Burgos, ciudad castellana por antonomasia, será el objetivo del artículo que a continuación se desarrolla a fin de intentar llevar a cabo una radiografía de tan insigne ciudad durante la época medieval. Este análisis tiene como objetivo conocer la ciudad pero, además, mostrarla como el paradigma del mundo urbano en la Castilla medieval. Muchas de las características mostradas por esta ciudad eran compartidas por otros núcleos situados en el contexto castellano-leonés. Así, pues, el interés del artículo es el de conocer Burgos y a través de la misma, dar a conocer algunas de las características de las ciudades medievales.
Para ello, se llevará a cabo un análisis de los diferentes aspectos de la ciudad. En primer lugar, su origen, comentando, a continuación, los aspectos fundamentales relativos a su localización y circunstancias geopolíticas. Posteriormente se analizarán los aspectos políticos, económicos y sociales. El último apartado se dedica a la relación de la ciudad con otros poderes del reino.
El origen de Burgos y su evolución durante la Edad Media
El origen de la ciudad se enmarca dentro de la dinámica de expansión territorial y repoblación, entendido este proceso como reorganización del espacio. Con frecuencia, la actividad de repoblación cristiana se dirigía hacia lugares donde un día había existido vida urbana o siquiera poblamiento. En el caso de Burgos, así como lo que sucede con Oviedo, fueron “ciudades” que se fundaron en lugar de ser reedificadas (Gautier Dalché, 1989: 15). Sin embargo, hay quienes no están muy seguros de esa afirmación y optan por otras interpretaciones (Crespo Redondo, 2007: 23 y ss).
Sea como fuere, parece claro que la repoblación se llevó a cabo en el año 884, y fue ejecutada por el conde Diego Rodríguez Porcelos. Además, dicho conde pondría en marcha otras como la de Ubierna, ambas muy similares a la de Amaya, fechada un cuarto de siglo antes. Estas empresas parecen enmarcarse dentro de un plan puesto en marcha por los monarcas del momento. De hecho, la breve referencia de los Anales Castellanos a esta repoblación señala lo siguiente: “el conde Diego pobló Burgos bajo el mandato del rey Alfonso” (Valdeón Baruque, 1984: 25).
El término poblar y Burgos
En relación a este tema, los debates en torno al término “poblar” (populare) han hecho correr mares de tinta. Hoy en día la mayoría de los investigadores apuntan que su significado no es el literal (según el DLE: ocupar con gente un sitio para que habite o trabaje en él). En su lugar, parece que el significado es otro algo diferente, para Valdeón sería algo así como: “dominar, someter o introducir en una determinada organización político-administrativa” (Valdeón Baruque, 1984: 26).
Una vez que Burgos se “repuebla”, se inicia su andadura medieval. Su nombre está relacionado con el término burgus, en su acepción de centro fortificado (Valdeón Baruque, 1984: 25), lo cual se relaciona con la importancia de la fortificación erigida. Esta fue la verdadera garante de la consolidación de los asentamientos presentes en el lugar, así como de aquellos surgidos al calor de esa actividad repobladora (Crespo Redondo, 2007: 26).
Sin embargo, desde el momento de la repoblación hasta la consolidación de Burgos como una de las principales ciudades de Castilla el camino aún había de ser largo. En este sentido, habrá varios elementos que impulsen esa transformación; en primer lugar, el aumento del poder de los condes de Castilla, los cuales terminaron por convertirse en monarcas y cuya vinculación con la ciudad no hizo sino crecer. Por otro lado, el Camino de Santiago dejó una huella indeleble en la ciudad, y al contrario que otras, Burgos no se vio sometido al mismo en tanto que la caída de actividad del Camino no propició una especie de decadencia, como sí sucedió en otras ciudades (Ladero Quesada, 2019: 21).
Localización y circunstancias geopolíticas de su emplazamiento
El conflicto entre cristianos y musulmanes vertebró las sociedades peninsulares durante buena parte de la Edad Media, pero en algunos contextos esa situación adquirió tal importancia que articuló la práctica totalidad de las actuaciones de unos y otros. El avance a través de la Meseta fue uno de esos contextos. De tal modo, la localización de Burgos responderá a las necesidades del momento (Gautier Dalché, 1989: 27).
