El siglo III es uno de los periodos más convulsos para la historia de Roma, las antaño victoriosas legiones pugnaban por el poder entre sí, en luchas fratricidas que lo único que conseguían era que los pueblos bárbaros destruyesen lo construido durante los siglos anteriores. El Imperio se fracturaba a pasos agigantados, pronto, los emperadores no tendrían nada que gobernar. Entonces, surgió una figura, un general aupado por sus tropas a la virtud imperial, y con la fe ciega de sus hombres, reunificó el imperio.
El artículo puede ser algo confuso, por la cantidad de emperadores que se suceden unos detrás de otros. Para ello os hemos facilitado una lista de los emperadores al final del artículo. En el artículo algunos emperadores han sido omitidos por no ser relevantes y para permitir la legibilidad del texto.
Un imperio en llamas
Lucio Domicio Aureliano nace en una humilde familia de Serdica, lo que hoy sería Sofía, en Bulgaría. Sus orígenes son bastante desconocidos por esto mismo, pero, se cree que para buscarse un porvenir se va a alistar con veinte años al ejército romano -sobre el año 235-, momento en el que Alejandro Severo, último de esta dinastía, es asesinado. Aun así, Aureliano se va a criar en un Imperio de gran prosperidad que se debe, en cierta medida, al gobierno de la dinastía de los Severos, momento en el que Roma tenía una enorme amplitud territorial y pese a algunos descalabros políticos, el Mediterráneo parecía tener una unidad irreprochable. Sin embargo, el mundo que verá el futuro emperador cuando entre en su madurez va a ser muy diferente, marcado por una grave crisis política y monetaria. Sin embargo, esta fuerte crisis se va a ver también engrandecida por la falta de datos que tenemos sobre ella, lo que va a dar una sensación de «Edad Oscura» que añade más interés si cabe a este periodo. Lo que está claro, es que Aureliano va a llegar al mundo en un periodo que poco tiene que ver con el que tras su muerte deja como legado.
Tras la muerte de Alejandro, se produce la Anarquía Militar, un periodo histórico en el que distintos generales son sucesivamente aupados al mando del Imperio por sus tropas para luego morir asesinados por estas mismas o por sus enemigos políticos. Va a ser una constante creando una fractura política ya prácticamente irreparable. Sin embargo, este periodo turbulento tiene mucho que ver con la propia génesis del Imperio Romano, por lo que hay que retroceder algo más de dos siglos, hasta el momento en que Augusto – de la manera más sibilina posible – decidió como iba a configurarse el Imperio.
En primer lugar, el problema de la sucesión siempre estuvo muy marcado, haciendo que la muerte natural de los emperadores fuera la excepción y no la regla. Incluso en el siglo I d.C. el imperio vivía una guerra de poder en las familias imperiales. Esto ocurre porque no hay un camino claro para acceder a la púrpura, razón por la cual todo el que la quisiera para sí iba a entrar en un juego secreto de influencias, traición y muerte. Por esta razón, hay varias situaciones de «anarquía» como la crisis del 69 d.C. – conocida como «año de los cuatro emperadores» – o la del 193 d.C. – conocida como «año de los cinco emperadores» -. El problema es que esto solía solucionarse en un año o incluso menos, en cambio, en el siglo III, va a durar desde el 235 hasta el 284 (o 268 dependiendo de si se incluye a los emperadores ilirios o no).
