El ejército bizantino es un firme heredero del Imperio Romano, por lo tanto, tuvo que hacer frente a los mismos problemas que sus antecesores. Además, se tuvo que enfrentar a imperios en formación como los sasánidas o los musulmanes, para finalmente ser devorados por el incipiente y peligroso ejército otomano. Prácticamente desde su génesis iba a ver como sus fronteras se debilitaban y descomponían en detrimento de estos nuevos y peligrosos estados.
Antecedentes: el ejército romano tardío
La zona este del Imperio siempre había sido más fuerte económicamente hablando que el oeste. En cambio, militarmente siempre han gozado de mayor fama los «romanos» que los «griegos». Es decir, las grandes victorias se fraguaban en occidente, mientras que oriente era más tranquila. Al fin y al cabo, la frontera del Rin otorgaba una experiencia a las tropas que no se aplicaba en el este. Un catalizador de la debilidad de estas unidades es la batalla de Adrianópolis, donde dos tercios del ejército y el propio emperador fueron aniquilados. Quedaba patente que los ejércitos de oriente – y también los de occidente- necesitaban modificar su doctrina de combate y mejorar su paupérrima caballería; moría así la legión.
La decadencia también se produce en occidente. Es evidente que las luchas intestinas debilitaban a un imperio que se desangraba. Mientras, los oficiales solo ocupaban sus puestos debido a sus aspiraciones políticas y las tropas se reclutaban en las zonas fronterizas. Para evitar el reclutamiento, la población llegaba a mutilarse para no atender a filas y las deserciones se producían a miles. Ya no se producían los severos castigos de antaño llegando a decirse que el gobierno «mimaba» en exceso a sus tropas.
En este momento es cuando entran en juego los foederati, bárbaros que conformaban el ejército en una especie de régimen de alianza y asiento como ocurrió con los visigodos.
Las tropas romanas sufrirán severas reformas. En primer lugar, con Constantino I desaparecen prácticamente los legados y la guardia pretoriana. Estos últimos serán sustituidos por la guardia palatina. Después, encontramos a los limitanei, tropas establecidas en la frontera formadas por caballería, auxiliares e infantería. Eran grupos más pequeños que anteriormente y permanecían en fortines que les permitían sobrevivir hasta que se movilizaba a los comitatenses, el ejército propiamente dicho. También existían los pseudocomitatenses, infantería retirada de las fronteras para apoyar al ejército principal.
Antes de la muerte de Teodosio – y la división definitiva del Imperio- la mitad del ejército estaba en el oeste y dos terceras partes eran tropas de frontera. Sin embargo, la caballería pesada se encontraba en el este: los clibanarii y los cataphractii. Los lanciarii y los contingentes de las balistas estaban también en oriente. En cambio, los exploratores, praeventores y prácticamente cualquier tropa ligera de exploración estaba en el oeste.
Con la muerte de dicho emperador, occidente se fragmentará a una velocidad alarmante y aumentará aun más con el saqueo de Roma de 410. No todo fue oscuridad, y durante el gobierno de Honorio hubo una ligera recuperación. Usará masivamente a los godos, ya que los limitanei empezaron a desertar porque nunca tenían paga, y algunos incluso se unirán al enemigo, como a las hordas hunas de Atila. En muchas ocasiones eran los propios oficiales los que le arrebataban la paga a los soldados. Además, los fuertes se habían convertido en pequeños pueblos donde los soldados vivían con sus familias y no existía ningún tipo de apego hacia la marcialidad. Durante el imperio de Valentiniano III, no quedó otra que asumir que el Imperio estaba exhausto y en la más absoluta de las quiebras. Poco quedaba del antiguo esplendor imperial y finalmente, en el 476, Rómulo Augústulo era depuesto por sus propios foederati
Justiniano y la renovatio imperii
Durante este siglo V, ningún emperador se atrevía a utilizar de forma masiva a sus hombres ya que la deserción era escandalosa. No será hasta el siglo VI, cuando Justiniano (527-565) reforme el mediocre ejército y lo convierta de nuevo en una engrasada máquina de combate. Las tropas, como anteriormente, estaban divididas en dos: ejércitos de campo y tropas guarnicionadas en fortines. Las tropas locales estaban formadas por 200-400 hombres dirigidas por un tribuno.
