La vida política y militar del que finalmente fuera el emperador de Francia estuvo ligada a un proceso de auge constante con la base de la meritocracia militar como trasfondo. Las Guerras Napoleónicas fueron el eje en torno al cual giró el ascenso de Napoleón hasta que su trayectoria militar desembocase en la Guerra de Independencia Española. En este artículo os contamos cómo fue ese ascenso y algunas de las batallas más destacadas de la Guerra de Independencia Española.
El ascenso de Napoleón
Especialmente, desde que Napoleón empezó a tener importancia en la campaña de Italia durante las guerras contra la Convención. La extraordinaria defensa de Tolón por parte de Napoleón, por aquel entonces comandante de artillería, hizo que empezara a sonar entre la sociedad el nombre del joven corso. Además, fue rápidamente ascendido a general de brigada. Esta insurrección realista de Tolón, compuesta por los partidarios de Luis XVII de Francia y tropas inglesas, fue reprimida por las tropas revolucionarias. Los ingleses tuvieron que reembarcarse. Por aquellos momentos, la flota inglesa dominaba las costas del sur de Francia y en general gran parte del mar Mediterráneo. Fue un golpe duro para su poder sobre la zona.
Después de la victorias francesas del general Jean-Baptiste Jourdan en Wattignies (1793) y la de Fleurus (1793) se consiguió la reconquista por parte de Francia de Bélgica. Estas victorias, contando también la de Tolón, permitieron a la joven república francesa conseguir tomar la iniciativa. Un ejemplo de ello es el del general Pichegru, que consiguió traspasar el Rin por su orilla izquierda y llegó a invadir Holanda. Esta nación fue transformada en república, la denominada República Bátava, que se convertirá en aliada de Francia. Pero no sólo existían ejércitos franceses en las zonas del Rin y cerca de la península italiana. También otros ejércitos habían conseguido atravesar los Pirineos y penetrar en España.
Era una situación muy desesperada para la Primera Coalición, formada por Gran Bretaña, Austria, Prusia, Holanda, estados alemanes e italianos… y desde la ejecución de Luis XVI el 20 de enero de 1793, España. Estos estados, eminentemente pro-monárquicos, veían cómo las tropas revolucionarias de la Asamblea Convencional francesa penetraban en sus territorios. Este hecho hizo que, en 1795, tuvieran lugar las paces de Basilea y Haya.
Paces de Basilea y La Haya
Estas dos paces supusieron un tratado muy ventajoso para Francia. Prácticamente fueron un vaivén de cambios territoriales. Por ejemplo, con la Paz de Basilea Prusia cedió a Francia la orilla izquierda del Rin. La República Bátava (antigua Holanda) se traspasó a Francia. España perdió la mitad de la isla de Santo Domingo, y después del Tratado de San Ildefonso, se alió con su antigua enemiga: Francia.
Sin embargo, ni Austria ni Gran Bretaña pararon la guerra con Francia y tampoco firmaron la paz. El Directorio continuó la guerra pero las tropas francesas empezaron a perder poder y las fronteras con sus enemigos se estabilizaron.
Las grandes hazañas que realizó Napoleón Bonaparte en sus campañas por Italia hasta culminar con la firma de la Paz de Campo Formio en 1797 fueron las que lo alzaron hacia la figura de héroe nacional. La gesta del ejército francés en Italia fue impresionante, llegando a tomar Venecia, momento en el que Austria tuvo que pedir la Paz.
La rápida popularidad que adquirió Napoleón empezó a preocupar seriamente al Directorio. Este organismo intentó frenar el poder de Napoleón, lo cual fue un fracaso. Las continuas victorias del general, junto con el resurgir del sentimiento patriótico entre la población hizo que su popularidad aumentase. Napoleón, al verse con respaldo suficiente empezó a obrar por cuenta propia. Fue el caso de la conquista de Milán, donde proclamó la República de Lombardía. Por contra, envió al Directorio unas cantidades ingentes de dinero y obras de arte que había requisado, lo que sin duda calmó la tensión entre la institución y el general. Las campañas de Napoleón por Italia demostraron tanto a franceses como a sus enemigos la gran capacidad de Napoleón para sacar el mayor provecho posible de sus recursos militares.