Por localización debemos entender el término en sus dos acepciones, entendida en el sentido amplio: lugar que se ocupa en relación a un territorio, y también en sentido más reducido: situación de un poblamiento en aquel lugar de su entorno que mejor cumpla sus objetivos. Esto se traduce en lo siguiente: a tan solo cinco kilómetros de Burgos se sitúa Villafría, un emplazamiento por el que transitaba una ruta vital para cristianos y musulmanes; hacerse con esa ruta significaba controlar el desfiladero de Pancorbo y el valle del Arlanzón, enlaces de la cordillera Cantábrica con la Meseta (Gautier Dalché, 1989: 29).
De tal manera, los castellanos comprendieron que mantener aquel lugar era un objetivo prioritario, de ahí que Burgos se constituyese como un punto fuerte. Con el fin de cumplir esos objetivos, Burgos se situó en el lugar más adecuado: un cerro rodeado por los ríos Arlanzón, Pico y Vena. El cerro será el lugar elegido por los primeros pobladores para edificar los primeros barrios, pero “mirando al este y al sur, como lo exigía la climatología burgalesa” (García Sáinz de Baranda, 1967: 180). En cualquier caso, con el paso del tiempo y el distanciamiento de la frontera, la ciudad irá desperezándose, abandonando la incomodidad de la colina para situarse en la llanura siguiendo una orientación este-oeste (Gautier Dalché, 1989: 28), aunque el cerro y su función defensiva nunca desapareció.
Aspectos políticos
El concilium y el concejo
Lo primero que se debe apuntar en relación a Burgos y su configuración institucional es que fue una ciudad de realengo. De ahí se derivó su autonomía urbana.
Se puede rastrear la existencia de un concilium en el siglo X. Debe ser entendido por ello el conjunto de hombres de la ciudad que reunidos en asambleas deciden sobre los temas más relevantes. Sin embargo, la documentación es muy clara a la hora de presentar una gradación entre los propios participantes; no había igualitarismo. En función de ello se ha considerado que Burgos podía actuar como una “auténtica persona jurídica” (Valdeón Baruque, 1984: 82). Por otra parte, por aquel entonces comenzaron a aparecer algunos rasgos que evidencian la evolución hacia modelos de gestión y gobierno más restrictivos.
De hecho, esa es la realidad que se constata en el siglo XII a partir de la existencia de asambleas de carácter judicial cuya participación está limitada a aquellos denominados como boni homines (Valdeón Baruque, 1984: 82). Es decir, lo que aquí se expresa no es sino el tránsito del concilium abierto hacia el Concejo. Éste último entendido como un verdadero órgano de gobierno más cerrado y restrictivo.
Será durante el siglo XII cuando se comience a impulsar el desarrollo de organismos político-administrativos, proceso que se ha relacionado con el aumento de poder regio (Crespo Redondo, 2007: 76). Para entonces Burgos ya controlaba su alfoz y acumulaba privilegios de diferente índole. Además, parece evidente que contaba con unos iudices (entendidos estos como agentes del rey) en calidad de centro de demarcación (Valdeón Baruque, 1984: 83). También se sabe de la existencia de un merino, aunque se ha interpretado que para los momentos previos al siglo XII esa figura ejercía como merino de Castilla y no de la ciudad exclusivamente (Valdeón Baruque, 1984: 84).
Todo esto evolucionó durante el siglo XII. En aquel momento Burgos se convirtió en “cabecera de la Merindad Menor de Burgos y de la Merindad Mayor de Castilla y sede de una tenencia vinculada a la existencia de un castillo” (Crespo Redondo, 2007: 75). Presencia de jueces, alcaldes, un merino ocupado de la propia ciudad y su alfoz… Todo esto no hará sino complejizarse, por ejemplo, con la aparición de agentes eclesiásticos que producían “colisiones o superposiciones jurisdiccionales” (Valdeón Baruque, 1984: 86).
