La expansión de la República Romana por el Mediterráneo Oriental durante el siglo II a.C. y sus constantes victorias sobre los ejércitos de los reinos e imperios que sucedieron al Imperio de Alejandro Magno ha traído un debate histórico. Se ha hablado de el enfrentamiento legión contra falange. Concretamente, de que el modelo militar romano era superior al helenístico. Pero ¿hasta qué punto es esto cierto? ¿Tan fácil lo tuvo Roma a la hora de derrotar a las falanges macedónicas? El presente artículo buscará arrojar un poco de luz a estas cuestiones. Para ello, vamos a indagar en la evolución y los enfrentamientos de ambos modelos de infantería.
Los Ejércitos de los Diádocos y la falange ¿una involución del modelo de guerra griego?
Tras la muerte de Alejandro, su imperio se fragmentó en varios reinos independientes regidos por sus generales, que pasaron a ser conocidos como Diadochoi (Diádocos). Los ejércitos de estos reinos se basaban en el modelo macedonio, pero incluían variantes locales. El empleo de armas como elefantes o carros falcados se hizo común. Se mantuvo una única constante: el papel central de la falange. Esta vivió un renacimiento como principal arma de choque. Su número aumentó, formando una proporción notablemente superior en el ejército que en tiempos de Alejandro.
En el Hidaspes, Alejandro tenía cinco chiliarchi (unos 15.000 falangitas) de una fuerza total de 40.000 a 50.000 hombres. Según la crónica de Livio, en Cinoscéfalos (197 a.C.), la falange de Filipo V de Macedonia constaba de 16.000 hombres. 16.000 entre los 23.000 o 24.000 que formaban su ejército. Décadas más tarde, las tropas de Perseo en Pidna (168 a.C.) sumaban 43.000 hombres. De ellos, tenían 21.000 integrados en las falanges (Anglim, Jestice, Rice, Rusch, Serrati, 2007: 37).
Con respecto a la caballería, se produjo un notable declive de en la calidad de dicha arma, sobre todo en la propia Macedonia. Algo curioso si se tiene en cuenta que el yunque y el martillo seguía siendo la principal táctica empleada en batalla.
De los relatos clásicos, en especial aquellos que narran el enfrentamiento entre Roma y los ejércitos helenísticos, puede deducirse que, conforme avanza el periodo, los generales helenísticos se basaron cada vez más en asaltos de falanges como doctrina de batalla. En todos estos relatos, la derrota de la falange conduce irremediablemente al colapso de todo el ejército. Parecía que la guerra helenística volvía al periodo clásico.
Filipo y Alejandro, en los inicios del ejército helenístico, se cuidaron siempre de usar su falange en ataques combinados junto la caballería y las tropas ligeras (Anglim, Jestice, Rice, Rusch, Serrati, 2007: 36). La falange había ido evolucionando con el paso del tiempo, tanto en armamento -con la introducción de la sarissa o con la introducción de nuevos reclutas no griegos- como los epigonoi (sucesores). 30.000 iranios que, por orden de Alejandro, fueron entrenados según el modelo militar macedonio. Tenían el objetivo de crear una nueva base para su diezmado ejército heleno.
El declive protagonizado por la caballería en el siglo III a.C. supuso una agravamiento de la vulnerabilidad de la falange. Sobre todo ante la perspectiva de sufrir un ataque por los flancos. Para contrarrestar esto, a menudo se formaba una segunda falange detrás de la primera. Daba asimismo opción a que ambas se unieran para formar una sola de 32 en fondo para darle mayor solidez.
Se planteaba el objetivo de superar los problemas que la falange podía sufrir en un terreno irregular. No obstante, una formación de estas características precisa de un terreno plano y sin accidentes geográficos. Para ello, Alejandro ordenó que los falangitas fueran entrenados en la lucha en orden ligero. Es decir, con lanzas cortas, convirtiendo al falangita en un hoplita. Sin embargo, parece que en tiempos posteriores esta práctica desapareció (Anglim, Jestice, Rice, Rusch, Serrati, 2007: 36).
