Tras haber realizado una marcha desde el norte de África, pasando por la península Ibérica y haber cruzado las cordilleras de los Pirineos y de los Alpes, Aníbal Barca no solo demostró su fuerte convicción en el objetivo de derrotar a los romanos en la península Itálica, sino que era uno de los mayores genios militares hasta el momento y una de las grandes figuras de la antigüedad.
El paso desde los Pirineos hasta las llanuras del valle del Po había transcurrido sin demasiados incidentes notables, salvo algunas refriegas con las tribus autóctonas que se encontraba a su paso y a las que se intentaba ganar para sumarlas a su causa; y a los mismos problemas que le podía plantear el paso de dos cordilleras montañosas de elevada altitud con una hueste de magníficas proporciones.
Si confiamos en los datos que nos ofrece Polibio, de los 50.000 soldados de infantería y 9.000 de caballería que habían salido de la Península Ibérica, solo 20.000 infantes y 6.000 jinetes habían logrado llegar hasta la llanura del Po, además de los 37 elefantes de guerra.
En este artículo, vamos a tratar las primeras contiendas armadas entre romanos y cartagineses, que se saldan con sendas victorias que darán a Aníbal la confianza suficiente como para aventurarse hasta el corazón de la Península Itálica.
Batalla de Tesino
Se trata del primer enfrentamiento directo entre romanos y cartagineses que tiene lugar a principios de noviembre del año 218 a.C., según el ejército de Aníbal cruzó los Alpes. Ambas fuerzas habían llegado a cruzar sus caminos en el Ródano, pero como se situaban a una distancia considerable no llegaron nunca a medir las armas.
Este enfrentamiento, que tuvo lugar en las orillas del río Tesino, está propiciado por diversos factores. El primero es el temor que se había instaurado en los territorios romanos al conocer la noticia de la llegada de un gran ejército extranjero. Otro factor que propició el enfrentamiento fue las ganas que tanto Aníbal como Escipión tenían de medir el potencial de su adversario. Además, Aníbal quería dejar patentada su autoridad frente a las tribus galas para que se decidieran definitivamente a sumarse a su empresa.
No se trata de una batalla de gran magnitud en sí misma, sino de una escaramuza, del enfrentamiento entre los ejércitos de expedición de Roma y Cartago, dirigidos por Escipión y Aníbal.
El ejército romano, en primer lugar, tendió un puente sobre el Tesino para que pudiera pasar su caballería, compuesta de 1200 romanos y 1900 galos e itálicos, y de sus fuerzas de infantería formadas por 7200 vélites. Por su parte, Aníbal desplazó casi a la totalidad de su caballería númida de unos 4000 hombres, y su caballería hispana de 2000 hombres.

Al avistarse ambos ejércitos, Escipión colocó al cuerpo de infantería de los vélites en el centro de la formación y a la caballería compuesta por galos e itálicos a ambos flancos, quedando la caballería romana en la retaguardia.
Aníbal, dispuso a la caballería hispana en el centro y a una unidad de caballería númida en cada lado, de 2000 hombres cada una. El general cartaginés atacó por el centro con la caballería hispana, haciendo que los vélites huyeran entre los caballos romanos tras lanzar sus jabalinas, y con la caballería ligera númida por ambos flancos, para después atacar la retaguardia romana, envolviendo casi por completo el ejército de Escipión.
Esto provocó la huida del ejército romano, los cuales se replegaron en dirección a su campamento y destruyeron el puente construido sobre el Tesino.
La batalla se saldó con 500 bajas para los romanos además de la pérdida de un gran número de caballos que cayeron en manos cartaginesas. Asimismo, Aníbal logró uno de sus principales objetivos, motivar que galos y ligures se postularan bajo su mando, logrando engordar las filas de sus tropas que llegaban en ese momento hasta 40.000 hombres.
Esto supuso un duro revés para los planes de contraataque de Roma, pues el cónsul Tiberio Sempronio Longo, tuvo que trasladar las legiones destinadas a invadir África hacia Italia para socorrer al maltrecho ejército de Escipión, el cual había sido herido en combate y rescatado por su hijo.
