Debate historiográfico y primeras manifestaciones
Sin duda alguna nos encontramos ante un tema de un interés sublime pero antes debemos replantearnos algo. ¿Es verdad toda la información que pulula sobre este tema? Bien, pues como todos los temas o fenómenos de carácter histórico que aún tienen repercusión social en nuestro día a día diremos que no. Más si cabe podemos afirmar que este tema ha sido contaminado tanto por partidarios del nacionalsocialismo (ejemplo de Miguel Serrano) como por escritores que se han opuesto a la ideología del Tercer Reich, ya fuera antes, durante o después de la Segunda Guerra Mundial.
Encontramos la raíz de este esoterismo alemán ya en el S. XIX y a principios del XX, cuando Guido von List creó la Alta Orden Germánica en 1912. Esta orden fue el antecedente de la posterior sociedad Thule (debe su nombre al emplazamiento geográfico de la capital de Hiperborea en la mítica Altlantida), dirigida por Rudolf von Sebottendorf, quien antes de crearla estuvo en contacto con organizaciones de la masonería turca que practicaban la iniciación. Este hecho lo contaba el propio von Sebottendorf en sus escritos, pero no dejaba claro si él también llegó a realizar esos ritos de iniciación. Probablemente, fue este enigma el que posteriormente ha dado alas al pensamiento de Hitler como “médium” difundido por escritores de posguerra al pensar que en esta sociedad secreta se realizaban iniciaciones.
La sociedad Thule comenzó en un principio con el fin cultural e ideológico del ariosofismo, movimiento ocultista y tradicionalista ario. Y no era otra cosa que la doctrina oculta que se encontraba oculta en algunos habitantes del Norte y el Centro de Europa y que recuperaron tras la Primera Guerra Mundial por consecuencias ideológicas.
Más tarde ya con la entrada de Hitler en ella a través de Rudolf Hess, comenzó a derivar en fines más políticos que otra cosa (rechazando la gran mayoría de misticismo existente) terminando por ramificarse en 1935 su fin principal en una segunda sociedad no permitida por Hitler, o al menos no reconocida, pues ni si quiera se conoce si sabía de su existencia. Estamos hablando de la Ahnenerbe (Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana), la que más que una sociedad secreta fue una especie de oficina arqueológica al servicio de parte de ese primer pensamiento de Thule. A cargo de ella estaba Henrich Himmler y fue protagonista de diversas expediciones. Del mismo modo mantuvo contacto con diversos países y regiones como España, Egipto, Francia o el Tibet, haciendo énfasis en la búsqueda de diversos tesoros de la tradición como el Santo Grial, la Lanza de Longinos, el Arca de la Alianza, las Trece Calaveras de Cristal o la Mesa de Salomón. Como podemos ver, alguno de estos bienes arqueológicos y esotéricos poco o nada tienen que ver con el ariosofismo. De uno de estos tesoros se encargó Otto Rhan al mismo tiempo que enlazaba en la búsqueda ideológica de encontrar pruebas sobre la cruzada que la Iglesia realizó sobre los cátaros, representantes de la cultura occitana desarrollada en la región del sur de Francia.
Expedición al Tibet
Comienza con la paradoja de la invitación por parte del gobierno tibetano a los alemanes para celebrar el nuevo año (tradición del Losar) en 1938. La sociedad Ahnenerbe contó para la ocasión con el liderazgo de Ernst Schäfer, conocido cazador y geólogo alemán que ya había realizado varias expediciones en los años anteriores por cuenta de un estadounidense. En esta expedición de 1938 le acompañaron Karl Wiemert, Ernst Krause, Edmun Geer y Bruno Beger, quienes realizaron numerosas pruebas tanto a las gentes del Tibet como a nivel geológico y documental. De hecho, al finalizar la Segunda Guerra Mundial fueron hallados en Berlin varios documentos primitivos del Tibet y un tratado de amistad de Dalai Lama con la Alemania de Hitler.
El enigma de lo que en el Tibet se buscaba sí enlaza directamente con la parte más misteriosa y oculta de las diferentes versiones que hasta ahora se han dado sobre este tema. Una de ellas afirma cómo el misticismo se introduce ideológicamente en la Ahnenerbe en forma de leyenda que aparece en una novela publicada en 1871 por Edward Bulwer-Lytton y que tuvo al parecer una parte de aceptación dentro de los círculos esotéricos alemanes. De esta novela podemos destacar la existencia de una raza extraña (pueblo Vril-Ya) que habría conseguido sobrevivir ajeno a la civilización moderna. Esta novela en la que se muestra una teoría de la tierra hueca que enlaza con una tradición tibetana fue acogida según algunos historiadores por personajes como Anton Drexler (primer dirigente del NSDAP), Alfred Rosenberg o el propio Rudolf Hess.
La Ahnenerbe en España: Julio Martínez Santa-Olalla y su arqueología
Aun así, en este afán de Himmler por encontrar esa base ancestral que lo relacionase todo, un equipo de arqueólogos de renombre de la época como Erika Trautmann y él, visitan algunos enclaves de gran importancia en España en el año 1940 tales como Toledo o Montserrat (desde el punto de vista histórico). El que por aquel entonces era el máximo responsable de la arqueología española, Julio Martinez Santa-Olalla, hace de guía para mostrarle estos lugares esotéricos de la geografía española que le serán de gran ayuda, ya que no vuelve con las manos vacías a Alemania (tanto a nivel material como a nivel científico-ideológico).
