El presente artículo sobre la Orden Teutónica sirve de complemento al publicado con anterioridad, entre ambos forman un retrato aproximado de la Orden en todas sus facetas. En este caso, el artículo versa acerca de las disputas militares y el desarrollo político de la Orden a lo largo de los siglos XIII, XIV y XV. Dentro del mencionado eje cronológico, será preciso hacer hincapié en algunos aspectos que marcaron el devenir de estos milites christi como la batalla del Lago Peipus, la guerra con Lituana o la batalla de Tannenberg.
La Orden en tres frentes: Tierra Santa, Hungría y Prusia.
Tal y como se comentaba en la primera parte del artículo anterior, la Orden Teutónica nace en el contexto de la Tercera Cruzada. Por tanto, su primer teatro de operaciones fue Tierra Santa, donde también operaban las ricas e influyentes órdenes del Temple y el Hospital. Los Teutónicos estuvieron siempre por debajo de ambas en estos territorios, lo que no significa que no se hiciesen con territorios en los estados cruzados. Sus propiedades, moderadas en cuanto a importancia y extensión, se extendían principalmente por el Reino de Jerusalén, así como en el Reino de Cilicia, al sur de la península de Anatolia (Nicolle, 2011; 8). Su cuartel general fue el castillo de Monfort, hasta su caída en manos musulmanas, momento en el que se traslada a Acre. Su papel en Tierra Santa llegará a su fin con la caída de Acre en 1291.
Pero para entonces la Orden ya había diversificado su presencia, actuando tanto en Hungría, como en el teatro Báltico siendo este su principal escenario. En lo referido a su presencia en el joven reino magiar fue corta, extendiéndose entre 1211 y 1225. El rey húngaro ofreció a la Orden el área del Burzenland (una región entre las actuales Hungría y Rumanía), donde comenzaron a establecer un cierto control del territorio. Sin embargo, parece ser que el rey Andrés desconfiaba de las intenciones de aquellos a quienes había invitado él mismo, y ante la posibilidad de que el poder de la Orden se siguiese reforzando y terminasen planteándole problemas, decidió expulsarlos de sus tierras.
Una vez que fueron expulsados de los dominios húngaros, los Caballeros recibieron el requerimiento de un duque polaco: Conrado de Mazovia. Los motivos, las causas y las intenciones que este aristócrata tenía siguen siendo objeto de intensos debates (Demurger, 2005; 79). Sea como fuere con la Bula de Rímini de 1226, el Emperador Federico II concedía las tierras de Prusia a la Orden Teutónica. Este documento se ha considerado el texto fundacional del Estado teutónico en Prusia. Además, en sendas resoluciones, Gregorio IX autorizaba la acción misionera y permitía a la Orden conservar las tierras conquistadas.
Gran parte del éxito que los Caballeros Teutónicos cosecharon entre 1209 y 1239 se debió a la habilidad del Hochmeister Hermann de Salza (Palacios, 2017; 375). La Orden no solo se extendió hacia otras fronteras de la cristiandad, sino que consiguió hacerse con un territorio prácticamente autónomo en Prusia. Además de ello, quizá lo más importante de todo fue el equilibrio que supo mantener entre el Papa y el Emperador, ya que espiritualmente se debía a uno, pero su éxito político en Prusia dependía del otro.
Prusia y Livonia: contexto, conquistas y dificultades.
Si Tierra Santa y la Península Ibérica se habían convertido en lugares donde combatir al infiel era recompensado, según la dialéctica de cruzada, aquellos territorios bálticos plagados de paganos, no iban a ser diferentes. En el siglo XII, los poderes políticos escandinavos y germanos llevaban largo tiempo ambicionando estas tierras. Será a partir de dicho siglo cuando la guerra en los mencionados territorios se sancionará como una cruzada más.
