Entre el año 390 y el 387 a.C, los Galos pulverizaron a los ejércitos romanos en el río Alia y avanzaron ferozmente hacia el corazón de la floreciente república. Quien le iba a decir al líder que les acaudillaba, Breno, que unos siglos después serían ellos los que se enfrentarían a las legiones romanas en sus propios territorios. ¡Ay de los vencidos!

Roma y su ejército

Evidentemente, la Roma que se encontró Vercingétorix no tenía absolutamente nada que ver con el aparato militar que presentaban la República contra la que bregó Breno. En ello tiene mucho que ver el cónsul Mario a finales del siglo II a.C. Mediante su reforma del ejército, las tropas tenían un mejor entrenamiento y una mayor homogeneidad ya que se rompía con las especializaciones anteriores de hastati, prínceps y triarii. Las legiones se organizaban en diez (X) cohortes de seis centurias -100 hombres-, siendo la primera la formada por soldados con más experiencia y la última la conformada por hombres de reciente ingreso.

No se puede olvidar que llegado este momento el ejército se convierte en permanente, ya no son levas reclutadas en un momento de necesidad. Así Roma se convertía en una potencia militar con un ejército con gran movilidad y profesionalidad.

Además, las tropas cargarían con sus armas y provisiones, aligerando así la velocidad de desplazamiento al no tener que contar con un importante tren de suministros detrás. También tenía una doble función ya que convertía a los soldados en auténticos atletas capaces de llevar a cabo enormes desplazamientos con todos sus pertrechos a cuestas. Si a esto le sumamos el duro entrenamiento y la férrea disciplina a la que eran sometidos, podemos darnos cuenta de que un legionario era un enemigo muy a tener en cuenta.

A la hora de la verdad, los números no eran tan estrictos como nos gustaría pensar. Tal vez uno de los mayores defectos, o virtudes, del ser humano es que tendemos a clasificar todo y a establecer cada cosa como una línea fija e inmutable. Sin embargo la realidad no siempre es así, y este es el caso pues las legiones se adaptaban a las necesidades de la ciudad itálica.

Detrás llevaban prácticamente otra legión, pero en este caso es una legión de seguidores ya que seguían sus pasos gran cantidad de comerciantes, prostitutas y miembros de otras profesiones que veían un auténtico filón en los ejércitos que se convertían en ciudades ambulantes.

No podemos olvidar a los cuerpos de auxiliares, militares de otras ciudades itálicas, africanas, hispanas, griegas o incluso galas que suplían las carencias de la infantería pesada romana con sus propios estilos de combate. Mario prometió la ciudadanía romana para todo aquel que completase el servicio militar siempre y cuando hubiera nacido en la península Itálica.  Pero esta historia no trata de Cayo Mario, sino de su sobrino Cayo Julio César, un patricio de baja estofa romano que nació en el año 100 a.C.

Tras la muerte de Mario, Sila establece un régimen de purgas en las que César se ve comprometido por su ideología y parentesco con el difunto. Aún así este tendría un ascenso social, político y militar que le llevaría a escena con la culminación de un triunvirato con Pompeyo y Craso en la que se convertiría en cónsul. Acabado su mandato se convertiría en procónsul cum imperio en la Galia Cisalpina y Transalpina, esto quiere decir que podía dirigir ejércitos en este escenario de operaciones.

¿Por qué llevar a cabo una expedición en el territorio? Pues bien, en la época el saqueo era algo considerado normal. Julio César no era precisamente de una familia acaudalada, todo lo contrario, era patricio pero su economía era maltrecha y venida a menos. Esta operación le permitiría saldar sus deudas y aumentar su prestigio político, militar y económico que serviría para equipararle a sus otros compañeros del triunvirato que eran muy célebres.

Otro personaje indispensable en esta aventura militar es Tito Labieno, el segundo al mando en el ejército de César. La influencia de Pompeyo en su persona era muy grande, de hecho llegó a ser Tribuno de la Plebe gracias a él. En la Galia era el legado, teniendo el poder supremo cuando César no estaba presente, veremos como en la Campaña de Bélgica triunfa con un despliegue táctico más que notable.

