La Guerra Fría es, probablemente, uno de los acontecimientos recientes más complejos e influyentes a todos los niveles. En artículos previos vimos cómo afectó al nacionalismo estadounidense o la carrera espacial. Hoy nos detendremos en otra faceta: los conflictos deportivos, no sólo entre Estados Unidos y la Unión Soviética, sino también entre los países de la esfera de influencia de ambos, como Alemania, Hungría o Yugoslavia.
Estos son los cinco momentos más destacados de la Guerra Fría en el deporte.
El milagro de Berna
(Mundial de fútbol 1954. Alemania Occidental-Hungría)
Apenas 9 años después del final de la Segunda Guerra Mundial que dejó en ruinas a Europa, Suiza fue elegida por la FIFA como sede para el mundial de fútbol, debido a que gracias su neutralidad, era el único país europeo con la infraestructura necesaria para albergar un evento de estas características.
La fase de clasificación ya estuvo llena de curiosidades. En el Grupo 1 se verían las caras Alemania Occidental (que podía participar de nuevo un mundial tras prohibírsele disputar el de 1950 en Brasil), la selección del Protectorado del Sarre (Independiente hasta 1956) y Noruega. La selección de Alemania Occidental, a pesar de todo, se clasificó sin problemas para el mundial de 1954. Y no digo a pesar de todo por la situación política, económica o social del país, que también, sino por su situación deportiva. Entre 1945 y 1962 el fútbol alemán era 100% amateur. La enorme mayoría de los jugadores, por no decir todos, no cobraban salarios por jugar y solían compaginar sus partidos con algún trabajo. Además, el caótico sistema de ligas alemán (la Bundesliga no se crearía hasta 1963, trayendo con ella el fútbol profesional), hizo que la clasificación alemana fuera toda una gesta.
El sorteo del mundial encuadró a los alemanes en el Grupo 2, junto con Hungría, Turquía y Corea del Sur. Si las ligas alemanas eran caóticas, las reglas del mundial lo eran aún más. Para no alargarnos, quedémonos con que Alemania se clasificó como segunda de grupo tras ganar dos veces a Turquía y no jugar con Corea del Sur, además de caer por un estrepitoso 8-3 frente a Hungría, que fue primera de grupo.
Los alemanes jugaron en cuartos de final ante Yugoslavia. Tras vencer 2-0, en semifinales derrotaron por un apabullante 6-1 a Austria, alcanzando la final y sorprendiendo a muchos expertos. En el otro lado del cuadro, los “magiares mágicos”, como era conocida la selección húngara liderada por Puskas, derrotaban a Brasil en cuartos por 4-2 y a Uruguay en semifinales por idéntico resultado tras una prórroga.
El 4 de julio de 1954 a las 17:00 horas arrancaba en Berna la final. A un lado, la todopoderosa Hungría, que llevaba 33 partidos consecutivos sin perder. Al otro, la selección de Alemania Occidental, donde todos sus jugadores, como hemos dicho, eran amateurs. Con estas circunstancias, y el precedente de la fase de grupos, se esperaba una final decidida de antemano. Y así parecía ser. En el minuto 8, Hungría ya ganaba por 2-0.
Entonces se desarrolló el milagro. El utillero de Alemania Occidental era un tal Adolf «Adi» Dassler, el fundador de Adidas en persona. Adi Dassler puso en práctica durante ese mundial un nuevo concepto en las botas, los tacos intercambiables, de varios materiales y medidas, mientras Hungría (y el resto de selecciones) competía con botas con tacos fijos de madera. El 4 de julio fue lluvioso, por lo que los alemanes decidieron montar tacos metálicos más largos de lo normal. A medida que el partido avanzaba y la lluvia no cesaba, el campo era cada vez más pesado, mermando la superioridad táctica y técnica húngara, permitiendo a los alemanes empatar el partido antes del descanso. En la segunda mitad, el partido se encalló. Hasta que en el minuto 84, Hans Schäfer roba un balón en banda izquierda y su centro acaba en las botas de Helmut Rahn. El resto es historia.
