Un día como hoy en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, daba comienzo una de las batallas más importantes de la historia, la Batalla de Stalingrado. Descrita por muchos historiadores como el punto de inflexión del conflicto, marcó sin duda un antes y un después en el transcurso de la guerra y el principio del fin para la Alemania Nazi, pues la Wehrmacht nunca recuperaría su fuerza anterior ni obtendría más victorias estratégicas en el Frente Oriental.

Antecedentes de la batalla

Para mediados de 1942, la invasión alemana de la Unión Soviética ya había costado a Rusia más de seis millones de soldados -la mitad de estos muertos en combate y la otra mitad capturados por las fuerzas alemanas- y una gran extensión de territorio e importantes recursos. Con la llegada del invierno y la férrea resistencia rusa, el Ejército Rojo logró parar la ofensiva alemana hacía Moscú y consiguió empujar las líneas alemanas fuera de la capital soviética. Pero en verano de 1942, cuando la Unión Soviética todavía estaba debilitada por sus enormes pérdidas, el Ejército Alemán estaba dispuesto a demostrar de nuevo su formidable fuerza de combate.

Con la derrota de Moscú aun presente y sin prestar mucha atención a sus generales que querían continuar con la ofensiva en la capital, Hitler centró su mirada en los pozos petrolíferos del Cáucaso. Los consideraba vitales para el abastecimiento del ejército alemán,  que llevaba esa carencia desde el principio de la guerra, y decisivos para conseguir aplastar a la Unión Soviética.

Poco después, Hitler detalló sus planes para la ofensiva de verano de 1942, también llamada Operación Azul. Esta consistía en concentrar todas las fuerzas disponibles en el flanco sur, destruir las líneas defensivas soviéticas y posteriormente avanzar en dos direcciones simultáneamente; Hacía el sureste, a través de la montañosa región del Cáucaso, para capturar los ricos yacientes petrolíferos del Mar Caspio, y paralelamente hacía el este, a Stalingrado, un importante centro industrial y de transporte en la orilla oeste del rio Volga, el principal canal de agua de la Rusia interior, que se extiende desde el Norte de Moscú hasta el Mar caspio en el sur.

La ofensiva alemana en el sur de Rusia comenzó el 28 de julio de 1942, un año después de que comenzara la invasión de la Unión Soviética. Las fuerzas alemanas, seguidas por sus aliados italianos, rumanos y húngaros en los flancos, avanzaron rápidamente en una Blitzkrieg de armadura y gran poder aéreo. El frente ruso colapsó en poco tiempo y los alemanes avanzaron con rapidez hacía el rio Volga, la última línea de defensa natural del sur de Rusia.

La Batalla de Stalingrado, el principio del fin para la Alemania Nazi
Tanques y vehiculos alemanes durante la ofensiva de verano de 1942

El mismo día del inicio de la ofensiva alemana, en un intento desesperado de detener el colapso, Stalin emitió la orden #227 – ¡Ni un paso atrás! – donde se ordenaba a los soldados soviéticos luchar hasta la última gota de sangre y donde la mentalidad de retirada se vio completamente eliminada. “Los derrotistas que siembran el pánico y los cobardes deben ser liquidados en el acto”. Stalin, preocupado por las grandes pérdidas sufridas junto a frecuentes retiradas en masa y deserciones en combate, emitió la orden con el objetivo de establecer disciplina en el ejército soviético y subir la moral de los soldados apelando a la lucha por la patria hasta las últimas consecuencias.

A pesar de sus grandes esfuerzos, los ejércitos rusos 62º y 64º no pudieron detener el avance de las tropas alemanas hacía Stalingrado. La vacía y árida pradera  era perfecta para el ataque y jugó a favor de los alemanes, cuya moral se encontraba realmente alta. Un soldado alemán, William Hoffman, escribía esto en su diario: “El comandante de la compañía dice que los rusos están completamente destrozados y que ya no pueden aguantar más. Llegar al Volga y capturar Stalingrado no parece difícil. El Führer sabe dónde se encuentra el punto débil de los rusos. La victoria no parece estar lejos…”

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Tropas alemanas durante la ofensiva de verano de 1942

Antes que el IV Ejército de Paulus llegara a la gran curva del río Don, Stalin ya había creado un Frente de Stalingrado y había puesto la ciudad en pie de guerra. Con la mayoría de los hombres al frente, las mujeres e incluso las chicas jóvenes fueron obligadas a cavar zangas antitanque y levantar bermas para proteger los depósitos de petróleo situados a orillas del Volga.

