La política estadounidense (interna y externa) nunca ha sido especialmente limpia. Numerosos escándalos, como el Irán-Contra Affaire, salpican su Historia, algunos más conocidos que otros.
Thomas Jefferson, por ejemplo, 3° Presidente de EEUU (1801-1809) fue acusado de tener un hijo ilegítimo con su esclava Sally Hemmings. Andrew Johnson (1865-1869), el sucesor de Lincoln, fue acusado varias veces de alcoholismo grave. Warren Harding (1921-1923) estaba más ocupado visitando las casas de sus amantes que de gobernar, dejando numerosos ministerios en manos de amigos y conocidos. Por su parte, Bill Clinton (1993-2001) era más de ser él quien recibiera las visitas en su despacho.
No nos olvidamos, por supuesto, del famoso Watergate que le costó el puesto a Nixon (1969-1974) y su dudosa rehabilitación por su sucesor Gerald Ford. Las campañas electorales tampoco han estado exentas de polémicas, y la de Trump es solamente el último ejemplo. Pero hoy nos vamos a centrar en uno de los escándalos quizá más infravalorados, el Irán-Contra Affaire.
Introducción
Para entender bien este escándalo, es necesario conocer bien a los tres actores y su situación socio-política:
Estados Unidos. Nos situamos en los estertores de la Guerra Fría. Tras más de tres décadas de conflicto a todos los niveles (como, por ejemplo, la carrera espacial), los años 70 fueron una época de relativa calma, la conocida como «coexistencia pacífica». Sin embargo, en 1980, el gobernador de California Ronald Reagan, miembro del Partido Republicano, gana las elecciones presidenciales tras una inesperada victoria sobre Jimmy Carter y la «coexistencia pacífica» llega a su fin, comenzando la denominada «Segunda Guerra Fría». Reagan tenía una premisa clara contra el «Imperio del Mal», tal y como llamaba a la Unión Soviética, que era: «nosotros ganamos y ellos pierden«. Aumentó desorbitadamente el gasto armamentístico y llevó a cabo la que sería conocida como Doctrina Reagan, es decir, enfrentarse a los soviéticos y otros gobiernos comunistas en cualquier lugar que fuera necesario y con los recursos que fueran necesarios. Uno de esos lugares sería Nicaragua.
Irán. De los tres actores, tal vez es el que presente una situación más compleja, como suele suceder en Oriente Próximo y Medio. En 1925 subió al poder iraní la dinastía Pahlaví tras derrocar a la anterior dinastía reinante, la Kayar, gracias al apoyo británico, que había perdido influencia política y económica en los últimos años. Durante los años 30, Irán vivió una fuerte modernización del país contando con, paradójicamente, personal cualificado de origen alemán. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Irán se declaró neutral, pero las potencias aliadas exigieron que expulsara a los ingenieros alemanes. Ante la negativa del Shah Reza, Gran Bretaña y la URSS invadieron conjuntamente Irán en 1941. Reza se vio forzado a rendirse y abdicar en su hijo Mohammad. Con el nuevo Shah en el poder, Irán dio un giro completo a sus políticas internacionales, posicionándose con los Aliados. Una muestra de este giro es la celebración de una de las Conferencias de Guerra en Teherán en 1943 (que tratamos aquí) así como la declaración de guerra a la Alemania Nazi ese mismo año. Tras la guerra, Irán mantendrá fuertes lazos económicos con Gran Bretaña, destacando la compañía petrolera Anglo-Iranian Oil Company (AIOC, origen de la actual BP). Tras el Golpe de Estado de 1953 (orquestado por Gran Bretaña y Estados Unidos bajo el nombre de TP-AJAX u Operación AJAX), Irán deja de ser una monarquía parlamentaria relativamente independiente y se convierte en una monarquía absoluta dependiente de las ayudas estadounidenses y británicas. Esto generará una serie de conflictos internos y externos que desestabilizarán el país. Internamente, se dieron una serie de protestas, formadas en torno a la figura del