La ambición de Napoleón Bonaparte parecía no tener límites. Después del tratado de paz de Campo Formio, decidió mover sus tropas hacia Egipto y Siria. La presencia del ejército francés en Egipto en 1798 se debe a dos motivos. En primer lugar, la tradicional y casi ininterrumpida guerra con Gran Bretaña. Estas dos potencias en Europa estaban en disputa por la superioridad de una frente a la otra. Francia deseaba profundamente desbaratar el gran imperio comercial que tenía Gran Bretaña, que era la pieza clave de su sustento como potencia (Hobsbawm, 2011: 91). Es fácil comprobar la rivalidad entre estos dos Estados durante las guerras revolucionarias y contrarrevolucionarias. No obstante, entre todas las coaliciones, guerras y tratados de Paz, Gran Bretaña solo estuvo en paz con Francia entre 1802 y 1803.
En segundo lugar, otro de los motivos por el que Napoleón acabó yendo a Egipto fue por el deseo del Directorio de tener al general lo más alejado posible de Francia debido a su enorme popularidad. El directorio sospechaba (y no sin razón) que la figura de Napoleón podía hacer sombra hasta a las propias instituciones que gobiernan el Estado. Es por ello por lo que le dieron facilidades para que pudiera emprender esta campaña a Egipto (Montoto y De Simón, 2016: 88).
La guerra llega a España: Guerra de independencia
Después de lanzarse a ocupar Portugal con el consentimiento de España, Napoleón decidió virar en sus planes y se decidió por invadir España, un aliado que le había dado varios disgustos. Napoleón vio la opción de colocar un gobierno satélite con su hermano José como rey y no dudó en lanzarse a ello.
Los 80.000 hombres del ejército francés generaron un triángulo estrecho conformado por bases en Pamplona, San Sebastián y una prolongación del mismo en Toledo. Y a pesar de que en estos primeros momentos Murat estaba enfermo, consiguió establecer en Madrid su sede, protegida a su vez con 30.000 soldados en sus inmediaciones. En el sur se situaron los 24.000 hombres del General Dupont, que estaban en las orillas del Alto Tajo. En cuanto a las tropas del mariscal Bessiéres, algunas estaban en la zona de Castilla y León, llegando a unos 13.000 hombres.
Otra parte de ellas estaban en Aragón, bajo el mando del General Verdier, con 12.000 hombres. También debemos tener en cuenta el ejército que se encontraba en otras partes de la península, como es el caso del ejército de Junot con 25.000 hombres, que se encontraba cerca de Lisboa. Otro de estos ejércitos era el del general Duhesme, el cual estaba asociado a la parte catalana y tenía su base en Barcelona. En total, las fuerzas francesas que estuvieron en España y Portugal se acercaron a los 120.000 hombres (Chandler, 1973: 2979).
Parecía que este despliegue sería suficiente para poder mantener el orden en España. El ejército real español, con unos 100.000 hombres, estaba disgregado en guarniciones provinciales, totalmente inoperativo. Sin embargo, sí que existían dos zonas donde podría haber alguna fuerza miliar. Una de ellas fue Galicia, con una cifra aproximada de 30.000 hombres bajo el mando de Joaquín Blake y Gregorio García de la Cuesta. Por otro lado, en Andalucía, también encontramos una cifra de 30.000 hombres aproximadamente bajo el mando del general Castaños. Pero Napoleón no tenía ningún temor a que la situación se descontrolase, y menos aún por las acciones de las milicias locales o los levantamientos populares, los cuales pensaba que serían fácilmente sofocados (Chandler, 1966: 2984).
El levantamiento de los españoles consistió en una extraordinaria insurrección, la cual fue la única forma de combatir al ejército invasor, y a su vez, la más efectiva. El pueblo madrileño, después de ver salir del Palacio Real a los últimos infantes españoles, se alzó en armas contra los franceses el 2 de mayo de 1808. La dura represión de los franceses sobre los sublevados el día 3 de mayo prendió la mecha de un alzamiento nacional. A partir de entonces comenzó uno de los conflictos bélicos más longevos y sangrientos de las guerras napoleónicas: la guerra de independencia española. El conflicto se extendió desde 1808 hasta 1814.