También nos encontramos con Marco Antonio, un personaje incuestionable de la Historia Clásica que luego se enfrentaría a Octavio por el control de la ciudad. En De Bello Gallico, César tiende a menospreciarlo, como a casi todos los que no son él mismo.

El ejército romano estaba compuesto en esta campaña por entre 20.000 y 30.000 legionarios de la VII, VIII, IX y X, todas veteranas. También había  reclutado la XI y la XII en su paso por Italia. Un ejército romano de esta época se componía de infantería pesada – los legionarios anteriormente mencionados- flanqueada por alas de caballería legionaria y gala. El ejército romano también contaba con tropas ligeras como honderos o arqueros que servían para hostigar al enemigo. También existía artillería, como el temible escorpión romano.

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Triplex acies

Con la reforma de Mario, como hemos visto, se hizo uniforme la panoplia de los romanos. El casco era el conocido como boggenum -de origen céltico-, una evolución del casco de montefortino que empezaba a desarrollar una protección para la nuca pero que aún no llevaba orejeras como el famoso casco imperial, viendo que las armas galas eran muy peligrosas el casco empieza a evolucionar a uno con mayor protección tanto en la nuca como en los laterales de la cara. Para proteger su pecho llevan uncasco_hagenau1_1_ADa cota de malla que recibía la terminología de lorica hamata, unas hombreras y un cinturón se encargaban de repartir el peso. El escudo era generalmente ovalado y curvo -en tiempo de César- y servía para defenderse de los ataques cuerpo a cuerpo y a distancia protegiendo también los laterales, el de la caballería no era curvo. Por su parte, la panoplia ofensiva estaba formada por el famoso «pillum» una especie de jabalina con una impresionante capacidad de perforación y una espada corta conocida como gladius.

Tácticamente utilizaban la triplex acies. Su infantería se desplegaba con una triple línea que reforzaba el fondo de la formación impidiendo su ruptura. Así un golpe al centro no era capaz de destruir la formación y el embolsamiento.

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Legionarios romanos en formación de «testudo»

¿Cómo eran las Galias?

Las tribus galas pertenecen en su mayoría a lo que se ha denominado como cultura celta (cultura de La Téne) y ésta se caracteriza por ser prácticamente ágrafa. Esto quiere decir que no se desarrolló la escritura por distintas razones, no podemos olvidar que el desarrollo de ésta surge siempre como una necesidad, si la sociedad no requería de su uso porque se atenía a otros mecanismos es evidente que no se llevara a cabo. Es destacable que la escritura surgiera generalmente en civilizaciones con unos niveles de burocratización estatal y social más que notables.

Los únicos casos en los que se prodiga la escritura entre los celtas es entre la clase social de los druidas que la utilizaban para preservar sus ritos y mostrar su poder. Sea como fuere, la fortísima tradición oral hizo que se preservaran algunas de sus leyendas y héroes que se pondrían recopilarían por escrito de mano de los monjes altomedievales.

Eran guerreros que luchaban como mercenarios en distintos conflictos del mediterráneo y destacaban valientemente. Durante las guerras púnicas formaron parte de los ejércitos de ambos bandos llegando a desarrollar distintas técnicas como la de falange. No eran bárbaros irracionales que cargaban vehementemente sin ningún tipo de táctica, conocían la guerra más moderna de la época y la adaptaban a su estilo de combate. Los gálatas, una rama de los galos que había migrado a Asia Menor también habían luchado contra los helenos y por lo tanto llegaron a adaptar su sistema de combate.

Y es que los galos no eran un pueblo aislado que no había tenido contacto con ninguna otra civlización, nada más lejos de la realidad. Sobre todo la costa tenía un fuerte estrato helénico debido a que éstos habían fundado algunas colonias en ella, destaca entre todas Marsella, conocida en la antigüedad como Massilia en la que las élites griegas y romanas convivían con los galos que fueron adaptando también el modo de vida de las sociedades clásicas.