Pero la relación entre Santa-Olalla y la Ahnenerbe no comienza en 1940, se remonta a varios años atrás. Y es que, en 1931 el español comienza sus primeros estudios sobre vestigios visigóticos realizando varias excavaciones que aportarán numerosos datos para desvelar las incógnitas de este pueblo. Ello hará que el “Deutsches Archäologisches Institut” se centre en su persona para ofrecer una conferencia en 1934 en la que expone los resultados visigóticos peninsulares.
Pero no fue únicamente la presencia visigoda lo que llamó la atención a Santa-Olalla y a los alemanes, pues el Bronce Final y las primeras oleadas arias en la Península Ibérica fueron su nuevo objetivo. El Bronce Final es una de las claves iniciales de sus tesis, pues admite que las primeras oleadas arias establecen relaciones en la zona costera atlántica peninsular acogiendo la anterior cultura megalítica y llegando hasta Huelva.
Sin embargo, Julio Martínez Santa-Olalla supo diferenciar en un trabajo desarrollado en 1938 la existencia de un Bronce Atlántico y un Bronce Mediterráneo, aunque sin adentrarse a fondo en ellos. Centrado en el Bronce Final, quiso canalizar la ideología arqueológica de la Ahnenerbe y defendió la paridad de arios e indoeuropeos en una conferencia ofrecida en Berlin en 1940.
Para el español el Bronce Mediterráneo era innegable desde el punto de vista arqueológico. Por el contrario sus conclusiones conllevan un matiz racialista negativo para las gentes orientales en cuanto a sus características genéticas e innovaciones materiales. Además, entre el 1000-850 a.C. se produjeron según Santa-Olalla las primeras incursiones indoeuropeas en la Península, trayendo consigo la cultura de los campos de urnas más innovadora que la anterior (aunque reconoce la existencia de pueblos no indoeuropeos entre estas incursiones).
El matiz religioso del nacionalsocialismo y sus orígenes
A pesar de no estar directamente relacionado, no debemos pasar por alto que durante las primeras décadas del siglo XX se crearon varias organizaciones juveniles alternativas y cercanas al esoterismo del que venimos hablando. En concreto en 1924 se funda la Liga de los Artamanes. Esta agrupación juvenil tenía como base un fuerte antisemitismo y dedicaban sus esfuerzos al trabajo de la tierra como medio de regeneración vital ante el mundo moderno. Tenían prohibidos todos los vicios o costumbres que les pudiesen alejar de tal revitalización (relaciones sexuales, tabaco, alcohol, etc.) y dedicaban su tiempo libre a las danzas tradicionales y la celebración de festividades como los solsticios. También los Wandervogel, movimiento juvenil paralelo a los Artamanes, surgieron como elemento contracultural proponiendo la mejora personal mediante la experiencia emocional directa, todo ello frente a la política tradicional y el racionalismo como solución a la crisis.
La simbología, los ritos y la religión como ente ideológico del régimen
Del mismo modo la simbología supuso un punto de inflexión y estudio. La utilizada para las Schutzstaffel (SS o Escuadras de Protección) fueron analizadas por Karl Maria Wiligut, así como los ritos de iniciación de los nuevos SS en el Castillo de Wewelsburg (Westfalia) y otras festividades paganas realizadas en ese mismo enclave.
En cuanto a la faceta religiosa del régimen nacionalsocialista, diremos que adaptó incuestionablemente numerosas formas típicas que lo convierten en un arquetipo religioso. La veneración por un personaje (Hitler), la retórica similar a la de un mesías de éste, la doctrina de salvación, las confesiones comunales, los ritos de iniciación de soldados o las numerosas fechas festivas son buena prueba de ello. De hecho el propio Hitler afirmó en más de una ocasión que el nacionalsocialismo era el lugar donde la ciencia y la naturaleza se daban la mano, aunque ambas reveladas por Dios e investidas a su vez de propiedades sagradas. Tal vez haya sido esto último lo que haya dado pie a todo tipo de especulaciones y relaciones de la ideología política con el matiz esotérico del que venimos hablando.
De lo que no podemos dudar es de lo que Hitler denominó Volksgemeinschaft, comunidad conocida por su ideal de sociedad aparentemente armoniosa y sin conflictos. Dicha comunidad tenía como base «el hombre folklórico, orgánico y temeroso de Dios». Y es que, música, poesía y demás artes jugaron un papel esencial en Alemania como elemento claramente observable en las HitlerJugend, que mostraba con toda plenitud ese deseo de abrazar las necesidades no racionales de la unidad espiritual, que no fue otra cosa que el antítesis ideológico de Hitler ante lo que denominaron como “sociedad moderna”.
Llegados a este punto debemos discernir y dejar claro de una forma clara y concisa varias cosas para poder finalizar este compendio. Hitler poco o nada tuvo que ver en todo esto. Himmler acogió en cierta manera el ariosofismo pero su “ansia arqueológica” iba más allá, es decir, le interesaba todo lo que le sirviera para enlazar con el origen de la humanidad.
Como conclusión podemos decir que aunque se busquen bases objetivas en el fondo del esoterismo alemán sólo se llegarán a elementos finales sin trascendencia real. No debemos hacer otra cosa que ponernos en la situación de una época en la que la crisis intelectual era palpable y en la que el racionalismo más estricto había colapsado. Todo ello fue un excelente caldo de cultivo para que surgieran sociedades dedicadas al desarrollo intelectual y personal para conformar una ideología que fuera fructífera en el seno de un país devastado, pero alejada de la sabiduría oculta, los pactos con fuerzas oscuras y los hombres superiores desconocidos (como ha pretendido buena parte de la bibliografía sobre este tema).