A pesar de que fue la primera final de un mundial retransmitida por televisión, millones de alemanes lo siguieron por radio (una televisión por entonces era un lujo inalcanzable para la mayoría de alemanes). La voz de Herbert Zimmermann llevó el júbilo a los hogares de Alemania Occidental.
El «milagro de Berna» es considerado por muchos politólogos y sociólogos como el verdadero momento de la fundación de la RFA. En una sociedad que aún vivía entre ruinas a pesar del Plan Marshall, con unos órganos políticos todavía bajo control aliado y con el país dividido por la Guerra Fría, la victoria de la selección de Alemania Occidental en el mundial de 1954 dio un rayo de esperanza a muchas familias y un sentimiento de unidad nacional que ninguna otra medida podía proporcionar. Los ganadores fueron recibidos como héroes, organizándose desfiles en muchas ciudades. Además, supuso un gran revés deportivo para la esfera soviética. En Hungría estaban tan seguros de su victoria, que varias botellas de vino les esperaban en el vestuario y las portadas de varios periódicos ya estaban listas. Ni las botellas fueron descorchadas ni las portadas vieron la luz.
Baño sangriento de Melbourne
(JJOO Melbourne 1956. Waterpolo. Hungría-URSS)
Avanzamos ahora 2 años, hasta 1956. En ese verano (invierno europeo) se celebraron los XVI Juegos Olímpicos en la ciudad australiana de Melbourne entre el 22 de noviembre y el 8 de diciembre.
Pero antes de viajar a Melbourne, volvamos a Hungría. En el país centroeuropeo se estaba desarrollando la Revolución Húngara de 1956. El 23 de octubre, una protesta estudiantil pedía libertad para elegir el sistema político, cuestionando el régimen comunista pro-soviético establecido. La protesta escaló rápidamente. Miles de personas se echaron a las calles y la situación no tuvo marcha atrás. Algunos soldados dispararon a los manifestantes. Algunos manifestantes se hicieron con armas del ejército y la policía política. Había estallado un levantamiento en toda regla.
Durante unos días, el levantamiento pareció tener éxito y el régimen pro-soviético fue derrocado. Pero entonces la Unión Soviética decidió actuar. 31550 soldados y 1130 tanques soviéticos entraron a comienzos de noviembre de 1956 en Hungría, con el fin de defender el comunismo en su país satélite. Aunque la resistencia se alargó hasta el 10 de noviembre, el ejército soviético no tuvo demasiados problemas en hacerse con el control, y el nuevo gobierno húngaro, liderado por János Kádár, reprimió duramente la oposición, deteniendo, ejecutando o forzando al exilio a miles de húngaros.
El equipo húngaro de waterpolo, vigente campeón olímpico, estaba ese mes de octubre concentrado en las afueras de Budapest. Desde allí pudieron ver y oír los tiros y disturbios que se sucedían en la capital. Aunque se negaron en varias ocasiones, los jugadores fueron trasladados por la fuerza a Checoslovaquia, aislándoles del conflicto y prohibiéndoles todo tipo de comunicación con el exterior. A su llegada a Australia, ya con el levantamiento sofocado, los waterpolistas húngaros se toparon con la cruda realidad. Hungría había sido invadida por la Unión Soviética y muchos húngaros, incluidos familiares y amigos, habían resultado muertos o estaban siendo perseguidos.
A pesar de las terribles noticias, el equipo decidió competir en los Juegos Olímpicos con el fin de dar algo de esperanza a los reprimidos y refugiados. Tanto la Unión Soviética como Hungría ganarán sus respectivos grupos y pasarán a la fase final como máximas favoritas. El 6 de diciembre de 1956 a las 15:25 comenzó el Hungría–Unión Soviética en la piscina olímpica de Melbourne. Si Hungría ganaba, dependería de sí misma para ser campeona olímpica. Si la Unión Soviética ganaba, debía esperar una derrota de Yugoslavia para ser campeona. El partido fue caliente antes incluso de comenzar. Los jugadores húngaros, que sabían ruso, se habían encargado de hacer declaraciones explosivas contra los soviéticos. Y los waterpolistas soviéticos respondieron en la piscina con golpes, patadas y puñetazos. Pero los húngaros no se amilanaron.