Lo que conocemos como Galia y a sus pobladores, galos -galli según la denominación romana-, responde a un conglomerado muy heterogéneo en lo político, ya que había decenas de tribus, clanes y familias, generalmente enfrentadas entre sí. La Galia se dividía en distintas unidades territoriales que abarcan los actuales estados de Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Francia, Italia, Austria o Alemania.

Durante el periodo de Julio César ya se dominaba lo que se conoce como Galia Narbonense y la Galia Cisalpina estaba relativamente romanizada, aunque tan solo unas pocas ciudades tenían derechos y el latín estaba relegado a un segundo plano. Lo que le interesaba dominar al estadista romano era la Galia Transalpina, es decir, más allá de los Alpes.

En «de bello gallico» César la dividía en tres partes, los belgas, los aquitanos y los celtas. Los belgas estaban más allá del Sena y los consideraba los más poderosos por ser aquellos a los que las influencias comerciales habían mantenido en un estado más primitivo y rudo. Además, compartían frontera y comercio con los germanos que estaban considerados como los bárbaros más bestiales y fuertes de Europa. Los belgas no eran conocedores de aquellos «vicios» que aligeraban la personalidad, por eso los considera tan poderosos.

Los aquitanos por su parte se encontraban en el sur aislados por el Garona haciendo linde con los pirineos y la península ibérica.

César menciona que los galos centrales se autodenominaban celtas, pero no está muy claro que esto fuera así ya que se considera como un término de origen griego. Estas tres divisiones se hacían en base a la lengua, las costumbres, las leyes y las propias fronteras naturales que les separaban.

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Una vez dividida la Galia podemos encontrar una serie de tribus galas que se ubican en lo que César define como países.

En la Galia céltica una de las tribus más importantes era la de los Hheduos (Haedui). Eran de origen celta y su castro principal era Bibracte. 300px-Éduens.svgElegían a sus jefes mediante un sistema electivo y recibían el nombre de vergóbretos. En el 57 a.C, Roma recibiría una petición de ayuda de su parte para enfrentarse a uno de sus enemigos tradicionales, los Helvecios. Desde entonces se convertirían en uno de los países aliados del general romano hasta su traición en el 52 a.C. cuando decidieron unirse a las filas del caudillo arverno Vercingétorix.

Los helvecios (helvetii) a los que ya hemos mencionado  por su parte fueron los primeros enemigos a los que se tuvo que enfrentar César ya que serían la causa de la entrada de las legiones romanas en la Galia. No está muy claro si eran una única tribu o una confederación, lo cierto es que se extendían desde el Rin hasta los Alpes siendo uno de los grupos más poderosos y poblados.

Pero no eran los únicos enemigos de los heduos, ya que sus principales antagonistas eran los sécuanos, que se encontraban geográficamente encajados entre los pueblos anteriormente citados. Conocían la moneda y tenían un comercio floreciente.

Uno de los países cruciales a la hora de hablar de este entramado de tribus es el de los arvernos, cuya rebelión culminará con la pacificación total de las Galias en la Batalla de Alesia. Celebre es su jefe: Vercingétorix. Su ciudad más importante era Gergovia.

El número de pueblos que formaban parte de las Galias llega hasta algo más de los sesenta. Semejante cifra daría para su propio artículo así que nos dejamos en el tintero al país de los boyos, el de los albigenses, o el de los cadurcos, namnetes o pictones.

En cuanto a su forma de combatir, era mucho más avanzada de lo que el cine pueda hacer parecer. La sofisticación céltica es tal que prácticamente toda la panoplia romana tiene este origen. Los romanos eran unos perfectos imitadores, cuando veían que algo funcionaba lo incorporaban a su ejército y lo utilizaban contra el enemigo. El equipo de la nobleza gala no era muy distinta a la del soldado romano, tenían lanzas arrojadizas, poderosas y muy largas espadas y cota de malla para protegerse. El escudo era ovalado sin curva, lo que no le permitía una protección por los laterales.

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Guerreros galos con el armamento típico. Se puede observar un casco con ave conocido como casco ciumesti.

