El relato de la Legión Checoslovaca es una de las hazañas bélicas más fascinantes del siglo XX. La aventura de un ejército de proscritos salidos de una guerra mundial solo para verse envueltos en otra que no era la suya: la guerra civil rusa. Luchaban por un país que todavía no aparecía en los mapas, pero hicieron del Transiberiano su dominio particular, conquistaron ciudades a lo largo del inmenso territorio entre los Urales y Vladivostok, pusieron en jaque a los bolcheviques y se apoderaron de la reserva de oro del zar.

Los checoslovacos ante la Gran Guerra

En 1914 checos y eslovacos eran ciudadanos de esa amalgama de pueblos que fue el Imperio austrohúngaro y por tanto súbditos de un Habsburgo que gobernaba desde Viena tal y como lo habían sido casi sin interrupción desde 1526. Si bien su existencia pudo haber peligrado a raíz de la oleada nacionalista que estremeció a Europa durante el siglo XIX, este pudo reinventarse a sí mismo con el establecimiento de una Monarquía Dual.

En base a esta fórmula, las industriales Bohemia y Moravia quedaban bajo el control de Austria mientras que la más agraria y atrasada Eslovaquia pasaba al Reino de Hungría. Aunque el sentimiento nacionalista no dejó de crecer y se intensificaron los contactos políticos e intelectuales entre checos y eslovacos, lo cierto es que los húngaros impusieron un control más férreo sobre los últimos. Esto explica por qué apenas un 10% de los soldados de la Legión van a ser de origen eslovaco.

Resulta compresible que la mayor parte de los reclutas de estas y otras minorías nacionales acudieran al frente recelosos y desencantados. Algo especialmente lacerante cuando sabemos que al menos 1 de cada 7 soldados de Austria-Hungría era de origen checo. No sólo servían a un imperio del que ya no querían formar parte, se trataba de luchar contra los rusos, otro pueblo eslavo. El paneslavismo todavía vigente les hizo ver en Nicolás II a un padre protector que velaría por un futuro Estado checoslovaco independiente, cosa que por otra parte solo sería posible tras la derrota de los Centrales.

El 14 de agosto de 1914, apenas dos semanas después de iniciado el conflicto, se formó un primer batallón checoslovaco integrado en el ejército del zar y comandado por oficiales rusos. Este pequeño contingente inicial de 720 hombres va engrosando sus filas a medida que la guerra avanza, en parte por la incorporación de prisioneros de guerra y desertores del ejército austrohúngaro y en parte también por la llegada de voluntarios desde el propio territorio del Imperio ruso. Y es que en aquel momento unos 70.000 checoslovacos vivían dentro de sus límites, mayormente en Kiev y Volhynia (Ucrania Occidental).

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Bandera de combate de la Legión: blanca y roja con la Corona de San Wenceslao en el centro y los escudos de Bohemia, Eslovaquia, Moravia y Silesia en las esquinas.

Estos primeros reclutas encuadrados en una unidad llamada druzhina (compañeros) formarían parte del Tercer Ejército al mando del general Radko-Dimitriev y serían empleados en el sector de los Cárpatos en misiones de reconocimiento, así como para persuadir a sus compatriotas que servían en el ejército austrohúngaro de que desertaran y se pasaran a los rusos. Para facilitar este proceso, en octubre de 1914 la Stavka ordena a las tropas rusas no disparar a aquellos hombres que se rindiesen agitando pañuelos blancos y cantando el antiguo himno eslavo Hej Slovane. Las deserciones en masa fueron poco comunes, destacando la del 28º Regimiento de Infantería casi al completo, el cual tenía su base de reclutamiento en Praga.

