Cuando la Guerra Fría se trasladó a un tablero de ajedrez

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En julio de 1972 comenzaba la final del campeonato del mundo de ajedrez. Este evento, celebrado en Reikiavik, es conocido como el match del siglo. En aquel encuentro se enfrentaron el excéntrico ajedrecista estadounidense Bobby Fischer como aspirante y el soviético Boris Spassky como defensor del título. Nunca antes el mundo de las 64 casillas había generado tanta expectación. En el tablero no solo estaba en juego una corona o una pugna entre dos mentes brillantes, sino que cada uno de los contrincantes representaba la oposición de dos formas de ver el mundo. El bloque occidental liderado por Estados Unidos con una visión capitalista y por otro lado el bloque oriental capitaneado por la Unión Soviética con una perspectiva económica y social comunista se enfrentaban esta vez sobre el tablero.

El match del Siglo: Fischer-Spassky

El ajedrez, en plena Guerra Fría, se convirtió en una forma de descargar la tensión acumulada por ambas superpotencias. Una derrota por parte de cualquiera de los dos jugadores no sería bien recibida en su país de origen. No obstante, el conflicto trascendía del tablero. Era la traducción de un conflicto a gran escala que se sostenía también en otros ámbitos, como los deportes o la carrera espacial.

Spassky - Fischer
Como de costumbre en el ajedrez los oponentes se dan la mano antes de empezar la primera partida

La carrera hasta el campeonato de ajedrez

Desde que se reguló el título de campeón del mundo, a finales del siglo XIX, el vigente campeón era el que determinaba cómo, cuándo y con quién ponía el título en juego. Este método hacía que los aspirantes necesitasen una gran cantidad de dinero y patrocinadores para poder retarle.

Sin embargo, para que estas situaciones arbitrarias no se repitiesen, a partir de 1948 la FIDE (Federación Internacional de Ajedrez) establece un Torneo de Candidatos. En él, los aspirantes podían clasificarse, normalmente, quedando entre los mejores del Torneo Interzonal donde compiten los grandes maestros, del que sale el aspirante al título.

Bobby Fischer arrasó en el Torneo Interzonal ganando a la mayoría de los jugadores de la élite ajedrecística y gracias a esto consiguió su plaza en el Torneo de Candidatos. En ese último torneó ganó con facilidad a los otros aspirantes y en la final tras un abultado resultado de 6 ½ – 2 ½ (los empates, tablas en ajedrez, son medio punto) sobre Tigran Petrosian obtuvo el derecho de retar al vigente campeón: el soviético Boris Spassky.

Torneo de Candidatos
Tabla con los resultados del Torneo de Candidatos.

Tras unas tensas negociaciones por las condiciones del match, se eligió Reikiavik, un escenario neutral en la Guerra Fría, como sede para el encuentro. Se acordó que la final fuese programada al mejor de 24 partidas, es decir, el que primero consiguiese 12½ puntos ganaría. Se planearon tres juegos por semana. Cuando todo estaba listo, Fischer exigió una mejora de la bolsa ofrecida porque no le pareció suficiente el bote de 125.000 dólares. La organización se negó en rotundo y Fischer amenazó con no jugar la final. Por fortuna, pocos días antes de la final un banquero británico aficionado al ajedrez se ofreció a redoblar el premio solventando el conflicto.

Caricatura de la Guerra Fría como un tablero de ajedrez.

Los jugadores

Los protagonistas de esta partida resultan interesantes en sí mismos. El primero de ellos, el aspirante de 29 años Bobby Fischer, era conocido por su personalidad extravagante y un tanto infantil. Sin embargo, lo realmente excepcional de Fischer eran sus resultados. Su equipo estaba compuesto por el sacerdote y ajedrecista Lombardy que se encargaba de la parte psíquica y emocional de Fischer y por el abogado Paul Marshall que ejercía como su representante. Por el otro lado, no solo estaba un rival temible como era Spassky sino un amplio equipo de analistas formado entre otros por el excampeón soviético Botvinnik y por todos los grandes maestros de primera línea rusos. Ganar esa final suponía vencer a toda la poderosa estructura de ajedrez de la Unión Soviética organizada por el Comité de Educación Física y Deportes, del que habían salido todos los campeones mundiales desde 1948.