 

Comienza la guerra: los helvecios

Es en este marco cuando los Helvecios empiezan a presionar en las fronteras intentando llegar a la provincia romana presionados asimismo por los suevos, una tribu germánica. El ambicioso César ve la ocasión perfecta para convertirse en el más poderoso de los triunviros y comienza su campaña en el 58 a.C. Elabora entonces un casus belli fundamental para explicar su guerra: los heduos piden ayuda al ser invadidos por el pueblo alpino.

Orgétorix, el caudillo de los helvecios llevó a cabo una migración para expandir sus territorios ya que se sentían presionados en todas sus fronteras. El propio César indica en «De bello gallico» que sus territorios están muy limitados por el Rin como frontera natural con los germánicos y con los Alpes más al sur. Durante tres largos años, a partir del 61 a.C. la tribu gala se prepararía para llevar a cabo la guerra buscando alianza con el resto de tribus y trazando planes de batalla. Su jefe murió juzgado y exiliado por su propia tribu, pero aún así los planes de guerra continuaron. El 58 a.C. abandonaron sus aldeas (incendiadas para evitar la retirada según César) y se unieron a otras tribus como los boyos. Allí fueron en dirección al lago Lemán, actual Ginebra donde los alóbroges, sometidos a la influencia romana defendían el territorio de cualquier enemigo de la República.

Cuando César tuvo noticia de estos hechos partió de Roma hacia el lugar y reclutó por el camino a cerca de 8000 soldados auxiliares, después reclutó a dos legiones que ya hemos mencionado, la XI y la XII. Mientras la diplomacia seguía su curso, la legión establecida en la Galia Transalpina comenzaba a fortificar la zona por miedo a un ataque inesperado. César se negó a que los helvecios cruzaran las fronteras advirtiendo de que si eso sucedía se declararía la guerra.

Como respuesta a ello, los helvecios atravesaron el territorio de los sécuanos y saquearon las tierras de los heduos. Cuando tres cuartas partes de los helvecios habían conseguido vadear el río y solo quedaban al otro lado los tigurinos, César atacó y prácticamente aniquiló a clan. Después construyeron un puente sobre el río y se dedicaron enteramente a perseguir a los helvecios hasta que pasados quince días se quedaron sin provisiones. Llegado a este punto y por miedo a pasar dificultades con enfermedades y hambrunas, deciden ir a Bibracte, una de las fortalezas más importantes de los heduos, los aliados de Roma. Es aquí donde todo cambia y los helvecios empiezan a perseguir a los romanos, la retaguardia se ve hostigada constantemente por los ataques de emboscadores galos. En una colina cerca de allí se libraría una de las sanguinarias batallas de esta campaña.

Allí se enfrentaron entre 22.000 y 40.000 galos contra alrededor de 28.000 romanos y auxiliares. Una pequeña colina sería el lugar sobre el que disponer las tropas, colocándolas César en lo alto de ésta. Esta es una buena manera de desplegar las tropas puesto que el enemigo tendría mayores dificultades -haría mella el cansancio- para cargar mientras que los romanos lo tendrían mucho más fácil al correr cuesta abajo y además tenían mejor visibilidad. Las legiones, como hemos comentado anteriormente, formarían una triplex acies.

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Desarrollo de la batalla de Bibracte: en rojo los romanos, en verde los galos.

En la vanguardia estarían las legiones más expertas – VII, VIII IX y X – en triplex acies delante de los galos. Sus enemigos dispondrían a sus regimientos al pie de la colina en lo que Julio César menciona que es una «falange«, es decir, el mismo estilo de combate de los griegos o los púnicos. Otras fuentes dicen que no fue así, pero al fin y al cabo el relato que conservamos en primera persona es el del general romano.

El comandante romano lanzaría a sus equites – caballería – contra los galos que conseguirían rechazarlos. Luego intentó utilizar la táctica del yunque y el martillo, las legiones estiraron sus líneas para rodear a los helvecios mientras que la caballería les envolvía. Por el flanco izquierdo los boyos y turingos aliados con los helvecios forman otro frente, de pronto es como si César se enfrentase a dos ejércitos a la vez. La infantería romana soporta un primer ataque de los galos y luego les hace retroceder pero la intervención de este otro ejército les permite mantener la línea.