Pero estas rebeliones no fueron del todo desordenadas, después de producirse este levantamiento, que bien pudo sentirse por todo el territorio nacional, entraron en juego la formación de Juntas. Las Juntas se dieron en diferentes provincias, para controlar las acciones de influencia en cada territorio. Sin embargo, la más importante por su capacidad de concentrar en ella la causa nacional fue la de Sevilla. Esta Junta se autodenominó «Suprema de España e Indias».
Sin duda, la creación de estas juntas, y en especial la de Sevilla, fue todo un acierto para el devenir de los sublevados al poder imperial francés. Generaron control dentro de lo anárquico que pude ser el reclutamiento de voluntarios y la formación de milicias. Gestionaron la recogida de los importantes donativos que recibía la causa y también el alistamiento e instrucción de los hombres entre dieciséis y cuarenta y cinco años. Valiosa fue también la intervención de esta Junta−con el simple hecho de su creación− para detener la revolución total que se estaba llevando en la ciudad de Sevilla antes del 27 de mayo de 1808 y que había atemorizado a los ciudadanos (Moreno Alonso, 2020: 7).
El reclutamiento de voluntarios fue crucial para comprender este conflicto. En ellos se consiguió reunir a ejércitos que en ocasiones superaban en número al presentado por las fuerzas francesas. A pesar de estos reclutamientos exitosos, la realidad era que los voluntarios se presentaban a la batalla escasamente instruidos.
De este modo no resultó costoso en un principio para los franceses ganar en la mayoría de los combates. Un ejemplo de ello fue el combate entere los generales Cuesta y Blake. Llevaron a la batalla a 21.000 hombres. De nuevo, prácticamente sin instrucción. Fueron derrotados por los soldados de Bessières, los cuales eran veteranos en la guerra. No obstante, Napoleón también pudo comprobar cómo subestimar las fuerzas españolas podría acarrearle graves dificultades. El emperador creía que sus generales podrían acabar con todas las revueltas con un pequeño esfuerzo y en poco tiempo. El tiempo mostró que esto no sería así (Chandler, 1966: 2979).
Los sitios de Gerona y Zaragoza.
Entre los junio y agosto de 1808 se produjeron los sitios de estas dos ciudades. El sitio de Gerona comenzó tras haberse quedado el general francés Duhesme−el cual estaba ocupando Barcelona− sin comunicación con Francia. Su incomunicación se debió a la sublevación de Gerona que se produjo en junio de 1808. Duhesme envió hacia Gerona un contingente de 6.000 soldados con el objetivo de tomar y ocupar la ciudad. Gerona, en ese momento, estaba defendida por el regimiento de Ultonia, algunos artilleros y ciudadanos armados. A pesar de la superioridad numérica, los franceses tuvieron que retirarse y volver a Barcelona (Montoto y de Simón, 2016: 113).
Mientras, en Zaragoza la defensa estaba a cargo de José Rebolledo de Palafoix y Melzi, que junto con oficiales retirados llegó a controlar a cinco tercios y con ellos organizó un ejército de campaña. Después de haberse enfrentado franceses y españoles en Tudela y Mallén−en el bando francés estaba el general Lefevbre− la ciudad aragonesa tuvo que defender las acometidas francesas con unos 1.500 soldados y algunos miles de ciudadanos armados. Zaragoza resistió los ataques franceses, que tampoco habían conseguido tomar la ciudad a pesar de la llegada de refuerzos del general Verdier. Habían sido derrotados en Bailén, y tal había sido la sombra que se cernió sobre el ejército francés después de aquella derrota, que estos levantaron el sitio de la ciudad de Zaragoza. Los datos estiman que el sitio de Zaragoza provocó unas 4.000 bajas francesas y unas 2.000 españolas.
La Batalla de Bailén
El 19 de julio de 1808, en Bailén (Jaén) se produjo una de las grandes derrotas del ejército francés en España. Esta derrota, de hecho, cambió el devenir de otros conflictos del resto del territorio español y en Europa y forzó la futura intervención del propio Napoleón en España. Fue una batalla encarnizada, donde el ejército de Dupont luchó con un tremendo ímpetu sabedor de la necesidad de escapar de la trampa en la que habían caído. Por otro lado, los españoles sabían que era el momento perfecto para frenar el intento de Dupont de sofocar Andalucía, pues su división se encontraba a una gran distancia del ejército de refuerzo de Vedel (Chandler, 1966: 3000).