Durante la Ofensiva Kérenski, la pésima moral de las formaciones militares rusas provocó que se decidiera utilizar únicamente a unidades voluntarias como los batallones de choque o la Brigada de Fusileros Checoslovacos. Estos últimos tuvieron una participación destacada en la batalla de Zborov (1-2 de julio de 1917) tomando 4.200 prisioneros y 20 piezas de artillería. Fue aquí donde quedó tuerto el futuro general y comandante de la Legión Checoslovaca, Jan Syrový, que para sus soldados era un recuerdo constante del héroe husita Jan Zizka.

Tras una serie de reorganizaciones bajo diversos nombres a finales de 1917 se unifica a todos los combatientes checoslovacos en el llamado Cuerpo Checoslovaco de Rusia: dos divisiones compuestas por unos 40.000 hombres con su propia caballería y artillería. La cabeza política de este proyecto será el reputado líder nacionalista Tomas Masaryk, profesor de la Universidad de Praga cuyo incesante trabajo en el exilio había atraído la atención del presidente Woodrow Wilson y de otros gobiernos aliados como el francés.

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Tomas Masaryk pasa revista a las tropas de la Legión Checoslovaca cerca de Kiev un 2 de agosto de 1917. A la derecha el general francés Maurice Janin.

Sin embargo, el estallido de la Revolución de Octubre llevaría a los bolcheviques al poder poniendo fin a la participación rusa en la contienda. Esto supuso un grave inconveniente tanto para los aliados, dado que el cese de los combates en el este permitiría a los alemanes trasladar sus reservas al Frente Occidental, como para los propios checoslovacos, pues una victoria germana truncaría sus sueños de independencia.

A pesar de las advertencias sobre la necesidad de permanecer neutrales en medio del caos revolucionario, en términos prácticos esto resultó difícil. Cuando el 20 de noviembre de 1917 la Rada declaró la independencia de la República Popular de Ucrania la 1ª División permanecía en el frente mientras que los hombres de la 2ª División, acuartelados al este de Kiev, se vieron envueltos en una serie de escaramuzas con los bolcheviques.

Temiendo las posibles consecuencias de este tipo de episodios, el Consejo Nacional Checoslovaco en París reprendió a sus tropas. Lo cierto es que a partir de ese momento las distintas facciones políticas en liza tratarían de involucrar a las experimentadas y bien pertrechadas tropas de la Legión en los asuntos rusos.

Las convicciones antibolcheviques de la Legión quedan asimismo en evidencia cuando en diciembre varios cientos de checoslovacos responden a la llamada del general Mijaíl Alekséyev para la creación de un ejército blanco con el que combatir a los rojos. Con casi 40.000 hombres en armas el Cuerpo Checo en Rusia podría haber marchado sobre Moscú aplastando la Revolución, pero en ese momento los líderes checos estaban más preocupados por cómo sacar a sus fuerzas del país que de decidir el destino de los rusos.

Aunque los británicos pretendían que los checoslovacos permanecieran en Rusia como parte de un nuevo Frente Oriental, Masaryk acordará su evacuación con las nuevas autoridades bolcheviques. En cualquier caso, eso no significaría volver a casa sino un cambio de escenario que pasaba por el envío de la Legión a Francia para continuar la guerra desde el Frente Occidental. Para ello, los aliados pondrían los barcos necesarios a disposición de los legionarios en la bahía del Mar Blanco. Tan solo 1.100 hombres al mando del coronel Husak conseguirían llegar al puerto de Arcángel y abandonar el país antes de que la ruta hacia el norte fuese bloqueada por los alemanes.

Como consecuencia, se decidió que el ejército checoslovaco fuese evacuado vía Vladivostok. Un plan sumamente audaz según el cual se proyectaba un viaje en ferrocarril de 9.600 kilómetros hasta el extremo más oriental de un país en plena descomposición para, desde allí, zarpar hacia los Estados Unidos y finalmente presentarse en Francia listos para seguir luchando.

La República Rodante (1918-1920)

Con una extensión de 9288 kilómetros el Transiberiano fue en su momento el servicio continuo más largo del mundo. Una vasta red ferroviaria que conectaba la Rusia occidental o europea con las provincias rusas del Lejano Oriente, Mongolia y China atravesando ocho husos horarios.