Pero las legiones romanas, determinantes y más disciplinadas, hicieron que los helvecios rompiesen finalmente las líneas mientras los boyos y turingos les cubrían la retirada y atacaban el flanco derecho romano. Viendo esta intervención los helvecios volvieron a la carga para demostrar su valentía, las legiones responden presentando dos frentes, la tercera línea contenía a los que venían de refresco y las otras dos se encargaban de repeler el ataque frontal.

Con la caída de la noche los helvecios todavía no se habían rendido. Colocaron sus carretas de suministros haciendo un pequeño campamento defensivo y desde ahí se defendían con armas a distancia. En semejante situación, el pueblo del Tíber ya podía cantar victoria. Pero César había venido para quedarse.

Todo se complica: llegan los suevos

Sometidos los helvecios, los boyos se plegarían ante Roma y se convertirían en sus aliados de los que tomarían varios rehenes para asegurar su lealtad al igual que con los heduos. El objetivo de César era triple, las alianzas no se pagaban con hombres y acceso militar, sino que también se aseguraban de un abastecimiento de sus ejércitos. De hecho una de las claves de la victoria de este insigne romano fue el asegurarse una ruta de provisiones más o menos segura. Según se internaba en las Galias, la distancia a recorrer desde la provincia romana de Narbonense hacía que el sistema sufriese irregularidades (salteo, demora en el tiempo…), así que mediante pactos con los galos se aseguraba que no le faltarían provisiones.

Eliminada una pieza del tablero apareció la siguiente por su propia iniciativa: los suevos de Ariovisto. Éste invadirá las Galias cruzando el Rin en un principio para ayudar a los arvernos en su conflicto contra los heduos, sin embargo, después se volverán en su contra e invadirán el territorio. César intentará dialogar con él, pero éste se negará en rotundo argumentando una falta de confianza total en los romanos. Tras algunos enfrentamientos entre las conversaciones, las relaciones se rompieron y se prepararon para la guerra definitivamente.

No podemos olvidar que las poblaciones suevas no eran celtas sino germánicas, muy temidas por los romanos ya que les consideraban salvajes sin cultura alguna. Eso sí, aplaudían su valor y posteriormente se incorporarían regimientos de élite como tropas auxiliares.

César terminará este problema en una sola batalla aprovechando la superstición de los germánicos que no podían luchar en luna llena. La batalla de Vosgos fue una batalla rápida en inferioridad numérica en la que al revés que en Bibracte luchó desde abajo. Formó sus legiones en triplex acies alejando del frente solo a la VII y VIII que estaban muy débiles. Atacó como un relámpago aprovechando esta superstición ya que no les esperaban. Los 30.000 soldados de César se veían superados por el doble de tropas germánicas. Ariovisto intentó evitar la superioridad en el ataque a distancia acercándose rápidamente a ellos.

La infantería bárbara intentó atacar el centro violentamente en una espiral de agresividad que sesgó muchas vidas. Sin embargo, los legados de César con su experiencia fueron capaces de mantener a las tropas altas de moral para seguir combatiendo eficientemente. Hicieron retroceder a los germanos hasta sus carromatos, aprisionándolos contra ellos, al no poder huir la matanza fue terrible.

Ariovisto sobrevivió malherido y huyó convencido de que enfrentarse a Roma era un error así que los suevos no volvieron a cruzar el Rin.

Expulsados los suevos, aparecen los belgas

César se desplazó al territorio de los belgas que resistían el avance romano con un sistema de guerra de hostigamiento y «guerrillas». Una de las particularidades de esta guerra es que se pueden hacer paralelismos con la Edad Moderna pues el rumbo bélico se decidía con largos asedios más que con batallas campales. Las emboscadas durante el forrajeo hará que los romanos empiecen a verse desabastecidos.

Los belgas se dan cuenta de que luchar en batallas campales contra César no servía de nada, era fútil. Las legiones deben ser hostigadas, no atacadas en grandes batallas. Hay que atacar un punto y huir rápidamente, pues la reacción romana no se hace esperar y es contundente.