Los ejércitos, en cambio, estaban formados por unidades con gran movilidad, foederati de caballería ligera y cataphractii, caballería tan extremadamente acorazada que podríamos decir que eran los carros de combate de la época. No eran unidades propiamente nuevas, los seléucidas, partos o sasánidas ya los habían usado. Sin embargo, volvían a ser de gran utilidad. El Imperio se encargó de dejar grandes extensiones de terreno dedicadas íntegramente a la cría de caballos, como por ejemplo Capadocia. Estos ejércitos se asentaban en bases de larga duración dirigidas por un comes.
Su mayor apoyo militar será Belisario. El general romano reconstruirá la administración romana en el norte de África (desde Libia hasta la actual Marruecos) en detrimento del joven reino vándalo que será aniquilado por éste. En el gobierno de este nuevo territorio se colocó un exarca que iba a tener su propio ejército y gran autonomía. Utilizó unas tropas con poca infantería y muchísima caballería ya que el terreno desértico y llano permitía movilidad a estas unidades.
Sin embargo, en Italia – e incluso en Hispania, ya que su influencia va a ser muy limitada y serán expulsados pronto por los visigodos – va a ser diferente. Van a vencer a los ostrogodos pero aparecerá una fuerza más poderosa: los lombardos. Allí, los bizantinos van a ser empujados hacía el sur abandonando lo que actualmente se conoce como la Toscana y Lombardía. Los bizantinos se asentarán en plazas fuertes como Rávena, ciudad en la que hoy en día todavía se observa su herencia.
Durante el gobierno de Mauricio (desde el 582 al 602), una nueva unidad ganará importancia, los optimates, godos de los Balcanes que se establecerán en Anatolia mediante un tratado de alianza (foederati), y que mantendrán su territorio hasta que sea conquistado por los otomanos en el siglo XV. También están los scholae y los candidati – con un distintivo equipo blanco -. Los domestici fueron una unidad que sobrevivió a lo largo de los años y que ganó tanto prestigio que la población pagaba por entrar, son herencia del caído imperio de Occidente. Otro punto importante es la obra «strategikon» escrita por este emperador que tuvo que sostener durante todo su reinado distintas guerras por todas las fronteras.
La organización del ejército durante este periodo va a ser bastante moderna para su época. Las unidades se dividen en pelotones que reciben el nombre de decarquía, dirigida por un suboficial que tiene como superior al ecatontarca, quienes se asemejan a las funciones de un antiguo centurión romano. De éstos, el más experimentado sirve como segundo al mando. El final de la cadena de mando está el comes.
El uniforme básico era blanco, y los colores solo eran permitidos entre los guardias. La moda empezó a ser más oriental, generalmente de influencia iraní. El maniakion, una capa de origen asiático, empezó a utilizarse en la coronación del emperador y rápidamente se extendió por las secciones de élite del ejército.
Durante el imperium de Justiniano, el reclutamiento era voluntario y quien se unía a las filas obtenía pingües beneficios. Así, el reclutamiento interno era más numeroso y el Imperio no dependía tanto de las fuerzas extranjeras. Sin embargo, germanos y tracios seguían siendo lo más importante de su caballería en un tiempo en el que precisamente la doctrina militar que imperaba exigía tener gran potencia cuadrúpeda. Básicamente se dividían en jinetes con lanza o con arco, siendo estos últimos muy conocidos por su increíble potencia de fuego.
La edad oscura
Durante los siglos VII y VIII, los bizantinos perdieron grandes partes de su territorio. Los Balcanes, Bulgaria y el norte de Grecia les habían sido arrebatados por los búlgaros y eslavos. Los sasánidas conquistaron el norte de África, Egipto, Siria, Palestina y el este de Anatolia. Solo los recuperarían para volver a perderlos cuando llegasen los musulmanes.
Ante el asedio sin cuartel de los musulmanes, los emperadores bizantinos se vieron en la obligación de llevar a cabo una reforma territorial y militar. Los ejércitos se dividirán en dos: tagmata cuando eran ejércitos centrales y themata cuando eran ejércitos periféricos. Los thema darán nombre a las provincias periféricas posteriormente. La primera en surgir fue la Opsikion (nombre que venía de obsequium). Luego llegarán otras, como la Armeniakon o la Anatolikon. El papel militar de las themata era hereditario y tenían tierras alrededor de sus bases que tenían obligación de trabajar – más bien sus siervos – para que los soldados pudieran equiparse. La lejanía de la capital y las redes clientelares harían que al final fueran un auténtico foco de guerras civiles, tal y como pasaba con los ejércitos en los limes en el Imperio de la Antigüedad. Algo importante es que muchos soldados de las fronteras cambiaban su religión por el Islam.
