La mayor parte de la historia de la humanidad ha estado marcada por el gobierno de las élites cuya cabeza eran los reyes o emperadores. Ha habido monarcas sabios, gracias a los cuales se ha avanzado mucho en tarea de gobierno. En cambio, también han existido algunos que han sido desastrosos y locos que han dejado a su civilización al borde de la desaparición por culpa de su vida excéntrica.
Para este artículo vamos a dejar a los emperadores romanos a un lado -que dan para artículo propio- y vamos a centrarnos en otras civilizaciones. También vamos a dejar a un lado a Carlos II, se que algunos lo habéis pedido como cabeza de cartel, pero ya tenemos un extenso artículo hablando de él.
Tampoco podéis olvidar que muchos de estos monarcas han sido víctimas de una propaganda en su contra debido a diferentes causas, aunque en general es por su enfrentamiento con la nobleza, esto hace que en muchas ocasiones sea falseada su verdadera labor de gobierno.
Nabucodonosor II
Nabucodonosor II (630-562) es el gobernador de Babilonia, fue conocido por su labor constructiva, ya que se le atribuyen los jardines colgantes de Babilonia, entre otras obras públicas que convirtieron a la ciudad en la mayor joya de su época. Sin embargo, también es conocido por conquistar Judá y Jerusalén, algo que no hizo del todo gracia a los judíos ya que destruyó el templo de la ciudad y deportó a muchos de estos a la propia ciudad de Babilonia. Quizás no sea la fuente más fiable que exista, pero para el estudio de la antigüedad, la Biblia, sigue siendo fundamental.
Reinó durante 43 años, lo cual hace ver que fue un monarca dispuesto, inteligente y amado por las élites de su pueblo. Sin embargo, en los últimos años de su vida empezó a ser azotado por la locura. Una noche soñó con un árbol inmenso, que según el árbol de Daniel pronostica que iría a vivir con las bestias comportándose como una de ellas.
En un arrebato de zoantropía, Nabucodonosor II empezó a comportarse como una bestia durante siete años (582-575 a.C.) periodo durante el cual las crónicas babilonias dejaron de dar constancia de la actividad del monarca, actividad que se recobraría posteriormente hasta su muerte en el año 562 a.C. Para la tradición judeocristiana, Nabucodonosor II fue castigado por su soberbia a manos de Yahveh.

Zhengde
Nos vamos ahora a la China de los Ming para hablar de su décimo emperador, Zhengde. Reinó entre 1505 y 1525 siendo conocido por sus numerosos vicios: drogadicto, borracho, vago, y un auténtico genio de las intrigas cortesanas. Al contrario que su padre, no le importaba nada gobernar, así que lo dejó en manos de su eunuco. Aunque otras fuentes cuentan que su reinado fue bastante eficiente en lo económico.
Era un terrible apasionado de los burdeles, así que creó palacios que recibían el nombre de «cámaras de los leopardos» en las afueras de la ciudad prohibida de China. Recibía este nombre porque habitualmente eran zoológicos con animales exóticos, pero pronto empezó a alojar en ellos a mujeres hermosas. Se cree que su harem era tan grande que algunas morían de hambre por la falta de suministros.
Su sueño era ser una persona normal que no tuviera que hacer caso a las obligaciones de palacio, así que decidió montar un decorado de un mercado donde sus funcionarios y soldados hacían de mercaderes y viandantes y el fingía ser una persona normal. También inventó un general que realmente era su alter ego, para poder ir a luchar contra las tribus del norte, a las que además venció.
Sin embargo, moriría joven. Con 29 años decidió irse de pesca al Gran Canal, donde sufrió una caída estando cerca del ahogamiento. No obstante, las enfermedades que llevaba el agua acabaron con su vida.
Iván IV el terrible
No podía faltar esta insigne figura en un artículo sobre monarcas locos y es que su sobrenombre de «El Terrible» le queda muy bien al amigo Iván (1530-1584). En su labor de gobierno fue un auténtico maestro, conquistó Kazán -donde asesinó a todos los habitantes de la ciudad- y Astracán, Siberia y reformó el ejército. También creó un nuevo código legal y llevó a cabo reformas centralizadoras. Fue el primer zar, y el creador de la Rusia moderna.
Sin embargo tuvo una infancia tortuosa ya que perdió a su padre con tres años y a su madre con ocho. En ese momento los clanes boyardos tomaron el poder y le llevaron directamente a la mendicidad, viviendo en el Kremlin como si fuera un perro. Malvivía entre palizas intentando cuidar a su hermano, con discapacidad psíquica. Hecho que jamás perdonaría a la nobleza rusa. Sin embargo, era el heredero legítimo, y eso le hizo granjearse la confianza de un sector de las élites, que con 13 años empezó a obedecerle. Su primer acto cruento fue capturar a un príncipe ruso y arrojarlo a una jauría de perros.
