Habitualmente se ha considerado a la batalla de Cannas como una de las grandes victorias de la Historia. Aníbal ha sido recordado por grandes estrategas, generales e historiadores como uno de los mayores genios tácticos debido a esta victoria. En ella, los ejércitos consulares de Lucio Emilio Paulo y Cayo Terencio Varrón fueron aniquilados. Por ello, en este artículo os contaremos detenidamente cuales fueron las claves de esta victoria y cómo estaban conformados tanto el ejército romano como el púnico. No obstante, aunque resulte paradójico, el final de Aníbal estuvo marcada por una batalla con un desarrollo realmente similar. Es por ello por lo que en esta ocasión os mostramos.

La batalla de Cannas (216 a.C.)

En el año 218 a.C., Aníbal, al frente de su ejército, había cruzado los Alpes e invadido Italia. El estratega púnico había invadido Italia y derrotado a las legiones romanas; primero en el Trebia (218 a.C.) y en el Trasimeno (217 a.C.). Tras estos desastres, Roma nombró dictador a Quinto Fabio Máximo quien durante un año rehusó enfrentarse a Aníbal en combate abierto, atacando a los cartagineses en sus líneas de suministro y logrando incluso una pequeña victoria.

Pero la cautelosa estrategia de Fabio no eran compartidas por el propio ejército, que lo acusó de cobardía, y por el Senado, que sospechaba incluso que quería prolongar la guerra para mantener el mando y cuyos miembros además estaban exasperados por los estragos que el ejército cartaginés estaba causando en Campania, región llena de villas y propiedades rurales de los senadores.

Año 216 a.C. en las llanuras bañadas por el Aufido. Los ejércitos de Cartago bajo el mando de Aníbal Barca y las legiones de Roma, bajo el mando del cónsul Cayo Terencio Varrón, se disponen a enfrentarse. Lo harían en una batalla de proporciones nunca antes vistas en suelo italiano, la batalla de Cannas. Roma apostó fuerte: había reunido dieciséis legiones. Entre romanos y aliados, reunían un total aproximado de ochenta y siete mil hombres. Frente a ellos, los púnicos con cuarenta y cinco mil hombres. Al estar ambos ejércitos consulares unidos en uno solo, la ley romana ordenaba la alternancia diaria en el mando entre ambos cónsules; Lucio Emilio Paulo y Cayo Terencio Varrón. Mandaba Varrón el día que Roma decidió presentar a Aníbal.

Los romanos, explicó Sosilos, jugaban a un juego especialmente interesante: los continuos cambios del mando supremo. El patricio Emilio Paulo era vacilante y partidario de esperar, como el ex dictador Fabio; el plebeyo Terencio Varrón quería atacar. – Hoy le toca el mando a Terencio. Dispensa, mira. – Sosilo señaló a los ejércitos, […] (Haefs, 2005: 456).

Aníbal desplegó en su ala izquierda, frente a la caballería romana, a seis mil jinetes al mando de Asdrúbal. De ellos, dos mil hispanos y cuatro mil celtas. En el centro, comandado por el propio Aníbal, estaban situados dieciséis mil celtas con ocho mil hispanos a sus flancos. A ambos extremos de la formación de infantería estaban posicionados diez mil soldados libio-fenicios. Los celtas y los hispanos estaban situados formando un arco hacia el enemigo. En vanguardia, delante del centro, situó seis mil hostigadores. En su ala derecha situó tres mil quinientos jinetes númidas al mando de Maharbal (Arre Caballo, 2017a).

Probablemente sea una de las contiendas más famosas de la historia. De hecho, ha trascendido hasta otros escenarios como la literatura. Por ello, en este artículo vamos a hablar de ella tomando como referencia la descripción de la misma por Gisbert Haefs en su novela Aníbal (1989). en paralelo la narración literaria y los hechos históricos:

– Aquí, a la izquierda – Sosilos señaló a los jinetes de esa ala -, están los catafractos íberos, en torno a los dos mil, y unos cinco mil celtas, la mayoría insubros. Están bajo el mando de Asdrúbal el Cano, quien tiene a Monómaco y Bonqart como segundos. […] En el ala opuesta están los númidas restantes, alrededor de tres mil. Hannón, con Maharbal y Cartalón. Arremeterán contra los aliados; Asdrúbal lo hará contra la caballería romana 

[…] Más adelante Antígono escuchó al cronista las cantidades y disposición de las tropas. Junto al ala izquierda había un bloque de alrededor de cinco mil hoplitas libios, bajo el mando de Muttines; junto a estos, tres mil íberos de a pie. Luego en el centro bajo el mando directo de Aníbal, diez mil insubros y boios; otros tres mil íberos, los cinco mil libios restantes. Y después los númidas (Haefs, 2005: 457, 458).