Finalmente,  el 23 de agosto de 1942, miles de bombarderos de la IV Luftflotte, compuesta mayoritariamente por escuadrones de Heinkel 111, Junker 88 y Stukas, comenzaron a bombardear la ciudad. Mil toneladas de bombas convencionales e incendiarias convirtieron la ciudad en un verdadero infierno. A última hora de la tarde, la punta de lanza del 6º Ejército Alemán alcanzó el Volga en la zona norte de Stalingrado y capturó una tira ancha de 8 kilómetros a lo largo de la orilla del río al mismo tiempo que otras unidades alcanzaron las afueras de la ciudad. La Batalla de Stalingrado había empezado.

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Una bomba cayendo sobre Stalingrado, 1942

La feroz batalla urbana en Stalingrado

En los primeros días de la batalla, los alemanes, a pesar de la férrea resistencia soviética en la ciudad, pensaban que no tardarían mucho en tomar Stalingrado. Desde el otro lado, las cosas pintaban realmente mal. Cuando Stalin se enteró de que las fuerzas soviéticas habían sido obligadas a retroceder a las afueras de la ciudad con pocas esperanzas de resistir, gritó: “¿Acaso no se dan cuenta de que eso es una catástrofe no solo para Stalingrado? ¡Perderíamos también nuestra principal vía fluvial y nuestro petrolero!”.

Inicialmente había 40.000 soldados en Stalingrado, pero la mayoría de ellos eran  de reserva y mal equipados. La situación llegó a tal punto que se necesitó enviar población local a las líneas defensivas, mayoritariamente  jóvenes y estudiantes, con su respectiva poca preparación. En este desesperante contexto para el alto mando soviético, Stalin ordenó al General Chuikov que abandonara el frente de Moscú y que se fuera inmediatamente a Stalingrado para intentar salvar la ciudad.

Cuando se le acababa de presentar la situación y poco después de ser nombrado nuevo comandante del 62º Ejército, el comisario político Khrushchev le preguntó: “Camarada Chuikov, ¿Cómo interpretas la labor que se te ha encomendado?”

“Defenderemos la ciudad o moriremos en el intento”, contestó.

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Vasili Chuikov, figura clave en la victoria soviética

En aquel clima de caos y pánico, era casi con toda seguridad el mejor hombre para una tarea como aquella. Sabía que tenía que aguantar desgastando a los alemanes, “sin tener en cuenta” las bajas que se pudieran sufrir. “El tiempo es sangre”, afirmaría más tarde. A pesar de la voluntad de Chuikov, vio desde un primer momento como la moral soviética se venía abajo por momentos. Un comisario político anotó imprudentemente en su diario: “Nadie cree que Stalingrado vaya a aguantar. No vamos a vencer nunca”. Inexplicablemente, la lucha siguió.

Los defensores de Stalingrado fueron informados de que la policía secreta controlaba todos los puntos de cruce del Volga, y que todos los que cruzaran el río sin permiso serán fusilados en el acto. El eslogan propagandístico “¡Para los defensores de Stalingrado no hay tierra al otro lado del Volga!” relata perfectamente la situación de los soldados.

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Soldados soviéticos luchando en las ruinas de una fabrica, 1942

Refuerzos frescos, incluyendo unidades de élite, comenzaron a llegar y a cruzar el Volga bajo intenso fuego alemán. La mayoría fueron abatidos, pero permitieron que Chuikov siguiera aguantando a pesar de la tremenda presión alemana. La esperanza de vida media de un soldado de reserva en Stalingrado era tan baja como 24 horas. Unidades enteras fueron sacrificadas en la desesperada defensa de la ciudad. Una de las unidades que tal vez sacrificó más en la batalla de Stalingrado fue la 13a división, que fue enviada a través del Volga a la ciudad justo a tiempo para repeler un ataque alemán. El 30% de los 10.000 soldados de la decimotercera división murieron en las primeras 24 horas de su llegada y sólo 320 sobrevivieron a la batalla, una horrible tasa de mortalidad del 97%, pero se consiguió salvar la ciudad en el momento más crítico.

Sólo el envío de más refuerzos para reemplazar a los muertos no era suficiente. Con el fin de reducir las pérdidas, Chuikov decidió reducir la brecha entre las líneas rusas y alemanas, para que los bombarderos alemanes no pudieran lanzar sus bombas sobre posiciones soviéticas ante el riesgo a perder soldados suyos. Como resultado, la lucha en Stalingrado se redujo a una serie interminable de pequeñas batallas luchadas calle por calle, edificio por edificio, piso por piso y, a veces, habitación por habitación. “Una ametralladora es muy útil en la lucha casa por casa”, – anotó un soldado soviético – “Los alemanes a menudo nos tiraban granadas y nosotros por nuestra parte les tirábamos granadas a ellos. En varias ocasiones cogí una granada de los alemanes y se la devolví; las bombas estallaban incluso antes de caer al suelo. Mi sección recibió la orden de defender una casa, y de hecho estábamos todos en el tejado. Los alemanes llegaron a los bajos y al primer piso,  y abrimos fuego contra ellos”.