Sin embargo, una vez en el poder se casó con Anastasia, la cual le influyó muchísimo y taimó su dureza en el gobierno. Dejó el gobierno en manos de sus tíos que llevaron a cabo muchas atrocidades que acabaron con su exilio. Sin embargo, también hizo unas importantes reformas para quitarle todo el poder a la nobleza, creando el primer ejército permanente de streltsi de los que hablamos en un artículo.
En 1560, Iván sufre la pérdida de su esposa y una grave enfermedad lo que le convierte en un auténtico psicópata. Esto se debe a que se encontró mercurio en los huesos de Anastasia y que mientras estaba enfermo intentó buscar una alianza con los boyardos para que reinara su hijo, pero estos se negaron.
Fue traicionado por otro príncipe, razón por la cual creó a los Oprichnik, una guardia personal que actuaba de implacable policía ejerciendo todo tipo de salvajadas a su orden. Aunque bien es cierto que a largo plazo fue terriblemente útil, ya que acababa con el poder de la nobleza. La persecución a los príncipes fue total, matando a cualquiera que se interpusiera, como a uno al que se le culpó de haber participado en una orgía homosexual. Atacó ciudades como Novgorod, que no le habían hecho nada pero en sus delirios pensaba que le iban a traicionar. Esta idea hizo que hasta 60.000 personas murieran decapitadas, empaladas o quemadas vivas.
Si algo en común tienen todos los reyes locos es que se quieren casar con Isabel I. En este caso, Iván se refugió en Inglaterra tras la invasión del Kanato de Crimea a Rusia, donde millones de personas perecieron. Más tarde volvería y reconquistaría el país, pero mientras tanto, tuvo algún conato de escarceo amoroso con la reina virgen.
Lo cierto es que le gustaban las vírgenes, pues según algunas crónicas, el mismo desfloró a cerca de 1000 de ellas y luego mató a sus hijos bastardos neonatos. Algo bastante exagerado que puede venir del desprestigio que sufría en Polonia cuando intentó acceder al trono de éste país.
No obstante, sabemos que había perdido totalmente el norte, pues en un ataque de cólera mató a su hijo predilecto, Iván, de un bastonazo en la cabeza. Algo que le hizo caer aun más en la locura, autolesionándose constantemente. Perdió las uñas de arañar las paredes y empezó a quedarse calvo porque se arrancaba el pelo de la cabeza y la barba.
Moriría envenenado o por intoxicación mercúrica – ya que consumía mercurio para tratar su sífilis, algo típico en la época y que le podría haber causado esta locura- al igual que su madre y su mujer, se cree que a manos de sus mayores enemigos: los boyardos.
Erik XIV
Erik XIV de Suecia nacería en 1533, hijo de Gustavo I Vasa, se quedaría huérfano de madre con tan solo dos años. Con un reino recién convertido al luteranismo y con una preparación bastante digna, todo hacía esperar que el reinado de Erik fuese bastante estable y el expansionismo sueco continuara por buenos cauces. Había tenido experiencias de gobierno cuando su padre le dejó al cargo del país para llevar a cabo la campaña contra Rusia.
En el año 1561 es coronado monarca, puesto que ya ostentaba de facto en 1560, donde empezarían los problemas. Su obsesión con ser un rey a la altura de su padre le empezó a granjear enemigos, pues empezó a revestir el palacio con todo tipo de lujos. La ceremonia de coronación fue ostentosa y levantó bastantes críticas. Empezó a hundirse en sus propias paranoias pensando que todos querían conspirar contra él, hecho también marcado por la traición de Juan de Finlandia, su medio hermano que se alió con Polonia para enfrentarse a él. Aunque le venció y le condenó a muerte, finalmente le indultaría entre lágrimas y abrazos.
No obstante, su mayor obsesión era casarse con una reina a la altura, así que pronto empezó a mover hilos por media Europa para encontrar una mujer a la altura de las expectativas. La suerte iba a hacer que pensara que su media naranja era la Reina Virgen, Isabel I de Inglaterra. Evidentemente, como su nombre indica, podéis daros cuenta fácilmente de que este plan fue un fracaso, y eso que le puso auténtico empeño enviando a su medio-hermano Juan lanzando plata por las calles de Londres y prometiendo que si se casaba con ella sería oro lo que lanzase. Esto es lo que hoy en día podemos entender claramente como pagafanteo puro y duro, así que cuando se dio cuenta de que evidentemente había alcanzado la friendzone decidió probar más al norte, concretamente con María I de Escocia. Allí fue recibido con frialdad y el corazón de Erik se iba partiendo en pedazos por el rechazo.
¿La solución? ¡Orgías! Pero muchas, muchísimas, un no parar de orgías. Donde conocería a su futura esposa, la hija de un carcelero con la que tuvo varias hijas y un hijo. Esto evidentemente no hizo nada de gracia a la nobleza, que le parecía alguien de demasiada baja estofa para casarse con el rey de Suecia.