ayatolá Ruhollah Musaví Jomeini, que acabaron desembocando en varias manifestaciones y enfrentamientos armados en la segunda mitad de la década de 1970. Será en 1979 cuando las protestas fuercen la salida del Shah y coloquen a Jomeini como líder del país. Es la Revolución islámica iraní. La nueva República Islámica (una teocracia que se mantiene hasta hoy en día) rompió por completo los lazos con EEUU, que decretó un bloqueo comercial a la nueva república, especialmente tras la captura de rehenes en la embajada estadounidense de Teherán. A su vez, el ayatolá Jomeini comenzó una campaña de acoso, tanto por temas religiosos como fronterizos, al vecino y relativamente laico Irak, gobernado por Sadam Hussein y aliado de EEUU. Sadam Hussein, al contar con el apoyo internacional, decidió responder a las provocaciones iraníes y declaró la guerra en septiembre de 1980. En algunos manuales aún se conoce este conflicto como la Primera Guerra del Golfo, aunque la mayoría reservan esa denominación para el conflicto Irak-Kuwait de 1990-1991, llamando a esta guerra simplemente Guerra Irán-Irak. El caso es que Sadam Hussein nunca obtuvo el apoyo que esperaba, y lo que había planeado como una victoria fácil en una guerra relámpago, se convirtió un conflicto que se alargó durante ocho años.
Nicaragua. En este pequeño país centroamericano, Estados Unidos había mantenido su influencia gracias a la dictadura de la familia Somoza (y allegados) entre 1934 y 1979 y a la presencia de compañías comerciales de fruta, de ahí el término «república bananera». Sin embargo, desde comienzos de los años 60 se creará un grupo opositor a la dictadura de la familia Somoza, el Frente Sandinista de Liberación Popular (FSLN), nombrado así en memoria de Augusto Cesar Sandino, último presidente elegido democráticamente y derrocado y asesinado por los somocistas. Inspirado por Fidel Castro y el Che Guevara, el FSLN comenzó una guerra de guerrillas en Nicaragua, que contaba con el apoyo de gran parte del campesinado y la población en general nicaragüense, lo que hizo que a mediados de la década de 1970, el FSLN pusiera en jaque a los Somoza. Se considera que en 1974 comienza una guerra civil en Nicaragua entre el FSLN y los partidarios de Somoza, que concluirá el 19 de julio de 1979, cuando el FSLN logre derrocar al dictador y alcanzar el poder. Rápidamente, el gobierno sandinista contará con el respaldo de Cuba, México y la URSS. Es remarcable decir que el Presidente Carter envió 99 M de $ al FSLN días después de tomar el poder con el objetivo de «sobornarles» para que mantuvieran una línea política amigable con Estados Unidos. No funcionó, pues en marzo de 1980 los sandinistas firmaron un acuerdo de colaboración con la URSS y llevaron a cabo una serie de reformas de carácter socialista en la conocida como Revolución Popular Sandinista.
Como podemos ver, la sucesión de acontecimientos no pudo ser más casual. Tanto Irán como Nicaragua, otrora aliados estadounidenses, sufrían una revolución que en 1979 cambiaba por completo su forma de gobierno y su alineación internacional. Reagan, que ganó sus primeras elecciones en 1980, surgió entre algunos círculos como el «salvador» de Estados Unidos en la esfera internacional, y más viendo la pasividad que había demostrado Jimmy Carter durante su mandato, reduciendo el presupuesto de defensa o firmando el SALT II con la URSS (un tratado de desarme nuclear), que parecían rendir a Estados Unidos frente a los soviéticos. Reagan era, por tanto, una opción antagónica y muy querida entre los sectores más radicales. Sus ideas sobre la URSS y la Guerra Fría, viendo los recientes acontecimientos, le auparon al cargo. Y una vez en él, la presencia de un segundo Estado comunista en el «patio trasero» de EEUU era algo demasiado incómodo para el recién llegado Reagan, por lo que había que actuar al respecto.