El segundo punto también es crítico. En muchos casos, durante los primeros dos siglos los emperadores romanos no participaron activamente en las guerras, sino que otros generales más aptos las desarrollaron por ellos, claro que siempre hubo grandes generales con la púrpura. El propio Octavio Augusto dejó en manos de Agripa la mayor parte de sus esfuerzos bélicos, por ejemplo. Sin embargo, a mediados del siglo II la presión empezó a ser muchísimo más dura en las fronteras, lo cual obligó a los emperadores a liderar ejércitos. No podemos olvidar, que la sociedad romana, es una sociedad marcial. La mitad del gobierno de Marco Aurelio estuvo basado en contener la frontera danubiana. Por lo tanto, la relación que mantenían así con los ejércitos se volvía muchísimo más importante que anteriormente. En muchos casos que un emperador poco capaz se pusiera al mando de un ejército causaba graves derrotas y costaba la vida de muchos legionarios que llevaban años en el oficio, lo que hizo más común que asesinaran a sus mandos cuando veían que eran especialmente torpes. Las legiones del Danubio empezaron a tener una importancia capital en este punto, razón por la que algunos emperadores surgieran de sus filas, como Septimio Severo. Paralelamente, el imperio romano empezaba a ser demasiado grande para ser gobernado por una sola persona, pues el emperador era requerido en muchos puntos del mismo.
Es en este punto, con la llegada de Septimio Severo (193-211) al poder, donde el Imperio Romano estalla de tanto engordar, ya que con sus conquistas en Oriente Medio las líneas defensivas y de suministros eran insostenibles, algo que se demostrará claro con la llegada de un mucho más incapaz Caracalla (211-217).
En la frontera del Danubio, la amenaza goda cada vez era mayor. Para el 230 la presión en las fronteras era bastante insostenible y los saqueos eran constantes. Sin duda, en este lugar la posición era más fácilmente defendible por los romanos, pero, curiosamente fracasaron, ya que unos años después un ejército godo invadió los Balcanes y venció a los romanos matando por el camino a un emperador – Decio Trajano – en la batalla de Abrito.
La respuesta del Imperio fue lenta, ya que a duras penas podía mantener con sus fuerzas militares una frontera tan extensa. En consecuencia, lo que van a hacer es hacer más frecuentes las vexillatio, unidades básicas de legionarios y sobre todo auxiliares que permitían mayor movilidad para reforzar los limes romanos. La legión pierde importancia frente a estas unidades – que solían ser una o dos cohortes – mucho más dinámicas en su desplazamiento. Aquí se ve una de las grandes carencias que siempre había tenido la ciudad del Tíber: la caballería, que no terminaba de ser efectiva en combate, algo que va a desarrollar mucho Aureliano que destacaba como un brillante comandante de caballería antes de convertirse en emperador.
El desvanecimiento del «sentimiento de romanidad» es otro de los pilares fundamentales en esta crisis. Con el emperador fuera de la ciudad eterna, el eje de poder se fue desplazando a cualquier lugar que fuera este. De esta manera, se potenciaron toda una serie de capitales provinciales allá donde solían asentarse los emperadores y su suerte de corte marcial. Esto se potenciará finalmente con la Tetrarquía, donde serán cuatro ciudades las que tengan preeminencia sobre las demás y finalmente se catalizará con la construcción de la «Nueva Roma», es decir, Constantinopla.
De esta manera, encontramos también que el senado pierde muchísimo poder en las decisiones del emperador. Siempre fue un dolor de muelas para muchos emperadores, como Adriano, pero va a llegar un momento en el no tengan relevancia en absoluto. Queda claro en personajes como Didio Juliano, senador que durante el Año de los Cinco Emperadores compró el título en subasta. Como era de esperar no fue capaz de hacerse con el cargo porque, al fin y al cabo, mandaba el ejército y estos habían elegido a Niger en Asia Menor, Clodio Albino en Britannia y a Septimio Severo en el Danubio.
Roma perdía la hegemonía del Mediterráneo y el senado perdía muchísima legitimidad (aunque cabe decir que la institución sobreviviría y por mucho al propio Imperio). ¿Cual era la siguiente víctima en caer en las garras de la crisis? La religión, cuyas tradiciones llevaban años perdiéndose en favor de cultos provenientes del este, como el culto egipcio a Isis y Serapis, que ya estaba bastante extendido en el siglo II como vemos en la obra de Apuleyo «El asno de oro». También había llegado el mitraismo y la diosa Cibeles, filtrado desde Oriente Medio desde el Indo. Los misterios de Mitra tenían muchas referencias al sol, como es el caso del Sol Invicto, que se va a atribuir a sí mismo Aureliano.
