La Guerra de Irak de 2003 contra Sadam Hussein y la posterior ocupación han sido acontecimientos con grandes repercusiones actuales a nivel mundial y sobretodo en Oriente Próximo. Esta es la primera de dos entradas sobre el conflicto, las primeras que escribo para este blog, en donde se explicará de una forma breve la planificación y justificación de la guerra, la invasión y la Autoridad Provisional posterior, el traspaso de poder, la importancia de la sociedad iraquí y finalmente el auge de las insurgencias chií y suní.
Brevemente, Irak se podría describir como un país de Oriente Próximo, creado en 1920 por las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial durante el proceso de descolonización. Al este hace frontera con Irán, al oeste con Siria y Jordania, al Norte con Turquía y con Arabia Saudí y Kuwait por el sur. Su población es mayoritariamente chií (60%), los suníes suponen un 30% mientras que lo restante se distribuye entre otras religiones y ateos. De entre todos estos, entre un 15-20% son kurdos. Los chiíes se concentran en la parte septentrional del país, los kurdos al norte y algunas zonas del este, y los suníes ejercen su influencia en el oeste del país. Cabe mencionar que la capital Bagdad se encuentra en medio de las tres zonas, por lo que también está dividida en barrios. Es como un Irak a pequeña escala.
Para entender de una forma aproximada los motivos y consecuencias de la guerra de Irak de 2003, es necesario retroceder hasta la década de los 70. El partido Baaz (suní) tomó el poder en 1968; Sadam Hussein comenzó a ganar influencia dentro de él y desempeñando puestos de responsabilidad hasta que se hizo con el poder del partido y por tanto de Irak, al haber ilegalizado el resto de partidos.
En 1980 Sadam decidió Irán para anexionarse el sur del país, una zona rica en recursos y con una población mayoritariamente suní. Contó con el apoyo de Europa, países del Golfo y Estados Unidos -aunque este vendió armas a los dos bandos-. La guerra no cambió las fronteras pero Sadam ganó apoyo moral y armamentístico internacional a un precio muy alto: durante la guerra Irán apoyó a los separatistas kurdos para que abrieran un frente al norte, lo que Sadam utilizó para justificar el gaseo a las poblaciones -EE.UU, que apoyó a los kurdos cuando el partido Baaz se hizo con el poder, les retiró el apoyo y acuso a Irán de los ataques con gas-. Tras ocho años de guerra, Irak estaba sumida en una profunda crisis por los créditos económicos recibidos. Ante una deuda incapaz de pagar (14 billones de $), Sadam invadió el rico Kuwait, ocupándolo en dos días y dando inicio a la Primera Guerra del Golfo. Rápidamente se formó una coalición internacional liderada por Estados Unidos que expulsó a los iraquíes de Kuwait pero inexplicablemente mantuvo a Sadam en el poder. Durante esta breve guerra, los americanos habían alentado a los chiíes y kurdos a alzarse contra su presidente, pero cuando lo hicieron no recibieron el apoyo esperado con el consiguiente genocidio como represalia de Sadam. Estados Unidos se vio obligado a imponer duras sanciones económicas y dos zonas de exclusión aérea, al norte y sur del país.
LA EXCUSA PARA INVADIR
En otoño de 2001, dos meses después de los atentados del 11-S, Estados Unidos invadió Afganistán con el respaldo de la comunidad internacional, utilizando pequeños grupos de elite que consiguieron un pronto y fácil éxito.
Alentados por el gran éxito conseguido en Afganistán, decidieron invadir su país vecino, pero esta vez con una estrategia distinta, con un verdadero ejército de invasión que no se veía desde Vietnam. El éxito de la invasión afgana radicó en un número escaso de tropas (alrededor de 17.000) que colaboraron con las tribus locales opuestas a los talibanes, lo que evitó que se generara un sentimiento de estar ocupados por fuerzas extranjeras, mientras que en Irak fue todo lo contrario.