Fundación y financiación de los «contras»
Tras varios años de guerrillas y combates, el FSLN entra, entre el 19 y 20 de julio de 1979, en Managua, la capital nicaragüense. Allí, recibidos entre vítores por una gran parte de la población, observaron como el último dictador Somoza, Anastasio Somoza, huía de la ciudad y del país. El movimiento sandinista había triunfado. Es importante remarcar, que el FSLN no era un movimiento comunista, o al menos no plenamente. Su espectro político, aunque izquierdista en su totalidad, incluía desde socialdemócratas a marxistas-leninistas, todos ellos con un objetivo común: la derrota de los Somoza.
Una vez en el poder, el FSLN comenzó una serie de reformas a todos los niveles, incluyendo el desmantelamiento de la Guardia Nacional, cuerpo de élite del periodo somocista y creado y entrenado en su momento por los Marines estadounidenses. Muchos de los miembros de la recién disuelta Guardia Nacional marcharon a la vecina Honduras, donde fundaron la Resistencia Nicaragüense, más comúnmente conocidos como los «contrarrevolucionarios» o, simplemente, «contras». Este grupo comenzó a recibir de manera casi inmediata ayuda extranjera. Uno de los primeros países que apoyó a los contras fue Argentina, inmersa en pleno «Proceso de Reorganización Nacional», un eufemismo dado a la dictadura de Rafael Videla y otros militares.
Estados Unidos se sumó al apoyo, de manera clandestina, en 1980, cuando Carter aprobó una serie de medidas de apoyo a los opositores, esencialmente propagandísticas, pero nunca autorizó acción armada alguna. Sería con la llegada de Reagan al cargo en 1981 cuando la CIA llevó a cabo algunos actos de sabotaje sin el conocimiento del Congreso ni del Senado. Algo más tarde, en 1982, Estados Unidos se alinearía públicamente con los «contras», aunque el Congreso forzará que el apoyo sea limitado, tras aprobarse la Enmienda Boland. En 1975 estalló en Angola una guerra civil entre la UNITA (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola, de corte panafricanista y anticomunista) y el MPLA (Movimiento Popular de Liberación de Angola, mayoritariamente marxista-leninista, aunque agrupaba a otros partidos izquierdistas y apoyada por Cuba y la URSS). Estados Unidos se alineó rápidamente del lado de la UNITA, pero la Enmienda Clark de 1976 prohibió al gobierno de Gerald Ford vender armas a los grupos militares o paramilitares angoleños. Cuando años después Reagan se sitúa del lado de los «contras», la sombra de una prohibición como la de Clark sobrevolaba el ambiente, y el senador demócrata de Iowa Thomas Harkin fue quien presentó una enmienda similar. Sin embargo, los demócratas carecían del poder suficiente como para sacar adelante una enmienda de este tipo, pues no tenían mayoría en el Congreso. El intento quedó en vano. Meses después sería el veterano congresista demócrata (más de 30 años por entonces en su sillón) de Massachusetts Edward Boland quien presentara una enmienda algo más laxa y ambigua. Dicha enmienda, prohibía a las agencias de inteligencia financiar a los «contras» con el objetivo de derrocar el gobierno nicaragüense, pero no les impedía prestarles apoyo. Reagan, en una gran maniobra buscando las lagunas de la enmienda, usó al Consejo de Seguridad Nacional (NSC en inglés) y no a la CIA para llevar a cabo las operaciones en Nicaragua. El NSC no era una agencia de inteligencia, por tanto, podía usar los fondos destinados a «apoyo y cobertura» que otorgaba la Enmienda Boland para fines militares. Además, también permitía que terceras personas privadas enviaran fondos. Para Reagan, los «contras» eran:
«the moral equivalent of our Founding Fathers»
«el equivalente moral a nuestros Padres fundadores»
Conscientes del error, los demócratas intentaron limitar lo más rápidamente posible el margen de actuación de Reagan. Diversas modificaciones a la Enmienda Boland acabaron resultando en la prohibición total en octubre de 1984 de apoyo económico y militar de cualquier tipo a los «contras». Reagan se había quedado sin poder combatir el comunismo en Nicaragua… de manera legal, y le confesó al asesor Robert McFarlane que:
«I want you to do whatever you have to do to help these people keep body and soul together no matter what Congress voted for.»