Los romanos habían elegido un terreno llano en el que Aníbal no pudiese ocultar sus fuerzas, como había hecho en Trasimeno (217 a.C.). Pretendían que tampoco pudiese emplear eficazmente la caballería, su arma más temida. De ese modo había ocurrido en Trebia (218 a.C.). Terencio Varrón situó su ala derecha, apoyada en el rio Aufido. La caballería romana formada por 2.000 jinetes estaba bajo el mando de Emilio Paulo. En el centro mandado por Gneo Servilio, posicionó las ocho legiones, con treinta y dos mil hombres, y la infantería aliada, cuarenta mil, en dos líneas.

Según Polibio “los manípulos estaban más cercanos los unos a los otros, los intervalos eran más cortos”. En vanguardia estaban los vélites, hostigadores, en número de siete mil. En su flanco izquierdo, los cuatro mil ochocientos jinetes itálicos, al mando del propio Varrón.

[…] A través de la fina cortina de polvo se podían ver las sólidas y escalonadas filas de soldados de a pie romanos y latinos. Es decir, no se les distinguía, sólo se veía una falange inmensa e increíblemente sólida (Haefs, 2005: 456).

La formación romana se dispuso con un fondo muy aumentado, de manera que los soldados acabaron conformando un rectángulo enorme, con un frente relativamente reducido. La estrategia de Varrón parecía simple: intentar presionar el centro cartaginés, buscando imitar lo ocurrido en la batalla de Trebia, donde las legiones habían conseguido romper la línea cartaginesa.

El primer movimiento de la batalla fue una carga de la caballería de Asdrúbal, contra su contraparte romana, al mismo tiempo que Maharbal y la caballería númida atacaban a la caballería de Varrón en el otro flanco.

El heleno no necesitaba seguir el dedo del cronista. Los catafractos íberos y los jinetes celtas de Asdrúbal cargaron de pronto. Entonces ocurrió algo extraño (Haefs, 2005: 457).

En el centro de la batalla, los hostigadores púnicos y los vélites se enzarzaron en una lluvia de proyectiles, siendo los vélites repelidos. Tras esto, los cartagineses dispusieron una línea con unos ochocientos honderos baleares para intentar frenar el avance de las tropas romanas, pero no tuvo éxito.

[…] La falange romana seguía avanzando; los escaramuzadores del ejército púnico fueron rechazados (Haefs, 2005: 457).

Despliegue y fase inicial de la Batalla de Cannas (216 a.C.): Avance romano y victoria cartaginesa en los flancos.
Despliegue y fase inicial de la Batalla de Cannas (216 a.C.): Avance romano y victoria cartaginesa en los flancos. https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/8/8a/Battle_of_Cannae%2C_215_BC_-_Initial_Roman_attack.svg/1280px-Battle_of_Cannae%2C_215_BC_-_Initial_Roman_attack.svg.png

Llegó la batalla cuerpo a cuerpo. El choque del centro cartaginés contra la mole romana que se le venía encima. Para Aníbal era crucial que su centro cediese sin desintegrarse. En las batallas de la Antigüedad, la mayoría de bajas se producían cuando una línea de batalla se rompía. Lla moral y la disciplina eran esenciales para mantener la línea bajo presión mientras se retrocedía.

[…] Pero el heleno sólo veía un movimiento completamente absurdo, una carga del centro contra la falange romana. Sólo el centro; los íberos y libios de la izquierda y la derecha no avanzaron. Las filas de batalla púnicas, hasta entonces en línea recta, mostraron una curvatura dirigida hacia los romanos. […]

Lenta, muy lentamente, la monstruosa masa de legionarios romanos hizo retroceder al centro púnico hasta que éste volvió a estar en la misma línea que ambas alas, y luego, aún más atrás; ahora era en la retaguardia púnica donde se había formado una curvatura, y ésta parecía a punto de romperse. Los jinetes celtas, desmontados, cerraron las brechas (Haefs, 2005: 458).