Cuando el partido agonizaba y el marcador mostraba un claro 4-0 a favor de los húngaros, se desató el caos. Valentin Prokopov lanzó un puñetazo a Ervin Zádor, causándole un corte que comenzó a sangrar profusamente. Los jugadores de ambos equipos se enzarzaron. La grada, repleta de húngaros refugiados, comenzó a saltar a la zona de banquillos. Mientras Zádor se marchaba al vestuario para curar su herida, la policía entró en la piscina, dispersando a la multitud. Los árbitros, ante esta situación, decidieron suspender el partido. El suceso se hizo mundialmente famoso y algunos periodistas escribieron, probablemente exagerando, que el agua de la piscina se volvió roja por la sangre de Zádor.
El Comité Olímpico otorgó la victoria a Hungría que, tras derrotar por 2-1 a Yugoslavia al día siguiente (partido que Zádor se perdió por razones obvias), se proclamó campeona olímpica. Sin embargo, los waterpolistas húngaros nunca regresaron a su país. Una vez finalizada la competición solicitaron asilo en Occidente, ya que no deseaban volver a un país comunista. Su victoria, olvidada por el gobierno de Kádár, se convirtió en símbolo de la resistencia húngara.
El robo del siglo
(JJOO Múnich 1972. Baloncesto. EEUU-URSS)
Seguimos con los conflictos deportivos en la Guerra Fría y ahora viajamos hasta los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972. Aunque tristemente famosos por el asesinato de 9 deportistas israelíes a manos del grupo terrorista palestino Septiembre Negro, nuestro enfrentamiento se ciñe al deporte. Al menos en parte.
Políticamente, nos encontramos en un período de relativa calma, en lo que se conoce como “coexistencia pacífica”. Richard Nixon y Leonid Brézhnev proclamaron un deshielo de las relaciones, iniciadas con la firma del tratado de desarme nuclear SALT I y con los primeros acercamientos económicos. Sin embargo, este acercamiento político se transformará en un choque de trenes unos meses después en Múnich.
El torneo de baloncesto tenía dos grupos de 8 selecciones. Tanto Estados Unidos como la Unión Soviética fueron líderes invictos de sus grupos. En semifinales, Estados Unidos derrotó a Italia por un abultado 68-38, mientras que la Unión Soviética tuvo algún problema más para derrotar a Cuba, que llegó a ir ganando por 13 puntos, aunque al final lo logró por un 67-61. Si hubo algún tipo de “instrucciones” a Cuba, se desconoce.
Así, ambas superpotencias se presentaron en la final. Antes de ir con lo sucedido, es importante mencionar un pequeño dato. El baloncesto fue olímpico por primera vez en los JJOO de Berlín de 1936. Estados Unidos no sólo había ganado hasta entonces todos los Juegos Olímpicos (siete en total) sino que además había ganado todos los partidos olímpicos que había disputado, con un récord de 63-0. Pero la Unión Soviética tenía, esta vez, un equipo para pelear con los estadounidenses. El partido era tenso y de anotación muy baja, como querían los soviéticos, que impusieron su juego y fueron por delante durante toda la final. Hasta que a falta de 5 segundos para el final, Doug Collins roba un balón en media pista y es parado en falta por los soviéticos. Estados Unidos tendría dos tiros libres con 3 segundos en el marcador y perdiendo 49-48.
Collins anotó el primer tiro libre. Empate a 49. Cuando Collins lanzó el segundo tiro libre una bocina sonó. El árbitro no pitó. El tiro libre entró. 50-49 para Estados Unidos. Según las reglas del momento, el tiempo empezó a correr tras el segundo tiro libre, por lo que los soviéticos se apresuraron a sacar de fondo. En ese momento, el entrenador soviético se abalanzó sobre la mesa de árbitros. Los árbitros detuvieron el partido con 1 segundo restante. La primera bocina era un Tiempo Muerto que había pedido, pero que los árbitros no habían concedido porque Collins ya tenía el balón para lanzar el segundo tiro libre.