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Soldados soviéticos abriendo fuego con una ametralladora en las ruinas de Stalingrado, 1942

La lucha llego a tal punto que algunas posiciones clave en Stalingrado cambiaron de manos hasta quince veces durante la batalla, con el terrible derramamiento de sangre que comportó.

Los alemanes, desconcertados por haber perdido las ventajas de maniobra de la que gozaban, denominaron aquella nueva forma de combate como la Rattenkrieg o guerra de ratas.

Encontramos muchos ejemplos de la incansable resistencia soviética en Stalingrado. A finales de septiembre, un grupo de 30 soldados rusos fue ordenado retomar un pequeño apartamento de 4 plantas que los alemanes acababan de controlar. Este edificio tenía una gran posición estratégica, al estar cerca del Volga y al tener una buena visión de la ciudad. Dado a que los tenientes de la unidad se encontraban muertos o desaparecidos en combate, los hombres fueron dirigidos por un sargento de solo 24 años, Yakov Pavlov. Después de una dura lucha por el edificio y la pérdida de un gran número de hombres, finalmente consiguieron hacerse con su control. Cuando los alemanes se dieron cuenta de su perdida, lanzaron rápidamente un contrataque, pero el pequeño grupo ruso aguanto, reportes oficiales empezaron a llamarla “Casa Pavlov”. Se cavaron túneles conectando el edificio con otras posiciones, permitiendo llegar refuerzos a la zona. Se minaron los alrededores y se fortificaron las plantas. En uno de los pisos, unos soldados soviéticos encontraron un gramófono que había quedado atrás, pero con solo un disco intacto. Lo dejaron sonar día y noche durante los combates, penetrando psicológicamente en las mentes de los alemanes, incapaces de hacerse con un simple y maldito edificio.  Los soldados resistieron y defendieron el apartamento por más de dos meses. La batalla fue heroica y fue muy bien usada por la propaganda soviética. Meses después, Vasily Chuikov bromeo, afirmando que los alemanes perdieron más hombres tratando tomar un simple edificio en Stalingrado que tomando París. En comparación, la batalla de Francia duró 45 días y la batalla de Holanda sólo siete. La Casa Pavlov fue defendida durante casi 60 días.

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El edificio conocido como «Casa Pavlov», defendida heroicamente por soldados soviéticos durante más de 60 días

La moral de los alemanes, por su parte, sufrió considerablemente. “En Stalingrado todo aquel que todavía tiene cabeza y manos, tanto hombres como mujeres, sigue luchando”, escribía un soldado alemán. Otro reconocía, “Estos perros fanáticos [soviéticos] pelean como leones”.

Los alemanes experimentaron un nuevo tipo de guerra, una guerra por la cual no estaban preparados psicológicamente ni estratégicamente. Los Panzers, por ejemplo, tuvieron grandes dificultades en moverse y avanzar entre las runas, donde además muchos, al estar quietos y estancados entre edificios, eran destruidos con gran facilidad sin poder dar el apoyo necesario a la infantería.

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Soldados soviéticos luchando en Stalingrado, 1942

El bando soviético, en cambio, frecuentó los asaltos nocturnos llevados a cabo por patrullas de combate, al no poder emprender grandes ofensivas ante medio a perder más hombres. Consistían en grupos de soldados armados con ametralladoras, granadas, cuchillos e incluso palas afiladas, que atacaban a través de sótanos y alcantarillas.

La ciudad en ruinas se convirtió también en una zona perfecta para los francotiradores de ambos lados. El terreno resquebrajado de la ciudad y la proximidad de las primeras líneas eran ideales. Los tiradores podían esconderse casi en cualquier sitio. Algunos francotiradores rusos muy exitosos se convirtieron en héroes famosos. Uno de ellos fue Vasily Zaitsev, que abatió a 255 soldados alemanes durante la contienda, incluyendo 11 francotiradores enemigos. El mando soviético utilizó a tiradores como Vasily para inspirar a los soldados a través de propaganda, intentando levantar la moral de la tropa. Era casi imposible moverse por la ciudad sin recibir un disparo de un francotirador. Los blancos eran a menudo soldados que traían alimento o agua. Los observadores de la artillería, junto con todo alto cargo que pudiera encontrarse por la ciudad, eran también objetivos especialmente buscados por los francotiradores.