Cuando la caballería de Asdrúbal hubo derrotado completamente a la romana, poniéndola en fuga, una parte de los jinetes se separó y dio un rodeo. Atravesó la retaguardia romana, hacia el flanco derecho, en dónde atacó a la caballería aliada romana desde la retaguardia. Estos, atacados desde los dos frentes, se dispersaron rápidamente. Dejando ambos flancos romanos desprotegidos.

[…] Los catafractos de Asdrúbal no habían perseguido durante mucho tiempo a los jinetes romanos dados a la fuga; […], los catafractos habían cabalgado hacia la retaguardia de la caballería latina de Terencio Varrón, para, junto con los númidas y los soldados de armamento ligero, eliminar el ala izquierda romana en cuestión de minutos (Haefs, 2005: 460).

Con el centro púnico en continuo retroceso, los romanos creyeron que su plan estaba dando sus frutos. Por ello, precipitaron su ataque, aumentando la presión. A causa de esto, redujeron el espacio disponible entre hombre y hombre. Esta maniobra, finalmente, provocó que se estorbasen los unos a los otros.

[…]. La falange romana empezaba a asfixiarse en su propia masa. Ochenta mil soldados, formados en largas columnas, y casi ninguno podía intervenir en la lucha. El mayor ejército que jamás había pisado suelo itálico había hecho retroceder al semicírculo de quizá diez mil celtas, lo había llevado hasta sus líneas y luego más atrás (Haefs, 2005: 460).

Aníbal activó su trampa; a su señal, la infantería de hispanos y libio-fenicios, formada a los flancos, avanzó contra los ahora desprotegidos flancos de la formación romana. La victoriosa caballería púnica atacó por la retaguardia romana, cerrando la trampa.

– ¡Pobre y ciego loco! – Señaló la curvatura de la formación púnica, que entretanto se había convertido casi en un semicírculo. Las filas celtas todavía se mantenían firmes, no había ninguna brecha.

– ¿Por qué, loco?

– ¿Acaso no lo ves? Sosilos, ¿no lo ves? La mayor victoria del estratega más grande que ha habido jamás

Nuevas señales de trompeta. Ahora, por fin, después de dos horas de espera, íberos y libios atacaron, girando hacia el centro. El avance romano había permitido que íberos y libios se encontraran a la altura de los flancos enemigos; ahora cerraron la tenaza. […]; los soldados ligeros se unieron a los íberos y libios que avanzaban hacia el centro desde la derecha, alargando los brazos de la tenaza. Los catafractos de Asdrúbal retrocedieron, dieron media vuelta y unieron los dos extremos de la tenaza púnica, cerrando el cerco (Haefs, 2005: 459, 460).

Segunda fase de la batalla de Cannas (216 a.C.): Encierro y aniquilación del ejército romano.
Segunda fase de la batalla de Cannas (216 a.C.): Encierro y aniquilación del ejército romano. https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/c/c0/Batalla_de_Cannae_Destrucci%C3%B3n_romana.svg

Lo que sucedió después fue una completa carnicería, aunque la cifra exacta de bajas probablemente nunca llegue a conocerse. Tito Livio y Polibio nos ofrecen unas cifras según las cuales murieron entre 50.000 y 70.000 romanos y entre 3.000 y 4.500 fueron hechos prisioneros. Solo 14.000 hombres lograron escapar, la mayoría de los cuales habían logrado abrir una vía de escape hacia la cercana ciudad de Canusio.

Aquello no duró mucho; los catafractos de Asdrúbal cargaron contra la fortaleza y los romanos que habían conseguido escapar del cerco se entregaron sin oponer resistencia. […] Otros grupos de soldados seguían persiguiendo fugitivos. otras tropas cercaron los dos campamentos, en los que se habían atrincherado algunos supervivientes (Haefs, 2005: 461).

Al día siguiente se rindieron los dos campamentos romanos; sus accesos al Aufido había sido bloqueados y ya no tenían agua. Poco a poco se empezaron a percibir con mayor claridad las dimensiones de lo ocurrido el día anterior. Casi quince mil romanos y aliados habían sido tomados prisioneros, […]. Más de cincuenta mil caídos cubrían el campo de batalla, entre ellos, además de numerosos caudillos de los aliados de los aliados de Roma, se encontraban también un cónsul, varios cónsules y tribunos de años anteriores, los dos cuestores de ese año, veintinueve tribunos militares, algunos pretores y ediles de ese y otros años, ochenta senadores (Haefs, 2005: 466, 467).