Durante más de un minuto, estadounidenses, soviéticos y árbitros discutieron. Los primeros pedían falta técnica al haber abandonado el entrenador soviético su zona. Los segundos pedían que se anulara el segundo tiro libre. Los terceros, tras deliberar, decidieron negar tanto el tiempo muerto a la Unión Soviética como la falta técnica que pedía Estados Unidos. Además, como si nada hubiera pasado, acordaron que la Unión Soviética sacara de fondo con 3 segundos en el marcador.
Segundo intento de reanudar el partido. La Unión Soviética, aprovechando la confusión, había cambiado a uno de sus jugadores, algo prohibido si no había Tiempo Muerto de por medio. Los árbitros no se dieron cuenta, y el juego se reanudó. La jugada soviética fue infructuosa y una bocina sonó. Estados Unidos comenzó a celebrar la victoria. Error. La bocina provenía de la mesa, pues en lugar de 3 segundos, quedaban 50. Los árbitros ordenaron desalojar la pista, que había sido invadida por jugadores y espectadores, y prepararse para una tercera reanudación. Los estadounidenses amenazaron con no jugar más, pues, para ellos, el partido estaba acabado.
Pero al final saltaron, y el tercer intento de jugar los últimos 3 segundos se produjo. Estados Unidos fue a presionar el saque, pero los árbitros les indicaron que guardaran distancia. Asustados de poder caer en falta técnica, recularon el espacio necesario para que la Unión Soviética sacara de fondo y mandara un pase largo a Sergei Belov que, a pesar de estar marcado por dos rivales, logró anotar al mismo tiempo que sonaba la bocina. El partido había acabado. Estados Unidos 50-51 Unión Soviética.
Las protestas estadounidenses fueron en vano. Incluso uno de los tres árbitros, el brasileño Renato Righetto, se negó a firmar el acta, asegurando que la victoria soviética era ilegal. El Comité Olímpico Estadounidense elevó una queja al COI y una comisión de 5 miembros se reunió para debatir y votar si la Unión Soviética era campeona olímpica o no. La votación acabó 3-2 a favor de la victoria soviética. ¿Los votos? A favor Hungría, Polonia y Cuba. En contra, Puerto Rico e Italia. Pura Guerra Fría.
El enfado estadounidense fue tal, que no reconocieron la victoria soviética y los jugadores nunca recogieron las medallas de plata. El segundo escalón del podio quedó vacío. Las medallas siguen hoy en día en una caja fuerte del COI en Suiza esperando a ser recogidas. El grupo se reunió en 2012 y, unánimemente, rechazaron recoger la medalla. Incluso Ken Davis, jugador de aquella selección, declaró: «He puesto en mi testamento que mi esposa y mis hijos no puedan nunca recibir la medalla de los Juegos Olímpicos de 1972». Por su parte, los soviéticos fueron recibidos como héroes nacionales.
Video de los últimos segundos del partido
Wir gegen uns. Nosotros contra nosotros.
(Mundial de fútbol 1974. Alemania Occidental-Alemania Oriental)
Avanzamos ahora dos años, hasta el mundial de fútbol de 1974 celebrado en Alemania Occidental. Si queréis saber más sobre el porqué de la división alemana, os recomendamos que leáis estos artículos.
Pero volvamos al fútbol. Tras haber ganado el mundial de 1954, Alemania Occidental no había vuelto a saborear las mieles del triunfo, aunque se quedó varias veces a las puertas. Sin duda, la profesionalización del fútbol provocó que la selección fuera una de las máximas favoritas para ganar el torneo mundial en casa. Por su parte, el fútbol en Alemania Oriental no terminó de cuajar y su selección era considerada de segundo nivel, pues, como sus vecinos hacía 20 años, su liga seguía siendo amateur. Tal es así que Alemania Oriental sólo se consiguió clasificar para un mundial. Exacto. El de Alemania Occidental en 1974.
Pero ahí no acabarían las casualidades. El destino quiso que ambas Alemanias quedaran encuadradas en el Grupo 1, donde además estaban Chile (aliado estadounidense en Sudamérica, liderado por Pinochet y que, para más INRI, había derrotado a la Unión Soviética en la fase clasificatoria) y Australia. Tanto Alemania Occidental como Alemania Oriental estaban ya matemáticamente clasificadas en la última jornada. Sólo faltaba saber quién sería el campeón de grupo.