Lo cierto es que estos cultos van a convivir en un marco de politeísmo sin problema con las viejas tradiciones romanas. No obstante, el cristianismo operaba de forma distinta ya que sus creencias se consideraban incompatibles con cualquier otro culto. Las persecuciones a esta religión -tanto directas como indirectas- van a ser una constante durante los siglos III y IV hasta la llegada de Constantino.
Para entonces, en las vísperas del milenario de Roma y entre pomposas festividades, el Imperio sucumbía a la oscuridad.
Entendiendo al Imperio de Palmira
Palmira no es una ciudad normal, sino que es uno de los enclaves comerciales más importantes del mundo antiguo. Esto se debe en buena parte a su localización en un oasis en el que convergían buena parte de las caravanas comerciales entre occidente y oriente. Hablaban una variante del arameo y realmente, para buena parte de su población se llamaba Tadmor, no Palmira.
Adriano, en su plan de reestructuración del este le dio a Palmira la entidad de ciudad libre. Sin embargo, Septimio Severo la volvió a reintegrar en el mundo romano convirtiéndola en colonia. Aun así, la cultura semítica de la ciudad se parecía mucho más a la de Ctesifonte, capital del Imperio Parto y Sasánida. Estos imperios habían sido los enemigos tradicionales de Roma y tras el fracaso de Gordiano III en su campaña contra los sasánidas le habían pegado un buen «mordisco» a los territorios del oriente romano. Ante esta coyuntura, Filipo el Arabe, -sucesor y posible asesino de Gordiano- no tuvo más remedio que firmar una paz vergonzosa y retirarse, aunque esperando un nuevo momento para atacar. Mientras tanto dejó a su hermano en el puesto de rector orientis, es decir, dirigente en oriente. Sin embargo su gobierno fue totalmente impopular y para el 248 todo el este estaba levantado en rebeldía.
Sapor, el mandatario persa llevó a cabo la campaña más devastadora contra las fronteras romanas que solo fue detenida tras el saqueo de Antioquía. Tiempo que aprovechó el nuevo emperador, Valeriano buscando emular a los grandes romanos del pasado. El caso es que los iba a imitar, pero no como esperaba ya que en el 260 sería atrapado tras una batalla muy cerca de Carras, lugar donde las legiones de Craso fueron aniquiladas. Sapor, que era un monarca bastante capaz hizo trizas al ejército romano capturando y asesinando al emperador. Era la segunda vez en menos de diez años que un emperador moría y su ejército era aniquilado a manos de enemigos externos, ya que Decio, el sustituto de Filipo el Arabe murió en Abrito a manos de los godos en el año 251. Podemos ver así, que la aniquilación sistemática de los ejércitos romanos no son algo propio solo del desastre de Adrianópolis un siglo después, sino que empezaron a ser una constante. Aun así, el Imperio quedaba en buenas manos, pues lo heredaría su hijo y co-dirigente: Galieno Augusto.
Sin embargo, los persas encontrarían un freno en la figura de un personaje tremendamente inesperado: Odenato de Palmira, miembro de una de las grandes familias de Palmira y con la ciudadanía romana desde tiempos de Septimio Severo. Éste se nombraría príncipe de Palmira (mr en su idioma) y daría su apoyo en el gobierno a Galieno, hijo de Valeriano que gobernaría en Roma. Sin embargo Galieno ya no gobernaría un Imperio unificado. Aunque de facto, Palmira ya era independiente, el emperador le dio el título de corrector totius orientis, algo parecido a lo que había hecho Filipo con su hermano.
Odenato iba a continuar con sus campañas militares, venciendo a los persas en distintos frentes y reconquistando varios territorios. A su vuelta se nombraría Rey de Reyes, título que un año después le daría a su hijo. El nuevo monarca llegó hasta tal punto de poder que fue capaz de llegar con sus tropas hasta Ctesifon, la capital sasánida. Aunque no podía tomarla, era una demostración de poder. Tras esto sería nombrado «imperator» por sus tropas. Ya era el año 267 y su vida estaba llegando a su fin, posiblemente asesinado. Pero, era el menor de los quebraderos de cabeza para un Galieno que no era ni mucho menos un mal emperador.