Pese a lo que comúnmente se piensa, la invasión de Irak no fue una consecuencia directa del 11-S. En 1997 se fundó el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano, entre cuyos miembros se encontraban importantes republicanos como Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz o Richard Perle, quien menciona por primera vez un posible cambio político en Irak. El 12 de septiembre de 2001, Bush ordenó investigar la conexión entre Sadam Husein y el atentado del día anterior; el esfuerzo principal iría contra Afganistán pero Irak ya estaba sobre la mesa y era cuestión de tiempo.
En el discurso de Bush en el debate sobre el estado de la unión quedó plasmado el fundamento de la guerra: «Estados Unidos no permitirá que los regímenes más peligrosos del mundo nos amenacen con las armas más destructivas del mundo». Al no haber una conexión entre el dictador y el 11-S, se proclamó en los medios de comunicación durante los meses siguientes que Sadam está en busca de armas de destrucción masiva que puede vender a Al-Qaeda y por lo tanto, atacar a Estados Unidos. La ONU, a través de observadores enviados al país, nunca pudo demostrar la existencia de tales armas.
PREPARACIÓN DE LA GUERRA PERO OLVIDO DEL POST-SADAM
Lo más destacable de la guerra de Irak es la precisión con la que se planificó la invasión y la casi nula planificación de qué pasaría después, acrecentado por un escaso conocimiento del país y su cultura. Basta decir con que en enero de 2003, dos meses antes de la invasión, Bush y Cheney (su vicepresidente) se enteraron de que en Irak hay principalmente dos tipos de musulmanes (chiíes y suníes).
Rumsfeld, secretario de defensa, obligó a Tommy Franks, del Mando Central, a reducir la fuerza de invasión de medio millón de hombres a 160.000, una cifra que hubiera sido aún menor si este no se hubiera opuesto. Shinseki (jefe de estado mayor del ejército) se enfrentó públicamente a Rumsfeld al sentenciar que se necesitarían varias centenas de miles de soldados para la construcción pacífica del nuevo estado iraquí, algo que para Rumsfeld era inaudito: «cuesta imaginar que puedan necesitarse más fuerzas para garantizar la estabilidad del Irak posterior a Sadam que las requeridas para la guerra en sí». Respecto al dinero, dijeron que la reconstrucción sería barata y financiada principalmente con fondos extraídos del petróleo, por lo que la Casa Blanca solo solicitó al Congreso 2.500 millones de dólares.
El plan A y único de Rumsfeld era que el ejército baazista fuera derrotado rápidamente para dejar la seguridad a la nueva policía y ejército, así como cooperar con la coalición internacional, para que en pocos meses los estadounidenses pudieran abandonar Irak. El predecesor de Franks, Anthony Zinni presagió la desintegración del país en la guerra por lo que desarrolló la Travesía del Desierto, un plan para la protección de la infraestructura, de las fronteras, la crisis humanitaria, política y económica y el papel de las mujeres; poco antes de la invasión se enteró de que el Pentágono lo había lo había descartado por ser demasiado negativo aunque dio en el clavo con muchas cuestiones.
La directiva Presidencial de Seguridad Nacional nº24, de enero de 2003, entregaba el control del Irak de posguerra al Departamento de Defensa y establecía la Oficina de Reconstrucción y Ayuda Humanitaria (ORAH), a cuyo frente se puso a Jay Garner, pero con escasos recursos. Se establecieron tres pilares: ayuda humanitaria, reconstrucción y administración civil.
Garner dijo: “no tenemos ningún recurso para hacer esto y contamos con un plan, pero va a costar 3.000 millones de dólares y de momento tenemos 37.000”.
GARNER Y LA ORAH TOMAN LAS RIENDAS (POR POCO TIEMPO)
La invasión, sin un respaldo de la comunidad internacional salvo algunos países (como la España de Aznar o el Reino Unido de Blair), comenzó el 20 de marzo de 2003 y fue mejor de lo esperado. El 9 de abril vimos como los iraquíes con ayuda de las tropas estadounidenses derribaban la estatua de Sadam Hussein en la plaza Firdos de Bagdad. El 1 de mayo Bush proclamó el cese de las principales operaciones en Irak a bordo de un portaaviones, con la pancarta detrás que decía «misión cumplida».
