La Guerra Civil Española ha sumado a la historia universal diversos episodios a los que no podríamos designar de otra manera que no fuera trágicos. Lo sucedido durante las dos primeras semanas de agosto de 1936 en Badajoz sería fundamental para entender los hechos posteriores de la guerra, en la que el Bando Sublevado practicó su propia «blitzkrieg», y para el asentamiento de posiciones posterior de ambos bandos.
Primeros avances del Ejército de África
El 22 de julio del año 1936, las fuerzas del Bando Nacional comandadas por el general Queipo de Llano ya se habían hecho con el control territorial de Andalucía. Durante esos días, habían ido llegando a Sevilla tropas procedentes de Marruecos para cumplimentar la orden dada el 1 de agosto por el general Francisco Franco para que las columnas nacionales penetraran en Extremadura a través de Zafra y Mérida (Badajoz) con el objetivo de, a través de esos lugares, acabar penetrando hacía Madrid, donde había fracasado en primera instancia el alzamiento y hacia donde se dirigían otras columnas procedentes de Valladolid, Burgos, Navarra y Zaragoza, que serían frenadas en Guadarrama y Somosierra.
El avance desde el sur por el flanco izquierdo, Extremadura, sería bastante más rápido que si se realizara a través del centro peninsular debido a que, entre otras cosas, la afinidad del régimen portugués de Oliveira Salazar podría prestar ayuda. Otro de los objetivos de este avance era el de unirse con los insurgentes derechistas que se habían hecho con el control de gran parte de la provincia de Cáceres desde el 19 de julio y con las fuerzas de la Guardia Civil, Carabineros, de Asalto, el Regimiento Argel nº 27 y el Batallón de Ametralladoras nº2 que se encontraban en Plasencia.
Así pues, la entrada hacía Cáceres se hizo por la carretera general de Sevilla donde, una vez en tierras extremeñas, las fuerzas republicanas solo planteaban una resistencia real en Mérida y Badajoz, habiendo dispersos por el resto del territorio núcleos de resistencia formados por carabineros, guardias de asaltos, milicianos y tropas del Ejército Regular.
Finalmente, la tarde del 2 de agosto partió desde Sevilla una columna compuesta por el II Tabor del Grupo de Regulares de Tetuán nº1, la IV Bandera del Tercio, dos autoametralladoras, una batería de 70 mm, un tren de puentes, material para fortificaciones y transmisiones y servicios de sanidad e intendencia al mando del teniente coronel Carlos Asensio Cabanillas, entrando con facilidad en Badajoz hasta llegar a los Santos de Maimona. El 5 de agosto, los milicianos locales junto a 400 hombres llegados de Badajoz ciudad (una sección de ametralladoras y morteros de la Guardia de asalto, una compañía de carabineros y dos de fusileros del Regimiento Castilla nº3) intentaron frenar el avance sublevado pero fueron duramente castigados por las piezas de artillería de 70 mm y por el intenso fuego de ametralladoras. Pese a la resistencia de las tropas gubernamentales, el apoyo aéreo proporcionado por la V Escuadrilla de Breguet XIX y el consiguiente asalto de las tropas de África acabaron por diezmar a las fuerzas republicanas, muriendo más de un centenar de ellos y cayendo la posición a las 7 de la tarde en manos del teniente coronel Asensio y su columna.

El 3 de agosto, el comandante de la Legión, Antonio Castejón, también había salido desde Sevilla con dirección a Badajoz con otra columna motorizada formada por la V Bandera del Tercio, el II Tabor de Regulares de Ceuta y una batería de 75 mm. Este, fue ocupando las localidades a su paso hasta tomar Zafra la madrugada del 6 al 7 de agosto. A estas fuerzas nacionales ya mencionadas, el 8 de agosto se unirían la I Bandera del Tercio, el I Tabor de Regulares de Tetuán junto a varios guardias civiles y una batería ligera al mando del teniente coronel Heliodoro Rolando de Tella Cantos, sumándose a estos cuerpos guardias civiles, voluntarios civiles y falangistas que se encontraban a su paso.
