Cuando el cuerpo de bomberos militares de Prípiat fue a la central nuclear no se esperaban lo que iban a encontrar. En menos de dos semanas, todos habían muerto entre terribles sufrimientos. Sus cuerpos se empezaron a deshacer tanto por fuera como por dentro hasta que se convirtieron en masas prácticamente sin forma en los últimos momentos de su vida. Hoy os hablamos del desastre nuclear de la central nuclear Vladimir Ilich Lenin, más comúnmente conocida como la central nuclear de Chernóbil, tristemente célebre por el accidente ocurrido el 26 de abril de 1986.
Hace poco el tema ha vuelto a la palestra gracias al enorme impacto que ha tenido la serie «Chernobyl» producida por la cadena americana HBO. El trabajo detrás de la serie es impecable. De hecho, se nota un esfuerzo bastante grande a la hora de llevar a cabo una empresa tan ardua como reflejar lo que ocurrió en la central durante aquellos días críticos. Evidentemente, comete ciertos pecados que en cualquier caso no deslucen el resultado final, que es sobresaliente.
No obstante, hoy os hablaremos de la historia detrás de Chernóbil y dejaremos a un lado la serie.
La noche del accidente de Chernóbil
El 27 de marzo de 1984 se envió el reactor cuatro a la planta de Chernóbil. Ellos no lo sabían en este momento, pero dos años después iba a ser el germen del mayor accidente nuclear de la historia junto con el de la central japonesa de Fukushima. La idea es que este reactor pudiera servir para suministrar energía a buena parte de Rusia e incluso a estados aliados de la URSS como Polonia. A pesar de ello, la realidad fue muy distinta, ya que la central no se encontraba en buen estado y trajo muchos problemas logísticos y de seguridad (Ingram, 2005: 24).
Detrás de la gestión de la central nuclear se encontraba Brukhanov, que asignó como jefe del cuarto reactor a Anatoli Dyatlov. La central estaba en una situación lamentable y le fue ordenado desde las altas instancias de Moscú que se empezara a llevar a cabo una labor de mejora de la seguridad. Para ello se llevó a cabo un test de esfuerzo en el reactor cuatro para comprobar cómo serían capaces de funcionar en caso de una pérdida repentina de la potencia antes de que los generadores de emergencia – que utilizaban gasolina – empezaran a funcionar. El test se programó para abril de 1986.
En el momento en el que se programó el test, Brukhanov se encontraba en Kiev y no lo presenció. Desde el gobierno central le habían encomendado que construyera dos fábricas de aluminio en Chernóbil. Él consideraba esto como algo absurdo ya que pensaba que debían centrarse en la central (Ingram, 2005: 26). Hay que entender que la URSS atravesaba dificultades económicas en estos momentos.
El encargado de supervisarlo fue Dyatlov. Ninguno de ellos sabía que el reactor de tipo RBMK presentaba una vulnerabilidad en su diseño que lo haría explotar en caso de contar con poca potencia. La prueba arrancó a medianoche, un momento en el que los pueblos cercanos demandaban poca electricidad. Así los otros tres reactores podrían suplir la carencia del cuarto. Estos trabajadores llevaban años en la planta nuclear, pero pocos estaban familiarizados con los procedimientos de emergencia.
En todo caso, estos procedimientos tampoco iban a servir para nada. De hecho estos fueron los causantes de la explosión del núcleo. Parte del trabajo consistía en desactivar algunos sistemas de seguridad, como las barras de control que mantienen al núcleo estable o el sistema de refrigeración líquida. Entonces la temperatura aumentó hasta los 2.760º, algo cien veces superior a la temperatura normal.
Se intentaron meter todas las barras de control a la vez mediante un procedimiento de seguridad que servía como último recurso. Desgraciadamente, esto supuso a la vez la condena de todos los que se encontraban allí, ya que las barras rasgaron el núcleo y lo hicieron saltar por los aires. El núcleo de grafito se partió en pedazos que salieron volando por toda la central causando hasta 20 fuegos. Por su parte, el viento extendió la radiación por toda la zona cercana, empezando a envenenar a la población. Muchos miraban desde lejos el fuego, con curiosidad.
Una píldora de información
El resultado directo de dividir el uranio en átomos es la aparición del gas xenón. Este gas tiene la capacidad de absorber los neutrones sin dividirse, reduciendo así la fisión más rápidamente de lo que el propio reactor podría acabar con ello. Esta situación obligaría a reiniciar desde cero el núcleo, dejando sin luz a buena parte de la población. Podría incluso causar males mayores. Por eso, la velocidad del núcleo tiene que decrecer exponencialmente para permitir que el xenon se descomponga. En el caso de Chernóbil, la potencia cayó más rápidamente de lo esperado, llenando el reactor de gas xenón.
Bien es cierto que Anatoli Dyatlov tuvo parte de culpa en este accidente por forzar el núcleo más de lo debido. Sus subalternos le sugirieron parar el ensayo tras una serie de fracasos iniciales. Sin embargo, ordenó que se continuara con el proceso a toda costa.