Lentamente Eric cayó en una espiral de locura con claros signos de esquizofrenia que le hacían variar su humor de la más absoluta felicidad al frenesí de violencia repentina. Cada vez más gente era condenada a muerte, como dos de sus guardias de confianza, condenados a muerte por «enfadar al rey«. Si alguien sonreía o susurraba algo en su presencia, Erik pensaba que era ridiculizado -algo que empezó a sentir en la boda de su esposa, cuando la gente sonreía, pensaba que se reían de él- . Un movimiento repentino podía conllevar a la desafortunada muerte al disparar su violencia latente, algo que ya le sucedía a su padre. Sirvientes, nobles y personal de su castillo sufrieron su ira.
A pesar de ello, no había ningún intento de deponer a Erik hasta que en 1567 ordenó arrestar a muchos miembros de la alta aristocracia sueca. Esto asustó a algunas familias como los Sture, que empezaron a conspirar hasta que los cabezas de familia fueron arrestados. Erik fue a visitarlos a la cárcel con la intención de reconciliarse. En cambio, cuando llegó y sin mediar palabra, apuñaló a Nils Sture hasta la muerte. Luego ordenó a su guardia matar a todos los presos y salió huyendo como si le persiguiesen algunos atacantes, que, evidentemente, no existían. Su tutor de la infancia fue tras él para calmarle, pero al ver su presencia, se dio la vuelta, y también le apuñaló mortalmente. Al ver lo que había hecho, se deprimió, algo típico en la historia, como ocurrió con Nerón y su madre.
Durante su depresión el consejo del reino intentó restaurar la calma hasta que Erik volvió a sus obligaciones seis meses despues. Pero en 1568, sus hermanos Juan y Carlos se rebelaron contra él, siendo proclamado rey Juan III. Eric fue encarcelado con su familia, donde su locura aumentó más aun. Su medio-hermano no es que fuera la estabilidad mental hecha persona, así que por su seria paranoia empezó a cambiar la residencia de Erik de sitio para que nadie le intentara liberar. A Erik le dio tiempo a tener varios hijos más en cautividad, hasta que finalmente el usurpador le envenenó con arsénico en 1577.
Su mujer recibió tierras y un sueldo de por vida, por lo que sobrevivió a su marido 35 años más. El único hijo que sobrevivió a la niñez murió también joven debido a problemas mentales similares a los de su padre, muriendo sin descendencia.
Luis II de Baviera

Luis II de Baviera (1845-1886) fue el primogénito de Maximiliano II y María de Prusia. Tuvo una infancia dura debido a la encorsetada educación que le encomendaron sus padres. Era admirador de la poesía, la hípica, la natación y de Wagner. Solo se conocen dos amigos en su vida, Isabel de Baviera, más conocida como la emperatriz Sissi y Paul de Thurn y Taxis, con el cual se rumorea que también tuvo una especie de romance o amor platónico hasta que éste se empezó a interesar más por las mujeres. Más tarde tuvo un posible romance con su caballerizo mayor, pero la información sobre estos hechos es bastante difusa.
A los 19 años heredaría el trono y se convertiría en una de las piezas fundamentales de los estados alemanes, de cuyo sueño era ser el unificador. Sin embargo, quería gobernar como un rey absolutista a la vieja usanza, algo que le costaba bastantes problemas. Además, conforme tenía reveses en la política exterior por culpa de Prusia, iba cansándose de esa vida, para la que no se veía destinado, así que se fue refugiando en las obras de Wagner y en su pasión por construir palacios. Por desgracia, tuvo que desterrar al músico porque la aristocracia decía que influía demasiado en él, así que finalmente acabó refugiándose en su mundo ideal construyendo palacios allá por donde pasaba, algo que le arruinó económicamente pero que ciertamente ayudó mucho económicamente a su reino, ya que todo lo hacía con materia prima bávara.
Buena fe de ellos son los idílicos palacios y castillos de Neuschwanstein, Herremchiemsee y Linderhof
¿Estaba realmente loco Luis II? Pues no se sabe a ciencia cierta si estaba loco o su familia quería quitárselo de en medio. Lo que estaba claro es que su figura es la del romántico del XIX, con una marcada angustia existencial y esa búsqueda de la belleza a través de pasajes bucólicos y casi fantásticos.
De todas formas, la familia consiguió apartarlo del poder y su psicólogo le diagnosticó esquizofrenia, basándose en testimonios de sus sirvientes y no examinando directamente a Luis II. Como conclusión sacaron que el monarca escuchaba y oía voces y además soñaba con lugares fantásticos que realmente no existían.
El doctor Gudden se encargó de tratarlo y realmente pensaba que era esquizofrénico, pero pronto trabaron una cierta amistad entre el paciente y el médico, razón por la que salían a dar largos paseos por el lago Stamberg. Un día, al ver que su enfermedad mejoraba a pasos agigantados, Gudden dio orden de no necesitar ningún tipo de guardia para el paseo diario. Sin embargo, al día siguiente les encontraron a ambos muertos en la orilla con signos de ahogamiento. ¿Quizás no le interesaba a alguien que el monarca mostrara signos de mejoría? Juzgad vosotros.