La características del escenario bélico ruso hicieron del ferrocarril un medio imprescindible para la movilización de tropas a lo largo de la extensa e inhóspita estepa euroasiática. Las circunstancias quisieron que su control correspondiese a una anomalía como era la presencia de tropas checoslovacas en tierras tan apartadas de su hogar.

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Mapa del Transiberiano.

En febrero de 1918, las autoridades bolcheviques en Ucrania concedieron permiso a Masaryk y sus tropas para comenzar el viaje mientras mantuvieran una postura de estricta neutralidad ante los conflictos internos rusos y se comprometieran a abandonar el país.

Para ello había que hacer regresar a la 1ª División, aún en el frente ucraniano, que pasando por Kiev y Bachmach debía dirigirse a la localidad de Penza, donde se concentrarían los últimos combatientes checoslovacos. El 6º Regimiento de la 2ª División se encargaría de mantener la estación de Bachmach hasta que la 1ª hubiera pasado. Los germanos, que no estaban dispuestos a permitirlo, enviaron tres columnas desde Minsk, Kiev y Piriatin para detenerles.

Estos hechos se enmarcan en el desarrollo de la Operación Faustschlag (“Operación Puñetazo”) o Guerra de los Once Días, lanzada por el ejército alemán el 18 de febrero de 1918 para forzar a los bolcheviques a aceptar sus términos de paz. Por si esto no fuera suficiente, la pugna entre los Guardias Rojos y los nacionalistas ucranianos lo iba a complicar todo aún más. Finalmente, dado que ucranianos y alemanes se habían convertido en aliados, las autoridades bolcheviques en Bachmach y los hombres del 6º Regimiento llegarán a un acuerdo fomentado por la urgencia del momento.

Los legionarios checoslovacos lucharon con éxito contra los intentos alemanes de impedir su evacuación en la batalla de Bachmach. Con muchas dificultades lograron mantener la posesión de este puente ferroviario sobre el Dniéper en una operación que se prolongó del 5 al 13 de marzo para dar tiempo a sus compañeros. Afortunadamente, la 1ª División pudo abrirse paso hacia el este a bayonetazos antes de que el grueso de las fuerzas enemigas hiciese acto de presencia el día 15 del mismo mes.

Los ejércitos de los imperios consiguieron obligar al gobierno revolucionario a firmar el denostado Tratado de Brest-Litovsk el 3 de marzo de 1918. Queriendo evitar el desastre las autoridades bolcheviques debieron aceptar las humillantes condiciones impuestas por Alemania, entre las que se encontraba la devolución de todos los prisioneros de guerra. Esto tocaba de cerca a aquellos checos y eslovacos que en su momento habían cambiado las penalidades de los campos rusos por un no menos penoso servicio militar en el ejército del zar.

Sólo la mitad de los legionarios llegarían hasta Vladivostok antes que el acuerdo se rompiese y estallasen los enfrentamientos entre legionarios y bolcheviques. Los acontecimientos que llevaron a la revuelta de la Legión Checoslovaca aún siguen sin esclarecerse. Según la fórmula negociada entre los líderes checos y las autoridades soviéticas para su evacuación, cada tren de la Legión llevaría un 600 efectivos y tendría permiso para transportar sólo 168 fusiles y una ametralladora. El resto de su arsenal (artillería incluida) quedaría en Penza.

Ocurrió que por la misma línea, aunque en dirección opuesta, viajaban unos 450.000 prisioneros alemanes y austrohúngaros liberados. Era cuestión de tiempo que se produjese algún enfrentamiento como el acaecido el 14 de mayo de 1918 en la estación de Cheliábinsk.

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Tren blindado con ametralladoras del 4º regimiento de la 1ª División checoslovaca en Ufá.