El 21 de abril Garner y la ORAH pudieron viajar a Bagdad y establecieron su cuartel en el Palacio Republicano, que a pesar de no tener agua, luz y ventanas no había salido mal parado de los combates. Los planes de El Pentágono establecían que para finales del verano hubiera menos de 30.000 estadounidenses en Irak, confiando en un aumento de tropas del resto de países de la Coalición y que todo quedaría a partir de ahora en manos de la ORAH. Washington les mantenía pobres para cumplir las predicciones financieras de reconstrucción de Irak, por lo que los equipos de reconstrucción contaban con lotes de 25.000$ que tenían que solicitar con semanas de antelación. Como constataron numerosos periodistas sobre el terreno, si después de la guerra no das a la gente lo que necesita, lo buscará en otros sitios.
Y así ocurrió. Solamente el ministerio del petróleo fue protegido, mientras que el resto de Irak era saqueado ante la pasividad de las tropas americanas, adiestradas para la guerra y no para estabilización -incluso participaron en la rapiña-. Los saqueos derivaron en secuestros, violaciones y asesinatos. Se calcula que los saqueos supusieron 12.000 millones de dólares en pérdidas.
BREMER LLEGA AL MANDO DE LA AUTORIDAD PROVISIONAL DE LA COALICIÓN
El 6 de mayo de 2003 Bush anunciaba que Paul Bremer remplazaría a Garner en Bagdad. La ORAH fue sustituida por la Autoridad Provisional de la Coalición (APC) el 1 de junio de ese mismo año. En cuanto Bremer llegó a Irak el 12 de mayo hizo saber a todo el mundo que él estaba al mando (había sido puesto por el presidente y contaba con el visto bueno del Consejo de Seguridad de la ONU): el ejército iraquí fue abolido, los miembros del partido Baaz fueron expulsados de la Administración pública y paralizó la formación de un nuevo gobierno interino. En consecuencia, 35.000 funcionarios y 100.000 soldados se quedaron en paro en un solo día. Paul Hughes indicó que esta decisión eliminó el único símbolo de soberanía que les quedaba a los iraquíes, «fue el punto de inflexión decisivo en la guerra».
La APC estaba compuesta por 1200 funcionarios y su centro de operaciones se situaba en el Palacio Republicano, dentro de la zona de máxima seguridad Green Zone, que obligaba a los funcionarios que querían salir del distrito a solicitar una escolta de dos humvees 48 horas antes. La mayoría de estos funcionarios pertenecían al partido Republicano y muchos carecían de la experiencia y conocimientos necesarios para la labor que estaban desarrollando. Por poner algunos ejemplos, George Packer se encontró con un joven de 25 años que supervisaba la creación del mercado bursátil de Bagdad y otro ayudaba a redactar la Constitución mientras rellenaba su solicitud de ingreso en la facultad de Derecho. En verano de 2003 la APC contaba con un 50% de su personal y nunca llegó a superar el 70% de la previsión; la rotación de cargos era muy rápida por lo que se desperdiciaba la experiencia y conocimientos adquiridos.
En agosto Bremer pone sobre la mesa que el dinero proveniente de los fondos iraquíes no es suficiente para la reconstrucción del país, que arrastraba una dura crisis desde la Guerra del Golfo. Washington le hizo caso y el 7 de septiembre elaboró la ley de presupuestos con 18.400 millones de dólares para Irak. La gran mayoría de ellos se destinaron a grandes infraestructuras para cuya construcción fueron asignadas grandes multinacionales relacionadas con el partido republicano -la reconstrucción de las infraestrucutras petroleras se encargaron a Halliburton, empresa antiguamente dirigida por el vicepresidente Dick Cheney- De todas formas, la Coalición se gastó más de 20.000 millones de dólares iraquíes (en qué, se desconoce) mientras que sólo 300 millones estadounidenses.
Finaliza en la segunda entrada, donde se explica el proceso de ocupación y el traspaso de poder a autoridades iraquíes. Enlace a la segunda entrada.
BIBLIOGRAFÍA
George Packer. La Puerta de los Asesinos. Ed: Debate (2016)
Noam Chomsky. Estados Fallidos. Ed. Ediciones B (2007)
Desperta Ferro Contemporánea n.º 10. Insurgencia en Irak