El 22 de junio de 1974, en el Volksparkstadion de Hamburgo, ambas Alemanias se citaron por primera y única vez. El árbitro uruguayo Ramón Barreto Ruiz dio inicio al encuentro a las 19:30 ante más de 60000 espectadores. Ninguna de las dos quería perder. A pesar de que Alemania Occidental era clara favorita, apenas dispararon a puerta. Y al contrario de lo que pueda parecer, el respeto fue máximo, tan sólo 3 tarjetas amarillas. Lo que prometía ser un duro enfrentamiento entre el bloque comunista y el capitalista se tornó en un aburrido encuentro. Sería en el minuto 77 cuando Sparwasser robó un balón y logró batir a Sepp Maier, dando la victoria al debutante mundialista. Era el primer gol que recibía Alemania Occidental en 481 minutos. Contra todo pronóstico, Alemania Oriental había ganado a sus todopoderosos vecinos.
Las celebraciones de los jugadores de la Alemania Oriental fueron enormes y la prensa tildó a Sparwasser de «héroe del pueblo». Además, debido a la tensa situación política, los jugadores no se atrevieron a intercambiarse las camisetas sobre el césped al término del encuentro, costumbre habitual en el fútbol.
El destino quiso que Alemania Oriental, campeona de grupo, se viera en la segunda fase con Brasil, Argentina y Holanda, quedando eliminada. Mientras tanto, Alemania Occidental acabaría siendo campeona del mundo por segunda vez. Al menos, nadie quitará la alegría a los alemanes orientales de haber derrotado a Alemania Occidental.
Milagro sobre hielo
(JJOO de Invierno Lake Placid 1980. Hockey hielo. EEUU-URSS)
Los XIII Juegos Olímpicos de Invierno se celebraron en 1980 en Lake Placid, Estados Unidos. Su inauguración no pudo ser más polémica, pues el presidente estadounidense, Jimmy Carter, anunció poco antes que su país boicotearía los JJOO de Moscú de ese mismo verano en protesta por la participación soviética en la Guerra de Afganistán.
Con la tensión por todo lo alto, las selecciones de hockey hielo de Estados Unidos y la Unión Soviética comenzaron su preparación, enfrentándose incluso entre ellas, acabando el partido con victoria soviética por 10-3. Esa victoria daba a la Unión Soviética el papel de favorita, pues habían sido campeones olímpicos desde 1964 (4 veces seguidas). Aunque oficialmente todos los deportistas soviéticos eran amateurs, las ayudas al deporte del gobierno de Leonid Brézhnev hacían que, de facto, fueran profesionales. Así, acabaron invictos en su grupo, y lanzados a por el oro. Estados Unidos, con un equipo formado por universitarios, a pesar de que el número de profesionales estadounidenses era elevado y de calidad, acabó segundo en su grupo tras Suecia.
Los dos primeros de cada grupo se clasificaron para la fase final. En ella, el primer partido sería el Estados Unidos–Unión Soviética, el 22 de febrero de 1980. Ante la expectación, la cadena de televisión ABC pidió cambiar el horario del partido de las 17 horas a las 20, en prime-time. Sin embargo, la petición fue rechazada y la ABC, ni corta ni perezosa, decidió no emitir el partido en directo, sino grabarlo y emitirlo en falso directo. Los 8500 espectadores del Field House serían los únicos en verlo en directo.
Puntual comenzó el partido y, como en ocasiones previas, la Unión Soviética se adelantó primero. Aunque Estados Unidos empató, la Unión Soviética se volvió a adelantar pocos minutos después. Cuando el primer período agonizaba, el portero soviético rechazó un disparo, pero el rechazo acabó en el stick de Mark Johnson, que anotó el empate a 2 a falta de 1 segundo para el final. Los árbitros revisaron la jugada y confirmaron el gol cuando los soviéticos ya estaban en vestuarios.
