La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) es un conflicto que todavía hoy sigue entrañando numerosas incógnitas, debido en parte a lo relativamente reciente que está de nuestros días. 71 años apenas son suficientes en el campo de la historia como para poder analizar cualquier hecho con plena objetividad. No obstante, conocemos bien a los personajes principales, sabemos quién fue Hitler, Mussolini o Churchill, pero olvidamos que en un conflicto de tales dimensiones hubo muchísima más gente implicada. Gente de la que desconocemos prácticamente su vida, sus nombres y lo que hicieron por el conflicto o como arriesgaron su vida. Podría estarme refiriendo a soldados, guerrilleros e incluso la gente corriente que vivió el conflicto de cerca, pero de quien hablaremos es de aquellos que realizaron una labor encubierta, oculta, los llamados espías, agentes, en definitiva hombres y mujeres que arriesgaron su vida en innumerables ocasiones con el objetivo de recabar información que ayudara a ganar la guerra.
Si bien el espionaje se remonta a los orígenes del hombre, es una práctica que comenzó a desarrollarse plenamente y con gran brillantez a partir del siglo XX. La primera guerra mundial marcó un antes y un después en dicha actividad, sobre todo porque hizo tomar conciencia a los países de su gran utilidad. Permitía atacar al enemigo desde dentro, conocer sus pasos e incluso reducir el tiempo de duración del conflicto, y quizás lo más importante, reducir todo lo posible el número de bajas, que a pesar de todo siempre es emotivamente alto, y eso que es dificilísimo poder dar una cifra exacta, variando ésta según el historiador. Sin embargo, el gran auge de dicha actividad llegaría con la segunda guerra mundial, puesto que antes de la misma, en los países aliados ni siquiera existían prácticamente los servicios secretos. Es justo en ese momento cuando se empezó a crearlos, o al menos a perfeccionarlos, se renovaron las técnicas y los métodos de espionaje para poder hacer frente a las organizaciones de inteligencia con la que contaban los gobiernos de las potencias del Eje, mucho mejor preparados, dada la importancia que tenían para sus regímenes totalitarios, basados en una totalidad desconfianza.
Así para contrarrestar la actividad de la Abwehr y la S.D alemanes, nombre que recibían el servicio secreto alemán y el servicio de seguridad del estado, así como del servicio secreto militar japonés, que estaba en manos del Kempeitai, integrado exclusivamente por militares, pero increíblemente preparados en el conocimiento detallado de cada país, su gente, sus hábitos, costumbres e inclinaciones políticas, actuaron organismos como el MI6 británico, cuyo mayor éxito fue conseguir descifrar el famoso código Enigma que usaba la Marina alemana y que cambiaba con cada nueva salida del sol ; la OSS estadounidense, que daría lugar tras el conflicto a la CIA o el Deuxième Bureau en Francia, llamado así por ser la segunda sección en que estaba dividido el Servicio de Información de los Estados Mayores de las Fuerzas Armadas Francesas. Pero si hay que nombrar un país que destacara por la efectividad de su espionaje y que además se prolongase durante los años que siguieron al conflicto, esa fue la Unión Soviética, quien se incorporó al bando de los Aliados en 1941, tras romper Alemania el pacto de no agresión que habían firmado en agosto de 1939.
Pero la verdadera importancia no la tenían estas organizaciones, sino aquellos que la integraban y en concreto, todos esos agentes que realizaron una labor fundamental, la guerra oculta que podríamos llamar, sin pisar el campo de batalla, pero influyendo en las vidas de todos aquellos que si estaban. Tanto hombres como mujeres realizaron esta práctica por igual, algunos más conocidos que otros pero todos importantes para el desarrollo de la historia. No obstante, nos centraremos en las mujeres por un motivo fundamental: los círculos políticos del momento estaban integrados por hombres, la mujer quedaba excluida de todo aquello y como consecuencia no era vista como un enemigo. A partir de la primera guerra mundial, las potencias comenzaron a captar numerosas agentes femeninas, aprovechando precisamente este factor, lo que implicaba un gran riesgo para ellas y mucha astucia para conseguir integrarse dentro de estos círculos, y además conseguir la información sin levantar sospechas, lo que no era nada fácil. A veces captadas, otras veces eran ellas mismas las que se ofrecían como forma de participar activamente en el conflicto, pero lo que solía ser común entre ellas es que casi todas eran mujeres jóvenes, con cierto encanto y atractivo, inteligentes y con bastante habilidad para moverse en los círculos sociales del momento. No podemos nombrar a todas, pero sí a algunas de ellas, como son Joséphine Baker, Nathalie Sergueiew o Nancy Wake, que son de las que hablaremos pero hubo muchísimas más, véase por ejemplo Amy Elizabeth Thorpe, Hilda Krüger, Agnes Smedley o Virginia Hall, nombres corrientes bajo los que se esconden vidas fascinantes.