Irónicamente el causante de este incidente resultó ser un ex prisionero de guerra de origen checo todavía leal al Imperio austrohúngaro: un soldado llamado Malik, apodado «Meñique», que indignado por los insultos que recibía por parte de los legionarios arrojó una pieza de metal a uno de ellos hiriéndolo. Los compañeros de este último lincharon al agresor y fueron detenidos por las autoridades comunistas de Cheliábinsk. Luego de esto, la prisión local fue asaltada por una multitud de checoslovacos que acudieron a liberarlos causando media docena de muertos entre los Guardias Rojos que la custodiaban y encerrando al resto.

Este incidente, agravado por los conflictos surgidos a raíz del exceso de armamento que portaba la Legión, no tardaría en ser presentado como una revuelta completa por parte de los Guardias Rojos, que dieron la voz de alarma nada más ser liberados. Por otro lado, tampoco cabe duda de que el motín jugó a favor de los intereses de los aliados. A finales de julio de 1918 Lenin llegaría a decir ante el Comité Ejecutivo Central Panruso que “la participación directa en inmediata del imperialismo anglo-francés en el motín de los checoslovacos hacía tiempo que se había acordado”.

Y es que, si hasta ese momento la política de los aliados respecto a la guerra civil rusa podría haberse limitado a la toma de algunos puertos remotos, la presencia de un ejército amigo en pleno corazón de Rusia se convirtió en un elemento clave de su estrategia para mantenerla dentro de la guerra contra los Centrales y contrarrestar el derrumbamiento del Frente Oriental, o al menos evitar que estos llegasen hasta los importantes recursos del interior del país. Todo esto tendría su recompensa: el 31 de mayo de 1918 llega el esperado reconocimiento de una Checoslovaquia independiente por los aliados a través del Acuerdo de Pittsburgh.

La respuesta de León Trotski, entonces Comisario del Pueblo para la Guerra, fue implacable: la Legión debía disolverse. El 25 de mayo comunica a los soviets locales que “se disparará inmediatamente a cualquier checoslovaco armado que se encuentre en las vías del ferrocarril”. Tras interceptar estos mensajes, los legionarios, prácticamente desarmados, tomaron Cheliábinsk y para el día siguiente ya habían capturado otras cuatro ciudades a lo largo del Transiberiano y estaban en guerra abierta con los bolcheviques.

Llegados a este punto la prioridad era reagruparse, pues se encontraban aislados y desperdigados en grupos dispersos a lo largo de la vía del ferrocarril. Su rápido avance permitirá a las organizaciones antibolcheviques abandonar la clandestinidad y comenzar a organizarse disolviendo los consejos obreros en las ciudades conquistadas por los legionarios.

Entre finales de mayo y principios de junio los legionarios toman las ciudades de Syzran, Samara, Oremburgo y Ufá. Tomsk fue la única de las principales ciudades del interior en las que el poder soviético cayó sin intervención activa de la Legión Checoslovaca. Por su parte, fuerzas bolcheviques dirigidas por el oficial letón Jānis Bērziņš lograron establecer el frente unido de Siberia-Ural-Norte el 5 de junio. Esto dotó a los rojos de una estructura de mando mucho mejor organizada en el área, si bien no pudo evitar la caída de Omsk.

El 7 de junio la Legión consolida la ocupación del centro de Siberia cuando Omsk cae ante el 2º y 6º Regimiento de Fusileros. La captura de esta ciudad permitirá la unión de los grupos de Siberia y de Omsk en la estación de Tatarskaja dos días después. Mientras, en el extremo oeste se encontraban los cuatro regimientos del grupo de Penza con el coronel Čeček a la cabeza y más al este los otros cuatro regimientos del grupo de Chelyabinsk al mando de Syrový. Sobre ambos grupos recayó la tarea de reforzar las posiciones de la Legión entre la cuenca del Volga y la cordillera de los Urales.