Por su parte, los generales helenísticos formaron lo que se conoce como falangesarticuladas. En ellas se intercalaban taxeis entre otras tropas. El primer ejemplo de esto son los Hispaspistas, creados por Alejandro. El origen de estos soldados es desconocido. Se dice que inicialmente eran los sirvientes de los falangitas. En la batalla, actuaban como nexo entre la falange y las fuerzas móviles, caballería e infantería ligera. Con el tiempo, acabaron convirtiéndose en una unidad de élite. Esta pasó a formar parte de la Guardia Real de los reyes macedonios (Anglim, Jestice, Rice, Rusch, Serrati, 2007: 36).
Hay diversas hipótesis sobre como irían equipados estos soldados. Hay quien les define como infantería semipesada. Producto del proceso de flexibilización y aligeramiento de la formación hoplita y en su panoplia, destacaría la ausencia de coraza o armadura. Adquieren imagen similar a los hoplitas ligeros que aparecieron en las Guerras del Peloponeso. Todo ello ha recalado en otras cuestiones como el arte. Por ejemplo, en el llamado Sarcófago de Alejandro. En él se muestran, en compañía de Alejandro, a soldados protegidos con una armadura de cuero o lino. Lucen también casco tracio, grebas y portando un hoplón. Hay quienes han querido ver aquí a hispaspistas, hay quienes han querido ver simplemente hoplitas.
Otro nuevo soldado que hizo su aparición en el ejército de Alejandro fueron los argyraspides. Es decir, los escudos de plata, creados en el 327 a.C. a partir de una unidad de veteranos hispaspistas. Esta unidad, al igual que sus predecesores, acabaría también siendo integrada en la Guardia Real Macedonia.
Otras formas de articular la falange fue el empleo de hoplitas, de tropas de armamento ligero. Pero también de ideas más imaginativas como elefantes. Este fue por ejemplo el caso Antíoco III en Magnesia (190 a.C.) (Anglim, Jestice, Rice, Rusch, Serrati, 2007: 37).
Esta regresión puede tener la misma explicación que en la Macedonia de inicios del reinado de Filipo II: las limitaciones de recursos de los reinos helenísticos, muy dispares en extensión y riqueza entre sí. Los reinos más humildes, como la propia Macedonia, se habrían visto obligados a adoptar estas medidas de incremento del protagonismo de la falange.
Esto podía responder a dos básicas razones. Una falange bien equipada solo precisa que sean sus primeras filas las equipadas con armaduras. Esto supone un importante ahorro para las arcas reales. Por otro lado, se trataba de una formación basada en la masa más que en la destreza individual. Con ello era factible conseguir que unos soldados-campesinos, no profesionales, tuvieran un buen rendimiento en un asalto frontal. No obstante, esta era la especialidad de la falange, a pesar de la falta de entrenamiento (Anglim, Jestice, Rice, Rusch, Serrati, 2007: 34-36). Esto permitiría a los reyes helenísticos destinar más recursos a unidades menos numerosas pero más especializadas y decisivas. Por ejemplo, los argyraspides, la caballería o elefantes.
La Legión Romana ¿Perfeccionamiento mediante adaptación?
Frente a la antes comentada involución de los ejércitos helenísticos, tenemos el caso romano. Nuestro camino por la senda militar romana comienza en el 550 a.C. Reina en Roma el rey Servio Tulio (578-534 a.C.), de origen etrusco. Hacia el 550 a.C. adaptó el sistema social y militar romano. Con él, pasaba de una organización tribal a un modelo de organización en Centurias. Según esta, la sociedad romana era dividida según su riqueza y posición.
La primera clase, ocho centurias, eran los ciudadanos más acaudalados y estaban equipados según el modelo de hoplita griego. La segunda clase, 20 centurias, tenían un equipamiento similar salvo que no llevaban armadura completa. Esta era sustituida por petos. En vez del hoplón, llevaban el scutum, un escudo largo y oval de origen itálico. La rercera clase, 20 centurias, estaba formada por soldados equipados a imagen de la Segunda pero con menos protecciones.
Para la cuarta Clase, 20 centurias, hay diferencia de opiniones entre soldados de infantería ligeros, simplemente equipados con escudo y arma o lanzadores de jabalinas. La quinta clase, 30 centurias, eran los ciudadanos con menos recursos y estarían equipados como tropas de armamento ligero (arqueros, honderos, jabalineros).