Avanzando en el tiempo, durante el siglo XIII se dieron importantes pasos en lo referido a la autonomía de gobierno. La obra de Alfonso VIII tiene mucho que ver al respecto (Crespo Redondo, 2007: 83). Además, se formaliza la existencia del Concejo como órgano de gobierno, una tendencia más o menos generalizada en la Península (Gautier Dalché, 1989: 353). Este Concejo fue haciéndose cada vez más restrictivo, situándose en un punto medio entre el Concilium abierto del siglo X y el Concejo cerrado del siglo XIV y XV.
Para explicar su aparición baste con citar las palabras de Julio Valdeón: “surgió como resultado de la tendencia a la fragmentación y de la creciente ascendencia de un determinado grupo social” (Valdeón Baruque, 1984: 158). Esos omes buenos fueron monopolizando el poder político frente a un porcentaje cada vez mayor de habitantes que dejaban de ser ciudadanos. Es decir, de disfrutar de privilegios entre los que se encontraba acceder a los cargos públicos. Esos puestos eran los de merino, juez, alcalde, jurado o escribano.
El concejo cerrado
En el siglo XIV, las medidas de Alfonso XI supondrán un nuevo giro en lo relativo al Concejo y el acceso al mismo. Fue entonces cuando se consolidó el cambio del Concejo abierto al Concejo cerrado. La causa de ello tiene que ver con la aparición de los Regimientos. Sin embargo, en las últimas décadas se ha venido interpretando de manera diferente esa maniobra del monarca. Así, parece que aquella medida no acabó con las libertades de las ciudades, sino que sancionó una situación que ya existía “de facto” (Valdeón Baruque, 1984: 391).
El establecimiento del Regimiento en Burgos en 1345 significará “la oficialización de las formas de gobierno oligárquicas” mucho más que el fin de las “viejas libertades urbanas” (Ladero Quesada, 2019: 273). En la práctica, el Regimiento estaba constituido por dieciséis oficiales que, ayudados por los alcaldes, el merino y el escribano regirán la vida de la ciudad de Burgos. Entre 1345 y 1492 hubo cambios en la Ordenanza de 1345, pero no modificaron o alteraron la estructura de forma radical. Esos dieciséis regidores junto con los alcaldes serán cargos de nombramiento regio (Valdeón Baruque, 1984: 393-395).
Aspectos económicos
Primeros tiempos y plena Edad Media
La actividad económica de Burgos en los primeros años después de su repoblación será profundamente agraria. De hecho, esta era la actividad económica predominante en la totalidad de los reinos cristianos altomedievales. El terrazgo se dedicaba al cereal, la viña y los huertos, además, el espacio destinado a los pastos también debió ser reseñable (Crespo Redondo, 2007: 45). Con el paso del tiempo la actividad económica comenzó a enriquecerse. De tal manera, aparecieron las primeras tiendas permanentes, símbolo de actividad artesanal (Gautier Dalché, 1989: 39).
En los siglos plenomedievales la situación mejoró notablemente. El crecimiento económico de Burgos en estas fechas se debe relacionar con dos aspectos, el primero de ellos es el relativo a las rentas. Estas fluían en dirección a Burgos desde todo su entorno a consecuencia del establecimiento en la ciudad de diferentes instituciones laicas y eclesiásticas. Además, el comercio conocerá un importante desarrollo, siendo Burgos un centro regional cada vez más destacado. Lo cual se vio complementado con un floreciente comercio a larga distancia (Crespo Redondo, 2007: 60). Comercio que desarrolla en esas centurias y que fue adquiriendo una importancia creciente.