Los tagmata reciben el nombre de la tagma, es decir, una unidad que tenía 300 soldados. Diez tagmata formaban el meros, y un ejército consistía en tres meros. En un principio se guarnecían alrededor de Constantinopla, pero más tarde se empezarán a diseminar por todo el Imperio. Además, eran protegidos por las leyes para así evitar su levantamiento contra el emperador, pero aun así eran muy típicos los pronunciamientos. Los tagmata eran el núcleo y la auténtica élite del emperador.
Pese a ello, gracias a estos cambios fueron capaces de establecer la frontera contra los islámicos en los Montes Tauro. Solo el Califato Omeya será capaz de extenderse tomando Cilicia y Melitene. Venecia se independizará de facto cuando nombren un «dogo» para que dirija su futuro. Mientras, algunas zonas del Imperio, como Albania, van a empezar a tener una serie de redes clientelares de las que dependen más que del propio poder central.
En este periodo las grandes batallas pierden importancia, y cuando suceden se vuelven un auténtico desastre para los bizantinos. Se utilizan grandes gruesos de caballería e infantería ligera. En los laterales colocaban jinetes con arcos y en el centro lanceros que atacaban el estómago de los caballos para desmontar a sus rivales.
Bonanza y reconquista
Para tomar una política de nuevo expansiva, primero necesitaban tomar control de los territorios que legítimamente habían hecho suyos. A cada conquista le seguía una colonización militar, como es el caso de Chipre, que se había convertido en una entidad autónoma que compartía su geografía con los musulmanes. Durante los siglos IX y X la organización fue muy similar a la anteriormente conocida. Empiezan a destacar los akritoi, griegos en las fronteras que tienen bastante independencia y que las defienden de las incursiones enemigas. En las themata el sistema de pago ha cambiado, y ya no explotan las tierras de alrededor sino que se les paga directamente el salario, algo peligroso, ya que muchas caravanas que viajaban para pagarles no llegaban, fruto del bandidaje.
En cuanto a sus tropas, lo cierto es que no son muy diferentes a las del bando musulmán. La población tenía la obligación de servir al ejército. Si su equipación era buena pasaban a las themata, pero si era mediocre iban a guarniciones de peor calidad. Los generales eran bastante cordiales con los presos musulmanes y tenían la esperanza de que guerreros de élite como ellos se convirtieran al cristianismo y lucharan de su lado.
Su táctica siguió siendo principalmente de guerrillas. Como habíamos comentado, las batallas campales significaron duros reveses para el Imperio. Se potenció aun más la caballería, copiando ligeramente los modelos musulmanes. La guerra era muy avanzada en los sistemas de inteligencia, los soldados se vestían como el rival, como granjeros, o basaban sus acciones en el espionaje o intercepción de documentos. De sus enemigos eslavos tomaron técnicas como envenenar las flechas y dispararlas a los caballos enemigos. Este animal iba a ser una de las mayores víctimas de esta guerra – y de tantas otras – porque era terriblemente valorado, ya que los conflictos se decidían sobre el lomo de un equino
Pero una de las armas más temidas por todos era el fuego griego. Lanzado a través de lanzallamas, sus lenguas de fuego podían hacer arder a decenas de hombres. Se utilizaba a bordo de la armada de guerra, en asedios e incluso en campo abierto.
Sin embargo, las guerras no cesarán. El pago de un tributo a un enemigo causará que otro se envalentone y ataque con más fuerza. Sin embargo, el ejército del Imperio Bizantino responderá siendo el mejor entrenado, equipado y pagado de todo el mundo hasta ese momento, cuando el emperador León VI el Sabio (ss IX-X) escribirá un tratado de estrategia militar llamado «Tactica«. Se sustituye la tagma por el bandon, palabra que deriva del germánico aludiendo al estandarte. Cada bandon está formado por 256 soldados en el caso de la infantería. Si es infantería pesada se dividen en 3/4 partes de lanceros – las herramientas típicas de la infantería siempre eran la lanza y la espada – conocidos como skutatoi y 1/4 de arqueros. En el caso de ser infantería ligera todos formaban juntos indistintamente de su equipo y se piensa que las unidades eran de menor tamaño. En el caso de la caballería son 300 jinetes si hablamos de unidades montadas. Como siempre que hablamos de un ejército, estas cifras son orientativas y podían variar tanto a la baja como al alza. Los batallones de Constantinopla seguirán siendo la élite y conservarán su nombre de tagmata, estando formados por scholae, excubitores, arithmos e hikanatoi, y eran unidades de caballería de entre 4000 y 6000 hombres (más el mismo número de sirvientes).