El origen del Imperio Galo: la revuelta de Póstumo
Galieno iba a pasar buena parte de su vida batallando contra usurpadores que surgían en todos lados, como por ejemplo en la Galia, en el Danubio o en el Rin. Así como a su mayor enemigo, Macriano, al que venció gracias al apoyo de Palmira y Odenato. Por su parte, los francos arrasaban todo a su paso, llegando a saquear Tarraco e incluso Gibraltar.
De nuevo con ayuda de Odenato en el este, va a ir eliminando a todos los usurpadores hasta conseguir el control del maltrecho Imperio. Sin embargo no va a ser capaz de vencer a Postumo, general del Rin que se había hecho con la Galia tras los ataques francos y aprovechando la muerte del padre de Galieno. Va a tomar todos los títulos propios de emperador y se va a nombrar cónsul, dirigiendo así la Galia a su antojo utilizando como capital Colonia. Durante su vida, mantendrá la máxima extensión del Imperio Galo: Britannia, Galia, parte de Germania e Hispania. Sin embargo, para el 268 moriría asesinado y sus territorios empezarían a desintegrarse rápidamente.
El sol invicto alcanza la púrpura
Galieno fue un emperador con muchísima energía para emprender una aguerrida lucha contra los invasores exteriores y contra los usurpadores, algo que le granjearía muchísimos enemigos. Así, acabaría muriendo asesinado en el asedio de Milán contra Aureolo, un usurpador. Los culpables del asesinato serían los miembros de su propia plana mayor.
Llegaría al cargo Claudio II Gótico, el primero de la segunda dinastía Flavia y posible abuelo de Constancio Cloro – o su sobrino- y por lo tanto, bisabuelo de Constantino. Lo primero que hizo fue quitarse de en medio a todos los conspiradores que acabaron con Galieno. Al menos los que lo hicieron directamente, ya que Aureliano estaba metido en ello y se convirtió en su mano derecha alcanzando el puesto de comandante de caballería.
Mientras los romanos estaban terriblemente ocupados en matarse a sí mismos, los hérulos y los godos aprovecharon la ocasión para invadir de nuevo los Balcanes. A pesar de ello, Claudio II no iría inmediatamente, pues acababa de morir Póstumo asesinado por sus tropas al evitar que se saqueara una ciudad. Estuvo un tiempo decidiendo si atacar a los galos o a los bárbaros y entonces sí, marchó hacia los Balcanes. Antes de marchar enunció posiblemente las siguientes palabras:
La guerra contra un usurpador es algo personal, la guerra contra los bárbaros es un asunto de Estado.
Claudio II Gótico.
Frase posiblemente apócrifa
Cuando los godos descubrieron que los romanos se dirigían hacia ellos, cesaron su asedio a Tesalónica. Aquí es donde Aureliano empezó a ganar muchísima relevancia, ya que con su caballería dálmata aniquiló a cerca de 3000 godos utilizando la guerra de guerrillas y ataques rápidos y certeros. El futuro emperador destacaría muchísimo en la utilización de la caballería.
Tras varias batallas sin decidir, la guerra se convirtió en algo de larga duración, basado en emboscadas y contraemboscadas entrando en un circulo vicioso en el que ambos ejércitos sufrían enormes bajas pero ninguno era capaz de rendirse por el propio estilo de la guerra. En este momento, Claudio II se marchó para luchar contra el Imperio Galo mientras el propio Aureliano se dedicaba a enfrentarse a los godos, a los que hostigó constantemente hasta que tuvieron que huir.
