Tras realizar una maniobra sin precedentes y cruzar los Pirineos y los Alpes, el general cartaginés, Aníbal Barca, se encontraba en un momento de suma confianza al haber derrotado a las legiones de Publio Cornelio Escipión en las orillas del río Tesino (noviembre del 218 a.C.) en una pequeña batalla que supuso el primer enfrentamiento directo entre cartagineses y romanos en territorio italiano durante la Segunda Guerra Púnica.
Sin embargo, lo que realmente consolidó a Aníbal como un rival digno de Roma (sino lo era previamente) fue la aplastante victoria en los campos aledaños al Trebia, en el que aplastó por completo a dos ejércitos consulares, al mando de Sempronio (compuestos por las legiones de la I a la IV mas los cuerpos de ejército conformados por sus aliados galos), estando en inferioridad numérica, pese a tener una caballería superior, y llegando a causar unas 25.000 bajas en las filas romanas según un informe que Sempronio llevó a Flaminio mientras este se encontraba en la ciudad de Arezzo.
SITUACIÓN PREVIA A LA BATALLA
Pese a las sendas victorias en favor de Aníbal en Tesino y Trebia, el Senado romano no veía al general cartaginés como una amenaza preponderante que pusiera en riesgo a Roma, por lo que rehusaron a nombrar un dictador que solventara la situación.
Los daños para Roma fueron, además, más allá de las simples derrotas ante Aníbal, pues también deberían olvidar durante un tiempo la idea de invasión del norte de África, pues las legiones destinadas a esa difícil empresa eran las comandadas por Tiberio Sempronio Longo, que habían sido vencidas por las tropas cartaginesas en Trebia.
Por su parte, Aníbal se podía permitir el lujo de liberar a los prisioneros itálicos capturados en la batalla anterior, aún habiendo perdido 4.000 hombres en combate, pues, según él, no había venido hasta la península Itálica para hacer la guerra, sino para castigar a Roma, a la cual había vencido en dos ocasiones, haciendo solo un mes que había cruzado los Alpes y llegado a las llanuras del Po.
Además, las tribus galas, las cuales aun no confiaban demasiado en el general cartaginés, pero después de ver como sus ejércitos se imponían a los romanos, empezaron a desertar en gran número de sus filas para ponerse bajo las órdenes de Aníbal.
Después de Trebia, Aníbal continuó su marcha hacía el sur sin demasiados incidentes, excepto el que suponía el paso de los Apeninos y el valle de Arno en pleno invierno, lo cual supondría un notable esfuerzo para unas ya cansadas tropas. La duras condiciones climáticas y las bajas sufridas en el valle del Po dejaron al ejército cartaginés sumamente afectado, llegando a morir una gran cantidad de caballos númidas, poco acostumbrados a temperaturas tan extremas, y casi la totalidad de los elefantes, quedando vivo únicamente un ejemplar indio que era la montura del mismísimo Aníbal.
Esta etapa no supuso un daño únicamente en las huestes cartaginesas, sino que su general resultó herido durante una escaramuza al intentar tomar un fuerte cerca de Placencia y perdió un ojo al cruzar las regiones pantanosas del Valle de Arno.
BATALLA DEL LAGO TRASIMENO
Tiene lugar, según recientes investigaciones, en mayo el año 217 a.C., concretamente el día 21. Se sitúa en las orillas del Lago Trasimeno, ubicado en el centro del país, en la región de Umbría.
Se da tras un periodo en el que se cesaron las hostilidades directas entre romanos y cartagineses, siendo la única resistencia que encontró el ejercito proveniente desde el norte una serie de emboscadas por parte de algunas tribus autóctonas.
Pese a la complicación que había supuesto cruzar los Apeninos y el valle del Arno debido a las dificultades geográficas y a las duras condiciones climáticas, Aníbal no solo no desistió en su empresa de aniquilar a las legiones romanas y hacerse con el control de la península Itálica, sino que volvió a demostrar nuevamente su destreza como comandante de uno de los mayores ejércitos de la antigüedad y el potencial militar de Cartago.
Según las descripciones que nos da Polibio (III-83-2-5), todo indica que Aníbal, entró por el desfiladero de Borghetto, al norte del Lago Trasimeno, donde dispondría a sus tropas para la batalla que se avecinaba.
Parece ser que durante la noche, el general cartaginés organizó a sus tropas en el valle para poder realizar la emboscada en la batalla del día siguiente, escondiendo además a su caballería en una serie de montículos lo suficientemente lejanos para que no fuese descubierta. Las crónicas añaden que el mismo día de las hostilidades se dieron unas condiciones climáticas de niebla y llovizna que favorecieron la ocultación del ejército de Cartago.
Debido al minucioso estudio que Aníbal realizaba de los generales enemigos antes de enfrentarse a ellos en el campo de batalla, se percató de la impulsividad del cónsul Flaminio y le tendió una trampa en la que cayó de lleno. Por lo tanto, el día anterior durante la tarde dejó que las patrullas de espías romanos se acercaran lo suficiente como para hacerles creer que Aníbal había dejado a un número limitado de tropas en ese lugar y que él había proseguido con su marcha hacia el sur.