El equipo de bomberos llegó rápidamente desde Prípiat y empezaron a extinguir los conatos de incendio que habían prendido por culpa de los fragmentos de grafito. El equipo tuvo éxito en esto, pero fueron incapaces de apagar el fuego central. Desafortunadamente, el núcleo ardía como una fuente inagotable de combustible.
Cuando avanzó la noche, tanto los técnicos de la central como los bomberos empezaron a sentir el envenenamiento por radiación en su cuerpo. Se sentían agotados, algunos vomitaban y sentían que la boca les sabía a una mezcla de chocolate y metal. También empezaron a aparecer quemaduras en algunas partes de sus cuerpos (Ingram, 2005: 37).
Brukhanov volvió de Kiev a Chernóbil para encontrarse en una situación crítica. Sus trabajadores habían recibido dosis mortales de radiación y la central se encontraba en una situación muy peligrosa. Así, se puso rápidamente en contacto con las autoridades pertinentes que elevaron el estado de alerta.
El director de la central avisó al oficial al mando del PCUS en Prípiat al que exhortó para evacuar la ciudad. El dirigente le espetó que debía estar bromeando (Ingram, 2005: 38). Brukhanov recibió la orden de no tomar ninguna decisión hasta que llegara un equipo de científicos desde Moscú.
Mientras tanto, en la ciudad ya había muchas personas con muestras de intoxicación por radiación. Acuciaban los signos que hemos explicado anteriormente. Esto no solo revelaba el enorme problema que suponía para la salud de los habitantes de Prípiat, sino que además mostraba que se estaba extendiendo muy rápidamente.
La catástrofe se extiende
Al amanecer, solo quedaba en llamas el grafito que se encontraba dentro del reactor. A pesar de ello, los bomberos se veían incapaces de apagarlo. Un equipo de atención sanitaria se desplazó a la central, solo para descubrir que la enfermería de la misma estaba cerrada. Los trabajadores mostraban heridas de gravedad: la piel estaba recubierta de ampollas y colgaba de sus extremidades, casi separándose del cuerpo. Se trasladó a todos de la central al hospital de Prípiat.
Prípiat y Chernóbil
Pripiat, a la orilla del río homónimo era una tranquila ciudad antes de que estallara el desastre. Como muchas ciudades de la URSS, fue fundada ex profeso para albergar el hogar de los trabajadores de la central nuclear de Chernóbil. De hecho, se encontraba a tan solo 3km de esta. La ciudad estaba equipada con todas las comodidades para la época: gimnasios, piscinas, parques…
Chernóbil, por su parte, es un territorio aun más pequeño a unos 14km de la central. Pertenecen a la misma región pero no están realmente relacionadas.
Mientras sucedía todo esto, la población no estaba apenas informada de lo ocurrido. Estaba siendo un día estupendo, así que muchos continuaron con sus vidas. Los niños fueron al colegio mientras que los adultos salían a tomar algo o hacían la compra diaria. Muchos sufrían muestras de intoxicación, como hemos dicho, pero nadie les informó de lo que estaba sucediendo. Así, no le dieron importancia. Mientras tanto, no paraban de llegar ambulancias, y el ejército se movilizaba hacia la zona.
Es en este momento cuando se empezaron a dar cuenta de lo que realmente suponía esta catástrofe. Sobre todo tras la irrupción en escena de Valeri Legasov, ayudante del director del Instituto Kurchatov, el organismo encargado de las cuestiones nucleares. Legasov era un auténtico experto en materia nuclear y se desplazó con todo su equipo a Ucrania para investigar el incidente. Se dio cuenta de que la refrigeración del núcleo por parte de los bomberos podía hacerlo estallar. A su vez, el uranio se podía filtrar a la superficie terrestre y envenenar las reservas de agua subterráneas que, a posteriori, podrían envenenar millones de kilómetros cúbicos de agua.
En este punto, la población se empezó a temer lo peor y empezaron a abandonar Prípiat por su propia iniciativa. 36 horas después del incidente se decretó un área de exclusión de 10km2 que causó la evacuación del territorio.
A partir de este momento se empezó a barajar la idea de crear un «sarcófago» que rodeara la central nuclear. El plan era crear una enorme estructura de hormigón y acero que hiciera que no se filtrase tantísima radiación. Actualmente, este sarcófago está dentro de otro más reciente que data de 2016.
Sin embargo, era necesario «limpiarla» antes de todo. Para ello intentaron usar máquinas a control remoto, pero sus circuitos se fundían por los altos niveles de radiación. Por lo tanto, tuvieron que utilizar, desgraciadamente, a 400.000 trabajadores denominados «liquidadores». Muchos de ellos no conocían los efectos de la radiación en sus cuerpos.
El secretismo: el mayor pecado de la URSS
La nube de radiación afectó profundamente a Bielorrusia y a Ucrania. Sin embargo, también se extendió por toda Europa hasta que se detuvo en los Pirineos. En muchas zonas de Europa como en Suecia y Polonia, la leche de las vacas estaba llena de radiación por comer pasto radiado. Mucha gente sintió mareos y muestras de intoxicación leve por radiación. Afortunadamente, la situación no fue a mayores.