La primera de ellas, Joséphine Baker (1906-1975), también conocida como la «venus de bronce´´ o «la Diosa criolla´´ fue una bailarina, cantante y actriz estadounidense de nacionalidad francesa que además de un icono musical llegó a convertirse en una importante agente de contraespionaje desde el inicio de la guerra. Cuando París fue tomada por los nazis ésta escondió en su casa a ciertos miembros de la resistencia, y contactó con miembros de la Francia libre viajando a Lisboa con la excusa de ofrecer conciertos. Famosa por guardar los mensajes escritos con tinta invisible en las partituras de sus canciones, al final de la guerra la hicieron merecedora de la medalla de la Resistencia, y más tarde de la Legión de Honor.
Nathalie Sergueiew (1912-1950), por su parte, fue una rusa cuya familia había emigrado a Francia siendo aún ella pequeña. Cuando estalló el conflicto, y Francia fue ocupada decidió que su objetivo era llegar a Londres para colaborar con los británicos y así ayudar a Francia. De tal manera que contactó a través de un amigo con Félix Dassel, reclutador de la Abwehr y empezó a trabajar con ellos con el propósito de ser enviada a Londres. Se la entrenó en técnicas de espionaje, escritura con lápiz especial, codificación de mensajes, alfabeto morse, e identificación de uniformes y rangos militares de los Aliados. No obstante, fue enviada a Madrid, y allí oreció sus servicios en la Embajada de los Estados Unidos, logrando llegar a Londres, donde se convertiría en agente doble trabajando para el servicio de inteligencia británico con el alias de «Tesoro´´. De entre sus misiones destaca mencionar que fue la encargada de ejecutar la operación Fortitude, un plan de engaño que consistía en hacer creer a los alemanes que el desembarco aliado en Europa tendría lugar en la parte más estrecha del canal en Calais y no en Normandía.
La última agente de la que hablaremos fue Nancy Wake (1912-2011), también apodada «ratón blanco´´. De origen neozelandés, emigró muy joven a Francia, donde residía al inicio de la guerra. Fue miembro de la Resistencia Francesa por la que puso en riesgo su vida en innumerables ocasiones llegando a encabezar l alista de los más buscados por la Gestapo. Trabajó con los Maquis saboteando las instalaciones alemanas en la Francia ocupada. En febrero de 1944, junto con el Mayor John Farmer (miembro del SOE, sección francesa de operaciones especiales) fueron lanzados en paracaídas en la región de Auvergne(centro de Francia) con órdenes de localizar y organizar bandas de Maquis, estableciendo depósitos de armas con los materiales que les lanzarían en el paracaídas e instalando un transmisor para las comunicaciones con Inglaterra. Sin embargo su principal misión fue preparar el terreno para el día de la invasión aliada en Francia, así sus principales blancos fueron instalaciones alemanas, convoyes y tropas.
Fue capturada en una ocasión, intentando cruzar los Pirineos para llegar a España, por las milicias francesas de Vichy e interrogada durante cuatro días seguidos, pero tuvieron que soltarla sin lograr que hablara. Incluso está registrado que en una ocasión ésta tuvo que viajar 500 km en bicicleta para sustituir unos códigos de radio que habían sido destruidos por un operador, para evitar que cayesen en manos de la Gestapo. Códigos fundamentales para poder contactar con Gran Bretaña. Estuvo 71 horas viajando sin parar a través de campos y montañas para cumplir con la misión.
Como ya he dicho pocas son las mujeres de las que he hablado para la cantidad de ellas que participaron activamente del conflicto arriesgando su vida, independientemente del país al que sirvieran, muchas veces ni siquiera el mismo en el que habían nacido, pero siendo todas ellas, sin lugar a dudas, un gran ejemplo de coraje y participación.