El camino de Santiago también fue un dinamizador económico de innegable importancia tanto para la actividad comercial como artesanal. De hecho, la ciudad se pobló en la dirección que seguía el camino y la calle que seguían los peregrinos para atravesar la ciudad fue la de los comerciantes y artesanos (Valdeón Baruque, 1984: 78). En relación a esto, la artesanía siguió creciendo durante toda la Edad Media, aunque de forma moderada. Además, la especialización fue aumentando con el paso del tiempo, de eso no cabe duda. Por otro lado, el sector parece conocer tiempos de bonanza como parece suceder en la segunda mitad del siglo XII (Gautier Dalché, 1989: 62). Junto a esa tendencia a la especialización Burgos se mantuvo muy apegada a la economía agrícola, no solo su alfoz, sino también la propia ciudad (Gautier Dalché, 1989: 119-125).
Todo ello tuvo mucho que ver con la construcción de la catedral gótica que conocemos. Magno templo cuya construcción comenzó a inicios del siglo XIII. Su construcción mostraba el poder económico de la ciudad y de los poderes que en ella residían.
Baja Edad Media
Durante la Baja Edad Media se mantuvieron los patrones hasta ahora comentados: especialización artesanal, fuerte presencia de las actividades agrícolas, establecimiento de un comercio con su entorno y a larga distancia… En lo referido al sector primario, Burgos y su entorno se dedicaban, principalmente, a los cultivos cerealistas, siendo estos los que más superficie ocupaban (Gautier Dalché, 1989: 267). En cuanto a las actividades artesanales, Burgos disponía de una cierta variedad de actividades artesanales tales como la textil, la del cuero, la relativa a la metalurgia o la construcción, varias de ellas de gran relevancia para la ciudad (Gautier Dalché, 1989: 277-288).
Sin embargo, la actividad económica más destacada fue la comercial. Burgos se erigió como un centro comercial de primera magnitud a partir del comercio de productos laneros, hierro… con el norte de Europa (Ladero Quesada, 2019: 291).
Aspectos sociales
A partir de la repoblación o refundación de Burgos a fines del siglo IX, la población de Burgos comenzó a crecer de forma continua. Lo hizo nutriéndose de diversas aportaciones. Los primeros aportes provenían de su entorno, de pequeños núcleos rurales preexistentes que se abandonaban para acudir al lugar donde se había restaurado el poder político y la Iglesia. La segunda vía de crecimiento fue el propio crecimiento natural de la población. A través de ambas vías, Burgos prolonga su crecimiento hasta el siglo XI (Valdeón Baruque, 1984: 49).
Por otro lado, con el auge del Camino de Santiago comenzó a recibir aportes poblacionales ajenos a su área de influencia con la llegada de los francos, término que debe ser entendido más como extranjero que como francés o habitante del reino franco (Valdeón Baruque, 1984: 53). Este grupo tuvo una importancia muy destacada en la configuración del tejido social burgalés.
Por otra parte, con el desarrollo económico y social comenzaron a aparecer las diferencias sociales. De tal manera, en torno a los siglos XII o XIII se pueden diferenciar varios grupos sociales como la oligarquía, los pecheros y las minorías religiosas (Valdeón Baruque, 1984: 139). De estos grupos, el de la oligarquía será el más destacable en cuanto a poder y notoriedad. Su posición se debía a su riqueza. La cual les llevaba a participar en la caballería villana, elemento característico de las ciudades castellanas (Valdeón Baruque, 1984: 139).
En lo relativo a la Baja Edad Media se han hecho estimaciones en torno a la población total y aquellos que han estudiado la cuestión consideran que Burgos se situaría entre los 7000 y los 9000 habitantes (Ladero Quesada, 2019: 45); una cantidad elevada pero alejada de las cifras que podían presentar otras ciudades como Sevilla o Valencia. La oligarquía de la ciudad tuvo un origen muy concreto: la actividad comercial, que enriqueció sumamente a un grupo selecto. Este grupo, conformado por algunas decenas de familias “ejerce y consolida su predominio político, económico y social sobre el resto de grupos urbanos” (Valdeón Baruque, 1984: 365).
A fines del siglo XV sus actividades se verán limitadas por las actuaciones de los Reyes Católicos, al igual que sucede en otros puntos de la geografía castellana. Esto no significa que las oligarquías fuesen desalojadas del poder, sino que sus actividades quedaron cada vez más sujetas a la monarquía (Ladero Quesada, 2019: 282-284).