Claudio II moriría en la Galia, después de arrancarle un buen pedazo de territorio a los usurpadores galos. Desafortunadamente, moriría tras contraer algún tipo de enfermedad. Inmediatamente fue deificado por el senado. El sustituto natural para llegar al imperio era Aureliano, cuyo poder era enorme ya que tenía a su mando a las legiones de los Balcanes, las más curtidas en ese momento. Era el año 270 y el senado no veía con buenos ojos su nombramiento, buscaban alguien más dócil para el puesto, sin embargo, pronto sería nombrado por sus propias tropas. Quintilio, hermano de Claudio II también había sido nombrado emperador. Sin embargo, cuando fue a enfrentarse a Aureliano se cortó las venas al ver que tenía unas tropas muy inferiores a las de su rival. Así, el nuevo emperador tenía paso abierto hacia Roma.
Durante los primeros dos años de su Imperio, se encargaría de consolidar su poder, continuó los homenajes hacia Claudio II buscando una legitimación de su poder. No tardaría mucho en salir de Roma, ya que los vándalos asdingos habían atacado Panonia. Serían derrotados sin muchas dificultades siendo obligados a pagar 2000 caballos a Roma. Pero, entonces, un ejército bárbaro cruzó el Danubio. En su persecución, Aureliano cayó en una emboscada teniendo unas grandes bajas debido a que sus tropas estaban exhaustas por la dura marcha que llevaban. De esta manera, el ejército enemigo tenía vía libre hacia Roma, donde cundió el pánico.
A pesar de las enormes bajas que había tenido, Aureliano reorganizó a sus tropas y les alcanzó en la vía Flaminia, donde finalmente les derrotó. Este hecho hizo que surgieran distintos usurpadores y revueltas populares que dejaron a Aureliano en un momento de clara debilidad. Era la invitación que necesitaban los godos para volver a entrar por la ventana del Imperio. Moesia y Tracia volvían a estar arrasadas y saqueadas por la amenaza gótica. Sin embargo, Aureliano infligiría la derrota definitiva a estos, cuando en otoño del año 271 aplastara a su ejército y matara a su rey Cannabas.
Moesia y Tracia se recuperaron pronto de la invasión, pero la situación de la Dacia romana era insostenible. La decisión de Aureliano fue quizás radical, ordenó abandonar la provincia y establecer la frontera en el Danubio.
La caída del Imperio de Palmira
A la extraña muerte de Odenato, su sucesora será su mujer: Bath-Zabbai o Septimia Zenobia, la cual será consciente de que la muerte de su marido puso en peligro todo lo que había construido. El gobierno de Odenato había sido totalmente personalista, y cuando un régimen es así, el traspaso de poder siempre es peliagudo, pues los cimientos se tambalean. De esta manera, Zenobia iba a dar los mismos títulos a su hijo que los que tenía el propio Rey de Reyes. Ella actuaría como regente. Para ello, se apoyó en dos generales de los tiempos de su marido, Zabdas y Vorôd, en los cuales encontraría un apoyo de enorme confianza. La confianza, como hemos visto, era la moneda más cara durante este siglo, pues las redes clientelares hacían que las traiciones fueran una constante.
Conquistaron Egipto y el Levante durante la muerte de Claudio II, pero no entraremos en sus campañas militares pues posiblemente hablemos de ello en un próximo artículo. Después conquistó Siria y Asia Menor, llegando así a la culminación de su poder. Lo que está claro es que Aureliano no iba a quedarse de brazos cruzados y decidió llevar a cabo una campaña contra Zenobia con el objetivo de conjurar su amenaza. Según la Historia Augusta, Aureliano envió a Marco Aurelio Probo por mar contra Egipto mientras él atacaba por Asia Menor. Con su ejército cruzó Asia Menor y entró triunfante en Ancyra (actual Ankara). Más tarde marcharía hacia Tyana, donde le cerraron las puertas, razón por la que juró no dejar ni siquiera vivos a los perros. Sin embargo, después, se mostró clemente, algo que no gustó a sus tropas, que querían saquear la ciudad. Si vamos unas líneas más arriba, Póstumo, el usurpador del Imperio Galo, había sido asesinado por sus tropas por esto mismo. Después de esto, fue marchando por Asia Menor con mucha facilidad hasta llegar a Siria, el corazón del poder de Zenobia.