Como hemos dicho, estaban muy bien pagados. Tal es así que el soldado recibía una nomismata y media, es decir, una moneda de oro y media (1/72 de una libra de oro) cada mes, aunque solían recibir todo el dinero acumulado cada 4 años. Además tenían derecho a saqueo, comida y a ciertos derechos que les convertían en una auténtica clase dominante. Según se iba ascendiendo en la cadena de mando podían llegar a ganar grandes salarios. Los strategos de distintas clases conseguían entre 5 y 40 libras de oro.
La Guardia varega
La Guardia varega tal vez tenga más fama de la que debería, pero lo cierto es que su exotismo es un resorte de admiración para muchos amantes de la historia hoy en día. Su nombre viene del apelativo que se le daba a los escandinavos en las estepas rusas, que a su vez podría venir de var un término del antiguo nórdico y que significa promesa. Su primera visita a Constantinopla sería en el siglo IX, pero será Basilio II (976-1025) quien reciba a 6000 varegos y los ponga a su disposición como guardia personal al no fiarse de los romanos.
Haciendo honor a su nombre juraron «lealtad a su emperador y la protección a la familia, con un tipo de confianza sagrada que se transmite en herencia de generación en generación y cuya alianza se preserva inviolable sin un ligero intento de traición». Lo cierto, es que sabemos que no fue así. En 1042, Harald Hardrada, futuro rey de Noruega, fue acusado de desviar fondos imperiales. No se lo tomó muy bien así que decidió raptar a la nieta de la emperatriz Zoe y cegar al emperador Miguel V con sus propias manos. No sería el último en hacerlo, ya que en 1079 un grupo de varegos borrachos propinaron una paliza al emperador Nicéforo III Botaniato y le trataron de asesinar. Si damos un salto temporal a la Constantinopla acosada por los cruzados en 1204, encontramos a unos codiciosos varegos que solo defenderían al emperador si recibían una enorme suma de dinero. Pero, sus sueldos no eran precisamente bajos, podían cobrar cerca de 2 libras al año y siempre metían mano en el tesoro imperial. De hecho, el propio Harald Hardrada es conocido como uno de los hombres con mayor tesoro de Constantinopla.
Su composición será mayoritariamente nórdica a lo largo de su historia, aunque recibirán en sus filas a anglosajones y anglodaneses como consecuencia de la conquista normanda de las Islas Británicas.
Claro que, aunque fueran terriblemente conspiradores, los varegos eran tan fieros en combate que se consideraban totalmente necesarios. De hecho, ningún emperador acabará con ellos, sino que más bien serán asimilados por la población de la ciudad. Luchaban con hacha y armadura lamelar como se observa en las siguientes imágenes.
Las filas del Imperio se nutrirán de otros mercenarios, sobre todo caballería ligera de las estepas y de origen túrquico.
El principio del fin: Manzikert
Tenemos un artículo que explica perfectamente la situación de oriente a finales del siglo XI escrito por nuestro compañero Davout, así que no es necesario ahondar profusamente en el marco político del momento.
Militarmente, a finales del siglo XI el Imperio se encontraba de nuevo en una importante crisis. La tropas de las themata habían desaparecido en muchos puntos por el mal gobierno de los emperadores anteriores. Así, Romano IV Diógenes se encontró con un imperio al borde del colapso, ya que los turcos selyúcidas atacaban constantemente desde Armenia, la cual había caído bajo su dominio al ser prácticamente abandonada. Con intención de evitar las internadas de tropas sobre el territorio bizantino, Romano decidió reconquistar Armenia, la cual antaño fue una fuente de reclutamiento indispensable para las filas del Imperio. Para ello, el emperador se hizo con un ejército que las fuentes exageran entre 400.000 y 1.000.000 de soldados, pero seguramente consiguiera reunir entre bizantinos, varegos, búlgaros, normandos y distintos mercenarios a 70.000 ó 100.000 hombres, un ejército que era muy grande para la época aunque estaban terriblemente mal equipados y tenían una disciplina nula, llegando incluso a haber enfrentamientos entre las facciones que lo conformaban.