Todo comenzó en la media noche del 18 al 19 de julio, cuando el general Dupont ordenó a las tropas− que estaban instaladas desde hace un tiempo en Andújar− movilizarse hacia Bailén. Dupont se mostraba confiado, pues contaba con la posibilidad de ayuda de un gran contingente de refuerzo del general Vedel, con unos 23.000 hombres. La primera piedra en el camino para los hombres de Dupont apareció al llegar al puente y arrollo del Rumblar, cuando observaron que este ya estaba ocupado por las divisiones de Reading y Coupigny. Éstos iban en búsqueda del ejército de Dupont hacia Andújar. El puente era de vital importancia para el paso de la artillería y el convoy (Manuel Moreno Alonso, 2020:35).
No obstante, las tropas francesas consiguieron situarse en frente de Bailén. Fue en torno a las 2 de la madrugada del 19 de julio de 1808 cuando las tropas francesas y españolas se hicieron visibles en cada frente. Las tropas españolas se posicionaron en la batalla rápidamente en una zona cercana a donde habían instalado el campamento días anteriores. Los franceses, por su parte intentaron refugiarse en varias ocasiones durante la batalla en los olivares, que se extendían en buena parte del campo de batalla.
Dupont atacó a las 3 de la madrugada y comenzaron los disparos. Los movimientos de los franceses fueron extraordinariamente rápidos. Las artillerías de ambos ejércitos comenzaron a disparar. Es de señalar la extrema eficacia que tuvo aquel día la artillería española, que consiguió disuadir una y otra vez los avances franceses y romper toda línea que creaban. No obstante, la artillería francesa, la cual le había dado tantas alegrías al ejército francés en otras batallas importantes en Europa, no tuvo prácticamente acierto en sus disparos. Ante los ataques franceses, Reding y Coupigny resistían estoicamente, a pesar de los enérgicos intentos para romper la posiciones españolas.
El regimiento suizo de Reding y las Reales Guardias Valonas habían realizado hasta ataques a bayoneta y consiguieron hacer que los franceses se retirasen de las fuertes posiciones que ocupaban. Mientras, por la derecha, el barón de Montagne también causó estragos. Esto fue lo que acabó por romper las líneas francesas y Dupont tuvo que retrasar su posición y esperar para reunirse con la reserva que venía desde Andújar. Ya con el ejército de reserva, Dupont atacó dos veces. Fue en el segundo intento en el que salió victorioso y, como premio ,consiguió de nuevo el control del puente. Desde este puesto podía ir al ataque del centro y derecha españoles (Manuel Moreno Alonso, 2020:36).
Debemos de hacer especial mención a la intención de Dupont de romper la línea española por el centro, un movimiento que repitió en numerosas ocasiones durante la batalla, donde fracasó en el intento. Más efectivas fueron las cargas de la caballería francesa, los dragones y coraceros (Chandler, 1966: 3000).
Después de numerosos avances y retrocesos franceses −tras los que tenían que refugiarse en los olivares para reorganizarse− empezaron a verse sobre las 10:30 horas de aquel 19 de julio los primeros oficiales y tropas francesas con pañuelos blancos (Manuel Moreno Alonso, 2020:37). La desesperación había llegado a los soldados franceses y la moral de las tropas era totalmente inestable, incluso con algunas deserciones (Chandler, 1966: 3000). Sin embargo, Dupont, general acostumbrado a las victorias y de tremendo orgullo, realizó un último intento con una carga general a bayoneta. La artillería cayó incesante sobre ellos, y después de tres intentos fallidos, Dupont inició las negociaciones con los españoles.
No tan fácil fue la rendición de Vedel, el cual intentó aprovechar estas negociaciones para movilizar a sus tropas y dirigirse a La Carolina. Los españoles se dieron cuenta de estos movimientos y Reading envió un mensaje a Dupont avisando que matarán a todas las tropas bloqueadas si Vedel no acudía a Bailén. Finalmente, las tropas de Vedel aparecieron en el lugar para la capitulación. La batalla había acabado.