El ajedrez, como otros deportes, tuvo un papel protagonista en la URSS, con importantes connotaciones políticas. Su dominio se consideraba como una prueba de la superioridad intelectual del régimen. En ese contexto, Fischer se presentaba como la primera amenaza real tras 24 años ininterrumpidos de dominio soviético. Pero, tras las arrolladoras victorias de Fischer frente a la élite ajedrecística en el Torneo de Candidatos, había cierto nerviosismo entre las autoridades rusas que veían peligrar el trono ante un estadounidense.

El match, por los contrincantes y por las circunstancias exteriores, no podía ser un mero evento deportivo. Durante unos meses, la Guerra Fría se trasladó a un tablero de ajedrez.

Spassky camina alrededor de la mesa mientras Fischer, meditabundo, planea el siguiente movimiento.

 

 El match del siglo

Ante toda la exaltación generada por este evento llegó el 11 de julio. Minutos antes de la primera partida, cuando se efectúa el sorteo para ver que jugador empieza con blancas, no había ni rastro de Fischer. Todo el mundo empezó a sospechar que el estadounidense no iba a jugar por discrepancias con la organización. Tras meses de tensión e intentos por llegar a un acuerdo todos estaban preocupados de que la esperada final no fuese a disputarse. Tal era la preocupación que había porque Fischer jugase esa final que el entonces Secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger, le llamó por teléfono y le dijo a Fischer: “ve ahí y gana a esos rusos”.

Así pues, cuando el reloj marcó el comienzo, el árbitro del encuentro, el alemán Lothar Schimdt, le pidió a Spassky que empezase. El soviético movió 1.d4 ante la silla desierta de su contrincante. Exactamente 7 minutos después apareció en la sala un hombre alto y rubio con un andar veloz y tosco, era el retador, Bobby Fischer. Los dos jugadores se estrecharon las manos y Fischer movió inmediatamente  1.Caballo f6 entrando en la línea de la defensa nimzoindia una de las aperturas más famosas del ajedrez. Ante la súbita aparición del estadounidense, las autoridades islandesas y los miembros de la FIDE suspiraron aliviados. También lo hicieron todos los aficionados del ajedrez. El match había comenzado.

La partida empezó muy igualada y al termino del movimiento 28, los dos jugadores llegaron a una posición simétrica, un alfil y 6 peones para cada uno. Esta es una situación típica de tablas, pero Fischer no se conformó con el empate y cometió un error de aficionado al comer con el alfil el peón de h2. Ese error, que Spassky aprovechó con una técnica magistral, supuso que la primera victoria fuese para el soviético.

 

El error de Fischer. Tras la captura por parte del alfil negro (Fischer) del peón de h2, las blancas (Spassky) movieron el peón a g3 para encerrar a ese alfil y posteriormente capturarlo con el rey, obteniendo las blancas una significativa ventaja.

Aquí podéis ver la primera partida entera.

 

Fischer no se presentó a la segunda partida alegando su “disconformidad” con el trato que había recibido por parte de la organización. Ya habíamos comentado antes que Fischer tenía una personalidad «peculiar». Al parecer, Fischer se había quejado en numerosas ocasiones de la iluminación y la disposición de las cámaras, de la calidad de las fichas… estas son solo unas muestras de todas las “manías” de Fischer. La FIDE (Federación Internacional de Ajedrez) aceptó algunas de esas peticiones, pero no todas.

En consecuencia, Fischer no disputó la segunda partida porque a su juicio la ubicación de las cámaras le perturbaba sus pensamientos. Perdió la segunda partida por abandono. Sin embargo, Spassky quería jugar la final del campeonato y dejó que se cumplieran muchas de sus exigencias. Así, Fischer con sus constantes requerimientos, consiguió ganar la primera batalla del ajedrez, la del juego psicológico.