La victoria cartaginesa fue total.

La batalla de Zama (202 a. c)

Catorce años después del triunfo de Aníbal en Cannas, las tornas de la guerra habían cambiado. Roma aprendió de sus errores: reclutó nuevas legiones, algunas formadas por esclavos y presos, y empezó a evitar las batallas contra el cartaginés. Sin embargo, sufriría varios reveses como las batallas de Centennio y Herdonea, ambas del 212 a.C. Estas le costaron cerca de 30.000 bajas. Se centró en atacar sus líneas de suministro, así como las ciudades italiotas que habían desertado al bando cartaginés tras la batalla de Cannas (Arre Caballo, 2017b). Una década de combates que dejó cientos de miles de bajas en ambos bandos.

En el año 204 a.C., Publio Cornelio Escipión, quién había asegurado para Roma el dominio de Hispania en el 206 a.C. había iniciado la invasión de África. La patria de Aníbal, Cartago, ahora peligraba. La ciudad había ordenado llamar a su estratega desde Italia para que acudiese a protegerla con su ejército. La batalla decisiva se libraría el 19 de octubre de 202 a.C.

[…] Aníbal había dejado Hadrimes, en la costa oriental, y había marchado hacia el interior, hacia las fértiles llanuras de Zama. […] (Haefs, 2005: 560).

Antes del encuentro, ambos generales se entrevistaron, solos sin escoltas, aunque no llegaron a ninguna conclusión.

Escipión entrelazó los dedos sobre el regazo; Antígono, a su lado, observó los blancos nudillos.

– He esperado mucho tiempo este encuentro -dijo el romano-. Enfrentarme a ti con la espada o con palabras.

Aníbal inclinó ligeramente la cabeza (Haefs, 2005: 560).

Tras la fallida reunión, ambos ejércitos se aprestaron para la batalla. Aníbal situó en su ala izquierda tres mil jinetes númidas mandados por Tiqueo. En vanguardia situó ochenta elefantes, que nunca habían entrado en combate, junto a dos mil infantes ligeros y honderos baleares. En el centro situó a sus treinta y siete mil infantes divididos en tres líneas. La primera estaba ocupada por ligures y galos. La segunda, por una falange de cuatro mil macedonios, enviados por Filipo V, y unos ocho mil cartagineses, pertenecientes a la milicia ciudadana. En la tercera aguardaban los veteranos de Aníbal, principalmente brucios. En su ala derecha mandada por Cartalón situó tres mil jinetes púnicos, algunos recién reclutados y otros veteranos.

Masinissa estaba situado en el ala derecha romana al frente de seis mil de sus jinetes. Por su parte, los romanos adoptaron la disposición clásica de batalla de la legión, denominada Triplex Acies: con los vélites en vanguardia, los hastati en primera línea, los príncips en la segunda y la tercera formada por los triarii. En esta ocasión el acies de los triarii se situó más a retaguardia de lo normal para evitar los elefantes. En su ala izquierda se posicionaron dos mil setecientos jinetes itálicos bajo el mando de Cayo Lelio.

A diferencia de en Cannas, las unidades se encontraban separadas por pequeños pasillos que les permitían maniobrar. Por ellos debían retirarse los vélites cuando comenzase la batalla. Al mismo tiempo, evitarían que los elefantes rompieran la formación romana.

Despliegue inicial y primeros movimientos de la batalla de Zama (202 a.C.): La carga de los elefantes cartagineses y el ataque de la caballería romana. Trae recuerdos a la batalla de Cannas
Despliegue inicial y primeros movimientos de la batalla de Zama (202 a.C.): La carga de los elefantes cartagineses y el ataque de la caballería romana. https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/e/e1/Mohammad_adil_rais-battle_of_zama-3.PNG

Antígono tenía la mirada fija en las líneas de batalla. Las legiones formaban una falange triple, sin dejar mucho espacio los hastati, los prínceps y los triarios. Los jinetes itálicos, bajo el mando de Lelio, esperaban en el ala izquierda; los númidas de Masinissa, en la derecha

Las tropas de Aníbal, cuyo número y composición Antígono desconocía, estaban formadas en ocho grandes cuadros dispuestos no en línea, sino como una cuña dirigida hacia las líneas romanas. […] Detrás de los cuadrados, dos grandes grupos de soldados de a pie cambiaron de frente, formando una larga línea. Las alas estaban protegidas por jinetes; los itálicos tenían enfrente a jinetes púnicos, probablemente de las ciudades y aldeas de la costa oriental; los númidas de Masinissa estaban frente a los númidas de Tykeos. Vermina aún no había llegado (Haefs, 2005: 564, 565).