Ya en época republicana, el comienzo de la expansión romana fuera de la llanura del Lacio, en especial durante las Guerras Samnitas (intermitentes entre 343-290 a.C.), obligó a adaptar las tácticas militares a un terreno montañoso. Frutos de estos cambios fueron la extensión del scutum a todas las tropas de infantería. Y, con ello, la consecuente desaparición de los hoplones, y la desaparición del combate en falange hoplita.
La organización también cambió. La legio monárquica fue dividida en dos, cada una bajo el mando de un Cónsul. Surge una nueva formación, el manípulo, compuesto por dos centurias, con un total de 120 hombres. En batalla, cada uno de los tipos de infantería formaba una línea. Creaban un patrón estilo tablero de damas (quincunx) de tres líneas de 10 manípulos cada una (1.200 hombres). Esta formación era conocida como Triplex Acies.
Los soldados evolucionaron apareciendo cuatro nuevas clases. En primero lugar los hastati. A continuación, los jóvenes y novatos de la legión armados con espada corta, imitación del xiphos griego. Y, además, dos pila. Como no podían permitirse gran equipamiento defensivo llevaban pectorale, casco y scutum. Los princeps, varones experimentados que forman la segunda línea de batalla armados igual que los hastati, van mejor equipados defensivamente que estos. Muchos llevan una lorica hamata, cota de malla. La tercera y última línea de batalla la forman los triarii. Es decir, veteranos que poseen mayores rentas. Esto marca la diferencia en la calidad de su indumentaria con respecto a los demás. La vanguardia de la legión manipular está formada por los velites, jóvenes sin recursos que forman los contingentes de hostigadores de armamento ligero.
Esta evolución de la legión supuso un camino que Roma pagó en sangre. No son pocos los desastres militares que abrieron los ojos a los romanos en lo referente a la necesidad de adaptar su ejército. En el 390 a.C., los galos de Breno aniquilaron a los romanos en Alia, demostrando que un ejército móvil podía superar a la falange hoplita. Las Guerras Samnitas acarrearon nuevos desastres como las Horcas Caudinas (321 a.C.) o Terracina (315 a.C.) que enseñó a Roma a luchar en formaciones más abiertas en terreno accidentado. En las Guerras Púnicas, y especialmente en la batalla de Cannas (216 a.C.), Aníbal volvió a recordar a los romanos las consecuencias de luchar en grandes y lentas formaciones frente a un ejército más ligero y maniobrable.
La evolución de la panoplia de combate romana, o mejor dicho, la adaptación de armamento enemigo, fue constante en toda la historia militar romana. Destacan, en este período, el scutum, escudo de tipo itálico, el casco Montefortino y la lorica hamata, de origen céltico. También la gladius hispaniensis, adaptación de la espada usada por los celtiberos.
También hay que destacar un fenómeno curioso que se dio durante la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.). Tras la batalla de Cannas (216 a.C.) debido al reclutamiento masivo de voluntarios sin recursos, presos y esclavos, se equipó a estos soldados con el dinero de las arcas públicas romanas. Esto permitió una mejora y cierta estandarización del equipamiento militar romano, que alcanzaría su cenit en las Reformas de Cayo Mario (100 a.C.).
El ejército romano que se lanzaría a la conquista del mundo helenístico estaba formado por soldados semiprofesionales. Campesinos-soldado cuyo oficio hacía tiempo que había dejado de ser la guerra estacionaria propia de la Grecia Clásica. Fueron equipados con un modelo de panoplia y armamento semiestandarizado. Este tuvo variantes en sus distintas partes (casco, protección pectoral, espada) y apoyados las auxilia. Es decir, contingentes de tropas aliadas reclutadas por Roma para una campaña concreta. Con ellos se buscaba suplir las debilidades de sus legiones de infantería, caballería, infantería ligera, arqueros…
Pirro en Italia
Una excepción respecto a la involución del modelo de guerra helenístico es el episodio protagonizado por el rey de Epiro, Pirro. En el año 282 a.C. cruzó a Italia para librar, en ayuda de las polis griegas de la Magna Grecia, una guerra contra Roma. Todo ello, enmarcado en la primera parte de un plan. Plan que termina con él como Basileus de un imperio que se extendería desde Cartago hasta la India.