Sin embargo, después de haber tomado Almendralejo y Torremejía, el verdadero reto de estas tres columnas no llegaría hasta el día 11 de agosto, en el que tendrían que asaltar Mérida, nudo de comunicaciones importante débilmente defendido por apenas dos piezas de artillería de 75 mm pero con un número importante de milicianos dirigidos por Carlos Rodríguez Medina, capitán de la Guardia de Asalto de la ciudad, y Pedro Martínez Cartón, diputado del PCE convertido en uno de los líderes milicianos de Mérida, y posteriormente uno de los jefes del Ejército Popular.
Iniciando una maniobra envolvente y tras destruir las dos piezas de artillería, las columnas de Asenio y Castejón (V Bandera y II Tabor de Tetuán) se introdujeron en la ciudad en apenas 5 horas, habiendo pequeños enfrentamientos con las milicias populares durante dos horas más, las cuales habían sido abandonadas por Rodríguez Medina y Pedro Martínez Cartón, que huyeron de la ciudad. Además, el apoyo aéreo republicano resultó sumamente inefectivo, tanto el enviado desde Madrid como el que partió desde el aeródromo de Don Benito, ya que lanzaron bombas desde una gran altura que causaron escasas bajas entre las filas nacionales.

Así pues, el Bando Nacional estaba saboreando un innegable éxito tras haber recorrido desde que partieron de Sevilla y en apenas 10 días más de 190 kilómetros sobre las lineas republicanas, pudiendo contactar con las fuerzas sublevadas de la provincia de Cáceres, bajo el mando del comandante José de Linos Lage, uniendo así dos franjas territoriales de fuerzas que se habían levantado contra el gobierno de la IIª República.
La mañana del 12 de agosto se produciría un acontecimiento primordial, pues el teniente coronel Yagüe acudiría a Mérida para dirigir personalmente el Ejército Expedicionario de África, conocido por los republicanos como la Columna de la Muerte, con el que, tras reorganizarlo, cargaría contra el último foco importante de Extremadura: la ciudad Badajoz, objetivo prioritario para Francisco Franco, que ya se encontraba en Sevilla, sobre la ciudad toledana de Talavera de la Reina, plaza republicana también importante.
Cerco sobre la ciudad de Badajoz
La rápida toma de Mérida por parte del Bando Nacional y el inicio de bombardeos el 7 de agosto sobre la plaza, había minado en gran medida la moral de las fuerzas republicanas que se encontraban en la ciudad de Badajoz para defenderla, con el coronel Ildefonso Puigdengolas al mando. No obstante, armado de valor y con la ayuda del teniente coronel de Carabineros, Antonio Pastor Palacios, preparó, gracias al amurallado del casco urbano, una defensa con el objetivo de frenar a los sublevados al igual que, en 1812, las tropas napoleónicas lograron frenar durante 20 días al ejército de Wellington en la misma ciudad. En aquel momento, Puigdengolas disponía para la defensa de la ciudad de 3.000 hombres, en su mayoría milicianos, equipados con fusiles y con armamento ligero. Esta cifra descendería progresivamente debido a las deserciones y cambios de bando que se produjeron durante esos días.

Estas fuerzas eran tan escasas debido a que días antes se habían enviado dos compañías hacia Guadarrama para que colaborasen en el objetivo de frenar el avance desde el norte del general Emilio Mola. Puigdengolas contaba también con la ayuda del comandante Calderón Rinaldi, con un alférez y varios suboficiales voluntarios del Regimiento Castilla, aunque apenas podía contar con unos pocos guardias civiles y guardias de asalto, así como con una única sección de carabineros. El resto de los hombres, dispersos pero bien posicionados, se situaban en el cuartel de Menacho, en el polvorín de San Gabriel y en los baluartes de Santa María y San Roque, ubicados en la muralla de Badajoz y dirigidos por el comandante Antonio Bertomeu Bisquert.
Pese a la escasez humana, se había preparado meticulosamente una defensa efectiva, situando puestos de ametralladoras en lugares concretos del recinto amurallado como la Puerta y brecha de la Trinidad, el edificio de Correos, el Hospital Militar, la Torre de Espantaperros o la torre de la catedral. Además, las posiciones de abrigo para los fusileros también estaban bien ubicada y, junto a las ya mencionadas ametralladoras, cubrían perfectamente muchas calles, las puertas y el centro del casco urbano. Del mismo modo se habían colocado barricadas tanto en el interior (en las calles paralelas a la Puerta Trinidad) como en el exterior de la ciudad, que estaría protegida por los soldados del Regimiento Castilla, equipados con morteros.