Aun así, hubo batallas clásicas a partir del 57 a.C. cuando los pueblos galos empezaron a formar confederaciones para vencer a su enemigo común, en esta agrupación de tribus las fuentes clásicas cuentan cerca de 300.00 guerreros, estaban formados por suesones, nervios o atrebates entre otros. Eran liderados por los belóvacos que empezaron a asediar la funestamente conocida Bibracte. Visto el número de tropas, César tampoco era favorable a las batallas directas, sino a contrarrestar la guerra de guerrillas.

El ejército belga era enorme, y contra semejante enemigo empezaron a revelarse muy útiles las maquinas de asedio como los escorpiones, que empezaron a utilizarse contra la infantería.

Una batalla importante es la del río Áxona, en un territorio muy complicado ya que había una marisma pantanosa y al otro lado estaba el río al que franqueaba un puente por el que mandó a la caballería e infantería ligera que permitía una mayor maniobrabilidad que las tropas pesadas de legionarios. Mientras, los belgas intentaban tomar el campamento romano pero no eran capaces. Con más de 10.000 muertos se tuvieron que retirar a sus territorios incapaces de vencerles y siendo hostigados por las tropas ligeras romanas. En esta batalla tuvo una importancia destacada la caballería númida que tanto éxito dio a Aníbal y a Escipión.

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Batalla del río Sambre

Otra batalla sería la del río Sambre donde los romanos fueron atacados por sorpresa mientras montaban su campamento. Al ver semejante ataque la caballería gala al servicio de César salió huyendo y solo se encontraban listas para combatir las legiones VII, VIII, IX, X, XI y XII, mientras que las otras dos todavía no habían llegado al lugar. La VII y XII sufrieron muchísimas bajas al ser atacadas masivamente por los nervios – una de las tribus – que les superaban en numero. Las tropas formaron un cuadrado defensivo luchando prácticamente espalda con espalda al borde de la aniquilación. El centro se defendía mucho mejor e hizo retroceder a los atrebates para tomar posteriormente el campamento belga. Una vez destruido el campamento volvieron sobre sus pasos y destrozaron la retaguardia de los nervios forzándoles a huir. En el flanco izquierdo hicieron huir a los virmanduos sin mayor complicación.

Algunas fuentes cuentan que Julio César lucho en esta batalla directamente espada en mano. Sin embargo, parte de la victoria se debe a Tito Labieno que destrozando a los nervios por la espalda salvaría al  flanco derecho de su aniquilación.

Tras esta batalla y algunas refriegas posteriores, los belgas fueron dominados por Julio César acabando posiblemente con su mayor enemigo hasta la llegada de Vercingétorix.

Al otro lado del mar

Con la llegada del 56 a.C., César se enfrentaría con lo que es actualmente Bretaña. Allí una confederación plantó cara a los romanos en una campaña bastante moderna pues se combinaron operaciones por mar y por tierra. Se construirían galeras y se echarían a la mar enfrentándose y venciendo a los galos en la batalla del Golfo de Morbihan. Durante esta época, César era denunciado en Roma como un general que solo buscaba la riqueza personal y que poco le importaba lo que pasase en su ciudad. Con cada victoria, ganaba nuevos enemigos en su propio hogar.

Posteriormente otras tribus germanas volvieron a cruzar el Rin con lo que todo se dificultaba de nuevo. La caballería germana, la más aguerrida de la vieja Europa atacaba de manera rápida y contundente llegando a matar a más de 6000 romanos – cifra muy discutida-. Cuando la caballería se marchó del campamento César imitó la táctica de los germanos y capturó o mató a prácticamente toda la tribu. Con semejante victoria, los germanos tuvieron que volver a cruzar el Rin de nuevo. Pero César, cansado de las intromisiones germánicas cruzó en el 55 a.C. el caudaloso río y llevó a cabo una operación de castigo en la que fue arrasando todo el territorio.