«Quiero que hagas lo que tengas que hacer para ayudar a esa gente a mantener cuerpo y alma unidos, sin importar lo que el Congreso haya votado.»
Irán-Contra Affaire
El 21 de julio de 1981, el Presidente Reagan recibe un informe secreto en su despacho referente a la situación en Irán. Según este informe, el embargo comercial (y armamentístico) a Irán era, a todas luces, inefectivo. Estados Unidos consideró que, dejando de comerciar con Irán, su ejército, que contaba con armamento estadounidense, pues EEUU era el mayor proveedor de armas a Irán hasta 1979, pronto dejaría de encontrar material y repuestos, lo que debilitaría su posición. La burocracia estadounidense no contó en esa idea del embargo con dos importantes factores: el mercado negro y la Unión Soviética. El informe de 1981 presenta claramente que los iraníes habían logrado obtener los repuestos necesarios para sus armas por vías «no oficiales» y, además, al cerrar Estados Unidos el comercio con Irán, dejaba abierta la puerta de par en par para que la República islámica cayera en la esfera de influencia soviética, tanto política como militarmente. Por tanto, las conclusiones del informe eran sencillas: Estados Unidos debía comenzar a vender armas a Irán de nuevo «tan pronto como políticamente posible fuera», con el fin de evitar que Irán cayera en la esfera del Kremlin, aun cuando Reagan había declarado varias veces que nunca trataría con terroristas, y los iraníes así eran considerados, pues desde 1984 formaban parte de la «Lista estadounidense de países que patrocinan el terrorismo», y aún hoy en día están en esa lista, junto con Siria y Sudán.
Mientras se encontraba la forma de lograr reanudar el comercio armamentístico con Irán, Estados Unidos lanzó la Operación Staunch en la primavera de 1983. Esta operación, llevada a cabo por la Secretaría de Estado, era una operación diplomática. Para intentar frenar a los iraníes, EEUU habló con todos sus aliados mundiales, desde Corea del Sur a España, con el fin de que estos países, que también poseían armamento estadounidense, no se lo vendieran a Irán. Fina ironía resulta ahora el nombre de la operación, pues la traducción de «Staunch» al castellano sería «leal» o «incondicional», algo que Estados Unidos no estaba siendo precisamente.
En el verano de 1985, la situación ideal se dio. El asesor del NSC Robert McFarlane presentó a mediados de junio un directorio del NSC a Reagan que informaba que, recientes informes de inteligencia aseguraban que ese estaba dando un giro político interno en Irán. Según el directorio, Akbar Hashemi Rafsanjani, líder de la moderada facción de los Majlis y apodado por EEUU como «el tiburón», tenía una elevada influencia en el ayatolá Jomeini, era visto en muchos círculos como su sucesor, y, sobre todo, estaba abierto a negociar con EEUU. El bloqueo comercial dejaba a Estados Unidos en fuera de juego para influenciar a Rafsanjani, por lo que se propuso el comercio ilegal de armas, a espaldas del Congreso, con Irán. La idea era vender las armas a un intermediario de origen iraní, pero expatriado y con pasaporte israelí, Manucher Ghorbanifar, y éste las revendería a la facción de Rafsanjani. EEUU, al completarse la transacción, «agradecería» el apoyo israelita entregándoles la misma cantidad de armas que a Irán sin coste alguno. Al mismo tiempo, Rafsanjani no sólo influiría en el ayatolá Jomeini, sino que serviría de negociador con Hezbollah, que tenía un total de siete rehenes estadounidenses en su poder. El gabinete de Reagan quedó dividido. Los Secretarios de Defensa y Estado se posicionaron en contra. El director de la CIA y algunos consejeros del NSC a favor.