Las fuerzas del Bando Nacional (en torno a 2.000 hombres) estaban compuestas por la V Bandera de la Legión del comandante Antonio Castejón, el II Tabor de Regulares de Ceuta al mando del comandante Amador de los Ríos (que encabezaría el ataque), la IV Bandera de Asensio (comandante Viena Trápaga) y el II Tabor de Tetuán, capitaneado por el comandante Serrano Montaner y con el I Tabor de Regulares de Tetuan, comandado por Del Oro Pulido, que funcionaria como cuerpo de reserva. Todos estos cuerpos anteriormente mencionados quedarían bajo el mando absoluto de quien, por aquel entonces, ostentaba el rango de teniente coronel, Juan Yagüe.

El cerco de estas fuerzas sobre la ciudad de Badajoz comenzaría durante la noche del 13 de agosto y sería apoyada a primera hora de la mañana por sus fuerzas aereas, que bombardearían puntos clave del casco urbano de la ciudad, y durante la tarde por la 1º Batería de Montaña, la cual usaría su fuego de artillería del 10’5 desde el Cerro Gordo contra la ciudad. Hacía las 20:00, el II Tabor de Regulares de Ceuta había se encontraba avanzando por el suoreste, tomando el cuartel de Menacho. A su vez, la V Bandera se situó al sur, en la entrada de la carretera de Sevilla y la IV Bandera se desplegó en el oeste, en las inmediaciones del barrio de San Roque y de la Puerta Trinidad. Llegando casi hasta las orillas del Guadiana, el II Tabor de Regulares de Tetuán envolvió la ciudad por el extremo norte de su muralla. Todos estos movimientos se dieron sin apenas encontrar resistencia de milicianos que, ante la llegada de Ejército de África, se fueron replegando hacia el interior de la ciudad, por lo que la operación planeada por Yagüe disfrutó de un gran éxito inicial, pues el mismo día 13 ya habían cercado al completo la ciudad y se disponía para asaltarla al día siguiente, ya que esa noche no pudo contar con apoyo aéreo.

Durante estas operaciones, alrededor de varias decenas de soldados y varios oficiales del Regimiento Castilla, situados en el cuartel de la Bomba, al suoreste de la muralla, desertaron para unirse a las filas del Bando Nacional.
Yagüe toma Badajoz
La mañana del 14 de agosto, a las 5:30, Yagüe dio la orden de tomar la ciudad. Media hora más tarde, un Junkers alemán llegado desde Sevilla bombardeó diversas posiciones estratégicas de la muralla y del casco urbano de la ciudad causando grandes estragos en los defensores, los cuales se agravaron con el fuego de artillería nacional.
Los republicanos intentaron repeler el empuje de la infantería sublevada con fuego de fusiles y ametralladoras, intenso en algunos puntos de la ciudad y escaso en otros. Dos horas después, el alcalde de la ciudad, Sinforiano Madroñero, huyó hacia Portugal, acto que muchos otros imitarían ese mismo día.
Alrededor de las 11:00, los defensores de la ciudad presentaban una feroz resistencia en el flanco oeste de la ciudad, haciendo que el Ejército de África avanzara muy lentamente. El apoyo aéreo con el que contaba Yagüe era reducido (un único avión) pero efectivo en los bombardeos, logrando que huyeran dos cazas republicanos. Sin embargo, un avión gubernamental llegó a lanzar proyectiles sobre las filas del Bando Nacional, llegando a bombardear el puesto de Yagüe, el cual conoció esa misma mañana que las fuerzas republicanas estaban intentando tomar de nuevo Mérida, sin poder hacer nada al respecto.
El cambio de bando de los hombres del Regimiento Castilla que se encontraban en el cuartel de la Bomba, el cual daba acceso directo al exterior de la muralla, facilitó que la V Bandera de Castejón se hiciera con la totalidad del recinto sobre las 12:00 sin encontrar apenas resistencia. A continuación, los hombres de Castejón atacaron desde ahí la plaza de toros de la ciudad, el edificio de Correos (puesto de mando de Puigdengolas) y el baluarte de Santiago, atravesando el II Tabor de Regulares de Ceuta la muralla de la ciudad por las brechas formadas en el mismo edificio de Correos y en la Puerta del Pilar. Unos instantes antes de estos hechos, Puidengolas junto a Bertomeu y varios hombres más, huyeron hacía la frontera de Portugal en dos coches que cruzaron el Guadiana a través del puente de Palmas.