Ya sin enemigos, César fijó otro objetivo en el horizonte, una incursión a Britania. Embarcó dos legiones y cruzó el canal de la Mancha, algo en lo que estuvo a punto de perder la propia vida cuando el mal tiempo hizo zozobrar a las naves. Habiendo desembarcado venció a los britanos en dos batallas y se enfrentó a los temibles carros de guerra de la ínsula. Terminada su expedición volvió a cruzar el canal y se llevó consigo rehenes para que no diesen problemas.

Vercingétorix, enemigo de Roma

Aquí entra en juego uno de los personajes más importantes, Vercingétorix, un caudillo arverno que empezó a buscar aliados y se declaró oficialmente en estado de rebelión. Se llevaron a cabo tres batallas cruciales, Avaricum, Gergovia y Alesia todas en el año 52 a.C.

Vercingétorix tendría cerca de 30 años, algo que sorprendió mucho a César ya que tener semejante poder y capacidad de gestión a esa edad era algo a tener muy en cuenta. No oculta su admiración, ya que fue el único enemigo que estuvo a su altura.

César, que se encontraba en Roma, cruzó los Alpes y en Narbona reunió a sus legiones para enfrentarse al galo que se encontraba sitiando Velonoduno, después llevaría a cabo dos asedios más de los que se tuvo que retirar en Cénabo y Novioduno. El joven general sabía que su forma de luchar tenía que consistir en dejar sin provisiones a los romanos, ya que enfrentarse en campo abierto a ellos era la vía más fácil para ser derrotado, esto le dio una ligera ventaja inicial ya que sus éxitos fueron tales que los legionarios estaban famélicos.

El primer enfrentamiento de gran magnitud sería en Avárico. Con el objetivo de hacer pasar hambre también a los galos, César sitió este importante punto de distribución de grano. Vercingétorix, sabiendo que el asedio sería largo decidió llevar a cabo la táctica de tierra quemada y atacar las partidas de forrajeo pero siempre evitando cualquier confrontación. Incluso incendiaron sus propias ciudades salvo Avárico, ya que los bituriges se arrodillaron ante Vercingétorix suplicándole que no destruyese la ciudad. Tal era el hambre que pasaban que César dijo que levantaría el sitio y se rendirían, pero sus legionarios se negaron a poner fin el asedio ya que consideraban algo ominoso no vengar a sus camaradas muertos en combate.

La ciudad estaba habitada por los bituriges con 12.000 guerreros y unos 30.000-40.000 civiles. La ciudad estaba perfectamente defendida, era prácticamente inexpugnable por sus defensas naturales. Las tropas no podían forrajear con libertad porque como hemos dicho se había usado la tierra quemada y estaban muy vigilados.

Debido a la altura del asentamiento era imposible tomar la ciudad por asalto. Por lo tanto, decidió construir una terraza artificial -una especie de terraplén que igualaba la altura y lo hacía más accesible – rodeada por dos muros y dos torres móviles sobre raíles. Creaba así una muralla móvil que podía ir acercando según se cerraba el cerco.

Después irá moviendo a sus tropas hacia las torres y hacia el muro para lanzar un ataque masivo en el que los romanos conquistan las murallas haciendo que la gente huya hacia el centro de la ciudad. Los legionarios tenían prohíbido bajar del muro así que se quedaron mirándoles desde las murallas, lo que aterrorizó a los galos que salieron huyendo por los accesos de la ciudad creando una avalancha humana donde fueron asesinados de manera masiva. El odio que los soldados romanos tenían hacia las tropas que les habían matado de hambre hizo que se ensañasen con los supervivientes, se cifra en 800 las personas que pudieron salvar la vida de la matanza.

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Tras este triunfo, César partió hacia Gergovia, la capital de los arvernos, cabecillas de la rebelión. Sería la primera derrota de los romanos, donde morirían cerca de 1000 (César lo cifra en 700). Los romanos enfervorecidos se lanzaron a la toma de las murallas donde fueron rechazados por los galos que estaban muy bien protegidos por las defensas naturales y humanas.