Así pues, el cartaginés dejó apostados en el desfiladero de Borghetto un contingente de 15.000 soldados ibéricos y africanos. Se podría decir que estas eran la élite del ejército cartaginés ya que eran tropas expertas en guerra que además habían sido equipadas con armamento romano capturado en la batalla de Trebia, haciendo que en estos compases de la guerra se diferenciaran poco unos soldados de otros.
De esta manera, hizo creer al cónsul, Cayo Flaminio Nepote, que había tomado una decisión imprudente al dejar un ejército claramente inferior al romano para intentar cortarles el paso a ellos para dirigirse a combatir al ejército del cónsul Servilio, que se aproximaba a las posiciones cartaginesas desde el norte. A su vez, ocultó a la caballería y a la infantería ligera a ambos lados y sobre el desfiladero.
Los historiadores romanos Polibio y Livio, culparán íntegramente de esta derrota a la imprudencia de Flaminio y a su nula visión bélica por caer de nuevo en una trampa de Aníbal. Se cree, que esta maniobra fue ideada para evitar que se unieran los dos ejércitos consulares y que pudieran incrementar su potencia militar para hacerle frente. Además, se piensa que el genio cartaginés ya conocía de antemano el terreno para preparar la emboscada gracias a los espías que tenía bajo su cargo repartidos por toda la Península.
Tras haber ideado el plan la noche anterior, por la mañana, Flaminio avanzó con sus tropas por el valle hasta dar con los 15.000 soldados africanos e ibéricos que había en el lugar, creyendo que eran las únicas fuerzas disponibles allí por los cartagineses. Entonces, ordenó a sus legiones formar en manípulos y avanzar contra el enemigo, para acabar con ellos cuanto antes posible.
Mientras tanto, los soldados romanos de retaguardia continuaron adentrándose al valle por completo. Cuando pasó el último legionario Aníbal dio orden a su caballería e infantería ligera de que iniciaran un ataque que cercara al grueso del ejército consular. Los romanos, pese a su confianza inicial, se encontraban ahora en una clara inferioridad numérica, pues eran unos 41.000 soldados (35.000 infantes y 6.000 jinetes) frente a 60.000 soldados cartagineses (50.000 infantes y 10.000 efectivos de caballería). Además, las legiones romanas no podían combatir de manera organizada, pues se encontraban dispersas a lo largo de los 5 kilómetros que medía el valle.
La batalla se alargó durante tres horas, donde el mismo Flaminio fue abatido por un jinete galo llamado Ducario, desarrollándose posteriormente una lucha a su alrededor por la posesión de sus restos mortales.
El ejército romano entonces entró en huida y, logrando romper las filas cartaginesas de africanos e ibéricos, entre 6.000 y 10.000 soldados romanos consiguieron huir a una aldea cercana, sin embargo, Aníbal mandó a Maharbal con parte de la caballería e infantería ligera, logrando que los huidos depusieran las armas y se rindieran a condición de que se les perdonase la vida.
Finalmente, la batalla se saldó con cerca de 16.000 muertes entre las filas de los romanos en merced de las espadas cartaginesas o ahogándose en el lago al intentar huir. También hubo 10.000 legionarios que fueron hechos prisioneros. Por su parte, las bajas del ejército cartaginés, galos en su mayoría, no llegaron a las 1.500. Asimismo, Aníbal ordenó enterrar a los caídos más ilustres de su propio ejército, dando la orden de buscar el cuerpo de Flaminio para darle sepultura, el cual no encontró.
CONSECUENCIAS
Al día siguiente, al enterarse Aníbal de la llegada del ejército de Servilio con 4.000 jinetes, al mando de Centenio, envió a Maharbal con su caballería y lanceros. Las huestes cartaginesas atacaron con tal violencia a la caballería romana en la Batalla de los Pantanos de Plestia, que arrasaron con la mitad de ellos en el momento, haciendo que la otra mitad, que se había refugiado en una colina cercana, se rindiese al día siguiente.
La severa aniquilación de la caballería romana en Trasimeno y en las escaramuzas posteriores, condicionó de manera súbita el resultado de la batalla de Cannas, pues los romanos no pudieron reunir una caballería que hiciese frente a la de Aníbal.
Además, el Senado romano nombró como dictador a Quinto Fabio Máximo para intentar poner remedio al desastre que amenazaba a Roma. Éste adoptó la conocida como “Estrategia Fabiana”, evitando una confrontación directa con el ejército cartaginés y así poder rearmar y reconstruir el debilitado ejército romano. Del mismo modo, se nombró como jefe de la caballería a Marco Minucio Rufo.
Bibliografía
GARCÍA TOMÁS, Salvador: Aníbal, genio de la guerra, Ed. Cultivalibros, Madrid, 2010.
MIRA GUARDIOLA, Miguel Ángel: Cartago contra Roma (Las Guerras Púnicas), Alderabán Ediciones, Madrid, 2000.
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