Relaciones con otros poderes
Burgos fue una ciudad muy apegada a la monarquía, de hecho, esa relación fue bastante superior a la que otras ciudades de su entorno mantenían con la institución regia. De hecho, esa vinculación daba lugar a la intitulación de la ciudad como caput Castellae o cabeça de Castiella, así como cámara regis o en su defecto cámara del rey (Ladero Quesada, 2019: 143). En cualquier caso, todos esos títulos señalan una misma realidad.
Todo ello no se tradujó en la existencia de instituciones políticas concretas, pero el peso simbólico era muy significativo. En primer lugar, debido a la frecuente presencia regia en la ciudad y, en segundo lugar, en virtud de la frecuente presencia de individuos vinculados a la casa del rey y su administración (Crespo Redondo, 2007: 80-81). Ese papel hizo que Burgos tuviese un prestigio que solo Toledo podía igualar. Debido a ello, ambas mantuvieron una continua pugna en las Cortes de Castilla del siglo XV. Los procuradores de ambas ciudades discutían acerca de la precedencia en votar y hablar. Con frecuencia, el monarca dirimía la disputa permitiendo que Burgos hablase primero en virtud de su función como cámara regia, mientras que él mismo se erigía como portavoz de Toledo (Ladero Quesada, 2019: 143).
Conclusiones
En el año 890 Burgos no tenía nada de especial respecto a otras repoblaciones. Por aquel entonces León u Oviedo tendrían una importancia mucho mayor. Sin embargo, las diferentes vicisitudes históricas quisieron que Burgos se situase en un lugar estratégico, que el Camino de Santiago se desarrollase, que los monarcas tuviesen una especial vinculación con ella, etc. Esos elementos y otros muchos son los que provocaron que Burgos acabase por desarrollase en la manera que lo hizo. Y que, en consecuencia terminase adquiriendo un peso muy destacable a partir del siglo XII y XIII.
En cuanto a su desarrollo social e institucional, la ciudad siguió los mismos pasos que tantas otras ciudades castellanas. Aunque, al mismo tiempo, mantuvo algunas características específicas. Así, pues, tanto en términos simbólicos como materiales, Burgos fue una ciudad muy destacada. En términos simbólicos por lo referido unas líneas más arriba, mientras que en términos materiales lo será por su vinculación con el comercio. Burgos ejerció de nódulo comercial básico en el tránsito de las mercancías. Hasta ella llegaban materias que se encaminaban hacia los puertos del Cantábrico. Allí, se embarcaban con destino a Inglaterra, Francia o Países Bajos.
En fin, Burgos fue una ciudad que siguió unas pautas de desarrollo típicamente castellano-leonesas en los aspectos institucionales, sociales y económicos. Aunque con un halo que la diferenciaba parcialmente del resto. Además, su capacidad para amoldarse y reinventarse le permitió erigirse como uno de los baluartes más destacados de Castilla en la Baja Edad Media. Con la Edad Moderna y la aparición de Madrid su poder simbólico y material decaerá notablemente, pero esa es otra historia.
Bibliografía
Crespo Redondo, Jesús. 2007. La evolución del espacio urbano de Burgos durante la Edad Media. Burgos: Editorial Dossoles.
Dalché, Jean Gautier. 1989. Historia urbana de León y Castilla en la Edad Media (siglos IX-XIII). Madrid: Siglo XXI.
Ladero Quesada, Miguel Ángel. 2019. Ciudades de la España medieval: Introducción a su estudio. Madrid: Dykinson S. L.
Ladero Quesada, Miguel Ángel. 2019. España a fines de la Edad Media: 1. Población. Economía.Madrid: Dykinson S. L.
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Sainz de Baranda, Julián García. 1967. La ciudad de Burgos y su concejo en la Edad Media. Burgos: Editorial El Monte Carmelo.
Valdeón Baruque, Julio (dir.). 1984. Burgos en la Edad Media. Valladolid: Junta de Castilla y León.