El término “Siglo de Oro” evoca a una época, desde principios del siglo XVI a mediados del XVII, hegemónica en el panorama político de la Monarquía Hispánica, sobre todo el primero, así como en el ámbito artístico, cultural y literario.
Una de las causas de este auge artístico en la Península se debe a la llegada de metales preciosos procedentes de las recién conquistadas tierras americanas que fructificaron en la escultura, la pintura, la orfebrería, además de la arquitectura, convirtiéndose las Españas en un importantísimo centro artístico que no solo demandaba artistas autóctonos, sino también foráneos (flamencos, borgoñones, franceses y flamencos desde el siglo XV, italianos en el XVI, franceses también en el XVII). Podemos destacar, por ejemplo, las obras de los italianos Leone y Pompeo Leoni, padre e hijo ejecutores de las figuras orantes de las familias de Carlos V y Felipe II en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, la gran obra de la arquitectura española del siglo XVI, construida entre 1561 y 1583, según los diseños de Juan de Herrera.
Este desarrollo artístico, que abarca el Renacimiento y parte del Barroco, favorecido por la positiva coyuntura económica hasta la última década del siglo XVI y sostenido por la afluencia del metal americano que, a su vez, hacía aumentar la capacidad de mecenazgo de la monarquía, de la Iglesia y de las elites, respondía en parte a la necesidad regia de exaltar la Corona y de la dinastía de los Austrias, en un momento de “evolución hacia el absolutismo” (Bennassar, 1983, p. 229), además de ser un instrumento de legitimación y exaltación de la Iglesia católica tras el Concilio de Trento.
De esta forma, la producción artística se convertiría en la primera industria de la España de la época, produciéndose en el territorio peninsular la madera, la piedra, el mármol, el ladrillo…, lo que requería de una importante cantidad de mano de obra.
Aparte del monasterio de El Escorial, la gran empresa arquitectónica del Siglo de Oro español fue la construcción del Palacio del Buen Retiro en Madrid, comenzándose su construcción en 1630 a instancias del conde duque de Olivares y de un Felipe IV que deseaba tener un espacio de recreo alejado del Alcázar. Destruido durante la Guerra de Independencia, su espacio es actualmente ocupado por el Museo del Prado.
Además del citado Herrera, en lo que respecta a los grandes arquitectos del Renacimiento español podemos destacar a Diego de Siloe (Catedral de Granada), Alonso de Covarrubias (Puerta Bisagra de Toledo), Juan Gil de Hontañón (catedrales de Segovia y Salamanca), Juan Gómez de Mora (Plaza Mayor de Madrid), Pedro Machuca (Palacio de Carlos V en Granada) …
En cuanto a la pintura, podemos destacar a numerosos pintores desde el siglo XVI, como El Greco, que desarrolló buena parte de su obra en Toledo, Juan Fernández de Navarrete el Mudo, Francisco Herrera el Viejo, Alonso Cano (también escultor y arquitecto), Juan Pantoja de la Cruz… hasta los Bartolomé Murillo, José Ribera, Francisco de Zurbarán y Diego de Velázquez, que desarrollaron su obra en el siglo siguiente.

Espacialmente, la explosión artística española del Siglo de Oro podemos ubicarla principalmente en ciudades como Sevilla, con gran desarrollo en todas las artes, favorecida por su monopolio del comercio americano y cuna de Velázquez y Murillo; Valladolid, el gran centro escultórico de la Península; Valencia, que difundió las corrientes artísticas italianas y exportó a Italia a Ribera (Lo Spagnoletto), Toledo, Granada, Salamanca o Madrid, condicionada por la presencia de la Corte, básica en el desarrollo artístico de la capital.
El teatro del Siglo de Oro
El castellano era una de las lenguas más desarrolladas, ya que, a principios del siglo XVI, estaba más próximo al castellano actual que el francés o el alemán de la misma época respecto a los actuales. La difusión del castellano era ya notable en zonas como el Reino de Valencia, debido a la influencia de la nobleza, Aragón… aunque “seguía siendo, en cambio, una lengua extranjera en Cataluña, en las Baleares, y en las provincias vascas, era escasa y deficientemente conocida por los campesinos gallegos” (Bennassar, 1983, p. 271).
La mayor parte de la cultura procedía de la tradición oral, con una importante presencia del carácter religioso. Además, el 75 – 80% de la población no sabía leer ni escribir, variando esta proporción según la región, nivel de vida, hábitat rural o urbano, profesión, sexo…
Era una cultura popular muy rica en refranes, canciones, cuentos… que no se separa de la cultura escrita debido a la influencia de los autos sacramentales, representaciones alegóricas religiosas; las “comedias de devoción”, ejecutadas a veces dentro de las propias catedrales; y la comedia. Dentro de los autos religiosos podemos destacar la figura de Lope de Rueda (mediados del siglo XVI).
Lope de Rueda sería el antecedente de los grandes del teatro español del siglo siguiente: Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca, Tirso de Molina….
La literatura será un instrumento de unas minorías para convencer a otras intelectualmente, estando el teatro en un nivel intermedio por su doble naturaleza: por una parte, de texto escrito, y por otra, de espectáculo didáctico plenamente visual.
El teatro del Siglo de Oro será uno de los principales intermediarios entre la cultura popular y la intelectual, sobre todo, porque el público no tenía necesidad de leer ni escribir. Las representaciones se desarrollaban en los corrales de comedias, que acogían a un público muy variado, desde sectores populares a aristócratas, pasando por burgueses, letrados… aunque también suscitaban críticas porque parte de la población abandona sus obligaciones por asistir a las representaciones teatrales, cuyas entradas eran baratas.