La rendición en Bailén del ejército francés supuso un impulso para la resistencia española. Tras ello optaron por una constante guerra en campo abierto y a través de la táctica de la guerrilla hasta el final de la contienda. Pero además de ese acicate de motivación también supuso que los británicos pudiesen acceder a Portugal y desde allí realizasen incursiones en la península. Además, dio prestigio a las tropas españolas y al general Castaños, el cual había ganado una batalla decisiva a uno de los mejores generales franceses, Dupont.
Se ganó una batalla, pero no la guerra.
A partir de noviembre y diciembre de 1808 se produce la entrada de Napoleón en el interior de la península en dirección a Madrid. Los franceses estaban en el norte de la península después de la derrota de Bailén. Desde el norte peninsular Napoleón entró con 250.000 soldados y 600 cañones. Se produjo otro avance de los franceses por el territorio español, a raíz de las victorias de los mariscales Lefevbre y Víctor. Se dieron también las victorias contra el general Blake en Espinosa de los Monteros y en Burgos contra el marqués de Belveder. El único escollo importante que tuvo que traspasar Napoleón fue en el paso de Somosierra. Allí los esperaban 8.000 españoles mandados por el general Benito San Juan (Montoto y de Simón, 2016: 115). Después de Somosierra Napoleón llegó a Madrid y tomó la ciudad.
En el invierno de 1809 los británicos−partiendo desde Portugal− intentaron una avanzada para intentar cortar la comunicación de Napoleón con Burgos. Pero Napoleón vio el movimiento de los británicos y se movió en su dirección. El ejército británico mandado por sir John Moore tuvo que retirarse a marchas forzadas hacia La Coruña y Vigo para reembarcar las tropas. Los franceses los habían privado del camino de retirada natural hacia Portugal. El mariscal Soult fue el encargado de perseguir a las tropas británicas, y fue en la batalla de Elviña donde comenzaron los combates. John Moore consiguió parar a las tropas de Scoult de manera que sus tropas pudieron reembarcar, pero fue herido de muerte.
Los británicos perdieron en la batalla 900 soldados, pero el proceso de retirada había sido una desbandada en la que perdieron en ella 8.000 hombres. Esta persecución a la que se vio sometida el ejército británico también influyó en la moral de las tropas. Y para entender más sobre lo que supuso la Penínsular war para los británicos, se puede mencionar el trabajo que realiza sobre ello José Gregorio Cayuela Fernandez, en su artículo La mirada del inglés (Cayuela Fernandez, 2012.)
El segundo sitio de Zaragoza
Se produjo de diciembre de 1808 a febrero de 1809. Este primer intento de sitio de la ciudad fue del mariscal Moncey. El sitio fue pasándose entre Mortier, Lannes y Junot. Al igual que en primer sitio de Zaragoza, Palafox era el encargado de la defensa. En enero de 1809 los franceses consiguieron abrir una brecha en las murallas a través de su eficiente artillería. Los soldados entraron a la ciudad y se realizaron combates prácticamente casa por casa.
Después de caer gravemente enfermo Palafox la Junta de Defensa capituló. El sitio costó la vida de 8.000 franceses y 40.000 españoles. Sin embargo, en esta cifra entran también los muertos por el tifus, que asoló la ciudad tras el desabastecimiento propio de una ciudad sitiada. Los españoles presentaban un gran número de soldados voluntarios que cubrían las bajas, pero a medida que avanza esta guerra se van uniendo a ella voluntarios peor instruidos.
El segundo sitio de Gerona
Más tarde, desde mayo a diciembre de 1809, se produjo el segundo sitio de Gerona. Duhesme había reunido hasta 13.000 soldados para tomar la ciudad. La ciudad de Gerona estaba defendida por 1.700 soldados−eso sí, veteranos− y ciudadanos armados. El asedio realizado por Verdier, después Sait-Cyr y luego Augereau duró ocho meses, hasta que los gerundenses capitularon. El resultado fue de 9.000 españoles y 20.000 franceses muertos.