Sin embargo, la URSS mantuvo todo esto en el más absoluto secreto durante los primeros días. Solo salió a la luz gracias a los satélites espía del bloque enemigo de la misma. Mientras la seguridad del planeta entero pendía del hilo, para el resto del mundo no estaba sucediendo nada en esos instantes.
Al final no tuvieron más remedio que advertir de la situación, e incluso pedir ayuda.
Se les permitía trabajar en las zonas más radiadas durante 90 segundos. Asimismo se les suministró yodo para que su sistema linfático y las tiroides no sufrieran demasiado. Sin embargo, era como poner una tirita en una herida de arma blanca. La mayoría hicieron estas labores porque estaban muy bien pagadas. Además, muchos se sentían orgullosos de estar ayudando a su país, algo que ha tendido a denostarse desde algunas visiones más occidentales para mostrar el autoritarismo de la URSS (Ingram, 2005: 63).
No todos se dedicaban a estas tareas casi mortales. Muchos de ellos se dedicaron a limpiar la ciudad entera con productos químicos en un intento de que sus habitantes pudieran volver a sus casas. Esto jamás sucedería, pero esta esperanza demuestra que realmente no sabían el alcance del accidente. Hoy por hoy, con nuestros ojos, es muy fácil juzgar lo que sucedió como una terrible tragedia empeorada por un régimen en franca decadencia. Se ha intentado mostrar que detrás de esto hubo un Estado incapaz de pensar en cómo se sentirían sus ciudadanos y en ignorar su valor humano. Sin embargo, esto no es cierto.
Dos meses después, tras evitar cuestiones críticas como el filtrado de uranio a las aguas subterráneas o la explosión del núcleo, se consiguió crear el sarcófago. Eso sí, con un retraso considerable.
Tras estos eventos se celebró un juicio por el que fueron encausados Brukhanov, Diatlov y otros cuatro miembros de la directiva de la central. Pese a que el accidente ocurrió por el error de ingeniería en el reactor RMBK, se culpó a los presentes de su incapacidad para dirigir la central. A Brukhanov se le echó en cara que no estuviera presente ante una prueba de semejante calibre. A Diatlov por forzar la máquinaria más de lo debido hasta que ocurrió el accidente. Sin embargo, la URSS se negó a rendirse ante la evidente falla en el reactor, ya que suponía un problema político de primer nivel.
Cifras
Al menos 300 personas fueron hospitalizadas 24 horas después de la explosión. La mayoría de ellos murieron poco después. Además, esto también envenenó a los doctores y enfermeras que cuidaron de ellos. El primer doctor en atender a los pacientes fue hospitalizado porque sus manos se hincharon varias veces el tamaño normal de una mano (Ingram, 2005: 65).
De los liquidadores, 4000 murieron en un plazo de 15 años, y más de 70.000 permanecen hoy por hoy discapacitados (Nelson, 2010: 43). La «calidad» de la descendencia de los habitantes de Prípiat y de los liquidadores ha ido descendiendo con el paso de las generaciones. Muchos niños de enfermos a causa de Chernóbil fueron tratados por Cuba en un antiguo balneario dirigido a las clases altas en la época pre-comunista del país antillano.
Se cree que la esperanza de vida de Bielorrusia y Ucrania se ha visto afectada por este incidente.
Conclusiones
El accidente nuclear de Chernóbil es el mayor de toda la historia de la humanidad. Se estima que el de Fukushima ha sido 1000 veces menor que el ocurrido en la república socialista.
Sin embargo, la propia coyuntura política de la URSS sirvió como un marco perfecto. Los soviéticos se encontraban en un momento de profundos cambios que acabarían con la propia Unión. Este marco se ha utilizado muy a menudo en un intento propagandístico por parte del bloque contrario para desautorizar y recriminar la actuación de un Estado que estaba en constante situación de alerta por miedo a Occidente. Un miedo, que al fin y al cabo, era recíproco.
Si hablamos de las culpas del accidente, es difícil encontrar a alguien que no tuviera parte de ella. La cúpula directiva de la central carga con buena parte de la culpabilidad por forzar el reactor cuando era conveniente no continuar con la prueba. A esto hay que sumarle el problema del reactor RMBK, el cual podría haberse manifestado en cualquier otra situación causando la misma explosión. Además, después de la explosión, las autoridades de Chernóbil intentaron tranquilizar a la población y decir que era un accidente menor, algo que no era real. Por su parte, la URSS no quiso aprender del error.
Sea como fuere, este evento mantuvo al mundo en vilo. Además, aumentó el enorme terror y escepticismo hacia la energía nuclear. Sin embargo, no podemos olvidar que según un informe reciente de Green Peace, la mezcla de energía nuclear y renovables es la manera más segura y ecológica de producir energía.
Bibliografía
- Ingram, S. (2005). The Chernobyl nuclear disaster. New York: Facts On File.
- Nelson, D. E. (Ed.). (2010). Chernobyl(1st ed). Detroit: Greenhaven Press/Gale Cengage Learning.