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Francotiradores soviéticos moviéndose entre los edificios en ruinas de Stalingrado, Rusia, diciembre de 1942

El miedo y el estrés provocado por los tiradores soviéticos y la constante, dura e inacabable lucha afecto psicológicamente a los soldados. Un suboficial alemán escribía esto en su diario: “El soldado que nos traía el desayuno fue abatido por un francotirador justo cuando estaba a punto de saltar a nuestra trinchera”, cinco días más tarde anotaba: “He estado últimamente en la retaguardia y no soy capaz de describir lo bien que se estaba allí. Puede uno caminar tranquilo sin temor a ser alcanzado por un francotirador. Me lavé la cara por primera vez en trece días”.

Para los soldados y los pocos civiles que quedaban en Stalingrado, El día a día era un verdadero infierno. Disparos, explosiones bombardeos constantes, cohetes Katyusha, humo, polvo, escombros, hambre, olor a muerte por todas partes, agotamiento, miedo… Pero la lucha no paró.

A finales de octubre de 1942, los rusos sólo tenían una tira estrecha y algunos bolsillos aislados en la ciudad.  Los alemanes lanzaron entonces otro gran ataque en un último intento de tomarla antes del invierno, pero el agotamiento, las pérdidas sufridas y la creciente escasez de munición les detuvieron.

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Soldados alemanes avanzando posiciones en la Fábrica Octubre Rojo, 1942

Hitler, cada vez más frustrado con la falta de resultados, envió más divisiones cercanas hacia la ciudad debilitando aún más los largos flancos alemanes en las praderas vacías al oeste y al sur de Stalingrado. Supuso que los rusos estaban consumiendo ya sus últimas reservas y que por lo tanto no se esperaba ningún ataque masivo soviético en los débiles flancos alemanes. Estaba realmente equivocado.

El contraataque soviético

Con la llegada del invierno y de la misma manera que en el año anterior, el ejército alemán vio como sus  capacidades de movilización y observación eran reducidas drásticamente.

En este contexto y delante de la clara debilidad de los flancos, el general Zhukov  planeó y preparó un contraataque masivo, donde atacaría los dichos flancos en sus dos puntos más débiles, 100 millas al oeste de Stalingrado y 100 millas al sur de él. Las dos fuerzas rusas se encontrarían al suroeste de Stalingrado y rodearían a todo el 6º Ejército Alemán cortando todas sus líneas de suministro. Era un plan de Blitzkrieg clásico a gran escala, excepto que esta vez los rusos se lo harían a los alemanes. El objetivo de Zhukov  era no sólo retomar Stalingrado, sino toda la campaña en el sur de Rusia.

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Plan soviético para atrapar a las fuerzas de Stalingrado, también conocido como Operación Urano

Los preparativos rusos cubrían todos los aspectos operativos y logísticos. En máximo secreto, se reunieron más de un millón de soldados, superando en gran medida a los alemanes, 14.000 cañones de artillería pesada, 1000 tanques T-34 y 1350 aviones. Zhukov preparó un gigantesco ataque sorpresa y cuando las concentraciones rusas fueron finalmente vistas por los alemanes a finales de octubre, la incredulidad del lado alemán y la obsesión de Hitler por no abandonar ni un metro condenaron definitivamente al ejército de Paulus. Cuando el jefe de gabinete alemán sugirió abandonar Stalingrado para acortar las líneas alemanas, Hitler gritó: «¡No abandonaré el Volga!».

Finalmente, el contraataque soviético se produjo el 19 de noviembre de 1942, tres meses después de que comenzara la batalla. Fue, de hecho, el primer ataque planificado por parte soviética con una clara y potente estrategia en la Segunda Guerra Mundial. Fue un gran éxito. Los rusos atacaron los sectores de los flancos alemanes sostenidos por el 3ro y 4to Ejércitos Rumanos. El alto mando soviético sabía, al interrogar a prisioneros, que las fuerzas rumanas tenían la moral baja y contaban con una gran escasez de suministros.

Bajo la presión repentina de la masiva artillería rusa y de las columnas blindadas, las líneas rumanas se derrumbaron en pocas horas, rindiéndose en días. Las unidades alemanas intentaron tomar posiciones para hacer frente a los rusos que avanzaban, pero ya era demasiado tarde. En cuatro días, las dos puntas de lanza del movimiento en forma de pinza soviético se encontraron a 100 kilómetros al oeste de Stalingrado. El 6º Ejercito Alemán estaba rodeado.