Enfadado por el “error” de su portero, el seleccionador soviético, Tikhonov, decidió sustituirle al inicio del segundo período, sorprendiendo incluso a los propios jugadores soviéticos. Aunque la Unión Soviética dominó el 2º período (12 tiros a puerta por 2 de Estados Unidos), sólo pudo anotar un gol. Al final del período, el marcador era de 3-2 a favor de la Unión Soviética.
Así comienza el tercer y último período. La expulsión por 2 minutos de un jugador soviético dejó a Estados Unidos en superioridad para empatar el partido a falta de 13 minutos para el final. Tras varios tiros y rechazos, Estados Unidos empata el partido al borde del final de su superioridad. Y un minuto después, ante la sorpresa de todos los presentes, Estados Unidos marca de nuevo, dándoles su primer liderato en el partido a falta de 10 minutos. Los soviéticos, que por primera vez iban perdiendo, comenzaron a atacar ferozmente, llegando a mandar el puck al palo de la portería estadounidense. Pero Estados Unidos no se intimidó y continuó desplegando su juego de ataque. Los soviéticos, que esperaban un fuerte repliegue, entraron en pánico. El tiempo corría y el resultado no se movía.
A falta de un minuto, los soviéticos fueron con todo en busca del empate. O con casi todo. Tikhonov nunca quitó al portero para poner un jugador más de campo y lograr superioridad numérica. De hecho, varios jugadores declararon que nunca habían entrenado esa situación porque nunca creyeron que les fuera a hacer falta. El tiempo se acabó. Estados Unidos había ganado. El milagro sobre hielo era una realidad. El júbilo estalló entre el público y los jugadores estadounidenses. En el otro bando, Tikhonov gritó a sus jugadores en el vestuario: “es vuestra derrota”. En 2008, la Federación Internacional de Hockey sobre Hielo nombró este partido como el mejor partido internacional de hockey sobre hielo del siglo XX.
Sin embargo, Estados Unidos no se había asegurado el oro aún. Es más, una derrota ante Finlandia podía dejarle incluso sin medalla. Y a punto estuvo de suceder. Dos días después del milagro sobre hielo, Estados Unidos perdía por 2-1 frente a Finlandia a comienzos del tercer período. Sin embargo, y manteniendo la calma, remontaron, logrando vencer 4-2 y colgarse el oro olímpico por primera vez. Los soviéticos estaban tan decepcionados por su derrota que, aunque recogieron la medalla de plata, no grabaron su nombre en ella, como es costumbre. Además, la prensa soviética no dio crédito a lo sucedido en Lake Placid. Sirva como consuelo que Estados Unidos no volvió a ganar a la Unión Soviética hasta 1991 y que los soviéticos ganaron en el medallero final.
BONUS TRACK: Yugoslavia
(Campeonato del mundo 1990 a JJOO Barcelona 1992. Yugoslavia)
Aunque no sea plenamente Guerra Fría, la desintegración de Yugoslavia también se pudo ver y sentir en el deporte.
Yugoslavia era un país relativamente extenso, pero con una población de menos de 30 millones de personas, por lo que era difícil con una base tan reducida, encontrar, no ya una estrella, sino un equipo al completo capaz de competir en la élite mundial de cualquier deporte. Y aun así en baloncesto lo lograron.
Yugoslavia siempre había destacado en baloncesto, pero a finales de la década de 1980 reunieron una generación de jugadores, de distintas etnias y procedencias, que les llevaron un paso más allá. Sirva de muestra el Campeonato mundial de 1990. La joven generación yugoslava, con jugadores como Vlade Divać, Dražen Petrović, Toni Kukoć o Dino Rađa cuajaron un torneo de ensueño, clasificándose para semifinales. Allí, Yugoslavia se enfrentaba Estados Unidos, en lo que todos imaginaban que sería una clara derrota yugoslava. Los pronósticos fallaron y Yugoslavia, liderada por los 31 puntos de Petrović, ganó por 99-91. Puntualicemos que la selección estadounidense ese mundial estaba formada por muchos universitarios. En la final, los yugoslavos derrotaron por 92-75 a la Unión Soviética. Yugoslavia era una selección aspirante a todo en los siguientes años. Y la meta eran los JJOO de Barcelona 1992, donde podían derrotar al «Dream Team» estadounidense de Michael Jordan.