Las discusiones tuvieron que ser interrumpidas en julio, pues Reagan fue operado de un cáncer de colon. Tras recuperarse de su operación, las reuniones se reanudaron en agosto. Mientras tanto, McFarlane había estado trabajando por su cuenta, dejando un acuerdo prácticamente cerrado con Israel, solamente a la espera de la aprobación del Presidente. Tras varias reuniones, informes, dudas y confirmaciones, Reagan dio el OK al plan de McFarlane. El 20 de agosto de 1985 Estados Unidos envió 96 misiles anti-tanque TOW a Ghorbanifar. El 14 de septiembre envió otros 408 misiles TOW. El día 15 de septiembre, el reverendo Benjamin Weir fue liberado en Líbano tras un año y medio de cautiverio. Estados Unidos estaba intercambiando armas por rehenes. Y lo estaba haciendo a espaldas del Congreso. Sin embargo, Reagan declaró:
«We were not trading arms for hostages, nor were we negotiating with terrorists»
«Ni hemos intercambiado armas por rehenes, ni hemos negociado con terroristas»
Y, técnicamente, tenía razón, pues quien vendía las armas a Irán era Israel. En cualquier caso, McFarlane argumentó razones personales para dimitir de su puesto como asesor del NSC el 4 de diciembre de 1985. Ese mismo día, horas más tarde, el consejero militar del NSC Teniente-Coronel Oliver North se presenta en el despacho de Reagan con una idea: usar el comercio de armas con Irán para financiar a los «contras». North tenía planeado saltarse al intermediario israelí (a quien mantendrían contento y callado con un buen soborno) y que fuera Estados Unidos directamente, a través de un entramado financiero en Suiza, quien vendiera las armas a Irán (a precio inflado) y usara los beneficios para enviarlos a Nicaragua. Reagan aprobó el plan de North.
Estados Unidos ya no sólo estaba haciendo algo a espaldas del Congreso, estaba violando la Enmienda Boland a todas luces y contradiciendo su propia Operación Staunch. Maquiavélicamente, la operación y la empresa creada en Suiza fue llamada «the Enterprise«, como la nave de Star Trek, en un guiño al pasado cinematográfico de Reagan y al modo en el que las armas eran enviadas a Irán: en avión.
En febrero de 1986 se enviaron un total de 1000 misiles TOW en dos vuelos, esperando con ello la liberación de cuatro rehenes estadounidenses más. Según las notas de North, dicho envío produjo unos beneficios de 12 M de $ que fueron enviados a los «contras». Por su parte, la mencionada liberación de rehenes nunca se produjo y una comitiva estadounidense, con North y McFarlane a la cabeza, viajó a Teherán a negociar. La reunión también fue un fracaso y McFarlane aconsejó a Reagan romper relaciones con Irán. El Presidente no le escuchó y siguió el consejo de North, que le aseguraba que Hezbollah liberaría los rehenes uno a uno y no todos de golpe. Efectivamente, en julio de 1986 el reverendo Lawrence Jenco fue liberado tras 18 meses de cautiverio.
Sin embargo, los progresos eran mínimos, y las exigencias de Ghorbanifar eran cada vez más elevadas, por lo que en agosto de 1986 EEUU decide encontrar un nuevo contacto, Ali Hashemi Bahramani, sobrino de Rafsanjani. Las relaciones con Bahramani eran tan fluidas que llegó a visitar la Casa Blanca. Incluso, Estados Unidos aceptó una posible intervención en Irak para derrocar a Sadam Hussein y colocar a alguien «menos hostil» hacia Irán. Mientras tanto, el envío de armas y repuestos seguía su curso y los «contras» recibían su financiación de manera regular, en total, unos 50 M de $ en tres años, más otros 35 M de $ procedentes de personas privadas, que resultaron ser países como Arabia Saudí o Taiwán. Además, Estados Unidos hacía la vista gorda en el narcotráfico, especialmente de cocaína, otra fuente de ingresos abundante para los «contras».
Publicación del escándalo y juicio
El 5 de octubre de 1986 el avión de carga Fairchild C-123, matrícula N4410F, de origen estadounidense, es derribado en Nicaragua. Tres de sus cuatro tripulantes mueren. El piloto, Eugene Hasenfus, logra, sin embargo, lanzarse en paracaídas y salvar su vida, aunque será capturado por las fuerzas sandinistas. Tras un rápido juicio, Hasenfus fue acusado de participar en una operación de cobertura de los «contras», por lo que fue sentenciado a 30 años de cárcel. La CIA se encargó de ocultar el caso en los Estados Unidos.