El ejército de Pirro era una máquina de guerra que bebía de las lecciones de Alejandro El Grande. Una fuerza formada por 20.000 infantes, 3.000 jinetes, 2.000 arqueros, 500 honderos y 30 elefantes. Ejército que, a pesar de los exiguos recursos del reino, pudo ser reunido por la colaboración de varios reyes helenísticos. Estos hicieron todo lo posible con tal de mantener alejado a un vecino tan peligroso. El esfuerzo bélico fue financiado por las polis griegas de la Magna Grecia.
Durante su campaña italiana este ejército iría evolucionando en composición. El núcleo inicial épiro-macedonio desaparecerá. Fue sustituido por una cada vez mayor proporción de mercenarios itálicos y helenos de la Magna Grecia. Su táctica también sufrirá cambios. Formarán líneas de batalla donde la falange era alternada con contingentes de infantería itálica (Anglim, Jestice, Rice, Rusch, Serrati, 2007: 37).
En los choques entre infantería romana, formada en manípulos, y la griega, formada en falange, ninguna de las doctrinas se mostró superior a la rival. En Heraclea (280 a.C.), la batalla se alargó y las ambas líneas se mantuvieron firmes. El ocaso llegó cuando los elefantes de Pirro, tras dispersar a la caballería romana, atacaron junto a su caballería a la infantería romana. Esta huyó despavorida ante la visión de semejantes bestias. Los romanos bautizaron a los paquidermos con el curioso nombre de bueyes lucanos.
La primera batalla entre la falange y la legión había dado la victoria a la primera. Pero Pirro no se llevó a engaño. Se dio cuenta que su victoria se había debido al efecto sorpresa causado por los elefantes. Yde que ese efecto sorpresa no volvería a producirse.
En Ásculum (279 a.C.), las líneas de infantería chocaron de nuevo, legión contra falange. Y esta vez fue el cansancio la razón que se abriesen brechas en la derecha romana y el centro epirota. La batalla duró hasta el anochecer sin que ningún bando pudiera sobreponerse al contrario. Durante el segundo día, los romanos atacaron con intención de romper el centro epirota pero la falange resistió. Esto dio tiempo a Pirro a lanzar sus elefantes.
Los paquidermos hundieron la línea romana. Abrieron brechas, las cuales fueron aprovechadas por la caballería helena. Esta, liderada por el propio Pirro, cabalgó para atacar el flanco romano, provocando la ruptura del ejército. Tras lo cual, los romanos se replegaron en orden hacia su campamento. Pirro se declaró vencedor, ya que el enemigo había abandonado el campo de batalla.
El último episodio bélico en suelo itálico tuvo lugar en la batalla de Beneventum (275 a.C.). En el choque de infanterías hay que destacar el desgaste en las tropas de Pirro por la marcha nocturna. Los descansados romanos lograron progresar en el ala derecha pero retrocedieron ante la falange en la izquierda.
La batalla acabó cuando los romanos, empleando una táctica que combinaba cerdos en llamas y munición incendiaria, sembraron el terror entre los paquidermos epirotas. La estampida de los histéricos elefantes causó tal desorden y descontrol en ambos mandos que decidieron retirarse de la batalla. Los romanos a su campamento y Pirro a retaguardia.
Tras esta derrota, se replegó a Tarento y, falto de apoyos y recursos para reforzar su ejército, no le quedó otra alternativa que abandonar Italia. Regresó a Grecia con sólo 8.000 infantes y 500 jinetes.
Las Guerras Macedónicas
En el contexto de la Segunda Guerra Macedónica se produjo, en 197 a.C., la batalla de Cinoscéfalos. La falange y la legión volvían a enfrentarse. En esta ocasión, el campo de batalla presentaba un terreno irregular. Esto produjo un serio desorden en ambas fuerzas. No obstante, los macedonios por su formación más cerrada y compacta se vieron más afectados.