Batalla de Trebia
La derrota sufrida en Tesino motivó que Sempronio se desplazara junto a la III y IV legión y sus aliados celtas desde Rimini. Sin ningún problema atravesó los Alpes y, en un mes, se unió a Escipión, formando un ejército consular de considerables dimensiones, compuesto por cuatro legiones y los aliados celtas que habían seguido del lado de los romanos. Debido a la indisposición de Escipión a causa de las heridas recibidas en Tesino, Sempronio se puso al mando de todas las tropas.
Al igual que en Tesino, ambos generales tenían unas inmensas prisas por entrar en batalla. Por un lado, Aníbal quería asegurarse la fidelidad de sus aliados celtas, los cuales se impacientaban con facilidad si no veían resultados prácticos frente a los romanos. Además, no quería esperar durante un tiempo extenso, pues temía que las legiones romanas se reforzaran. Asimismo, el consulado de Sempronio estaba llegando a su fin y éste quería enfrentarse en cuanto antes a Aníbal para poder adquirir la gloria que le daría una victoria, ya que la ayuda que había tenido que prestar en el valle del Po había truncado su esperanza de victoria en la invasión del norte de África.
Es entonces cuando el general cartaginés envía una expedición de castigo a cargo de su hermano menor, Magón, con 2.000 soldados de infantería y 1.000 de caballería, contra una serie de tribus galas que habían pactado con él pero que enviaban de manera constante a emisarios al campamento romano. No obstante, todo esto da a entender que Aníbal utilizó esta situación para atraer a los romanos a un pequeño enfrentamiento dual de caballería e infantería y que se desarrollara al día siguiente, como consecuencia, una batalla de mayores dimensiones.
A continuación, como Aníbal previó, los galos acudieron al campamento romano a pedir ayuda, consiguiendo el auxilio de Sempronio, el cual envió a la mitad de su caballería y a 1.000 soldados de infantería armados con jabalinas, que hicieron retroceder a los cartagineses a sus trincheras. Tras esto, Aníbal, para no mostrar al enemigo todo su potencial militar, envió pequeñas unidades de reserva que hicieron recular a las tropas romanas. Es entonces cuando Sempronio ordena a todos sus jinetes y lanceros intervenir en la revuelta, haciendo que esos pequeños contingentes de tropas retrocedieran definitivamente hasta su propia trinchera. Aníbal dejó que los romanos se asignaran la victoria, haciendo que un confiado Sempronio se aventurara al ataque al día siguiente, algo que también sucedería en Cannas.
En esta batalla, sucedida a mediados de noviembre (concretamente el 21) o principios de diciembre del año 218 a.C., Aníbal dispuso a su ejército y a su famosa caballería en las inmediaciones del Trebia. Al ver que los romanos regresaban a su campamento, colocó a modo de avanzadilla a su infantería ligera y a los honderos baleares (unos 8.000 hombres en total). A continuación, desplegó al resto de su infantería, 20.000 hombres, con soldados africanos e íberos en los extremos y a los galos en el centro, formando una única línea de combate. Del mismo modo, dividió su caballería pesada (5.000 hispanos y galos en el ala izquierda mandados por Mahrbal) y de jinetes númidas (4.000 en el ala derecha mandada por Naravas) situándolas a ambos flancos y, frente a las alas de infantería, situó a 16 elefantes en cada lado. Aquí, Aníbal únicamente contará con 4.000 jinetes y 8.000 infantes galos, los cuales no le apoyaban aun en masa.
Por simple orgullo o para no desmoralizar a las tropas, Sempronio aceptó el desafío de Aníbal y formó a su infantería en una sola línea, pero con la clásica formación romana de triplex acies. Colocó en el centro a 20.000 legionarios romanos y a los flancos de estos 16.000 efectivos de infantería aliada gala y ligur (8.000 en cada lado). En la vanguardia de la infantería situó a 6.000 vélites y a las alas a la caballería, situándose en el lado derecho 1.000 jinetes romanos y a la izquierda 3.000 caballeros aliados.
En primer lugar, entran en combate las infanterías ligeras de ambos bandos, pero según alcanzaron las líneas principales la posición adecuada, se inició la lucha de las infanterías pesadas. La caballería de Aníbal atacó por las alas, envolviendo rápidamente a la romana, que se vio desbordada por su notable inferioridad numérica.