Sin embargo, cuando un agujero se tapa, otro más grande se abre inmediatamente en otro sitio. Mehdi Hashemi, oficial de la Guardia Revolucionaria iraní, filtra información secreta al periódico libanés Ash-Shiraa. Hashemi estaba totalmente en contra del intercambio de armas por rehenes y de una aproximación a EEUU, a quién denominaba «el gran Satán», mientras que Israel era «el pequeño Satán». La información del comercio secreto entre Estados Unidos e Irán se publicó el 3 de noviembre de 1986.
Durante el siguiente mes, los acontecimientos se sucedieron de manera imparable. Hashemi fue detenido en Irán y condenado a muerte por sedición. En Estados Unidos, la prensa se hizo eco del reportaje de Ash-Shiraa y Reagan se vio obligado a dar un discurso desde el despacho oval el 13 de noviembre de 1986. En ese discurso, Reagan afirmó, tajante que:
«The charge has been made that the United States has shipped weapons to Iran as ransom payment for the release of American hostages in Lebanon, that the United States undercut its allies and secretly violated American policy against trafficking with terrorists. Those charges are utterly false. The United States has not made concessions to those who hold our people captive in Lebanon. And we will not. The United States has not swapped boatloads or planeloads of American weapons for the return of American hostages. And we will not.»
«Se ha acusado a los Estados Unidos de haber enviado armas a Irán como un pago por la liberación de rehenes americanos en Líbano, que los Estados Unidos traicionaron a sus aliados y secretamente violaron las leyes americanas contra el tráfico con terroristas. Estos cargos son absolutamente falsos. Los Estados Unidos no han hecho concesiones a aquellos que retienen a nuestros conciudadanos capturados en Líbano. Y no las harán. Los Estados Unidos no han intercambiado barcos o aviones con armas americanas por la liberación de rehenes americanos. Y no lo harán.»
Reagan se sentó delante de todos los americanos y mintió. La semana siguiente, el Congreso comenzó una investigación que llevaría «hasta el último responsable». El Watergate (un escándalo también protagonizado por los republicanos) aún estaba reciente y la imagen de los EEUU volvía a estar manchada. El Teniente-Coronel North destruyó en los siguientes días varios documentos clave en la investigación. Al ser preguntado por este hecho, North alegó que lo hacía para salvar las vidas de los americanos implicados. El día 25 de noviembre, el Congreso presentó un informe preliminar. En él, se destapaba lo que hasta entonces seguía oculto: los beneficios del comercio se usaron para financiar a los «contras». Reagan, en un intento de lavar su imagen, despidió a North a las pocas horas y encomendó al exsenador republicano de Texas John Tower que encabezara una comisión de investigación.
La Comisión Tower, como fue conocida, interrogó a más de 80 implicados en el caso, incluyendo a Reagan, North y Ghorbanifar. Las sesiones fueron públicamente retransmitidas y duraron más de tres meses. Finalmente, el 26 de febrero de 1987, la comisión publicó sus conclusiones en un informe de más de 200 páginas. En dicho informe, la Comisión Tower consideraba los máximos responsables del escándalo al Teniente Coronel Oliver North y al consejero del NSC, el Almirante John Poindexter.
Sin embargo, como declararon de manera pública, los condenados disfrutaron de una inmunidad que les evitó la cárcel. Solamente los miembros de menor rango afrontaron algunas penas, pero poco significativas. Por su parte, Reagan no fue ni acusado ni declarado culpable, pues la Comisión fue incapaz de determinar el grado de conocimiento que el Presidente tenía sobre el escándalo. Sin embargo, sí que se le reprochó el pobre control que ejerció sobre el NSC, impropio de un líder. Paralelamente, la investigación del Congreso seguía su curso. El 4 de marzo, el Presidente se volvió a dirigir a la nación:
«The reason I haven’t spoken to you before now is this: You deserve the truth. (…) A few months ago I told the American people I did not trade arms for hostages. My heart and my best intentions still tell me that’s true, but the facts and the evidence tell me it is not. (…) This led to my failure to recollect whether I approved an arms shipment before or after the fact. I did approve it; I just can’t say specifically when. There are reasons why it happened, but no excuses. It was a mistake. (…) As I told the Tower board, I didn’t know about any diversion of funds to the contras.»
