En la década de 1960, la sociedad estaba dividida en torno a dos generaciones: la de los adultos, que habían vivido las dos grandes guerras y la recesión económica del crack del 29 y la de los jóvenes del baby boom de la década siguiente, que habían experimentado un auge económico y el establecimiento de una clase media estadounidense emergente. Estos baby boomers no estaban de acuerdo con el conformismo de sus padres ante las nuevas problemáticas que sacudían el país, como la Guerra de Vietnam (Hastings, 2019), la lucha por los Derechos Civiles (Ollhof, 2011), el movimiento en pro de la libre expresión (Ashbolt, 2013) o la segunda ola del feminismo (Horowitz, 1998). Las drogas no quedaron fuera de toda esta agitación.
Bajo este panorama, en los años finales de la década de los sesenta, la brecha cultural que separaba a los jóvenes de sus padres quizá era mayor que en cualquier otro momento desde comienzos del siglo XX (Judt, 2010: 89), actuando contra un ambiente de pasividad casi patológica por parte de la generación adulta (Roszak, 1970: 36). Entraron en la adolescencia con una eclosión hormonal que se disponía a inundar el país de música juvenil y de su propia versión de la cultura popular (Rorabaugh, 2002: 30).
No obstante, en 1964, el 40% de los estadounidenses tiene menos de 20 años (Gaillard, 2010: 16). La novedad más importante de la cultura juvenil de finales de la década de 1960 llegó con el cambio de rol de la música popular (Vinen, 2018: 77). En este artículo os hablaremos del consumo de drogas psicodélicas ligadas a toda este cambio del paradigma social.
“Los viejos envejecen y los jóvenes se hacen más fuertes”, cantaba en 1968 The Doors en su canción “Five To One”.
Teenagers y el mundo de la droga
Con la llegada de la estética psicodélica, que no solo fue absorbida por el movimiento hippie, sino que afectó a numerosos aspectos como la música, el cine, la vestimenta o, sobre todo, la música, entre otros, aparecieron también las llamadas drogas psicodélicas y su popularización entre la juventud americana. La psicodelia entroncaba directamente con el consumo de drogas como el LSD (dietilamina del ácido lisérgico), la marihuana (conocida popularmente como hierba), el hachís o la psilocinina, sustancia procedente de un hongo al igual que el LSD, conocido vulgarmente como ácido (Guillén y Puente, 2007: 20-21).
Según una encuesta elaborada por el Departamento de Narcóticos de Los Ángeles, las detenciones por infracción de las leyes sobre drogas habían aumentado, solo en 1967 y en la ciudad de Los Ángeles un 56% por lo que a los adultos se refiere, y un 130% en los menores de edad. En el conjunto de California, las detenciones habían pasado de 7 000 en 1 964 a 37 000 en 1967 (Labin, 1970: 6). Los resultados eran claros, la venta de la droga afectaba directamente al mercado juvenil.
“Este desfile de jóvenes drogados tenía lugar a medianoche de un viernes, en una comisaría de barrio de una ciudad norteamericana. Si se totalizan los días y las comisarías de todas las grandes ciudades, se descubre que son centenares de miles los «teenagers», es decir los adolescentes, menores de veinte años, que han probado el fruto prohibido de la droga. […] Cuando les pregunto cómo se procuran la droga, la respuesta es invariable: «Muy fácil, la gente la ofrece en la calle, en las escuelas, en los «drug-stores»” (Labin, 1970: 16).
Pero esto no significaba que existiera un vacío legal en cuanto al consumo de drogas. En 1930 se creó The Federal Bureau of Narcotics (FBN) para el control e ilegalización de diversas drogas como el opio y la heroína, además de la Marijuana Tax Act de 1937, por la cual se penalizaba el uso de ésta como droga recreativa y, en 1962, la Corte Suprema revocó un estatuto de California que convirtió la adicción en un delito penal, declarándolo inconstitucional bajo la Octava Enmienda (Drug Enforcement Administration, n.d). Las drogas no eran ninguna novedad, pero sí el consumo del LSD (Vinen 2018: 150).
El 6 de octubre de 1966, California, entonces gobernada por Ronald Reagan, prohibió el consumo de LSD y pronto le siguió el resto del país (Gaillard, 2010: 28). En 1968 se modificó la Enmienda, convirtiendo la posesión en delito menor y la venta en delito grave (Lee y Shlaim, 2002: 133-134).
Sin embargo, esta prohibición no acabó con su consumo, sino que se podría afirmar que lo convirtió en algo más excitante para la juventud contestataria del momento y ésta no tardó en responder ante esta decisión gubernamental. El Human Be-In de San Francisco fue organizado el 14 de enero de 1967 y es considerado el preludio al Verano del Amor y “una reunión de las tribus”, según el San Francisco Oracle. La idea principal era protestar contra la ilegalización del ácido, con la participación de personalidades como el poeta beat Allen Ginsberg o el psicólogo y gurú psicodélico Timothy Leary. Se sentaron en el césped, quemaron incienso, tocaron la flauta, la guitarra y el tambor mientras los altavoces aullaban rock (Labin, 1970: 50), pero en realidad el olor del incienso pretendía camuflar el olor real a marihuana.