Sin ánimo de extender este artículo de manera desmesurada, es conveniente que aunque no expliquemos aquí batalla por batalla de la guerra de independencia española−una de las campañas más largas dentro del conjunto de las guerras napoleónicas−nombremos algunos movimientos y batallas más importantes hasta el final de esta guerra.
Algunas de las batallas más importantes fueron:
Batalla de Talavera. El 27-28 de julio de 1809. En este caso el ejército británico de Wellesley y el español de Cuesta se enfrentaron a los franceses en Talavera de la Reina. No fue del todo fácil las comunicaciones entre los españoles y británicos. Wellesley y Cuesta tuvieron muchas opiniones encontradas en el modo de operar. El general británico tenía serias dudas sobre la disciplina de la infantería española. No creía posible que estas unidades fueran capaces de realizar acciones decisivas. Sin embargo, poco antes de la batalla de Talavera, mandó un mensaje a su ministro:
«lAS TROPAS (ESPAÑOLAS) SE HALLABAN MAL VESTIDAS, PERO BIEN ARMADAS; LOS OFICIALES PARECEN CUIDARSE DE LA DISCIPLINA. aLGUNOS CUERPOS DE INFANTERÍA ERAN REALMENTE BUENOS Y EL GANADO DE LA CABALLERÍA ESTÁ EN BUENAS CONDICIONES».
El ejército británico y español se presentaron para la batalla en Talavera de la Reina. El general español contaba con un ejército de 20.000 infantes, 3.000 jinetes y unos 30 cañones. Estaban ubicados en la zona derecha, muy cerca del río Tajo. Por la parte anglosajona-portuguesa había 20.000 soldados (una minoritaria parte de 3.000 hombres eran alemanes), 16.600 infantes, 3.000 jinetes y 25 cañones. Este ejército estaba en la parte del cerro de Medellín. El bando francés, compuesto por los soldados del general Víctor y Sebastiani conseguían una cifra de 44.000 soldados, 36.400 de ellos eran infantes, 7.450 jinetes y 104 cañones. Es decir, partían de una ligera ventaja francesa, especialmente en el cuerpo de artillería.
Los franceses fueron los primeros en atacar el 27 de julio y fueron a por las tropas inglesas. El propio Wellington tuvo que retirarse de la zona para no caer muerto. Después, en el atardecer del 27 de julio atacaron al centro de la línea española. Los franceses consiguieron aquel día que algunas tropas españolas se desordenasen. El general Cuesta se dio cuenta de esto y debió realizar los ajustes necesarios por la noche ya que al día siguiente todas las unidades mantuvieron su posición. En la noche del 27 los franceses volvieron a atacar a los británicos y el general Hill estuvo muy cerca de ser capturado.
El día 28 los franceses atacaron la parte izquierda aliada, pero las posiciones se mantuvieron. Víctor intentó flanquear la parte izquierda de los aliados, y fue en ese momento cuando Cuesta mandó una división de infantería para cubrir el extremo del ala izquierda española. Lo mismo realizó, en este caso con caballería, en la línea anglo-portuguesa. Los españoles cargaron sobre el grueso del ataque francés. Después de todos estos movimientos, los franceses se vieron obligados a retirarse a Toledo y Madrid (Montoto y de Simón, 2016: 120).
El resultado de la batalla es realmente indeciso. Ambos ejércitos tuvieron numerosas bajas y prácticamente idénticas. Además, Wellesley, temeroso por perder la posición privilegiada en Portugal −clave para las maniobras británicas en la península− volvió a Portugal retirándose de Talavera por el camino extremeño.
Batalla de Oñoro y Albuera. Se produjo en mayo de 1811. En un intento de defender la fortaleza de Almeida sobre los británicos, se enfrentó Massena con Wellington en Fuentes de Oñoro. El resultado de esta batalla es indecisa. Los ingleses recuperaron Almeida, Massena fue relevado por Marmont. Después, un ejército anglo-portugués y las tropas de los generales Castaños, Blake y D. Carlos de España se enfrentaron en Albufera contra las tropas de Soult, que intentó defender la plaza. Esta batalla fue ganada por los anglo-portugueses y españoles, pero con grandes bajas. Después de esta batalla, británicos, portugueses y españoles recuperaron Badajoz y defendieron Tarifa. Se evitó que cayera bajo el dominio francés (Montoto y de Simón, 2016: 126).