Después de la entrada de Castejón en la ciudad, Yagüe dio la orden a la IV Bandera de avanzar sobre la brecha abierta en la Puerta de la Trinidad, encontrándose esta con la resistencia de la 16ª Compañia, que con dos autos blindados y la efectividad de sus tiradores causaron grandes bajas entre los primeros legionarios que intentaban entrar en la ciudad. Llegando a darse combates cuerpo a cuerpo, en un segundo empuje, la IV Bandera diezmó a todos los milicianos y carabineros que allí se situaban, penetrando definitivamente en la ciudad para ir al encuentro de la V Bandera, que se encontraba en el centro de Badajoz desde las 14:30. Tras estos hechos, la lucha continuó en el casco urbano, siento especialmente intensa en las inmediaciones de la plaza de toros.
Mientras tanto, el II Tabor de Regulares de Tetuán, sitiaba la alcazaba por el norte de la ciudad el cual, tras ser repelido una primera vez, consiguió atravesar las defensas republicanas, entrando la 4ª Compañía por la puerta almohade de la Alcazaba, haciendo a su paso un gran número de prisioneros milicianos. Inmediatamente, los regulares del comandante Serrano pusieron rumbo a la cárcel provincial y al cuartel de San Agustín para liberar a los presos nacionales allí confinados. En las afueras de la ciudad, las tropas de Yagüe ya habían envuelto por completo Badajoz, tomando la 5ª Compañía el Puente de Palma, cerrando así todas la vías de escape posibles.

El teatro López de Ayala, lugar donde se encontraban los últimos defensores, fue incendiado con granadas de mano. Además, la resistencia que se encontraba en el coro de la catedral, compuesta por varios nidos de ametralladora, fue sofocada por la 20ª Compañía de la V Bandera tras la destrucción de la Puerta del Cordero.
Tras unas escaramuzas nocturnas en las que murieron 9 milicianos y 1 legionario fue herido, se dio por concluida la toma de la ciudad. El balance de bajas se cifró entre las filas del Bando Nacional en 300 entre muertos y heridos, 100 de ellos pertenecientes a la IV Bandera. Los republicanos sufrieron un mayor número de bajas que no se han podido determinar con exactitud pero se estima que fueron alrededor de 700.
Tras la toma de Badajoz, el Bando Nacional consiguió unir su zona de dominio del norte de la península con la del sur, facilitando de este modo el avance hacia el interior y hacia la capital a través del valle del Tajo. Los intentos posteriores de la República de tomar Extremadura u obstaculizar sus vías de comunicación fracasaron estrepitosamente. Además, los oficiales del Bando Nacional junto a 2.000 regulares y legionarios apoyados por artillería terrestre, demostraron una efectividad y superioridad táctica innegable ante un número mayor de defensores. No obstante, el Bando Nacional contaba con unas tropas mejor preparadas, las cuales se ganaron una fama de temibles y feroces tras esta batalla, más artillería y apoyo aéreo llegado desde Sevilla.

Las fuerzas republicanas, al igual que había pasado en Andalucía, fueron sumamente inefectivas, sobre todo en los enfrentamientos en campo abierto, demostrando que estaban descoordinados y mal organizados. Además, las habituales deserciones y la falta de artillería terrestre hicieron que los republicanos, muchas veces abocados a la guerrilla, combatieran en desventaja. Del mismo modo, la aviación republicana careció totalmente de efectividad a la hora de operar. No obstante, cabe resaltar la labor que desempeñaron las milicias populares, formadas por hombres, campesinos yo obreros en su mayoría, que en ese momento carecían de adiestramiento pero que se enfrentaron con valor en las murallas de Badajoz a militares profesionales como eran los legionarios y los regulares.
Lo singular de la Batalla de Badajoz es que la ciudad se tomó y defendió al estilo tradicional, es decir, el Ejército de África tuvo que tomar al asalto una ciudad amurallada, defendida por tiradores y nidos de ametralladora y contando con poco apoyo aéreo y artillero para la toma, concluyendo con éxito la operación en pocas horas, algo que no se vería en otros sitios como Oviedo, Teruel, Bilbao o Madrid.