Otra de las claves de su éxito entre las clases populares era la utilización del romance, de canciones populares, composiciones cortas, historias de amor… en definitiva, el teatro abarcaba un importante “patrimonio” folclórico.
La profesionalización del teatro y la construcción de corrales se produjo gracias a “la llegada sistemática de compañías italianas para actuar en la calle, no en palacio (…), se forman compañías fijas, se complica la técnica” (Navas Ruiz, 1991, p. 45) … Estos comediantes italianos no solo proporcionarán materiales al teatro español, sino también personajes arquetípicos.
Desde la tercera década del siglo XVII surgirán teatros cerrados que competirán con los corrales, como el valenciano de La Olivera (construido en 1619) o el madrileño del Buen Retiro (1632), construido por iniciativa de la Corte.
Acerca del debate sobre si fue la aparición de los corrales de comedia lo que ocasionó el florecimiento del teatro del Siglo de Oro o viceversa, el citado autor Ricardo Navas Ruiz argumenta que “la existencia de una afición popular fue aprovechada y canalizada por ciertas organizaciones caritativas, centralizándola en los corrales” (Navas Ruiz, 1991, p. 46). Se trataba de cofradías que alquilaban patios de casas para conseguir fondos de cara a mantener sus hospitales.
Cuando el teatro cae bajo el control eclesiástico y estatal perderá su carácter autónomo y se destinará a fines sociales, lo que afecta a su contenido literario y a la restricción de los espectáculos, ya que los teatros quedaban clausurados en caso de luto en la Corte o en la Cuaresma, también porque se cuestionaba la moralidad de las obras. De hecho, entre 1608 y 1615 la Iglesia provocó que se prohibieran aquellas obras especialmente inmorales. Seguramente, estas limitaciones hubieran sido más fuertes de no haber mediado las organizaciones caritativas. A pesar de todo, podría decirse que las comedias teatrales del Siglo de Oro eran el “pan y circo de los españoles de la época” (Navas Ruiz, 1991, ibídem).
Aparte de la comedia, destacan otros temas en el teatro español de los siglos XVI – XVII, como: las pasiones humanas (los celos, el honor, la fe…) en Lope de Vega, el estudio de profundos caracteres humanos a través de la comedia en Tirso de Molina y Juan Ruiz de Alarcón, la metafísica con Calderón y Tirso, además del honor, que “aparece como una reivindicación nacional, a la vez individual y colectiva” (Bennassar, 1983, p. 281). Por ejemplo, en el caso de las obras de Calderón, La vida es sueño o El alcalde de Zalamea, observamos que el “origen divino de la existencia, la supeditación total al designio supremo, el honor personal y la sumisión al rey manifiestan una ética social basada en el honor del hacendado labriego” (Floristán, 2002, p. 334).

Por otra parte, el desarrollo de la cultura escrita se vio favorecido por el importante aumento de las impresiones durante el Siglo de Oro, además, sobre todo durante el reinado de Felipe II, el hecho de saber leer y escribir fue un importante medio de promoción social, aunque, sin embargo, los niveles de alfabetización en el global de la población no aumentaron de forma especialmente significativa. En Madrid, por ejemplo, los niveles de alfabetización eran similares a los del resto de Europa, donde los letrados pertenecían a la aristocracia, la Iglesia, burócratas…, teniendo la alfabetización una barrera en las clases populares.
Por último, podemos asegurar que el teatro español del Siglo de Oro, junto al contemporáneo isabelino en Inglaterra, creó el teatro moderno europeo.
En los otros grandes géneros literarios de la época (prosa y poesía) podemos destacar a otras grandes figuras literarias de renombre universal, como Francisco de Quevedo, en cuya obra se observa una gran preocupación por la decadencia que se vislumbraba en la Monarquía Hispánica, gran figura del conceptismo poético frente al culteranismo de su “archienemigo” Luis de Góngora, mientras que en la prosa, hemos de señalar la recuperación de la novela picaresca en Mateo Alemán (Guzmán de Alfarache) y en el propio Quevedo (El buscón) y a Miguel de Cervantes con su genial El Quijote (1605), “difícilmente clasificable” (Floristán, 2002, ibídem) en un determinado estilo literario.
BIBLIOGRAFÍA
Bennassar, B. (1983). La España del Siglo de Oro, Barcelona: Grijalbo.
Floristán Imízcoz, A. (2002). Historia Moderna Universal, Barcelona: Ariel.
Kamen, H. (1983). Una sociedad conflictiva: España, 1469 – 1714, Madrid: Alianza Editorial.
Navas Ruiz, R. (1991) “Los corrales y la comedia del Siglo de Oro”, Boletín AEPE, 38 – 39, pp. 45 – 52.
Zalama Rodríguez, M.A. (2016). El Renacimiento: artes, artistas, comitentes y teorías, Madrid: Cátedra.