Frente al ejército bizantino estaba Alp Arslan, sultán selyúcida con un contingente de entre 13.000 y 40.000 soldados, de nuevo las cifras no se ponen de acuerdo. El ejército tuvo problemas de deserciones y enfermedades que lo dejaron también bastante mal parado. Se encontrarían ambos cerca de Manzikert en verano de 1071.
El desarrollo de la batalla es confuso y contradictorio, lo que está claro es que fue una decisiva victoria de los selyúcidas. El ejército de Romano era más numeroso pero lo había diseminado por todo el territorio en busca de comida y forraje para los caballos. Así, cuando supo que el ejército turco se aproximaba hacia ellos, intentó reunirlos, pero lo que no sabía es que la ruta que había tomado para reunirse con el resto de las tropas le iba a hacer enfrentarse cara a cara con el ejército enemigo. Llegado el momento del enfrentamiento, una serie de órdenes equivocadas hicieron pensar que el emperador había caído, lo que causó que el centro de su ejército – los tagmata de élite – salieran en desbandada. Con el centro del ejército sumido en el caos y las alas guarnecidas por mercenarios, Arslan solo tenía que cargar con un contingente de caballería para causar el más absoluto descontrol de la situación. Finalmente, Romano le aseguró un tributo por dejar marchar a su ejército, lo que parecía haber contenido a los selyúcidas por un tiempo. Sin embargo, cuando Romano llegó a Constantinopla descubrió que había sido depuesto y, tras torturarle y cegarle, murió en el olvido. Es entonces cuando los turcos supusieron que no estaban vinculados al pacto que habían firmado y comenzaron los ataques sobre Anatolia.
Manzikert causó lo mismo que Adrianópolis 700 años antes, la caída del ejército bizantino como era conocido hasta ese momento. Las themata del este habían quedado exhaustas y desordenadas, lo que permitió que los turcos camparan a sus anchas. A la vez, los mercenarios habían sido puestos en entredicho por su falta de lealtad, al igual que el tesoro que había sido utilizado para reclutarlos, que ahora estaba vacío.
El Imperio Bizantino jamás había dejado de defenderse de otros imperios más grandes o más beligerantes que él. Sin embargo, se había convertido en un gran enfermo que buscaba una cura milagrosa a cualquier precio. El proceso iba a ser largo y terminal.
La enfermedad se extiende: 1071-1453
Esta etapa va a estar determinada por la reducción de los ejércitos. Los sucesores del otrora Imperio de la Antigüedad ahora se caracterizaban por pequeños ejércitos de entre 1000 y 6000 hombres. Según algunos autores, como Ian Heath, realmente lo que se contaba eran los caballos, obviando a la infantería.
Como es evidente, no vamos a hablar del Reino Latino de Constantinopla, el estado cruzado que gestionó el territorio durante los dos primeros tercios del siglo XIII. Solamente mencionaremos que, como el saqueo de Roma de Alarico, va a suponer una política de hechos consumados hacia el fin absoluto del Imperio Bizantino.
Sea como fuere, el tagmata de Constantinopla va a seguir existiendo y va a suponer el grueso de las fuerzas. Éstas, van a estar formadas por los pronoiai, algo muy similar a las primeras themata, en los que a cambio de un determinado trozo de tierra tenían la obligación de ir a la guerra. Solían ser grandes terratenientes que formaban grupos de jinetes pesados y también aportaban otros 90 hombres a su servicio. Había otros pronoiai de menor categoría y que acostumbraban a formar unidades de caballería ligera o a distancia. Jamás usaron armas de fuego en el campo de batalla, y solo en Constantinopla se ha podido constatar el uso la pólvora, por que se podría decir que estaban en amplia desventaja contra los turcos, que ya la usaban de una forma muy avanzada. En otro artículo hablaremos de los ejércitos del sultán.