La primera fase de la batalla estuvo protagonizada por un combate entre soldados de armamento ligero de ambos bandos. También por una carga de los elefantes púnicos. Esta tuvo un efecto limitado gracias a los pasillos que habían dejado los romanos en sus líneas. Atacados desde los flancos por las lanzas de los legionarios, los elefantes murieron o retrocedieron hacia las líneas cartaginesas.

[…] De pronto se vio aparecer entre el polvo que cubría al ejército romano a los elefantes, que no cesaban de bramar y, por lo visto, ya no eran refrenados. Tal vez habían hecho daño, tal vez no; no podía verse. En todo caso, las columnas de manipulos se había hecho a un lado, dejando que los enormes animales pasaran corriendo entre los bloques de soldados de a pie (Haefs, 2005: 566, 567).

En las alas, las caballerías itálica y númida habían atacado a sus contrapartes púnica y númida, poniéndolas en fuga y persiguiéndolas fuera del campo de batalla.

Al parecer, la superioridad numérica de los romanos y los númidas de Masinissa había sido decisiva en el choque de las caballerías, y ahora estos habían salido en persecución de la caballería púnica, dada a la fuga (Haefs, 2005: 567).

La segunda fase de la batalla estuvo protagonizada por el choque de las masas de infantería que componían ambos ejércitos. La primera línea cartaginesa se lanzó contra los hastati. Acabaron con gran número de ellos. Con ello, además, hicieron retroceder a la vanguardia romana. Pero estos, apoyados por los príncips que formaban la segunda línea romana, iniciaron un contraataque. Este detuvo la ofensiva púnica y obligó a los mercenarios a retroceder.

Aníbal ordenó entonces a la segunda línea que impidiese activamente, por las armas si fuera necesario, que la primera retrocediera. En algunos lugares del centro de la formación se llegaron a producir choques entre ambas líneas.

Los hastati habían dado un fuerte golpe a la primera línea de mercenarios púnicos, obligándolos a retroceder lentamente.

En ese momento empezó el desastre. A diferencia de lo sucedido en Cannae y tantas otras batallas, los mercenarios recién reclutados, quienes no podían tener una confianza ilimitada en su estratega, no resistieron a pie firme la embestida romana. Al abrirse las primeras brechas en sus filas y ver que los púnicos y libios de la segunda línea no venían en su ayuda, los mercenarios novatos suspendieron la lucha contra los romanos, gritaron que habían sido traicionados y cargaron contra la segunda línea (Haefs, 2005: 567).

Conforme a este plan, los hombres de la primera línea púnica fueron obligados a dividirse en dos retrocediendo hacia los flancos de la segunda línea. Allí Aníbal les ordenó tomar nuevas posiciones. De este modo, se había extendido la longitud de su segunda línea. Y lo hacía con miras a envolver al ejército romano con un movimiento de pinza similar, aunque metodológicamente diferente, al que había empleado en la batalla de Cannas. Escipión mandó retroceder las líneas para reorganizarse.

– Ese demonio negro – dijo el romano entre dientes- es el más oscuro de todos los demonios y el más grande estratega de todos los estrategas. ¡Retirada! ¡Tocad retirada inmediatamente! ¡Mi caballo! (Haefs, 2005: 567).

La reformada línea contraatacó, obligando a Escipión a imitar el movimiento de su rival. Su línea de hastati fue descompuesta, dividida y llevada a los flancos de la segunda línea de prínceps. Y vuelta a empezar: la nueva línea romana atacó, los púnicos retrocedieron.  Aníbal ordenó a su tercera línea, sus veteranos de Italia, que rompiesen su propia línea en retirada. Lo hizo con el objetivo de que la tercera línea ocupase el centro de la original. Con ello, extendía sus alas con el fin de envolver los flancos del enemigo.