Festivales, amor y drogas psicodélicas
El barrio de Haight-Ashbury se popularizó gracias a la presencia hippie en la segunda mitad de los sesenta, convirtiéndose en un enclave del movimiento y del consumo y venta de drogas, especialmente a los jóvenes. Aparecieron iglesias hippies donde el consumo de LSD y marihuana era parte del ritual y diversos gurús espirituales como Timothy Leary, etiquetado por Nixon como “el hombre más peligroso de Norteamérica”. Llegó incluso a fundar su propia organización religiosa conocida con el nombre de Liga por el Descubrimiento Espiritual (League for Spiritual Discovery, LSD).
Pese a su creciente popularidad y difusión, en un primer momento, fueron consideradas un tema tabú para los medios de comunicación, pero poco a poco se fueron haciendo un hueco en la prensa. Un claro ejemplo son los Trip Festivals organizados por Ken Kesey, autor de Alguien voló sobre el nido del cuco (1962) que, gracias a sus experiencias con el LSD en su fase clínica, acabó convirtiéndose en un gurú de la droga y líder de los Mary Pranksters.
El grupo recorría el país mientras consumía ácido antes de su ilegalización. Con estos festivales, engañaban a la prensa y les hacían creer que tan solo recreaban el ambiente psicodélico y el consumo de estupefacientes, pero sin su consumo real. El periodista y escritor Tom Wolfe retrató estas fiestas del ácido en su libro Ponche de ácido lisérgico (1968). Cuando el LSD fue finalmente ilegalizado, la policía comenzó a perseguir a Kesey y a su grupo.
Los festivales de música como el de Woodstock, en el verano de 1969, también supusieron lugares perfectos para la celebración de los llamados Smoke-In. Más del 90% de los cuatrocientos mil participantes fumaron abiertamente marihuana (Labin, 1970: 53). The New York Times realizó varias entrevistas durante el festival a varios jóvenes que acudieron al festival, donde afirmaron que “ni siquiera fueron al concierto”, “algunos de ellos estaban tomando cocaína”, o que “el aire hecho dulce por miles de ‘porros’ ardiendo (cigarrillos hechos a mano con marihuana)” y que “ahora las drogas son parte de esta sociedad”, por lo que era necesaria esa experiencia (The New York Times, 25 de agosto de 1969: 30).
Los informativos de televisión, como la NBC, o la CBS utilizaron imágenes del festival en la que aparecía gente ebria y bajo los efectos de las drogas, con jeringuillas por el suelo y gente en ambulancias. La repercusión mediática fue negativa y, pese a que se consideró Woodstock como el punto álgido de la contracultura, la cosa no mejoró con el Festival de Altamont de finales del mismo año.
En Altamont, “lo que pasó fue que había muchas drogas y alcohol”, afirmó Grace Slick, perteneciente a los Jefferson Airplane. Estos excesos y que los Hell’s Angels fueran la seguridad del concierto tampoco resultó de gran ayuda. Como resultado, un joven afroamericano resultó asesinado por uno de los motoristas del grupo. A su vez, se cree que la introducción de droga en el festival fue premeditada. En teoría, se incluiría dentro de la llamada “Operación Caos”. Esta se llevó a cabo por los cuerpos de inteligencia de Estados Unidos para derribar desde dentro los movimientos juveniles. De hecho, el FBI se infiltraba en los movimientos y, en ocasiones, sus agentes promovían actos ilegales (Vinen, 2018: 141).
La estética psicodélica afectó también a la música de tal forma que las canciones se inspiraban en la experiencia alucinógena producida por el LSD. Muchos grupos de este período como los Grateful Dead o los Jefferson Airplane destacaron por esto y por sus letras, en las que hacían clara referencia al ácido lisérgico. Se dice que la canción de The Beatles “Lucy in the Sky with Diamonds” hace referencia a las siglas del LSD.
Otras eran sobre campañas de reclutamiento alucinógenas por parte del ejército estadounidense como “I-Feel-Like-I’m-Fixing-To-Die” de The Red Krayola. Uno de los grandes problemas que presentaba la escena musical de la década era su estrecha relación con el consumo de drogas. Droga, juventud y música solían ir unidas de la mano e incluso los artistas más destacados lo hacían de forma abierta. Fueron arrestados, murieron por sobredosis o saliendo en la televisión.
