaboracionistas con la ocupación que cambiaron de bando. Así, a finales de año ya actuaban en Bielorrusia unos 122.600 partisanos (Beyrau y Lindner, 2001: 150).
Durante el verano y otoño de 1943 los partisanos lanzaron un gran número de ataques y operaciones de sabotaje contra las líneas de ferrocarril que atravesaban la región. Esto se traduciría en graves contratiempos para el ejército alemán que en aquel momento sostenía importantes combates en Kursk, Smolensk y la Ucrania central.
Las acciones de la resistencia soviética también apuntaron hacia objetivos más altos, como fue el caso del comisario general Wilhelm Kube. En junio de 1943 la agente soviética Yelena Mazanik logró infiltrarse como criada en la vivienda particular del dirigente nazi, sin despertar sospechas. Tras haberse ganado la confianza de los alemanes, la tarde del 21 de septiembre puso una bomba bajo la cama de Kube y abandonó la vivienda. Unas horas después el artefacto explotó y mató a Kube en el acto, mientras dormía. Mazanik escapó de la consiguiente represión que desataron los alemanes y fue condecorada por su acción. Menos suerte tuvieron el millar de ciudadanos de Minsk que, seleccionados al azar, fueron detenidos y asesinados por las SS.
De todo el movimiento partisano que existió en las zonas ocupadas de la Unión Soviética durante la guerra, el territorio bielorruso concentró la principal actividad. Hay que señalar la importancia que tenía esta región por ser un importante nudo de comunicaciones para la organización logística del ejército alemán.
La liberación y el final de la guerra
A comienzos del verano de 1944 los nazis habían perdido el control de amplios territorios de la Unión Soviética. Los grandes avances del Ejército Rojo que habían seguido a las batallas de Stalingrado y Kursk marcaron el cambio de rumbo de la guerra en el Este. No obstante, Bielorrusia continuaba bajo ocupación alemana.
Los soviéticos lanzaron a finales de junio de 1944 la operación «Bagration», que buscaba destruir a las fuerzas germanas que se todavía ocupaban el territorio bielorruso. La ofensiva mecanizada del Ejército Rojo logró arrasar las defensas nazis, en una réplica a lo que había ocurrido justo tres años antes durante la operación Barbarroja. Las guarniciones alemanas de las ciudades ciudades de Orsha, Vitebsk, Mogilev y Bobruisk cayeron una tras otra, tras lo cual se derrumbó el frente. El 3 de julio la ciudad de Minsk fue finalmente liberada. Las divisiones soviéticas habían logrado cercar a 100.000 alemanes en el área de Minsk, muchos de los cuales cayeron prisioneros. En conjunto, la ofensiva supuso la destrucción o desaparición de numerosas unidades. Para finales de agosto los nazis habían sido expulsados de tierras bielorrusas.
Duante la retirada, los alemanes trataron de implementar una política de tierra quemada, en la medida de sus posibilidades. El campo de exterminio de Maly Trostinets fue destruido y sus supervivientes fueron asesinados, con el objetivo de no dejar pruebas comprometedoras. Quizás por ello, a día de hoy el campo es prácticamente desconocido para el público occidental, a diferencia de otros famosos como Auschwitz o Treblinka.
La ocupación alemana en Bielorrusia supuso la muerte de 2.219.316 de personas, así como la destrucción de 209 ciudades y 9.200 pueblos (Beyrau y Lindner, 2001: 150). Bielorrusia perdió a un 25% de su población previa a la invasión alemana, en 1941, y a buena parte de su élite intelectual. Hubo casos especiales como las ciudades de Minsk y Vitsebsk, que perdieron más de un 70% de sus edificios e infraestructuras urbanas. Minsk, que contaba con unos 300.000 habitantes en 1941, sufrió especialmente la ocupación. A mediados de 1944, tras la liberación del Ejército Rojo, apenas si vivían en la capital de la Rusia blanca unas 50.000 personas.