La alianza con los «eseristas» y la captura del tesoro del zar

Tras la disolución de la Asamblea Constituyente por los bolcheviques a principios de 1918 una facción de los social-revolucionarios o «eseristas» trató de reconstruirla en la ciudad de Samara. Nace así el primer gobierno autónomo antibolchevique, conocido como el Komuch, apócope de “Comité de Miembros de la Asamblea Constituyente de todas las Rusias”.

El 8 de junio toman la ciudad y comienzan a extender su control sobre la estratégica zona situada entre la cuenca del Volga y los Urales. El matrimonio de conveniencia entre legionarios y eseristas permitió a los primeros establecer un frente con el que proteger su retaguardia mientras trataban de abrirse paso hacia la región del lago Baikal y a los segundos ampliar su base territorial sin llevar el peso de los combates.

Cabe añadir que la capacidad militar de los social-revolucionarios era muy deficiente. Durante el verano de 1918 los checos se encargaron de dar forma al autodenominado «Ejército Popular», unos 30.000 hombres, faltos de armamento y entrenamiento por igual. Su dependencia de los legionarios unida a la falta de respaldo político, ni siquiera dentro de su propio partido, acabaría condenando al gobierno de Samara a desaparecer. La capital del Komuch cae en octubre, cuando sus 9.000 defensores se vieron superados por 25.000 bolcheviques.

Sin embargo, los éxitos iniciales de esta peculiar alianza hicieron saltar las alarmas en el seno del nuevo poder bolchevique, llegando a capturar ciudades como Stavropol, Simbirsk y Ekaterimburgo. En esta última se encontraban recluidos el zar y su familia, por lo que los checoslovacos jugaron un importante aunque involuntario papel en su ejecución. Los agentes del soviet local pudieron pensar erróneamente que estos tenían la misión de recatar a los Romanov, pero lo cierto es que las tropas de Masaryk desconocían por completo la situación de la familia real. Otra versión dice que Filipp Goloshchokin, presidente del Sóviet de los Urales, simplemente usó ese falso temor para solicitar el magnicidio.

La Legión Checa entra en Ekaterimurgo, un día después de la ejecución del zar y su familia.
La Legión en Ekaterimburgo, dos días después del asesinato de los Romanov

Pero sin duda el mayor triunfo de la alianza fue la captura Kazán, una de las ciudades más importantes del sur de Rusia. No deja de ser curioso que esto se produjese en contra de la voluntad de la directiva del Komuch y del oficial al mando de los checoslovacos de la zona, el coronel Čeček. Más aún si tenemos en cuenta que estuvo protagonizada por una fuerza bastante limitada, compuesta por tres batallones checoslovacos y tropas del Ejército Popular, que apenas llegaba a los 2500 efectivos.

Desobedeciendo las órdenes de sus superiores, esta pequeña expedición se hace con el control del Volga y avanza con rapidez gracias a que dispone de una serie de remolcadoras y barcazas para transportar la artillería pesada. La mañana del 7 de agosto capturan Kazán, pobremente defendida por el 5º Ejército de Jukums Vācietis. El Ejército Rojo aún no era la temible máquina de guerra que conocemos y la mayoría de los soldados eran trabajadores locales mal entrenados e indisciplinados. Trotski declaró que “nuestra incapacidad para conservar Kazán simbolizaba el nivel extremadamente bajo del desarrollo del Ejército Rojo”. Solo los Fusileros Letones dieron muestras de resistencia, cubriendo la retirada de su comandante.

Pero la importancia de esta gesta va más allá de la toma de un bastión bolchevique estratégico. Y es que en aquella ciudad perdida del Tartaristán se encontraba la porción más importante del tesoro imperial, depositada allí a poco de estallar la Revolución por razones de seguridad. En total 8.399 cajas de lingotes de oro, cerca de 2.500 sacos de piezas de plata y divisas en papel y una veintena de sacos con piezas de oro y diamantes. Una fortuna valorada en 670 millones de rublos, o lo que es lo mismo, unos veinticinco mil millones de dólares actuales.