Fue el caso de Paul McCarthney, miembro de The Beatles, en su polémica entrevista para la Independent Television News del 19 de junio de 1967, en la que declaró que había consumido LSD unas cuatro veces al igual que el resto de la banda. Pero no hay que obviar la existencia de canciones en contra de la nueva moral juvenil y su relación con el consumo de drogas. La canción de Merle Haggard de 1969 titulada “Okie for Muskogee” que dice así: “No fumamos marihuana en Muskogee, no tomamos nuestros viajes con LSD”., de forma que trata de influir al resto de jóvenes acerca de estas conductas.
Nixon y su «Guerra contra las Drogas»
Con la elección de Nixon como presidente a finales 1968, las drogas se habían convertido en el “enemigo público número uno” del país. Así lo afirmó en su discurso para el Congreso sobre el “Abuso de drogas, prevención y control” el 17 de junio de 1971. Fue entonces cuando el presidente comenzó su “Guerra contra las Drogas” o War on Drugs con la finalidad de la “prohibición de drogas, ayuda e intervención militar y reducir el tráfico legal” (Burlington y Block, 1990: 39-55) además de intentar despojarlas ese “glamour” con el que la sociedad las percibía. “Por lo menos un 10% de los estudiantes han consumido marihuana, también algo que probablemente sea muy significativo es que cada vez se va aceptando más”, afirmaba un testigo en la serie-documental Los Sesenta (2015).
Con todo ello, comenzó a surgir lo que en sociología se conoce como «pánico moral». Se creó una alarma en la sociedad americana basada en una percepción falsa o exagerada de las drogas. Esta alarma terminó representando una amenaza social. Así lo explica Cohen en lo referente al problema de las drogas:
“Los pánicos morales sobre las drogas psicoactivas vienen manteniendo un notable nivel de coherencia desde hace algo más de un siglo. [….] Cuando aparece una nueva sustancia, se la agrega a la lista: heroína, cocaína, marihuana y luego las drogas características de la década de 1960, las anfetaminas (drogas de preferencia de los Mods) y el LSD.
Luego, otra serie de sustancias: drogas de diseño, PCP (polvo de ángel), drogas sintéticas, éxtasis, solventes, crack y nuevas asociaciones: el acid house, las fiesta rave, la cultura de las discotecas, las súpermodelos heroin chic” (Cohen, 2017: 18).
Muchos de estos reclamos de los medios resultaron ser objetivamente falsos, pero el proceso de sensibilización influyó su en credibilidad: este es el tipo de cosas que la gente enloquecida por el LSD hace (Goode, 2008: 536). John Ehrlichman, un importante asistente de Nixon admitió más tarde:
“La campaña de Nixon en 1968 y la Casa Blanca de Nixon después de eso, tenían dos enemigos: la izquierda contra la guerra y los negros. […].
Sabíamos que no podíamos hacer que fuera ilegal estar en contra de la guerra o ser negros, pero al hacer que el público asocie a los hippies con la marihuana y los negros con la heroína, y luego criminalizarlos en gran medida, podríamos interrumpir a esas comunidades. Podríamos arrestar a sus líderes, asaltar sus hogares, romper susreuniones y vilipendiarlos noche tras noche en las noticias de la noche.
¿Sabíamos que estábamos mintiendo acerca de las drogas? Por supuesto que lo hicimos” (We Are The Drug Policy Alliance, 2019).
Conclusiones: las drogas psicodélicas en la sociedad estadounidense
De este modo, se ha hecho un pequeño recorrido por la importancia de drogas como la marihuana y el LSD en la escena psicodélica de los sesenta en Estados Unidos. No solo influyeron en la estética sino en la música que protagonizaron los principales festivales de música de la década.
No obstante, pese a estar presente en ambientes recreativos, se acabó convirtiendo en uno de los problemas más importantes para el país. Esto provocó que el presidente Nixon utilizase todos los recursos disponibles para intentar erradicar esta nueva “moda”. Puso especial atención a atajar el problema entre la juventud estadounidense. Debido a su continua aparición en los medios de comunicación de forma masiva, acabó convirtiéndose en un miedo nacional. Un temor que amenazaba a los jóvenes del baby boom. Estos se encontraban sumidos en la nueva cultura popular emergente y en los movimientos juveniles subversivos. Las protestas estudiantiles, el movimiento pacifista, los Derechos Civiles o el movimiento hippie, entre otros, eran la tónica entre la juventud del momento.
Fue un problema que no solo tuvo su apogeo en los sesenta, sino que estuvo presente en épocas posteriores y unido a otros movimientos juveniles como el caso del punk. Esto se plasmó durante la presidencia de Ronald Reagan en la década de 1980, en la que continúa una lucha contra las drogas, similar a la de Nixon.
Bibliografía
Libros
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The Sunshine Makers (2015). Documental dirigido por Cosmo Feilding-Mellen. Reino Unido / Passion Pictures / Persephone Pictures. Disponible en Netflix.
Woodstock: 3 Days of Peace & Music (1970). Documental dirigido por Michael Wadleigh, Estados Unidos / Warner Bros. [DVD].