La polémica: ¿Hubo matanzas en Badajoz?
Uno de los hechos que aun sigue candente y que levanta polémica entre estudiosos del tema es la cifra concreta de muertos que hubo tras la batalla con la represión y castigos que ejercieron las tropas del teniente coronel Yagüe sobre los vencidos, tanto milicianos, como soldados, guardias civiles, guardias de asalto o población civil que no se había sumado al golpe de estado. Sin embargo, cuando se leen los estudios realizados en libros o en la misma red, se puede ver que en la mayoría de los casos lo único que se hace es lanzar cifras de muertos, siendo mayores o menores dependiendo de las fuentes, pero que en muchas ocasiones están impregnadas de un trasfondo político en el que el mismo estudioso cuenta las bajas en muchas ocasiones dependiendo del bando del que es más simpatizante ideológicamente. No obstante, aquí además de aportar las dos versiones más aceptadas que se han arrojado, la que ofrece mayor cuantía de muertos y la que los reduce, y sin intención de encender los ánimos de los lectores del presente artículo, enumeraremos y analizaremos los factores contextuales y circunstanciales que nos podrían ayudar a entender el porqué de esas cifras y que fue lo que motivó a una innegable y dura represión.
Dejando a un lado el factor ideológico, nadie puede negar que lo sucedido en agosto del 36 en Extremadura nos enseñó una de las facetas y episodios más crudos y triste de la historia de España ya que, independientemente de los fusilados y ejecutados, durante los asedios que se dieron en Mérida y, especialmente, en Badajoz, se destruyeron multitud de viviendas y propiedades privadas durante los bombardeos, causando una cantidad considerable de civiles muertos y que miles de pacenses tuvieran que ser desplazados al ver su hogares destruidos o reducidos a ceniza. Sumados a los destrozos que la artillería terrestre y aérea produjeron, el sufrimiento de la población de Badajoz se vio incrementado por los daños materiales y los saqueos que perpetraron en la ciudad los soldados nacionales, mayormente los legionarios y regulares que desobedecieron las órdenes de los mandos del Bando Nacional, que mandaron que se respetara a la población civil y a sus propiedades privadas. De hecho, se aplicó entre los regulares africanos lo que comúnmente se conocía como «diezmo», que consistía básicamente en fusilar a uno de cada diez cuando dichas unidades cometían abusos o excesos fuera de combate.

Popularmente, la versión más extendida sobre los fusilamientos de Badajoz es la que el corresponsal de guerra americano Jay Allen, partidario ideológico de la República, ofreció en el diario Chicago Tribune el 30 de agosto de 1936, donde manifiesta que presuntamente fue testigo de 1.800 ejecuciones en la plaza de toros el día 15, entre los que incluía mujeres y niños, elevándose esa cifra hasta los 4.000 los días siguientes únicamente en la ciudad de Badajoz. Estos datos han sido aceptados por historiadores de la talla de Paul Preston que los relata en su libro El Holocausto Español. Más tarde manifestó que provincialmente las cifras llegaron a los 6.000, aunque lo cierto es que Allen no fue testigo de la Batalla de Badajoz, de hecho no llegó ni a pisar la provincia durante el conflicto, lo que hace que esos datos inicialmente pierdan prácticamente su veracidad.
Encontramos otras versiones más conservadoras, como la del periodista Pío Moa, cuyas fuentes utilizadas para el estudio del tema son de más que dudosa procedencia, que no aceptó los fusilamientos de la plaza de toros y propone que el total de represaliados sería de entre 500 y 1500 en toda la provincia.
Sin embargo, los datos que resultan de mayor fiabilidad por el gran número de fuentes consultadas son los ofrecidos por el historiador extremeño, Francisco Espinosa, lo cuales plasma en su libro La columna de la muerte. Aquí, manifiesta que hubo 1389 ejecuciones confirmadas en la ciudad de Badajoz hasta el momento pero alega que en la provincia pudo haber un total que superaba las 3.800.