A principios del siglo XIII, debido a la actividad cruzada ya existente en la región, así como el impulso que las órdenes militares habían experimentado en la Europa del momento, se creaban dos instituciones autóctonas. Sus estructuras y objetivos se asemejaban al del resto de órdenes militares de la cristiandad. En esos primeros compases de siglo, el obispo de Riga comenzaba a constituir lo que sería la caballería del Cristo de Livonia o Hermanos de la Espada y cuyos objetivos serían: “defender y expandir la diócesis por el río Duina” (Tyermann, 2007: 883). Poco después, la fórmula aplicada en Livonia (Estonia y Letonia actualmente, aproximadamente) se seguiría en la frontera entre Prusia y Polonia. Esto se debía al hecho de que dicha frontera fuese un foco constante de asaltos y ataques, lo que dio lugar a la creación de la Milicia de Cristo de Livonia, también conocida como los Caballeros de Dobrin. En cualquier caso, ambas órdenes fracasaron. Los Hermanos de la Espada fueron derrotados por los lituanos en la batalla de Saule en 1236, lo que propició su integración en la recién asentada Orden Teutónica. Los Caballeros de Dobrin corrían la misma suerte que sus homólogos de Livonia, la causa de ello fue que, simplemente, no consiguieron detener a los prusianos (Pósán, 2001: 436), siendo éste el cometido que se les había encomendado.
Como ya se ha mencionado con anterioridad, la Orden se estableció en Prusia en torno a 1230, iniciando la conquista de esas tierras. La primera fase se prolongó doce años, dándose por finalizada en 1242. Finalizada la conquista de las tierras prusianas, los teutónicos continuaron con su actividad bélica en Livonia, región vecina de Novgorod. En connivencia con otras fuerzas los teutónicos atacaron el principado ruso, que llamo del exilio al príncipe Alexander Nevski. El príncipe ruso derrotará a las fuerzas cruzadas a principios de abril de 1242, sobre las aguas heladas del Lago Peipus. La derrota acabaría con las aspiraciones de los cruzados y de la Orden en el este. Pero esto no fue todo, ya que ese mismo año las tribus prusianas, espoleadas por un noble polaco, se rebelaron. La mayor parte de los enclaves defensivos teutónicos cayeron; aquellos que fueron conservados se utilizaron como plataforma para el contraataque.
La segunda fase de la conquista de Prusia se inicia con el tratado de Christburg, que ponía fin a la intervención polaca en la revuelta. La Orden, consciente de sus limitaciones conocía las dificultades que conllevaba la conquista de aquel territorio (Turnbull, 2003: 12). Afortunadamente para ellos, el Rey de Bohemia se uniría a la cruzada. Gracias a su ayuda, la resistencia nativa fue aplastada y con el fin de mantener el control del territorio la Orden edificó una nueva fortaleza sobre aquel territorio. Este castillo se denominaría Könisberg, es decir, “la montaña del rey”, en honor al monarca.
La paz duraría poco y tan solo cinco años después se iniciaría la segunda revuelta prusiana. Iniciada en Livonia por parte de los semigalleses y los kuros fue seguida con presteza por las tribus prusianas. La Orden volvía a verse con el agua al cuello pues se veía obligada a combatir en dos frentes, a lo que se añadía su manifiesta inferioridad que se iba a ver acentuada tras las derrotas de Durben en 1260 y Pocarwist al año siguiente. De nuevo, la ayuda externa será la que consiga estabilizar la situación en torno a 1264. Pero la revuelta de los semigalleses continuaría, ya que obstinados a resistir hasta el final, volvieron a la lucha en 1272. La lucha, brutal y sin cuartel, se prolongaría dos décadas más, ya que los semigalleses solo se rindieron tras ser masacrados (Demurger, 2005: 82). Los restos de este pueblo se refugiaron en Lituania, que desde entonces será enemiga mortal de la Orden Teutónica.
Polonia y Lituania, los nuevos enemigos de la Orden.