Tras este empuje de la caballería cartaginesa, su homóloga romana huyó dejando desguarnecidas las alas, sobre las que cayó la infantería ligera cartaginesa y los númidas. Mientras tanto, en el centro de la batalla, la infantería gala y los príncipes romanos, mantenían un feroz combate cuerpo a cuerpo en el que ninguno de los dos cedía por el momento. En esos precisos instantes, las tropas cartaginesas que se encontraban en las inmediaciones del Trebia, capitaneadas por Magón Barca, atacando por la espalda al centro de la infantería romana haciendo que esta tuviera que combatir en dos frentes.
Se lanzó a los elefantes contra las alas romanas de frente, mientras que por la retaguardia atacaban los mercenarios africanos y por el costado la infantería ligera cartaginesa y la caballería númida. Es en este momento cuando parte del ejercito romano huyó hacia el río, ahogándose una gran cantidad de soldados en el mismo. No obstante, el centro de la formación romana seguía en combate, llegando a cortar los tendones a 9 elefantes, pues algunos soldados llevaban una guadaña, y logrando incluso a romper el frente cartaginés. Sin embargo, al ver caer las alas y debido a la intensa lluvia y a la superioridad numérica cartaginesa, Sempronio ordenó la reagrupación de los soldados que quedaban (unos 10.000) y que se retiraran hacia Placencia. No obstante, como el río venía muy crecido y los soldados cartagineses se encontraban entre ellos y su campamento, la mayoría murieron a las orillas del mismo. Aquella misma noche, Escipión, junto con los soldados que le quedaban, ordenó levantar el campamento para dirigirse también hacia Placencia.

No se sabe con exactitud el número de bajas que hubo entre los romanos, pero se conoce que en la primavera siguiente, Sempronio, entregó a Flaminio en Arezzo lo que quedaba de sus legiones, es decir, unos 15.000 hombres, que serían los que se habían salvado de la batalla de Trebia. Por lo tanto, contabilizamos que unos 25.000 hombres habían caído en combate o habían sido hechos prisioneros. Además, al haber sido derrotado dos ejércitos consulares, debían olvidar durante un tiempo la empresa africana para centrarse en la defensa peninsular.
Pese a haber perdido unos 4.000 hombres en combate, Aníbal liberó a los prisioneros itálicos alegando que él no había llegado hasta allí para hacerles la guerra, sino para acabar con el gobierno de la déspota Roma. Además, salió muy beneficiado moralmente, ya que al mes de haber llegado a la Península Itálica ya había derrotado a dos ejércitos consulares juntos, superiores en infantería. Asimismo, los galos, abandonaron las filas del ejército romano y se pasaron en masa al bando cartaginés.
Tras esta batalla hubo un estancamiento de los frentes y un descanso sin demasiados incidentes destacables. Cabe mencionar que tras el paso de Aníbal por los Apeninos y por el valle de Arno, el ejército cartaginés se vio sumamente afectado, pues debido a las duras condiciones climáticas y a las bajas sufridas en el valle del Po, murieron prácticamente todos los elefantes, quedando solo uno (la montura de Aníbal), y muchos caballos númidas, pues ambos animales no estaban acostumbrados a unas condiciones de frío tan extremas. Además, el mismo general cartaginés resulto herido en una escaramuza al intentar tomar un fuerte cerca de Placencia y perdió un ojo por una infección al cruzar las regiones pantanosas del valle de Arno.
No obstante, después de estas batallas y de esta ardua odisea de Aníbal por la península Itálica, las victorias a favor del bando cartaginés seguirán sucedíendose, como hemos narrado anteriormente con el árticulo que les puede ofrecer Archivos de la Historia: Hannibal ad Portas: La Batalla del Lago Trasimeno que ilustra los hechos que ocurrieron tras estas dos batallas.
Bibliografía
GARCÍA TOMÁS, Salvador: Aníbal, genio de la guerra, Ed. Cultivalibros, Madrid, 2010.
MIRA GUARDIOLA, Miguel Ángel: Cartago contra Roma (Las Guerras Púnicas), Alderabán Ediciones, Madrid, 2000.
[…] ilustran los tres grandes enfrentamientos del audaz general cartaginés con las tropas romanas en las batallas de Tesino y Trebia y en la Batalla del Lago […]