Aureliano estaba a escasos kilómetros de Antioquía y el río Orontes, pero entre medias se interponía el ejército de Zabdas, un rival duro y que había dado numerosas victorias a Palmira. Había aprovechado el territorio con gran esmero para rentabilizar al máximo a las fuerzas más poderosas de las que disponía: clibanarii y arqueros. Para ello se colocó en el lado occidental del río Orontes pudiendo interceptar y verse favorecido por el poderío de su caballería super pesada.
Aureliano se enteró de esto y se dio cuenta de que los palmirenses tenían una importante ventaja táctica. En consecuencia decidió desbordar el flanco del este del lago por la zona sur del río Orontes. Esta maniobra permitía anticiparse al asalto frontal haciendo que la retaguardia quedara confusa durante un tiempo, además de cortar la línea de retirada enemiga hacia el este. Finalmente y la más importante, el este no le permitía tanta ventaja táctica a la caballería pesada de Zabdas.
Éste fue consciente de la maniobra del emperador romano y se dio cuenta de que tenía que interceptar al ejército enemigo en las planicies del este del lago antes de que llegaran al terreno montañoso donde la caballería no conseguiría nada. Para ello envió rápidamente a su caballería por el río Orontes para reforzar el pequeño contingente que tenía colocado en ese lado. Era el turno de Aureliano, que sabía que si no hacía nada, la caballería de Palmira arrasaría a sus tropas. La respuesta fue astuta, ya que Aureliano envió a su caballería ligera contra ellos, y en el primer choque se retiraron, esperando que fueran perseguidos por estos. La caballería cayó en la trampa y cuando los caballos estaban terriblemente agotados – no hay que olvidar que son caballería muy pesada – la caballería romana hizo una cuña y cargó contra ellos con tal ferocidad que la matanza fue terrible.
Aureliano era experto en el uso de la caballería, pues había invertido años de su vida en estos cuerpos. Además, en esta batalla demostró ser un gran táctico. La batalla de Immae, la primera gran batalla de las guerras palmirenses se saldaba con una gran victoria romana.
A raíz de esto, Zenobia no tuvo otra opción que abandonar Antioquía, y su retirada pudo ser bastante peligrosa ya que los pobladores de la ciudad se levantaron a favor de los romanos. Zabdas, para ganar tiempo, inventó que habían capturado a Aureliano y en cuanto oscureció, él y la reina huyeron de la ciudad, allí se reunieron con su ejército y se marcharon hacia Homs (anteriormente conocida como Emesa). El príncipe romano aun no sabía de esto y mandó que la caballería rodease la ciudad y marchase directamente contra el campamento de Zenobia mientras la infantería asediaba la ciudad. Sin embargo se encontraron las puertas abiertas, razón por la que hizo un perdón general en la ciudad.
Aun así, todavía quedaba un contingente militar en las inmediaciones, apostados en una colina. Aureliano mandó a sus tropas en formación de testudo y con total disciplina los legionarios aniquilaron a las tropas enemigas. Antioquía fue la primera piedra en un enorme templo de victorias, a partir de ahí, todas las ciudades le abrían las puertas y le recibían como un héroe. Hasta que se encontró de frente con un ejército de 70.000 palmirenses en las planicies del sur de Homs.
Esta batalla suponía un mayor reto que la anterior, que prácticamente había sido una escaramuza de caballería. Las fuerzas eran equivalentes, teniendo más o menos el mismo número de tropas, aunque la caballería palmirense era ligeramente menor por las bajas sufridas. Aureliano intentó una táctica parecida en esta ocasión para quitarse del medio a las unidades montadas enemigas, sin embargo, esta vez no le salió tan bien. La caballería romana no estaba tan fresca como en la batalla anterior, lo que permitió que sus rivales se acercaran mucho a las lineas romanas por lo que se ordenó una retirada táctica que pronto se convirtió en una estampida. Las bajas montadas fueron cuantiosas para los romanos, pero los palmirenses se confiaron demasiado presionando en exceso y rompiendo las líneas con todo su ejército por lo que los romanos pudieron darle la vuelta a la tortilla efectuando un rápido contraataque. Según cuenta Zósimo, se destacaron brillantemente los garroteros palestinos.