A día de hoy existen diferentes versiones sobre cuál fue el destino del oro, que sin duda jugó un importante papel en las negociaciones con el gobierno soviético. Se sabe que no llegó a entregarse en su totalidad, pues sólo siete del total de ocho vagones que cargaban con el contenido de la Reserva Imperial de Kazán fueron devueltos. El resto pudo gastarse en el alquiler de barcos para la repatriación de los legionarios en Vladivostok o para financiar la creación en Praga del Legiobanka (Banco de la Legión), aunque no existen pruebas fehacientes que confirmen esta última teoría.

Tampoco pasaría desapercibido el sospechoso ingreso de 125 millones de rublos en oro por dos firmas estadounidenses de San Francisco: Remington Arms y Union Metallic Cartridge. Más a caballo entre la historia y la leyenda existe incluso una versión que cuenta cómo en un intento de esconder parte del oro los checoslovacos acabaron hundiendo el vagón extraviado en las aguas del Baikal.

Sea como fuere, la mayor parte del botín volvió a manos rusas el 7 de febrero 1920. Ese día la Legión firma una tregua con el Consejo de Comisarios del Pueblo para proceder a la entrega del oro en la estación de Kujtun una vez se permitiese el paso de todos los trenes checoslovacos.

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Fotografía del tren blindado artillado «Lenin», capturado a los soviéticos y rebautizado por los checos como «Orlik» o Pequeño Águila.

Los túneles del Baikal

El 29 de junio de 1918 unos 15.000 checoslovacos al mando del general Diderichs ocuparon el puerto de Vladivostok sin recibir mucha resistencia y arrestaron a los miembros del sóviet local y del comité regional bolchevique. Durante el mes siguiente los regimientos 5º y 8º asegurarían la costa del Pacífico, bien asistidos por las fuerzas de los atamanes cosacos Semiónov y Kalmykov. La actuación de estos últimos estaría en todo momento marcada por la brutalidad y el bandidaje. Sirva de ejemplo el asesinato de una misión sanitaria sueca que se justificó vagamente con la excusa de que eran espías alemanes.

En agosto los aliados desembarcarán 100.000 hombres en Vladivostok con el pretexto de ayudar a la Legión Checoslovaca. Se devolvería el poder a los zemstvos y dumas locales, que reconocieron al efímero Gobierno Provisional de la Siberia Autónoma del social-revolucionario Piotr Derber. Sin embargo, los aliados mostraron preferencia por los elementos antisoviéticos más conservadores y pronto se impuso la autoridad del nuevo Gobierno Provisional Siberiano, constituido en Omsk a principios del mes de julio.

Una vez completa la ocupación de la mayor parte de línea férrea desde el Volga hasta Irkutsk (11 de julio de 1918), la Legión culmina la conquista de un inmenso territorio, superior al de cualquier otra potencia militar en la Gran Guerra. Sin embargo, un nuevo peligro acechaba al sudeste del lago Baikal, donde habían tomado posiciones los Guardias Rojos que huyeron de Irkutsk llevándose con ellos un tren cargado con explosivos.

Una complicada red de 39 túneles permitía al Transiberano sortear lo que de otra forma era un macizo montañoso prácticamente infranqueable. Bastaba con que los soviéticos volasen uno solo de esos túneles para que unos 10.000 checoslovacos quedasen aislados al oeste del lago Baikal.

Dispuestos a evitarlo, tres grupos de asalto formados por unos 1500 hombres al mando del capitán serbo-checo Radola Gajda atacan a los rojos por la costa mientras la caballería rusa de Barnaul y los cosacos del coronel Trofimov los acosaban desde el sur. El 1º Batallón de Asalto Checo hizo el mismo movimiento que los rusos, pero acercándose más al enemigo con objeto de tomar el terreno montañoso que había encima de los túneles. Por su parte, la hueste cosaca de Transbaikalia había llegado desde el este liderada por el infame Semiónov cerrándole el paso a los Guardias Rojos acantonados cerca de Verjneúdinsk.