También podemos mencionar la Campaña de Arapiles, en julio de 1812. Wellington decidió atacar en Salamanca a las tropas de Marmont. Mientras tanto, las tropas españolas intentaban liberar Sevilla. El 22 de Julio se encontraron los británicos y los franceses en Arapiles. La carga de la caballería británica fue definitiva en esta contienda y el ejército francés tuvo que retirarse. En consecuencia, Soult tuvo que levantar el sitio de Cádiz y Bonaparte se movió hacia Valencia. Wellignton llegó hasta Madrid, pero pronto tuvo que volver a Portugal, y los franceses hicieron lo propio en Madrid.
Las últimas operaciones francesas en la guerra de independencia
La enorme distracción que había supuesto para Francia el intento de invasión de Rusia ayudó a los aliados en la guerra de independencia española, pues el ejército francés se había desgastado enormemente en la Europa oriental. En 1813 Wellington aprovechó esto y entró en España atravesando el valle del Duero, así como la cordillera cantábrica. Lo que consiguió Wellington con este movimiento fue cortar a los franceses el camino hacia París.
En este contexto se produjo la Batalla de Vitoria, donde tropas inglesas, portuguesas y españolas cercaron y derrocaron a José Bonaparte y al mariscal Jourdan. Las tropas francesas no consiguieron su objetivo de poder retirarse a Francia y tuvieron que hacerlo en Pamplona. Entonces, los ejércitos británicos, portugueses y españoles entraron en San Sebastián, San Marcial y Pamplona antes de que acabase 1813 (Montoto y de Simón, 2016: 126). En 1814 se notaron aún más las derrotas de Napoleón en Rusia y Alemania oriental. Por ello, los ejércitos ingleses, portugueses y españoles pudieron tomar enclaves tan alejados como Tolosa y Burdeos. Suchet intentó permanecer en la línea de Llobregat, pero al final pasó a Francia.
Después de esto se formó la Sexta Coalición, la cual estuvo conformada por Gran Bretaña, Rusia, Prusia, España, Suecia y Austria. Esta coalición llegó a tomar París, y la ciudad capituló el 31 de marzo de 1814, haciendo abdicar a Napoleón. El 6 de abril de 1814 Napoleón Bonaparte abdicó y fue desterrado a la isla de Elba junto a una guardia personal de 400 soldados. Es la primera gran derrota de Napoleón Bonaparte, y en definitiva de Francia.
Bibliografía:
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- BOIS, Jean-Piere, La revolución francesa, Historia 16, 1997.
- CAYUELA FERNANDEZ, José Gregorio. (2012). «La mirada del inglés», Historia y vivencias sociales de los combatientes británicos en España y Portugal (1808-1814). Revista Historia Social, , Nº72, págs. 23-47.
- CHANDLER, David G., The Campaings of Napoleon, Scribner, New York, 1966, versión Ebook
- DE MONTOTO Y DE SIMÓN, Jaime, Las guerras napoleóncias, antecedentes, batallas y consecuencias, Libsa, Madrid, 2016.
- ESDAILE, Charles, Napoleon’s wars, an international history, 1803-1815, Penguin Books, 2007.
- HOBSBAWM, Eric, La era de la Revolución: 1789 – 1848, Crítica, Barcelona, 2011.
- MORENO, Manuel, «1808. La rebelión de las provincias» en Desperta Ferro, Nº45, pág. 6-11.
- MORENO, Manuel, «Bailén, la batalla de los olivares» en Desperta Ferro, Nº45. pág. 34-43.
- RODRÍGUEZ, José M. y CUETO, Dionisio A. Guerreros y Batallas: Talavera, 1809, primera victoria aliada, Almena ediciones.
Otros recursos:
- Documental «Memoria de España», Serie documental que repasa la historia de España desde sus orígenes hasta la actualidad. Un equipo de historiadores, coordinados por Fernando García de Cortázar, ha supervisado sus contenidos. Capítulo: «A la sombra de la Revolución». Consultado el 12 de Febrero de 2020. Enlace: https://www.rtve.es/alacarta/videos/memoria-de-espana/memoria-espana-sombra-revolucion/3286058/