No obstante, en el falange contra legión, los romanos se vieron sometidos a una enorme presión por parte de los macedonios. Sobre todo en el centro y en la izquierda. Esto provocó que, en dichos sectores, las legiones cedieran terreno ante el empuje macedonio.
Por su parte, la derecha romana progresó gracias a sus elefantes. La batalla tuvo su desenlace cuando el ataque romano desbarató la formación de los macedonios. Esto les permitió lanzar un ataque por retaguardia contra el centro y la derecha macedonia, destruyendo ambos flancos.
La victoria romana hay que analizarla desde otras perspectivas. En este caso no ganaron los legionarios, los cuales no pudieron romper las líneas de falangitas. Fue una victoria de legión manipular, cuya abierta organización permitió la reunión de reservas allí donde fue necesario. En este caso, 20 manípulos de triarii con el objetivo de atacar la retaguardia del centro macedonio. Irónicamente, al igual que había en las campañas de Pirro, los elefantes tuvieron un papel protagonista en el desarrollo de los acontecimiento de la jornada. Aunque esta vez del lado romano.
El último episodio a analizar es la batalla de Pidna. Tras casi tres décadas de paz e instigados por el rey Eumenes II de Pérgamo, los romanos declararon una nueva guerra contra Macedonia. No obstante, Eumenes II odiaba a Macedonia. Incluso acusó a Perseo de tratar de violar las leyes de los demás estados griegos. También las condiciones de paz entre Macedonia y Roma.
El inicio de la guerra no fue favorable a Roma. Problemas logísticos y de disciplina afectaron durante mucho tiempo a su ejército, permitiendo a Perseo conseguir dos victorias en 171 y 170 a.C. respectivamente. Tras fracasados intentos de paz, el Senado envió al cónsul Lucio Emilio Paulo con órdenes de arreglar la situación.
Pero volviendo a la batalla, esta se inició con un ataque de los elefantes romanos contra el ala izquierda macedonia, dispersándola sin mucha complicación. Pero el día se iba a decidir en el choque de infantería en el centro, en el choque falange contra legión. Perseo había elegido un terreno llano para presentar batalla, donde su falange sería superior. En el consecuente enfrentamiento, los legionarios de Paulo tuvieron que hacer frente a diez sarissas con la única ayuda de su gladius y su scutum. La presión fue insoportable. La línea romana empezó a ceder terreno ante la victoriosa falange, que comenzó a avanzar (Anglim, Jestice, Rice, Rusch, Serrati, 2007: 53).
Durante dicho avance, núcleos de resistencia formados por diversos manípulos provocaron que partes de la masa de tropas helenas perdieran su cohesión. Avanzaron algunas partes, quedando otras más rezagadas. Paulo ordenó a sus manípulos que atacaran estas brechas por las que muchos de sus soldados consiguieron entrar. Privados de su erizo defensivo, los falangitas quedaron a merced del soldado romano… Lo que vino después fue una matanza, calculando el historiador Plutarco las perdidas del ejército de Perseo en 25.000 hombres.
Con la derrota vino la paz, y con la paz, Perseo perdió su reino.
Conclusiones
¿Legión o falange? ¿Falange o legión? ¿Cuál es superior? No está claro. Una es una fuerza invencible combatiendo en las condiciones adecuadas. La otra es una fuerza móvil capaz de aprovechar no solo su organización. También su mando descentralizado a la hora de sacar partido a diversas situaciones en batalla.
En términos absolutos, la guerra la ganó la legión. Pero lo hizo más por razones de organización y recursos que de superioridad real en el campo de batalla. Todos los encuentros analizados tienen algo en común. La victoria siempre llega debido a factores que no son ni el legionario, ni el falangita. Elefantes, caballería, un ataque decisivo contra un enemigo descuidado por su propio ímpetu…
Roma aprendió con sangre, sacrificio y ganó guerras. Las beneficiosas paces aumentaron sus recursos y le permitieron a su vez invertir mayores esfuerzos en perfeccionar su maquinaria militar. Macedonia, desde la muerte de Megas Alexandros, no pudo permitirse ese lujo. Sus recursos eran limitados y eso le obligó a retrotraerse militarmente a tiempos del Segundo Filipo. Quién sabe qué hubiera pasado si los macedonios hubiesen tenido a su disposición los recursos de su antiguo Imperio.