La organización del ejército sigue siendo en bandon, tagma o moira. En cambio, la caballería cambia su denominación por la de alagion. Respecto a las unidades de élite que vigilaban al emperador, a la muerte de Alejo I Comneno solo quedaba la Guardia varega. En cuanto a las themata, van a ser ampliamente restructuradas y finalmente en el siglo XIV van a ser sustituidas por unas más pequeñas llamadas katepanikon, con un kastron central y un pueblo amurallado donde el kephale actuaba como el gobernador de la región y gestionaba sus obligaciones militares. Muchas de las guarniciones no van a estar formadas por soldados de verdad, sino que van a ser milicias locales conocidas como tzakones sin ningún tipo de instrucción militar ni equipamiento.
En ningún momento habían sido tan importantes los mercenarios como en este punto. Provenían de todos los lados: masagetas, albanos, armenios, búlgaros, burgundios, cretenses, georgianos, italianos, húngaros, serbios, mongoles, castellanos… y catalanes. En 1303 una flota de 36 naves llevó a 1500 hombres a caballo, 4000 almogávares y 1000 expertos marinos acompañados por sus mujeres, comerciantes y prostitutas. Estaban dirigidos por Roger de Flor y fueron recibidos entre vítores por la población bizantina. Se hacían llamar la Compañía Catalana
Los almogávares parecían una banda de bandidos más que un ejército, pero se ganaron en las vísperas sicilianas su merecida fama cuando se mostraron implacables e hicieron huir a los franceses. Iban armados con venablos, azconas y el coltell, un cuchillo largo que usaban como una espada. Su origen humilde les hacía ir muy ligeros y no tenían ningún tipo de armadura. Esto les hacía muy vulnerables a las flechas turcas, pero su ligereza les permitía atravesar el campo de batalla como centellas a la carrera. Gracias a ello le propinaron serias derrotas a los turcos en Kibistra, los montes Tauro o Ania.
Sin embargo, el emperador y su hijo (Andrónico II y Miguel IX) recelaban de Roger de Flor, por lo que mandaron asesinarlo. Tras su muerte fueron a por los almogávares, a los que no solo no fueron incapaces de doblegar, sino que al mando de un lugarteniente de Roger contratacaron y vencieron, conquistando Atenas y Neopatria que pasaba nominalmente a la corona de Aragón. Esto es lo que se conoce como «Venganza Catalana».
A lo largo de este siglo se van a llevar a cabo distintas guerras civiles que van a terminar por debilitar las ya exiguas fuerzas del Imperio. Para 1433 el territorio en poder de Constantinopla no iba más allá de dos días a caballo desde las murallas de la ciudad. La ciudad había sido sitiada en varias ocasiones, pero finalmente, en abril de 1453, parecía presentarse todo para ser el asedio definitivo. Tras algo más de un mes de asedio, y la participación de 200.000 otomanos y 10.000 soldados al servicio de los Paleólogos, el Imperio Bizantino caía un 29 de mayo de 1453. Perduraría hasta 1461 el conocido como Imperio de Trebisonda, que había sido creado durante el Reino Latino en 1204, siendo el último vestigio del Imperio Romano como entidad política.
Los hechos alrededor de la batalla y el desarrollo de la misma los veremos en otro artículo, así que no dejéis de visitar nuestra página y estad atentos a las novedades. Para ello podéis seguirnos en nuestras redes sociales o a la propia página creando una cuenta de WordPress.
Bibliografía.
BARBERO Alessandro: The Day of the Barbarians: The Battle That Led to the Fall of the Roman Empire, Walker and Company, 2008.
BOLEA ROBRES, Chusé: Almogávares en Bizancio. Desperta Ferro Antigua y Medieval, 22, 2014, pp.44-56.
HALDON, John F: Warfare, state and society in the Byzantine world, 565–1204, Psychology Press, 1999.
HEATH, Ian: Men-at-Arms #247 Byzantine Armies 886-1118 Centuries, Osprey, 1979.
HEATH, Ian: Men-at-Arms #287 Byzantine Armies 1118-1461 Centuries, Osprey, 1979.
NICOLLE, David: Men-at-Arms #89 Romano-Byzantine Armies 4th-9th Centuries, Osprey, 1992.
«que no solo no fueron incapaces de doblegar»
[…] Origen: El ejército del Imperio Bizantino: el asedio que no cesa (ss. V-XV) […]
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Excelente, muy completo y me ha servido para realizar mi propio resumen.