El marcador iba 2-0 en favor del soviético y a pesar de que la mayoría de los expertos opinaban que el juego de Fischer era superior, todo apuntaba a que el título iría de nuevo a la Unión Soviética. Pero Bobby venció en la tercera partida con una apertura que sorprendió a todos. La cuarta fue tablas y a partir de la quinta el americano dispuso todo su arsenal y se impuso claramente a Spassky. En palabras del posterior análisis del excampeón Gary Kasparov:

“ciertamente, su juego fue haciéndose más fuerte con el paso de los días. Cambiando de forma constante de apertura explotó hábilmente el hecho de que Spassky tenía una mala memoria para las variantes”.

Fischer jugó varias partidas de gran clase y dominó el match a su antojo demostrando estar a un nivel superior que el soviético en el aspecto teórico del juego.

Al concluir la decimotercera partida, Fischer obtuvo una sólida ventaja de 3 puntos. Después sobrevinieron una larga sucesión de tablas hasta la partida 21 donde tras un error táctico de Spassky, el norteamericano obtuvo una posición ganadora. El soviético se rindió por teléfono antes de la reanudación de la partida tras haber agotado los análisis con su equipo. De este modo tras un resultado final de 12 ½ a 8 ½ Fischer se convirtió en el primer campeón del mundo estadounidense.

Esta es la tabla con los resultados del match:

Partida 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 Total
Spassky 1 1 0 ½ 0 0 ½ 0 ½ 0 1 ½ 0 ½ ½ ½ ½ ½ ½ ½ 0 8 ½
Fischer 0 1 ½ 1 1 ½ 1 ½ 1 0 ½ 1 ½ ½ ½ ½ ½ ½ ½ 1 12 ½

 

El fin del mito

Tras su derrota contra Fischer, Spassky no volvió al nivel de ajedrez de sus tiempos de campeón y fue recibido con recelo por las autoridades de su país. Él y su equipo tuvieron que soportar las duras críticas por parte de la federación rusa que les acusaban de una preparación insuficiente y una falta de esfuerzo y de lucha ante el jugador estadounidense. De hecho, años más tarde Spassky se nacionalizó francés y siguió compitiendo en torneos puntuales.

En la otra cara de la moneda, Fischer fue recibido con honores en Estados Unidos, siendo invitado por el presidente Richard Nixon a una reunión y cena en la Casa Blanca. Aunque, como era habitual en él, el excéntrico e imprevisible Bobby rehusó la invitación. Además, la victoria de Fischer contribuyó notablemente a un boom de la popularidad del ajedrez en los Estados Unidos, donde en los siguientes años los clubes de ajedrez se duplicaron en número.

Portada del periódico Los Angeles Times tras conocerse el resultado

Pero tras conquistar la corona, Fischer ya no tenía ninguna motivación y desde entonces no jugó una sola partida oficial ni ningún torneo.

En 1975 cuando la FIDE planeó el siguiente encuentro por el título mundial entre Fischer y Anatoli Karpov (también ruso), Fischer se negó y trató de imponer unas condiciones abusivas y exigir unas modificaciones de las normas del torneo. La única explicación ante todas esas exigencias es que Fischer tenía razones objetivas para temer ese match y que no sabía cómo jugar contra Karpov.

La nueva estrella soviética tenía una fuerza de juego muy poderosa y tanto su ajedrez como su estabilidad psicológica eran mucho mayores que las del resto de sus colegas de mayor edad. También el hecho de que tras ganar la corona Fischer dejara de jugar en competiciones y torneos hacía que su preparación no estuviese al nivel de antaño y como escribió Anderssen, uno de los grandes ajedrecistas del siglo XIX, “es imposible mantener tu habilidad encerrada en un frasco y extraerla de ahí a tu voluntad. Por el contrario, solo se mantiene con un uso constante.”

Así pues, al no alcanzar un acuerdo Fischer renunció a su corona de campeón mundial en 1975 y rompió su relación con la FIDE.