Pero todo se desmoronó. Tras la muerte de Tito en 1980, los movimientos nacionalistas se acentuaron en Yugoslavia. Además, la fuerte crisis económica y laboral y la falta de acuerdos para renovar la política del país hicieron que su unidad pendiera de un hilo. Cuando la Unión Soviética colapsa en 1991, Yugoslavia colapsará con ella, desencadenando el mayor conflicto militar en Europa desde la Segunda Guerra Mundial: las Guerras de los Balcanes. Eslovenia se independizaría de manera más o menos pacífica en junio de 1991, al igual que Macedonia en septiembre de ese mismo año. Pero las tensiones entre las recién independizadas Croacia, Bosnia y Serbia provocarían una cruel guerra por casi 4 años.
El baloncesto se convirtió en una preocupación secundaria. De hecho, durante aquel campeonato del mundo de 1990, al acabar la final, Petrović ondeó la bandera croata frente al resto de jugadores yugoslavos. Vlade Divać, amigo de Petrović, intentó calmarle. Petrović le espetó: “No lo entiendes. No es sólo baloncesto. Es una guerra civil”. No volvieron a hablarse. La situación se agravó en el Campeonato de Europa de 1991 en junio. Petrović no jugó el Campeonato europeo de 1991 con Yugoslavia al sentirse croata y no yugoslavo. Otros jugadores croatas, como Kukoć, sí asistieron, a pesar de las tensiones políticas y sociales. Yugoslavia se hizo con el oro, pero fue una victoria agridulce.
A pocos meses de los JJOO de Barcelona, el sueño yugoslavo de enfrentarse a Estados Unidos se desvaneció. Siguiendo el mandato de la ONU, los equipos yugoslavos fueron retirados de las competiciones internacionales entre 1992 y 1995, incluyendo los JJOO de 1992. La mayoría de los jugadores croatas, incluyendo a Petrović y Kukoć, se marcharon a la selección nacional de Croacia. El resto de atletas yugoslavos no tuvo tanta suerte. Tan sólo los atletas procedentes de la antigua Unión Soviética pudieron competir en los JJOO. Sin embargo no lo hicieron bajo su bandera, sino en un grupo especial para deportistas «apátridas», el Equipo Unificado Olímpico.
El EUO fue encuadrado en el Grupo B, que ganó. Por su parte, Croacia fue segunda del Grupo A, donde estaba Estados Unidos. Tras los cuartos de final, el cuadro quiso que Croacia y el EUO se enfrentaran en las semifinales. El EUO tomó ventaja, ganando de 10 al descanso. A pesar de todo, la Unión Soviética seguía demostrando su poderío. Entonces Petrović, capitán croata, tomó las riendas. Tras una memorable charla a sus compañeros en un Tiempo Muerto, se dirigió a la grada, agresivo, pidiéndoles su apoyo. Croacia remontó y ganó 75-74.
Croacia perdió la final contra Estados Unidos por 117-85. Quién sabe si Yugoslavia habría podido con el «Dream Team». Sólo sabemos que las guerras yugoslavas no sólo destruyeron un gran equipo de baloncesto, sino también muchas amistades y vidas.
Bibliografía
Joachim SCHWEER. Der Sieg von Bern. Ed.: Agon, 1998. Kassel (ALE)
http://www.freedomsfury.net/press-kit/FFIndependent12-6-6.html
Anne MARTIN y Barbara HAMMERSCHMITT. Wir gegen uns. Sport im geteilten Deutschland Gebundene Ausgabe. Ed.: Primus, 2009. Darmstadt (ALE)
John SOARES. The Cold War on Ice. https://www.brown.edu/initiatives/journal-world-affairs/sites/brown.edu.initiatives.journal-world-affairs/files/private/articles/14.2_Soares.pdf
ESPN 30 for 30. Once Brothers. 2010. https://vimeo.com/36827025
Excelente artículo. Algunas de las historias las conocía pero la que más me sorprendió fue la de Alemania campeona de futbol en el 1954. ¡Gracias por compartir!