Podríamos ponernos a cifrar las teorías de multitud de historiadores y estudiosos del tema, como Hugh Thomas, las cuales oscilan en su mayoría entre las 1.500 y las 4.000 víctimas, o a señalar los que apretaron directamente el gatillo contra dichos hombres, ya fueran milicias falangistas, guardias civiles, regulares o legionarios, pero no haríamos más que incurrir en error si señalamos una cifra o un ejecutor concreto sobre lo sucedido en Badajoz.
Lo que si es totalmente verídico es que tras la toma de la ciudad se practicaron fusilamientos y ejecuciones en lugares como la catedral, la plaza de toros, la plaza de San Juan u otros lugares del municipio. Como bien es sabido, el mismo Juan Yagüe, conocido después entre las filas republicanas como «el carnicero de Badajoz», admitió las ejecuciones pues las columnas a su mando partían en dirección a Madrid en un momento que apremiaba la necesidad de poner fin al conflicto y no podía correr el riesgo de dejar posibles focos de insurrección en la retaguardia, por lo que dio la orden de ejecutar a todo prisionero, pero respetando siempre la vida de mujeres y niños.
Factores a tener en cuenta:
En primer lugar, eran los primeros compases de la guerra, pues solo había pasado un mes desde que se produjo la insurrección militar, por lo que todavía quedaban unos meses para que la guerra se «humanizase», ya que los ánimos estaban caldeados en ambos bandos, produciéndose actos deleznables en los dos lados. Poniendo dos ejemplos, las milicias revolucionarias arrestaron y asesinaron a 350 personas entre el 7 y el 13 de agosto, lo que causó ánimos de venganza entre los reprimidos cuando el Bando Nacional se hizo con el control de la zona. El otro ejemplo, son los terribles hechos que perpetraban en su mayoría los soldados marroquíes de Yagüe, que saqueaban los pueblos a su paso y cometían continuas violaciones.
Otro factor a tener en cuenta es el impacto que el movimiento obrero había tenido en zonas rurales pobres del país como Extremadura o Andalucía, lo que hizo que muchos sujetos pertenecientes a sindicatos de trabajadores, partidos políticos o simplemente ideológicamente afines a la causa republicana fueran susceptibles a la posterior represión aunque no hubieran empuñado un arma durante las distintas escaramuzas. Lo que si es conocido es que muchos de los fusilados en Badajoz fueron personas a las que se encontraba con armas o campesinos y jornaleros que habían cogido un rifle para la defensa de las ciudades o pueblos.
Además, debido al vacío de autoridad que la República había dejado en Extremadura y el inicial que hubo tras el control de los nacionales en el territorio, los milicianos pertenecientes a sindicatos falangistas o de derechas actuaron en muchas ocasiones como la policía del territorio, deteniendo y ejecutando a civiles en los distintos pueblos de la zona. También, como se ha mencionado anteriormente, el Bando Sublevado tenía prisa por acabar la guerra y sabía que si Madrid caía el resto del país también lo haría, por lo que las columnas que se dirigían hacia la capital no podían gestionar un número notable de reos ni dejar posibilidad a un levantamiento popular en su territorio, por lo que se dio la orden de ejecutar a todos los prisioneros que se fueran haciendo en los distintos pueblos y ciudades según avanzaban.
Por otro lado, no es una sorpresa decir que a ambos bandos les «favoreció» que la población creyera que se habían cometido matanzas en Badajoz. La propaganda republicana siempre funcionó mucho mejor que la de los sublevados durante la guerra y explotando la represión de la ciudad hacían un llamamiento para que la gente se afiliara a su causa, convirtiéndose en todo un icono popular al igual que más tarde fue Guernica.
En el caso del Bando Nacional, fueran o no ciertas las cifras que se estaban extendiendo como la pólvora, les venía perfectamente la situación ya que lanzaban un claro mensaje a los ciudadanos de todos los territorios españoles en una guerra que se preveía larga: «esto es lo que os pasará si os oponéis a nosotros».
Para concluir, se pueden proponer infinidad de cifras de muertos, algo que no paliará el dolor de las pérdidas humanas, pero hasta que no sean excavadas todas las fosas comunes que hay en la provincia de Badajoz y sean contabilizados los restos no vamos a saber una cifra que se aproxime a la exacta de los muertos que cayeron en suelo extremeño.
–A mi bisabuela Paula, dama inquebrantable, eternamente enlutada, que cargó de por vida con las cicatrices de la guerra.
Bibliografía
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