Una vez que Prusia estaba conquistada y pacificada, la Orden lejos de dedicarse a la vida contemplativa, encontró nuevos enemigos que la mantendrán ocupada durante largo tiempo. En el caso de Polonia, aunque en su día fuese un noble polaco quien invitase a la Cruz Negra a establecerse en la zona, las relaciones no siempre fueron fáciles. De esta forma, si durante buena parte del siglo XIII se puede apreciar la colaboración entre polacos y teutones (con excepciones), las décadas finales de la centuria así como durante el inicio del siglo XIV fueron de creciente enfrentamiento. Las causas de la desafección entre estos dos antiguos aliados son varias y el desarrollo de los acontecimientos largo e intrincado. Sea como fuere, los intereses comerciales y las disputas territoriales jugarán un papel predominante en ese cambio de actitud. Las relaciones se tensaron hasta el extremo en varios momentos, entonces apareció la violencia. Uno de los hitos principales en las relaciones bilaterales fue la Paz de Kalisz. Firmada en 1343 ante la resignación de unos polacos que se sabían inferiores, esta paz suponía la cesión de Pomerania a la Orden. Pero esa cesión no era lo fundamental; ya que lo que ratificaba esa paz era la enemistad entre unos y otros.
En el caso de los lituanos, la Orden nunca mantuvo buenas relaciones con ellos. Pese a la conversión, efímera, de Mindaugas en 1252 y de Jagellon en 1386, los teutónicos jamás los tratarían como cristianos. Los lituanos, que habían quedado al margen de las cruzadas bálticas hasta finales del siglo XIII se convertirían en ese momento en el blanco principal. La guerra entre la Orden y el Gran Ducado comenzaría a finales del siglo XIII. Sin embargo, cabe recordar que los lituanos habían derrotado en Saule a los Hermanos de la Espada, y que habían participado en la segunda revuelta prusiana de forma activa. Es decir, que si no se le catalogó como el principal objetivo con anterioridad se debe a la existencia de otros objetivos que se consideraban prioritarios, y más sencillos.
El conflicto entre ambas facciones las llevó al borde de la extenuación. Entre 1305 y 1409, las acciones militares de envergadura ascienden a 299 según Paravicini (Demurger, 2005: 296). Esa “cruzada interminable” constaría, según algunos autores, de dos fases: entre 1305 y 1350, cuando ambas potencias se asestaron durísimos golpes, pero sin caer a la lona; y una segunda fase que se inaugura con la subida al poder de Winrich de Kniprode, el Hochmeister más importante de la Orden desde los tiempos de Germán de Salza. En este segundo episodio, la Orden se llevó la mejor parte, ya que los lituanos únicamente lanzaron dos ofensivas: en 1361 y en 1370. Sin embargo, Lituania seguía sin doblegarse completamente.
Durante el tiempo que duró esta interminable guerra infinidad de nobles europeos se acercaron a los campos de batalla bálticos, reforzando los contingentes teutónicos y adquiriendo fama. En ese tiempo, se crearon verdaderas sagas familiares en las que de generación en generación, numerosos miembros de una misma familia se desplazaban al Báltico a combatir. Esta práctica se resintió tras la conversión de Lituania, puesto que los fundamentos ideológicos ya no existían, aunque no desapareció hasta 1423 aproximadamente (Tyermann, 2007: 914).
El hecho de que Polonia estuviese enemistada con los teutónicos y que Lituania mantuviese con ellos una guerra interminable, daba lugar al hecho de que estas dos potencias pudiesen llegar a un entendimiento. Y de hecho así sucedió. En 1384 Polonia y Lituania restablecían la paz entre ambas; en 1386 Jagellón, era bautizado, se casaba con una princesa polaca y asumía la corona polaca; finalmente, en 1387 establecía el primer obispo en Vilna.