Esta falta de disciplina en el seno del ejército palmirense hizo que pronto se convirtiera en una estampida en la que solo unos pocos pudieron escapar ilesos. Las bajas fueron enormes y la situación se deterioraba cada vez más para Zenobia a la que pronto capturaría, no sin antes lidiar con la guerra de guerrillas que le iban a plantear una serie de tribus árabes nómadas que eran leales a la reina. Aunque, luego se cambiarían de bando.
Ésta buscó el apoyo de Sapor el persa, pero estaba gravemente enfermo y cerca de la muerte. La sucesión estaba siendo bastante disputada así que el legendario enemigo de Roma no se quería meter en camisa de once varas. Zenobia estaba sola. A pesar de ello intentó escapar para pedir en persona ayuda a los persas, algo que no conseguiría, pues fue capturada por el ejército de Aureliano.
Los palmirenses empezaron a llevar regalos a Aureliano a modo de lisonja, pero desde su punto de vista, se habían rebelado contra Roma, y eso es algo que ningún mandatario podía perdonar a la ligera. Aun así, no fue muy duro, puso una guarnición mínima en la ciudad y ordenó que los altos cargos de la ciudad-oasis fueran juzgados. Económicamente, la guerra había dejado las arcas romanas exhaustas, así que se confiscaron todas las obras valiosas de la ciudad para sufragar los gastos. Palmira era una ciudad riquísima, así que no era difícil conseguir esto.
Aureliano no tenía ganas de meterse en más problemas en el este, asi que planteó estas victorias como un triunfo sobre su enemigo ancestral en el este más que como una simple guerra civil. Incluso dirigió personalmente algunas operaciones de menor importancia contra algunas tropas persas que estaban en la frontera intentando rebanar territorio al maltrecho Imperio. Como la situación política de su imperio también estaba maltrecha, decidieron retirarse. Enviaron delegados y se aseguraron de que las rutas comerciales seguirían siendo beneficiosas para los dos poderosos estados.
En los juicios, Zabdas fue condenado a muerte y Zenobia fue paseada por todo el este del Imperio de camino hacia Roma, siendo humillada constantemente. Después de esto, no se supo nunca nada más de ella, quizás fuera perdonada y vivió en una villa romana cercana. Los palmirenses se volverían a rebelar, pero esta vez Aureliano no tendría tanta piedad, asesinando sin compasión a todo aquel que se hubiera levantado en armas y arrasando la ciudad.
El final del Imperio Galo. La campaña de Châlons
El Imperio Galo llevaba sufriendo una lucha de poder desde su propia creación por Póstumo. Como ya hemos dicho, fue asesinado por sus hombres tras negarse a saquear una ciudad, desde entonces habían pasado toda una serie de emperadores incapaces que morían uno tras otro en distintas circunstancias. El último será Tétrico I, que gobernará conjuntamente con su hijo Tétrico II al que nombrará César y que traerá cierta estabilidad al Imperio, aunque su gestión económica fue bastante penosa. Se habla de algunos usurpadores como Faustino, pero no parece que acuñaran moneda, lo que supone que no tuvo que durar mucho el levantamiento.
Cuando Aureliano llega en el 274 y comienza sus campañas militares, las relaciones de Tétrico con su ejército se habían deteriorado de forma irresoluble. Aureliano cruzó los Alpes y se unió a las fuerzas que estaban en Grenoble, de allí marchó a los valles del Ródano y Saona hasta que se encontró con Tétrico en los campos Cataláunicos. Durante la batalla, de la que apenas tenemos información, el emperador Tétrico cayó prisionero y su ejército se desmoralizó de tal manera que huyeron, cargando las tropas de Aureliano contra ellos montando una auténtica carnicería.
Otra versión dice que Tétrico no cayó prisionero, sino que se entregó antes de la batalla tras una serie de negociaciones secretas con Aureliano. De no ser así, es muy posible que sus propias tropas le hubieran asesinado. Para ello usó las palabras:
Rescátame, invicto, de estos males.