Sin embargo, Escipión había deducido su estrategia.  Decidió contrarrestarla mediante la imitación, por lo que él también ordenó formar una sola línea con los hastatiprínceps y triarii, igualando así la longitud del ejército de Aníbal e impidiéndole envolverle.

Más adelante, Antígono comprendió qué era lo que había pasado en la fase decisiva de la batalla […]. El objetivo de las dos primeras líneas había sido debilitar y minar a los príncipes y hastati hasta que los triarios se vieran obligados a intervenir. Sólo entonces avanzarían los imbatidos, los supervivientes de tantas batallas en Italia, para dar el golpe mortal al ejército romano. Pero las dos primeras líneas habían sido rotas y sólo la intervención directa de Aníbal había conseguido convertir la catástrofe en una posición ventajosa, ventaja tan increíble que parecía calculada de antemano (Haefs, 2005: 56, 568).

La entrada en combate de los veteranos de la guerra en Italia y el mayor desgaste por parte de las menos numerosas tropas de infantería romana inclinó la balanza del lado de Aníbal, cuyas tropas empezaron a ganar terreno.

[…] La encarnizada batalla hizo que, poco a poco, fueran abriéndose brechas en ambas formaciones; púnicos y mercenarios novatos fueron superados por las legiones, las tropas de élite de Aníbal rompieron las filas romanas, se abrieron paso entre éstas y destrozaron la falange que vacilaba, pero no caía (Haefs, 2005: 568).

La tercera y última fase de la batalla se produjo cuando la caballería romana de Lelio y los jinetes númidas de Masinissa, ya reorganizados tras la persecución de los jinetes de Tiqueo y de Cartalón, regresaron en aquel momento al campo de batalla. Atacaron la formación compacta de los cartagineses por la retaguardia. Con ello, produjeron el colapso del ejército de Aníbal, quien se vio obligado a huir.

El tiempo decidió la batalla; […] Y en ese momento regresaron Lelio y Masinissa con casi ocho mil jinetes; media hora, un cuarto de hora después y hubieran sido destrozados por los cuadros erizados de espadas del vencedor, pero ahora hicieron pedazos la retaguardia de los casi vencedores (Haefs, 2005: 568, 569).

La debacle púnica fue total. Aníbal había sido derrotado y la guerra se había perdido.

Desarrollo de la batalla de Zama (202 a.C.): La retirada de la caballería púnica, el choque de líneas y la reformación de la infantería y el regreso y carga final de la caballería romana por la retaguardia de Aníbal. Guarda paralelismos con la batalla de Cannas
Desarrollo de la batalla de Zama (202 a.C.): La retirada de la caballería púnica, el choque de líneas y la reformación de la infantería y el regreso y carga final de la caballería romana por la retaguardia de Aníbal. https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/47/Battle_of_Zama-battleplan.png

¿Batallas gemelas? La genialidad contra la fortuna

¿Pero cuáles fueron las razones de la victoria en Cannas o la derrota en Zama? Para intentar encontrar una respuesta sólida se han de analizar varios factores.

Sobre la composición de las fuerzas, en el caso de Cannas, siempre se ha dicho que se enfrentaban dos ejércitos prácticamente contrapuestos. De un lado, las heterogéneas fuerzas militares cartaginesas. Estuvieron compuestas por mercenarios provenientes de todo el Mediterráneo (libio-fenicios, íberos, celtiberos, celtas, griegos…). Equipados, cada uno, con sus panoplias típicas y su forma de hacer la guerra. Enfrente, las homogéneas legiones de Roma y de sus aliados.

Cierto es que las bases étnicas del ejército púnico eran variadas. Hispanos (íberos, celtiberos y baleares); africanos (libio-fenicios y númidas) y celtas. Estos últimos, reclutados en el norte de Italia. Constituyeron un apoyo imprescindible para la campaña cartaginesa. Pero ¿Qué de verdad hay en esta afirmación?