Todo esto no era suficiente para amedrentar a la Orden Teutónica, y así lo demuestran los hechos. A principios del siglo XV la Cruz Negra había iniciado una expansión que abarcaba diferentes frentes. Aprovechando las contradicciones de la unión polaco-lituana, el Gran Maestre Ulrich Von Jungingen preparó la guerra contra los aliados, jugándose todo a una carta: que la alianza estallase; lo cual no sucedió. Los teutónicos iban a enfrentarse a un ejército formado por lituanos y polacos, pero también por mercenarios tártaros y rusos. La batalla se desarrolló a lo largo del día 15 de julio de 1410 en las proximidades de Tannenberg y Grunwald. La batalla fue durísima, cambiando de tornas en los últimos momentos, cuando más cerca estaba la victoria para los teutones (Grant, 2005: 121). Allí cayeron una enorme cantidad de caballeros, incluso lo hizo su Hochmeister. La Orden jamás se recuperó de este golpe. Muerto Ulrich, se eligió a Enrique de Plauen como Hochmeister, quien resistió en Marieburgo un asedio de dos meses.
El declive de la Orden.
Prusia se había salvado, pero la crisis a la que estaba abocada la Orden era inevitable. Su músculo militar había menguado considerablemente, mientras que sus súbditos reclamaban cada vez mayores cuotas de poder, así como no tener que pagar las consecuencias de Tannenberg. A esto se añadía la crisis económica, causada al menos en parte por la caída del precio del trigo.
El canto del cisne de la Orden llegó en la Guerra de los Trece Años, que les enfrentó de nuevo con Polonia. La causa fue que el Bund, una especie de parlamento, ofreció al rey de Polonia en 1454 el señorío de Prusia a cambio de privilegios varios. Por última vez, la Orden fue a la guerra siendo dueña de sí misma, pese a que las posibilidades de éxito eran escasas. Entre 1454 y 1466 la Cruz Negra dio muestras de su coraje, consiguiendo algunas victorias, pero la aplastante lógica se impuso. La paz de Torun despiezó los dominios de la Orden, que fraccionada, reducida territorialmente y arruinada parecía avocada a la desaparición. Pese a que se mantuvo todavía algún tiempo, sus días de gloria habían acabado, y a partir de entonces tan solo sería un tributario más del rey de Polonia. En 1498 la Orden se secularizaba eligiendo a un laico para el puesto de Gran Maestre.
Conclusiones.
La Orden Teutónica expresó como nadie esa aventura que supusieron las cruzadas. Primero en Palestina y después en Hungría y el Báltico los hermanos teutónicos no dejaron de combatir a los infieles y paganos. Su tenacidad ha traspasado los siglos, y los ecos de su leyenda aún resuenan. Sin embargo, la Orden no supo frenar, ni adaptarse a los nuevos tiempos, prefirieron morir matando que ser parte del nuevo juego diplomático y político que les ofrecía la Europa del siglo XV. Sin duda, los teutónicos expresan como nadie el cambio y la permanencia: Europa se transformaba en algo nuevo, abocado a lo que hemos llamado Edad Moderna; mientras, los caballeros seguían en la plena Edad Media. Y fue ese anquilosamiento en el pasado, principalmente, lo que se los llevó por delante. La historia no se detiene, y no perdona a quienes lo hacen.
Bibliografía
Demurger, A., (2005). Caballeros de Cristo. Templarios, Hospitalarios, Teutónicos y demás órdenes militares en la Edad Media (siglos XI a XVI). Granada: Editorial Universidad de Granada.
Grant, R. G., (2005). Batallas. Madrid : Pearson Alhambra.
Nicolle, D., (2011). La Orden Teutónica. La cruz negra. Madrid: Osprey Publishing.
Palacios, J. S., (2017). Cruzadas y órdenes militares en la Edad Media. Madrid: Síntesis.
Pósán, L., 2001. Prussian missions and the invitation of the Teutonic Order into Kulmerland. En: Z. Hunyadi & J. Laszlovszky, edits. The Crusades and the military orders. Expanding the frontiers of medieval latin christianity. . Budapest: CEU medievalia, pp. 429-448.
Turnbull, S., (2006). Crusader castles of the Teutonic Knights (I). The red brick castles of Prussia 1230-1466. Oxford: Osprey Publishing.
Tyerman, C., (2006). Las guerras de Dios. Barcelona: Crítica.