Es decir, se entregó antes de librar la batalla, pero aun así es posible que la batalla se librase. De esta manera salvó su vida, aunque es posible que todo esto sea pura propaganda aureliana. Otra versión dice que no se enfrentaron pero si se causó una decimatio en sus tropas (matar a uno de cada diez hombres). Lo cual dejó totalmente desprotegido la frontera del Rin.
Después de pasear a Tétrico en su triunfo militar, le permitió seguir teniendo una vida normal en puestos administrativos del imperio. Creó un puesto para él denominado «corrector Lucaniae» pero acabó sus días siendo «corrector totius Italiae«. Es decir, gobernador de estas localizaciones. No purgó de la administración a aquellos que habían formado parte del Imperio Galo, sino que les permitió seguir con sus tareas e incluso ascendió a varios. Así, todo daba una sensación de continuidad alentando al orden público. Lo que si cambió fue la capital del oeste, que en tiempos de Póstumo parecía ser Colonia y ahora Tréveris, pero se había convertido en un foco de disensión así que optó por relocalizarla en Lyon.
Más tarde tendría que volver a la Galia para acabar con algunas revueltas.
Que la tierra te sea leve: la muerte del emperador
Corría el año 275 y sin saberlo, la vida de Aureliano estaba llegando a su fin. Llevó algunas campañas menores en Raetia, Norico y en Augsburgo para posteriormente dirigirse a los Balcanes. Se encontraría en la Tracia cuando fue asesinado conquistando un pequeño enclave entre Bizancio y Heraclea llamado Caenophurium contra los escitas. La idea era dejar estos territorios asegurados y luego partir hacia Persia para enfrentarse al natural enemigo romano.
Para los historiadores cristianos, Aureliano fue asesinado porque quería llevar a cabo una persecución similar a la de Decio sobre estos creyentes. La Historia Augusta lo relaciona más bien con la crueldad con la que acababa con los corruptos, a los que castigaba con una dureza inusitada. También era muy duro con la disciplina de sus hombres, pero es posible que estas informaciones sean exageradas.
Según las fuentes, Aureliano fue asesinado por culpa de Eros, un liberto secretario o notario de su estado mayor. Temiendo un gran castigo tras cometer un error administrativo, inventó una lista de generales que iban a ser ajusticiados por Aureliano – y que formaban su plana mayor -. Por miedo a la muerte, estos montaron una conspiración y le apuñalaron aprovechando que no estaba con su guardia. Eros fue asesinado poco después.
Tras su muerte, sería deificado pese a la oposición de parte del senado. El pueblo, sobre todo el de Roma, le amaba por todas las mejoras que había traído su gobierno. Con la caída del Imperio Galo había recibido el título de restitutor orbis y ahora, póstumamente, sería conocido como Divus Aurelianus.
La inestabilidad posterior a su muerte será tratada en el siguiente artículo, en el que repasaremos la vida y obra de Diocleciano, haciendo hincapié en la gran persecución a los cristianos y en la tetrarquía.
Concluyendo
Para empezar, cabe mencionar que dejamos en el tintero muchísimas cosas. La construcción de la muralla de Aureliano en Roma, su nueva política fiscal y monetaria, las provincias y el ejército durante su mandato… pero de ser así el artículo sería inabarcable así que hemos optado por dejar las actividades socio-económicas para un artículo en concreto.
Sobre todo, en lo que queremos ahondar en próximos artículos sobre Aureliano es en su apoyo en la religión para legitimarse y en como utilizó el sol para ello. Un tema muy interesante, centrado en los misterios de Mitra.
Material de apoyo:
Bibliografía:
KULIKOWSKI, Michael. Rome’s Gothic Wars: from the third century to Alaric. 2007. Cambridge University Press.
ROLDÁN, José Manuel et alii. Historia de Roma (II) El Imperio Romano. 1989. Cátedra.
WATSON, Alaric. Aurelian and the third century. 2003. Routledge.