   Jan Syrový   Radola Gajda                                Jan Syrový                                             Radola Gajna

Los comandantes rojos se encontraban ante un dilema, pues volar los túneles cortaría su propio camino hacia el oeste, forzándoles bien a luchar en dirección opuesta para unirse a las fuerzas bolcheviques del río Ussuri, o bien echarse a los bosques y tratar de sobrevivir como partisanos. Ante el avance de la Legión, se decidió volar un túnel situado cerca de Sludanka, pero el daño resultó menor de lo esperado y los ingenieros checos hicieron la ruta viable en pocas semanas.

El 1 de septiembre, con los bolcheviques fuera de juego, la Legión pudo celebrar la simbólica unión entre los grupos restantes y el de Vladivostok, donde se habían concentrado un total de 259 trenes rusos preparados para la anhelada evacuación….pero esto ya no entraba dentro de los planes de los aliados.

La intervención en Siberia

Los inesperados éxitos de la Legión Checoslovaca no tardaron en hacerse eco en la prensa internacional y terminaron por convencer a los aliados de la necesidad de que los legionarios permanecieran en Siberia como apoyo al nuevo Gobierno Provisional de todas las Rusias encabezado por Aleksandr Kolchak.

Este prestigioso almirante y oceanógrafo ruso se había convertido en la nueva apuesta fuerte de los gobiernos aliados tras dar un golpe militar contra el Directorio de Omsk, una inestable coalición de grupos de tendencias liberales, conservadoras y socialdemócratas, unidos solo por su antibolchevismo.

La dictadura de Kolchak contó con la connivencia de la misión militar británica de Alfred Knox. Este temía posibles acciones armadas de los legionarios en defensa Directorio, hecho que le llevó a asignar un batallón de sus propias tropas como escolta del almirante blanco. Lo cierto es que el comandante checo y futuro líder fascista Radola Gajda llegó a amenazar a los miembros del Directorio con usar a sus hombres si se oponían al golpe, acción que le valió ser designado comandante del Ejército Siberiano.

Meses de combatir a los bolcheviques a lo largo y ancho del antiguo Imperio de los zares tuvieron finalmente su recompensa el 28 de octubre de 1918 con la proclamación de la República Checoslovaca y solo dos semanas después se produjo el armisticio.

La llegada de 1919, con su crudo invierno, hizo mella en la moral unas tropas que ya solo podían pensar en su nueva patria y en los peligros que la acezaban, ya fuera por el avance de los comunistas húngaros o por las disputas fronterizas con otras naciones emergentes de Europa central como era el caso de Polonia. Los checoslovacos se sentían peones en un juego desconocido e incierto en el que no tenían intereses identificables.

En cuanto a sus relaciones con los blancos, cabe decir que aunque al principio muchos legionarios profesaron fe en la integridad y las intenciones de Kolchak, no tenían en ninguna estima a sus consejeros reaccionarios. Por su parte, los negligentes señores de la guerra del Lejano Oriente no eran nada fiables.

En base a un acuerdo concertado con los blancos y los aliados en enero de 1919, las unidades de la Legión comenzaron a replegarse del frente de los Urales para establecerse en nuevas posiciones a lo largo de las líneas de comunicaciones siberianas durante el mes siguiente. Ese invierno muchos legionarios perderían dedos, manos y orejas por los efectos de la congelación.

La llegada de la primavera no mejoró mucho las cosas, pues la actividad partisana de los rojos, cuya fuerza colectiva se estimaba en 100.000 hombres, se intensificaba cada día haciéndoles la vida imposible. Los mayores enfrentamientos tuvieron lugar entre Marinsk y Nizhny-Udinsk, en cuyos bosques los legionarios llegaron a enfrentarse con grupos de hasta 7.000 partisanos. En mayo, la totalidad de la 3ª División (creada a principios de agosto del año anterior), tuvo que ser enviada al sur, hacia la frontera con Mongolia, en persecución de grandes grupos partisanos.