De forma paralela a los juicios de Núremberg, en enero de 1946 se celebró en Minsk un juicio por crímenes de guerra. Fueron juzgados dieciocho militares y miembros de las SS que habían actuado en Bielorrusia, entre ellos tres generales —Eberhard Herf, Johann-Georg Richert y Gottfried Heinrich von Erdmannsdorff—. La mayor parte de ellos fueron condenados a muerte y ejecutados (Ueberschär y Blasius, 1999: 247, 257).
Muchos colaboracionistas fueron atrapados por los partisanos y fuerzas de seguridad soviéticas, pero otros lograron escapar. Hubo casos célebres como los de Hryhoriy Vasiura o Vasyl Meleshko, que lograron permanecer ocultos en la URSS hasta las décadas de 1970 y 1980, cuando fueron descubiertos, juzgados y condenados a muerte.
Bibliografía
BEYRAU, D.; LINDNER, R. [eds.] (2001). Handbuch der Geschichte Weissrusslands. Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht.
EPSTEIN, B. (2008). The Minsk Ghetto 1941-1943: Jewish Resistance and Soviet Internationalism. Los Ángeles: University of California Press.
GERLACH, C. (2013). Kalkulierte Morde. Die deutsche Wirtschafts- und Vernichtungspolitik in Weißrußland 1941 bis 1944. Hamburgo: Hamburger Edition.
GRENKEVICH, L. D.; GLANTZ, D. M. [eds.] (1999). The Soviet Partisan Movement, 1941-1944: A Critical Historiographical Analysis. Londres: Frank Cass.
HEER, H.; NAUMANN, K. [eds.] (2009). War of Extermination: The German Military in World War II. Berhahn Books.
HERNÁNDEZ, J. (2017). Eso no estaba en mi libro de la Segunda Guerra Mundial. Córdoba: Editorial Almuzara.
INGRAO, C. (2013). The SS Dirlewanger Brigade. The History of the Black Hunters. Skyhorse Publishing
KAY, A. J., RUTHERFORD, J.; STAHEL, D. [eds.] (2012). Nazi Policy on the Eastern Front, 1941: Total War, Genocide, and Radicalization. Rochester: University of Rochester Press.
NEULEN, H.W. (1985). An deutscher Seite: internationale Freiwillige von Wehrmacht und Waffen-SS. Universitas Verlag.
SERRANO, S. (2005). La última gesta. Los republicanos que vencieron a Hitler (1939-1945). Madrid: Ed. Aguilar.
TOYNBEE, A. (1985). La Europa de Hitler. Madrid: Sarpe.
UEBERSCHÄR, G.R.; BLASIUS, R. A. (1999). Der Nationalsozialismus vor Gericht. Fischer Taschenbuch Verlag.
WILHELM, H.-H. (1997). Die Einsatzgruppe A der Sicherheitspolizei und des SD 1941/42. Berna: Peter Lang.
Brillante articulo, la verdad es que los historiadores, o mejor dicho «graduados de historia», encontramos poquisima informacion sobre las fases y cuestiones de la Segunda Guerra Mundial ajenas a los sucesos mas conocidos (batalla de Stalingrado, el dia D, Pearl Harbour…), y este caso, todo el analisis ejercido me ha resultado de grandisimos intereses para varias cuestiones.
Por un lado, identificar las politicas de exterminio, persecucion y eliminacion fisica que el gobierno nazi, mediante sus brazos militares, ejecuto en los que era la RSS de Bielorusia. Por otro lado, el papel poco conocido, sino muchas veces oculto, del apoyo que grupos de ultrnacionalistas ucranianos y balticos ofrecieron a las tropas nazis de ocupacion, y que junto a ellos, masacraron a las polbacionres eslavas y las personas de ideologia comunista. Digo todo esto, porque hoy en dia, en paises como Ucrania, Letonia, Estonia o Lituania, la presencia de grupos neonazis, simpatizantes totales de lideres colaboracionistas, antisemitas y asesinos, es muy numerosa, y eso ya se pudo observar en el golpe de estado de Kiev del 2014, asi como en la guerra del Donbass, donde voluntarios neonazis cometieron matanzas parecidas a sus referentes.