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Tropas soviéticas se encuentran en Sovietsky después de cerrar la bolsa de Stalingrado, 23 de noviembre de 1942

Derrota alemana

Todo el ejército alemán estaba ahora atrapado en la ciudad. Ante la difícil situación, Hermann Goering juró a Hitler que su Luftwaffe suministraría el material suficiente para el sexto ejército, prometiendo enviar aproximadamente 500 toneladas de suministros por día, una promesa que nunca se llegaría a cumplir. La operación de suministro de aire continuó hasta la rendición del sexto ejército, pero envió menos de 100 toneladas por día, mucho menos de lo esperado, con la Luftwaffe además sufriendo grandes pérdidas. En días, el 6º Ejército Alemán se quedó sin combustible, municiones y comida. La moral cayó en picado.

A pesar de su aislamiento y hambre, el ejército alemán 6º siguió luchando y fortificó sus posiciones de la mejor manera posible. No obstante, cuando el intento de rescate de von Manstein fracasó, el 6º Ejército se vio completamente solo ante el avance ruso.

“La radio soviética ha anunciado esta mañana la derrota de Mainstein”. Anotaba un soldado alemán: “Frente a nosotros solo hay muerte o cautividad.” Dos días después, el soldado escribiría su última entrada en su diario: “Ya nos hemos comido los últimos caballos. Comería un gato si pudiese; dicen que su carne también es buena. Los soldados parecen cadáveres o lunáticos, buscando algo con lo que llenar su boca. Ya no se cubren del fuego enemigo, no tienen la fuerza para hacerlo. Maldita guerra…”

Cuando el sexto ejército rechazó un ultimátum para rendirse, los rusos comenzaron el ataque final para aplastarlo. Situaron el número de alemanes sitiados en 80.000, cuando en realidad había más de 250.000 soldados cercados.

El 10 de enero de 1943, 47 divisiones soviéticas atacaron al 6º Ejército desde todas las direcciones. Sabiendo que el cautiverio en Rusia sería muy cruel, los alemanes siguieron luchando ya con la moral por los suelos.

Con la derrota inminente, Hitler promovió a von Paulus a mariscal de campo, recordándole que ningún mariscal de campo alemán había sido capturado vivo y esperando que actuara como tal. No obstante, no fue así, ya que von Paulus se rindió al día siguiente a las tropas soviéticas.

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Soldados soviéticos durante la ofensiva final, 1943

Resultados de la batalla

Finalmente, la rendición oficial se produjo el 2 de febrero de 1943. Según datos oficiales soviéticos, cerca de unos 11 000 soldados alemanes continuaron luchando en grupos aislados dentro de la ciudad, motivados por la creencia de que luchar era mejor que una muerte lenta y dura en el cautiverio soviético. A principios de marzo las tropas soviéticas sofocaron oficialmente los últimos focos de resistencia, la batalla se había perdido. Hitler, furioso, culpó a von Paulus y a Goering de las enormes pérdidas sufridas en la toma de la ciudad. Los alemanes perdieron cerca de 400.000 soldados, y 91.000 más fueron capturados. Sólo 5.000 de ellos regresarían a casa después de su estancia en los campos de prisioneros soviéticos. Junto con las pérdidas de sus aliados rumanos e italianos, el bando alemán perdió un total de 730.000 soldados. Las bajas soviéticas durante toda la campaña ascendieron a un total de 1.100.000, y de ellas casi medio millón murieron, pero consiguieron defender la ciudad.

La moral soviética subió drásticamente y mostró al mundo que la Alemania nazi no era invencible. La batalla de Stalingrado fue el punto de inflexión del conflicto, marcó un antes y un después y significó el principio del fin para el III Reich, pues la Wehrmacht nunca recuperaría la iniciativa en el frente oriental y durante los siguientes 3 años se vería envuelta en una larga y lenta retirada.

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Prisioneros alemanes después de la batalla. La mayoría, no sobrevivieron.

Bibliografía

BEEVOR, Antony: La Segunda Guerra Mundial. Pasado&Presente, Barcelona, 2012.

Soviet Storm: World War II in the East: The Battle of Stalingrad, 2010.

6 COMENTARIOS

  1. En realidad Paulus no era Von Paulus, venía de una familia de clase media, no pertenecía a la aristocracia.

    Por lo demás, articulazo! Digno de la serie Apocalipsis ?

  2. Se habla mucho como un dia se decidía la suerte del mundo en los años 40s … para mi el verdader Día-D fue la batalla de Satlongrado en el frente ruso, donde el poderío nazi-alemán se colapsó en un KO histórico para no volver a levantarse … el sacrificio del pueblo soviético fue enorme, inolvidable e impagable para la Humanidad … Normandía puede esperar a que la Historia juzgue…

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