«La razón por la que no os he hablado antes es esta: Os meréis la verdad. (…) Hace algunos meses dije a los ciudadanos estadounidenses que no intercambié armas por rehenes. Mi corazón y mis mejores intenciones todavía me dicen que eso es verdad, pero los hechos y evidencias me dicen que no lo es. (…) Esto me lleva a mi error de no recordar si aprobé un envío de armas antes o después del hecho. Lo aprobé, solo que no puedo decir exactamente cuando. Hay razones para que ello sucediera, pero no excusas. Fue un error. (…) Como dije a la Comisión Tower, no conocía nada sobre el desvío de fondos a los «contras»».
Reagan había salvado su puesto, aunque su popularidad se hundió en 20 puntos. Sin embargo eso no impidió que se pudiera recuperar en los siguientes años y su sucesor, George H.W. Bush, Vicepresidente de Reagan y que en todo momento aseguró desconocer por completo cualquier dato sobre ello, ganara las elecciones en 1988, perdonando y rehabilitando a aquellos condenados por el Congreso (14 en total) por el Irán-Contra Affaire. El caso quedaba así cerrado.
Conclusiones
El Irán-Contra Affaire es uno de los casos más complicados e intrincados de las últimas décadas. Básicamente, el gobierno de Reagan vendía armas en secreto a un país terrorista, enemigo de EEUU y con el que existía un embargo comercial con un fin doble. Por un lado, que Irán relajara su posición antiestadounidense y negociara con Hezbollah la liberación de rehenes estadounidenses. Por otro, usar los beneficios de la venta de armas para financiar, a través de una serie de empresas fantasma en Suiza y donaciones «privadas», a los «contras», una guerrilla contra el gobierno sandinista que el Congreso había prohibido financiar tajantemente a través de la Enmienda Boland. El NSC había logrado crear una estructura capaz de bordear la ley y los organismos de control gubernamentales para lograr sus propósitos.
«The Enterprise» no fue exactamente provechosa para EEUU. La postura de Irán se mantuvo (y se mantiene) en una clara oposición a Estados Unidos. Solamente 2 de los 7 rehenes que Hezbollah tenía en Líbano fueron liberados y, además, 3 estadounidenses más fueron capturados por un grupo independiente durante este período. En Nicaragua, los «contras» no lograron grandes avances, y tras el final del apoyo estadounidense sus acciones fueron decayendo hasta acabar disolviéndose en 1990, cuando la candidata de la coalición antisandinista UNO Violeta Chamorro ganó las elecciones. Además, el hecho de que EEUU permitiera el narcotráfico de cocaína por parte de los «contras» en el país fue un agravante más en un caso que ocupó las noticias durante meses. A pesar de todo ello, la posición de Reagan nunca estuvo en peligro y los republicanos tampoco fueron castigados en las siguientes elecciones.
Bibliografía
Peter KORNBLUH & Malcolm BYRNE. The Iran-Contra Scandal: A Declassified History. Ed.: New Press, 1993. New York (USA)
https://fas.org/irp/offdocs/walsh/index.html
https://reaganlibrary.archives.gov/
https://www.brown.edu/Research/Understanding_the_Iran_Contra_Affair/n-contrasus.php
http://www.brown.edu/Research/Understanding_the_Iran_Contra_Affair/overview-case.php
http://www.pbs.org/wgbh/americanexperience/features/reagan-iran/
http://www.presidency.ucsb.edu/PS157/assignment%20files%20public/TOWER%20EXCERPTS.htm
http://www.u-s-history.com/
Cover up: Behind the Iran Contra Affair (Inglés, disponible en YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=ZDdItm-PDeM)
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Impresionante análisis, admirable.