Fernando Quesada argumenta que durante este conflicto los ejércitos cartagineses poseían casi todas las características de un ejército helenístico, pero no todas ellas. Las tropas que se adentraron en los Pirineos y llegaron a la península Itálica carecían de una falange de picas (Quesada, 2005: 136). Esta opinión se contrapone con la postura defendida por Jaime Gómez de Caso Zuriaga. Este defiende que las tropas de infantería africana poseían una organización, táctica y doctrina de falangitas de tradición helenística (Gómez de Caso, 2013: 12). Queda abierta la posibilidad de que ante el largo viaje que aguardaba a sus tropas -mil quinientos kilómetros a pie a través de los Pirineos, la Galia y los Alpes- Aníbal decidiese equipar a sus tropas con lanzas. Con ellas, sustituía las picas, con el objetivo de hacer la labor logística más sencilla.

Hay consenso en que las tropas de Aníbal habían sido equipadas con armas y armaduras capturadas a los romanos tras sus victorias en Trebia y Trasimeno (Gerard, 2013:92,Arre Caballo, 2017a). Donde no lo hay es al hablar de cuál sería el nivel de equipamiento romano que recibieron las distintas unidades del ejército cartaginés. No obstante, incita a pensar que la heterogeneidad de las tropas cartaginesas podría no haber sido tanta como se ha hecho creer. Gisbert Haefs comenta en su novela al respecto:

[…] A sus pies se amontonaba la montaña de armas romanas que terminarían con la heterogeneidad del armamento de los celtas y reemplazarían a las espadas inservibles, oxidadas, sin filo, de los libios e íberos. […] (Haefs, 2005: 425).

 

 

Según como se interpreten las fuentes consultadas, y el grado de credibilidad que se les quiera dar, se puede llegar a imaginar la batalla de Cannas como un choque entre masas de infantería equipada según el modelo romano-itálico.

Cannas y Zama, dos batallas frente a frente
Ejemplos de la posible panoplia del ejército de Aníbal en Italia: A la izquierda, los Leones de Aníbal, sus veteranos de infantería africana equipados con lórica hamata y scutum. (https://www.pinterest.es/pin/171840542016691142/). A la derecha, infantería hispana con lórica hamata y casco montefortino (https://vocesdebronceyhierro.es/archivos/315).

Sabiendo esto, y conociendo la táctica romana en la batalla, ¿Qué impidió ser a Cannas, una Leuctra romana? Gisbert Haefs menta en su obra; «La enorme formación escalonada de los romanos provocaba una terrible presión, pero sólo los hombres de las primeras filas podían luchar». Una formación tan inmensamente pesada como la compuesta por setenta mil legionarios debía haber arrollado a la formación celta que formaba el centro púnico sin demasiados problemas. Haefs escribe:

– Nunca el atardecer y la noche han sido como ayer – dijo Sosilos -. Todos sabían que hoy entrarían en batalla. Nadie, ni los soldados rasos ni los oficiales, ha pensado ni por un instante en la sombra de una posibilidad de victoria. Y, sin embargo, ninguno duda de que hoy el ejército romano será aniquilado. Porque Aníbal lo dice. Nadie sabe cómo se realizará el milagro, pero todos están convencidos de que sucederá. Cuando cruzaron el río para formar filas lo hicieron riendo y cantando. – El espartano sacudió la cabeza; tenía los ojos humedecidos (Haefs, 2005:456).

Las tropas púnicas eran en su mayoría curtidos veteranos procedentes del ejército cartaginés en Hispania y entusiastas reclutas celtas. Estos, en muchos casos, habían luchado contra Roma previamente o participado en la batalla del Lago Trasimeno. Por su parte, los romanos eran reclutas sin experiencia. En ocasiones, supervivientes de los desastres previos acaecidos en Trebia y Trasimeno o, en el mejor de los casos, veteranos de las guerras celtas. Veteranos que, sin embargo, habrían sido demasiado informados sobre las derrotas romanas previas a manos de Aníbal. Quizá con la intención de hacerles ver que ellos eran la última esperanza de Roma.

Se ha de suponer que la formación celta no habría podido resistir eternamente. También que fue la activación de la trampa lo que provocó que los legionarios romanos y aliados, viéndose rodeados por todos los flancos, perdieran la concentración. A costa de ello, cundió el pánico y el terror. Esto incitó que la formación perdiera la cohesión. Y, en consecuencia, que se redujera la presión ejercida sobre la línea enemiga considerablemente.

