En este artículo vamos a tratar de explicar el desarrollo de las guerras que conformaron a uno de los grupos sociales más míticos de la historia mundial: los samuráis. No pretende ser ni mucho menos una aproximación exhaustiva sobre los periodos anteriores al auge de estos individuos, más bien busca dar unas pequeñas pinceladas con el objetivo de despertar la curiosidad en el lector.
Hay una constante en la Historia, las civilizaciones van avanzando y adaptándose a los tiempos, de no ser así están condenadas a desaparecer. En el apartado militar esto se magnifica ya que esta industria se ha ido perfeccionando desde que las fuentes nos permiten estudiarlo. Como es evidente, no es lo mismo un soldado de la monarquía romana que un legionario romano de la época alto-imperial, así como este no tiene absolutamente nada que ver con las fuerzas armadas de los latinos en los albores de su caída. Tampoco luchaban igual los héroes griegos de la época arcaica que los disciplinados hoplitas a los que se enfrentaron los persas.
Por mucho que Asia tenga enormes diferencias con el Viejo Continente, lo cierto es que esto ocurre tal cual. Existe una progresión y un refinamiento en lo que se considera como “arte” de la guerra y para entenderlo debemos remontarnos a los siglos IX y X al periodo histórico del país del Crisantemo conocido como Heian Jidai. En este periodo no existe una clase guerrera como veremos posteriormente, sino que serán los propios campesinos los que tengan que acudir a la llamada de las armas. Esto repercutirá en el desarrollo de las guerras que tendrán que tener una duración muy corta para que los supervivientes vuelvan a tiempo de recoger sus cosechas. Además, las batallas no eran excesivamente multitudinarias, todo lo contrario, los bandos contendientes no llegaban la mayoría de las veces a superar los mil hombres.
En el momento en el que algunos campesinos van destacando como guerreros se empiezan a desligar de las labores del campo y se especializan en las contiendas militares. En este momento es en el que se empieza a ver un sistema de clases mucho más claro, en lo alto de la pirámide está el señor, luego los guerreros y finalmente los campesinos. La segunda clase debía ser capaz de costearse el caballo y la panoplia, algo que era inmensamente caro y le exigía dedicarse al completo a la guerra. ¿No os recuerda esto a algo? En efecto, es el mismo modelo que observamos en distintos puntos de nuestro planeta, de hecho, tiene bastantes similitudes con el modelo europeo medieval.
En Europa se considera lo japonés como algo realmente exótico, razón por la cual se ha tendido a mitificar en exceso la figura del guerrero nipón. También ha ayudado la mercadotecnia que ha desarrollado este país desde la revolución Meiji. Sin duda, uno de las leyendas que hay que desmitificar es la preponderancia de la katana sobre todas las demás armas. Esto no es del todo cierto, al contrario, la herramienta fundamental de los belicosos orientales era el arco mientras montaban a caballo.
Si es cierto que cuando se quedaban sin munición llevaban a cabo duelos con el famoso sable japonés, sin embargo antes de eso tenían que agotar sus carcaj con veinticuatro flechas. Posteriormente se llevaba a cabo el enfrentamiento a caballo con la katana para, finalmente, morir asesinado con un puñal aquel que fuera desmontado de su caballo.
Será dos siglos después cuando la figura del samurái, ese luchador implacable cuya vida se va a dedicar al cien por cien a defender a su señor, se establezca realmente. En este momento, van a estar totalmente desligados del trabajo del campo.
Esto se observará en las Guerras Genpei (1180-1185) cuando el clan Taira intente casar a su hija con el primogénito imperial. Como es de prever este plan no gusta nada a ciertos clanes, como el clan Minamoto que se levantará en armas y vencerá a los primeros. Durante esta guerra, las contiendas se universalizan, dejan de ser pequeñas refriegas entre un millar de guerreros y aumenta en varios miles, por ejemplo, en la batalla de Kurikara se habla de más de 50.000 soldados de infantería en el bando Minamoto y la nada desdeñable cifra de 70.000 en el otro. Antes las batallas eran casi exclusivamente a caballo, algo que cambia en este momento.
Adentrándonos más en la batalla de Kurikara, podemos observar un cambio sustancial en el desarrollo de la misma respecto a aquellos jinetes arqueros que se batían anteriormente. Yoshinaka, general del clan Minamoto dividirá sus tropas en siete ya que anteriormente le había dado suerte. Uno de estos grupos, formado por 10.000 hombres será enviado con el objetivo de frenar a la retaguardia, estará comandado por su tío Yukiie mientras que otros 10.000 tendrán como objetivo enfrentarse a los 70.000 que les vienen de frente. El resto estarán dispersos por el valle de Kurikara.
Es en este momento en el que el arte del engaño empieza a tener una importancia capital, ya que Yoshinaka colocó miles de banderas para hacer pensar que las fuerzas de Minamoto eran mucho más superiores que las Taira. Esta treta funcionó, ya que sus rivales, asustados, evitaron el enfrentamiento en un primer momento, es importante resaltar que habían colocado su campamento con la retaguardia cubierta por una zona realmente agreste y escarpada por donde pensaban que nadie les iba a atacar. Las hostilidades fueron escalando progresivamente mientras Yoshinaka esperaba al anochecer, cuando se acercaron al campamento enemigo lanzándoles gritos desde la oscuridad para que pensasen que eran muchos más y que les tenían rodeados. Muchas tropas perdieron su posición asustadas y huyeron hacia la espalda del campamento, cuya geografía tan complicada causó la muerte por despeñamiento de miles de hombres.
Este tipo de estrategias no habrían sido posibles sin un ejército disciplinado y fuerte como el que conformaban los samurái. Las refriegas de la era Heian y anteriores no eran absolutamente comparables a la maquinaria bélica que se desarrolló con el refinamiento de esta clase social. Aunque no podemos olvidar que no eran los únicos que combatían, ya que posteriormente se usa el término ashigaru – pies ligeros, milicianos del estrato pobre de japón – o los famosos sōheis, monjes guerrero.
Tras esta victoria, la guerra se decantará para el clan Minamoto apareciendo así el primer shogunato de la historia y, por lo tanto, un auténtico cambio de paradigma que perdurará – con cambios en el tiempo – hasta la modernización del país en el siglo XIX.
Muy bueno