Viendo que la toma de la ciudad sería muy costosa, César se retiró con sus tropas en lo que sería una victoria moral para el ejército galo, además consigue nuevos aliados, los heduos y los boyos que traicionaron a Roma. Así se convertía en el único líder galo en aglutinar a todos los «países» bajo su mando. Visto el número de bajas no es una derrota decisiva ni mucho menos, pero si es cierto que se ha tendido a magnificar en ocasiones con motivos nacionalistas que poco tienen que ver con la Historia Antigua.

Entonces llegamos a la fortaleza de Alesia, la batalla más importante de esta campaña. Vercingetórix pese a llevar la iniciativa decide retirarse a este fuerte ya que pensaba que César le estaba llevando a su terreno para vencerle. Mientras los romanos atacaban Alesia, el resto de tribus galas acudirían a su ayuda atacando por la espalda y aniquilando al ejército romano. Sin embargo, lo que ocurrió es que César en vez de asaltar la fortaleza, creó un anillo amurallado con fosos y trampas alrededor de la ciudad para evitar que saliesen. El ejército romano de Escipión

Así contenían a los sitiados y a quienes intentasen romper el cerco. Vercingétorix, desesperado intentó romperlo y acabar con las torres de vigilancia pero era incapaz, hasta una noche en la que una partida de jinetes pudo eludir a las tropas romanas y salir al galope hacia el resto de los rebeldes que se pondrían sobre aviso y atacarían al invasor.

El primer anillo tenía un perímetro de 18 km y el segundo de 21.

Sabiendo esto, César colocó un segundo anillo defensivo, este al exterior. Sus tropas estaban rodeadas de empalizadas y trampas tanto para el enemigo sitiado como para el ejército de refuerzo.  Según el sitio se prolongaba, las condiciones de hambruna en el interior eran enormes, así que los caudillos galos le dieron un ultimatum a Vercingétorix: para no rendir el asentamiento deberían entregar a los civiles a los romanos o matar a los 10.000 caballos que tenían para comérselos. Optó por entregar a los civiles con la intención de utilizar a los equinos. Expulsados los civiles, César se desentiende de ellos e intentan entrar de nuevo en Alesia, pero el caudillo galo decide no abrir las puertas y dejarlos fuera.

Hacia finales de septiembre del 52 a.C., se intenta llevar a cabo un ataque que es rechazado. En octubre se vuelve a intentar la misma táctica para romper el cerco, atacando desde fuera y desde dentro haciendo retroceder a los soldados romanos.  César cuenta en su obra que tomó una medida desesperada de coger trece cohortes de caballería para atacar al ejército que estaba fuera, sorprendiendo tanto a los galos que huyeron al tener la infantería unos esfuerzos redoblados al ver a su general luchar en persona. Ganada moralmente la batalla, los galos empiezan a retirarse en desbandada donde fueron perseguidos y asesinados miles de galos.

En total, cerca de 60.000 romanos vencieron a entre 100.000 y 300.000 galos. El ejército bárbaro había sido aniquilado y la Galia había sido prácticamente pacificada en su totalidad salvo algunos conatos.

Vercingétorix entregaría sus armas días después, para posteriormente pasar el resto de sus días encerrado en una prisión hasta que Julio César celebrase su triunfo en Roma. Después, fue asesinado en prisión, aunque otras versiones dicen que lo ajustició el propio Julio César el mismo día de su triunfo.

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César se convertía así en el hombre más poderoso de su época. Había doblegado a los galos, aplastado a los germanos en dos ocasiones y cruzado el mar hacia las exóticas costas de Britania donde su ejército había vencido pese a las adversidades. Su fama empezaba a rivalizar peligrosamente con la de su antiguo amigo, Pompeyo el Grande, el camino se iba preparando para la Guerra Civil.

La palabra «genocidio» ha sido utilizada en multitud de ocasiones para referirse a la matanza que llevó César a cabo. En sus propias memorias cuenta como masacraba a cientos de miles de galos. Aunque estas cifras sean una exageración, no dejan de tener una verdad de fondo, las masacres sistemáticas que el general romano llevó a cabo no tuvieron parangón en su época. Sea como fuere, no podemos juzgar el pasado con la moral del presente, así que simplemente exponemos los hechos tal y como pudieron ocurrir en base a las fuentes.

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