El caso de Zama es bastante distinto, si bien el ejército cartaginés que describen las fuentes dista del narrado por Haefs:

[…] Pero Cornelio disponía de ocho legiones, además de los hombres de Masinissa, probados en batalla desde hacía años. ¿Qué podía oponer Aníbal a eso? ¿Soldados viejos y reclutas recién alistados del agotado interior libio? […] (Haefs, 2005: 554).

Ahora, el ejército veterano y cohesionado era el que conformaba las líneas de Escipión. Una fuerza forjada en los campos de batalla de Hispania. Frente a ella, un ejército reunido a toda prisa, formado por una muy amplia variedad de tropas. Mercenarios poco fiables recién contratados o que habían sufrido una reciente derrota en el frente ligur (Arre Caballo, 2017c). También una leva ciudadana púnica, sin ninguna experiencia militar y un núcleo de veteranos. Estos llevaban una década combatiendo en el corazón de Italia bajo el mando directo de Aníbal.

Con todo, en Zama, Escipión y su ejército bailaron al ritmo del genio de Aníbal. Esto estuvo a punto de costarles la batalla en repetidas ocasiones. Pero los romanos habían aprendido la lección con sangre de sus derrotas en Italia. Habían llegado a la conclusión de que la superioridad en caballería ganaba batallas. Aunque no se puede dudar que ese ataque por la retaguardia estuvo auspiciado por la Diosa Fortuna.

Desarrollo de la batalla de Cannas
Choque entre caballerías púnica y romana, tanto en Cannas como en Zama esta arma demostró ser decisiva para el bando que se alzó con la victoria. (https://www.pinterest.es/pin/720576009114137241/)

Como conclusión, es ilustrativo observar cómo ambas batallas tienen un desarrollo muy parecido. En ambas ocasiones, el primer movimiento decisivo fue la caballería del bando que se alzaría con la victoria. Esta acabaría derrotando a la caballería del bando finalmente derrotado. En ambas batallas, Aníbal maniobra sus fuerzas con el objetivo de envolver a las legiones. Lo logró en Cannas. Y, con ello, obligó a Escipión, quien había estudiado la doctrina cartaginesa y la había implantado en sus tropas, a reformar su formación. Todo ello, para evitar verse sobrepasado por los flancos. Pero, curiosamente, lo haría imitando siempre el movimiento previo de Aníbal. No se decidiría la batalla hasta que la caballería romana regresa y ataca la línea púnica por retaguardia.

Bibliografía sobre Cannas y Zama

ANGLIM, S., JESTICE, P. G., Rice, R. S., RUSCH, S. M., SERRATI J., Técnicas bélicas del mundo antiguo, Madrid, Editorial Libsa, 2007. https://issuu.com/drwho1967/docs/tecnicas_belicas_del_mundo_antiguo_

GERARD CABEZAS, G., «Aproximación a la logística militar del ejército de Aníbal», Historiae, Nº10, España, 2013. pp. 91-119 https://ddd.uab.cat/pub/historiae/historiae_a2013n10/historiae_a2013n10p91.pdf

GÓMEZ DE CASO ZURIAGA, J. «El ejército cartaginés en Iberia durante la Segunda Guerra Púnica», Desperta Ferro: Antigua y medieval, Nº17. La Segunda Guerra Púnica en Iberia, España, 2013, pp. 10-15.

HAEFS, G. Aníbal (1989). Madrid, EL PAÍS S.L., edición de 2005.

QUESADA SANZ, F., 2005: “De guerreros a soldados. El ejército de Aníbal como un ejército cartaginés atípico”, Trabajos del Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera, 56, Ibiza, 2005. pp. 129-162.

¿Ladrones o guerreros? La guerra en Iberia contra Cartago y Roma. https://vocesdebronceyhierro.es/archivos/315

Campaña de Aníbal en Italia (217-216AC), https://arrecaballo.es/edad-antigua/cartago-y-las-guerras-punicas/campanas-de-anibal-en-italia-217-211-ac/

Aníbal después de Cannas (216-209 AC) https://arrecaballo.es/edad-antigua/cartago-y-las-guerras-punicas/campana-de-anibal-despues-de-Cannae-216-209-ac/

Campaña de Magón en Liguria (205 -203 AC) https://arrecaballo.es/edad-antigua/cartago-y-las-guerras-punicas/campana-de-magon-en-liguria-205-203-ac/

La batalla de Zama (202 a.C.) https://historiayguerra.net/2015/03/28/la-batalla-de-zama-202-a-c/

 

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