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Kolchak (centro) rodeado de oficiales de las fuerzas blancas en febrero de 1919. El primero por la izquierda sentado junto a él es Radola Gajda.

La ofensiva primaveral de Kolchak en el Volga fue un fracaso rotundo, durante el verano se perdió el control de los Urales y para otoño el Ejército Rojo ya amenazaba su capital en Omsk. La causa de los rusos blancos estaba condenada y sus aliados pronto les abandonarían. En octubre de 1919 Masaryk consigue al fin el visto bueno para el retorno de los checoslovacos de vuelta a casa y a su salida del tablero ruso le siguió la retirada de todas las demás fuerzas de intervención a excepción de los japoneses, cuya incómoda presencia en el Lejano Oriente se alargaría hasta 1922.

La acción o inacción de los checoslovacos tuvo mucho que decir en la caída de Kolchak. El 17 de noviembre de 1919 un destituido Radola Gajda respaldaría un levantamiento social-revolucionario en Vladivoslok. Sin embargo, la rebelión fracasó al no lograr este el respaldo de los 8000 legionarios acantonados en la ciudad, que expresaron su deseo de ser evacuados cuanto antes. Sin embargo, llegaron a sentir cierta simpatía por los socialistas de Irkutsk, donde se iba a constituir el llamado «Centro Político», opuesto al régimen del almirante. Finalmente, Gajda fue detenido y entregado a los checoslovacos, terminando así su periplo siberiano.

Los checoslovacos bloquearon el traslado de otros convoyes antes de concluida su retirada total, lo que a su vez retrasó de manera crucial la retirada de los rusos blancos. Llegaron a retener los trenes de Kolchak al oeste de Irkutsk durante dos semanas para finalmente entregarlo al Centro Político ante la pasividad de los aliados que lo habían apoyado durante tanto tiempo.

La evacuación de las tropas y el legado de la Legión Checoslovaca

A principios de enero de 1920 los barcos americanos de la Cruz Roja empezaron a llegar al puerto de Vladivostok. En total serían evacuados 56.459 soldados y 11.271 civiles (se estima que cerca de 1.600 legionarios contrajeron matrimonio con mujeres locales) en no menos de 42 buques. Los checoslovacos habían dejado en Rusia a 4.112 compatriotas muertos y un cuantioso armamento que acabaría en manos de los nacionalistas coreanos y de varios señores de la guerra chinos.

Los ex-legionarios regresaron a casa como héroes y pasaron a constituir la base del nuevo Ejército Checoslovaco. Cabe añadir que la participación checa en la Primera Guerra Mundial  se hizo presente en todos los frentes, pues hubo legionarios sirviendo en los ejércitos francés, italiano e incluso en el serbio.

Después del abandono de Checoslovaquia por los Aliados en Munich (1938) y el posterior desmembramiento de su nación por la Alemania nazi al año siguiente, los legionarios constituyeron la columna vertebral de la resistencia y 13.000 de ellos murieron en combate o en campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial.

La derrota del Eje les devolvió el control de su país, pero ahora dentro un bloque socialista en el que los legionarios que habían luchado contra los bolcheviques en Rusia tuvieron una complicada inserción. La memoria de la Legión Checoslovaca no fue rescatada hasta la caída del comunismo en Europa del este, aunque ahora como un legado compartido por dos estados separados: la República Checa y Eslovaquia.

Bibliografía

BULLOCK, David. The Czech Legion 1914-20. Osprey, 2009.

MAWDSLEY, Evan. Blancos contra rojos. La guerra civil rusa. Desperta Ferro, 2017.

VEIGA, Francisco; MARTÍN, Pablo; SÁNCHEZ MONROE, Juan. Entre dos octubres. Revoluciones y contrarrevoluciones en Rusia (1905-1917) y guerra civil en Eurasia. Alianza Editorial, 2017.

 

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