El reencuentro

Tiempo después, en 1992 Fischer y Spassky aceptaron jugar un encuentro de exhibición amistoso en Belgrado (República Federal de Yugoslavia por aquel entonces). Este evento estaba muy lejos de ser una repetición del famoso match de 1972 porque la Unión soviética ya se había disuelto y no había intereses ni tensiones internacionales. Ambos jugadores ya no estaban en la élite del ajedrez mundial y lo más destacable era la considerable bolsa de premios: alrededor de 3 millones de dólares para el vencedor (20 veces más que en el encuentro de 1972).

El gobierno estadounidense prohibió a Fischer involucrarse en el match a causa de las restricciones impuestas por la ONU a Yugoslavia. A pesar de todo, Fischer acudió y ante las cámaras escupió sobre la carta del gobierno que le negaba su permiso de acudir a Yugoslavia. El encuentro, al igual que en 1972, finalizó con una victoria para el estadounidense, aunque las partidas generaron poco interés dentro de la comunidad ajedrecística. Además, las autoridades dictaron una orden en busca y captura contra Fischer por haber violado las sanciones impuestas a Yugoslavia, que podían acarrearle hasta 10 años de cárcel.

Spassky (izquierda) ahora como francés se reencontró con Fischer (derecha) en un tablero de ajedrez 20 años después.

Posteriormente Bobby Fischer hizo unas declaraciones bastante polémicas, declarándose antisemita y celebrando los atentados terroristas de 2001 contra Estados Unidos. En 2004 fue detenido en el aeropuerto de Japón al intentar utilizar un pasaporte falso. Más tarde se nacionalizó islandés tras haberle sido concedido el asilo por ese mismo país donde falleció en 2008 a los 64 años.

Muchos consideran que Bobby Fischer es el mejor jugador de ajedrez del siglo XX. Posiblemente sea así. Pero lo más importante es que cambió la actitud general del gran público hacia el ajedrez siendo el jugador que más ha contribuido a su popularización y a la defensa de los intereses de los jugadores profesionales.

Sin embargo, Fischer era un ajedrecista, pero nada más, no tenía ninguna otra cosa en la vida aparte de un tablero y el ajedrez lo acabó dominando a él, causándole graves problemas psicológicos. Una vez proclamado campeón mundial ya no tenía ninguna meta y acabó por derrumbarse psíquicamente. En palabras del soviético Gary Kasparov posterior campeón del mundo “nadie ha aportado tanto al ajedrez en tan poco tiempo”.

El excampeón Gary Kasparov visitando la tumba de Fischer en Islandia.

Este episodio ha saltado incluso al medio audiovisual. Es el ejemplo de El caso Fischer (Pawn Sacrifice en inglés). La película relata la sorprendente vida del genio estadounidense y el match contra Spassky. Es también el caso del libro Mis geniales predecesores escrito por el carismático excampeón mundial Gary Kasparov. En él, repasa las figuras más importantes en la historia del ajedrez, incluidos Fischer y Spassky.

La popularidad del ajedrez durante una época se debió, en parte, a la competitividad que el marco de la Guerra Fría fomentó entre jugadores de ambos bloques. La época dorada del ajedrez tradujo un conflicto a gran escala que, en cierto modo, se reflejó en las 64 casillas del tablero.

 

Bibliografía:

KASPAROV, Gary. Mis geniales predecesores. Volumen 4. Ediciones Merán 2006.

ILARDO, Carlos; BRAGA, Fernando; MINZER, Claudio. Bobby Fischer, la leyenda. Editorial Chessy 2010.

BRADY, Frank. Endgame: Bobby Fischer’s Remarkable Rise and Fall – from America’s Brightest Prodigy to the Edge of Madness. (Bobby Fischer, el espectacular ascenso y descenso del más brillante prodigio americano al filo de la locura).  Crown 2011.

4 COMENTARIOS

  1. Me gustó la reseña, solo un fuera de serie podía traerse abajo el dominio de los soviéticos que lo ostentaban con puño de hierro, pero el norteamericano fue mucho más que un fuera de serie, fue el mayor genio que ha dado el deporte del ajedrez.

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