Con todo, los restantes reinos helenísticos aprendieron del mensaje que Roma envío al mundo griego tras su aplastante vitoria en Pidna. Sus soberanos empezaron a experimentar creando unidades, a imagen y semejanza, del soldado romano. Destaca la adaptación de los Thureophoroi: Un tipo de infantería cuya creación se atribuye un general griego y consejero de Antíoco, llamado Ascepiodotos. También se le atribuye una reforma de amplio espectro del ejército seleúcida, que fue a su vez imitada rápidamente por el reino ptolemaico.
Esta reforma no consistió en un reemplazo total de la falange por tropas ligeras romanizadas. Adaptó el antiguo sistema griego de unidades Lochoi (formados por entre 8 y 16 hombres) para crear nuevas unidades organizadas según el modelo romano.
Sobre su equipamiento, no tenían más armadura que una túnica, una capa ancha y un casco ligero de origen tracio. Estando armados con xyston (jabalinas) y un xiphos (espada) para el combate cuerpo a cuerpo.
El resultado es un soldado ligeramente más pesado que los peltastas pero más liviano y móvil que los Thureophoroi; hoplitas que han sustituido el hoplon por un thureos, escudo ovalado de origen gálata.
Este tipo de falso legionario era móvil y ágil, utilizable para diversas tareas. En lo que respecta a su entrenamiento, no estaba entrenado tan concienzudamente como el romano, no siendo capaces de hacer formaciones tácticas complejas. Al carecer de equipo pesados, las unidades no eran tan resistentes como los manípulos romanos en batalla. Sin embargo, eso no quita que estos eran soldados no estuvieran bien entrenados y su servicio durante las Guerras Mitridáticas fue bueno.
Tras la Segunda Guerra Mitridática, Mitrídates VI buscó reformar por completo su ejército. El cual no había sido capaz de imponerse decisivamente en a las legiones en la contienda. Reemplazó todas sus unidades de falange por Thorakitai. Los autores romanos pensaron que estaba copiando el modelo romano (ya que tenía varios consejeros romanos en su Corte). Lo cierto es que los thorakitai existían en los ejércitos helenísticos desde el siglo III a.C. Normalmente protegiendo los flancos de la falange u operando como escaramuzadores pesados, luchando con un gran escudo, espada corta, lanza y jabalina.
Las reformas primarias de Mitrídates aumentaron su número y la calidad de su entrenamiento. El nuevo modelo de ejército póntico, aunque sirvió bien en combate; finalmente fue derrotado por las legiones dirigidas por Lúculo en la tercera y última guerra.
La creación de estas unidades parece una clara conclusión de que los propios helenos vieron en sus falanges; un modelo obsoleto e intentaron adaptarse a la novedad militares del momento. Por su parte, el modelo militar romano seguiría en constante evolución hasta el final del mundo romano en 487 d.C.
Bibliografía
ANGLIM, S., JESTICE, P. G., Rice, R. S., RUSCH, S. M., SERRATI J., Técnicas bélicas del mundo antiguo, Madrid, Editorial Libsa, 2007.
DOUGHERTY, M. J., Guerreros del Mundo: El Guerrero Antiguo, 3.000 a.C. – 500 d.C. Madrid, LIBSA, 2012.
El ejército de Pirro https://arrecaballo.es/edad-antigua/guerras-pirricas/preparacion-de-la-campana-en-italia/
La batalla de Ásculum (279 a.C.) https://arrecaballo.es/edad-antigua/guerras-pirricas/batalla-de-asculum-279-ac/
La batalla de Beneventum (275 a.C.) https://arrecaballo.es/edad-antigua/guerras-pirricas/batalla-de-benevento-beneventum-o-maleventum-275-ac/
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San José Campos, C. (2019), Alejandro Mago y los iranios, en https://archivoshistoria.com/alejandro-magno-y-los-iranios/
Thorakitai de Mitrídates. https://stormandconquest.blogspot.com/2011/11/pontic-thorakitai-imitation-legionarys.html
Thureophoroi http://ancient-battles.com/warriors/thureophoroi.php