Con este nuevo artículo, seguimos repasando algunas de las tendencias más importantes que esta transformando la arqueología, continuando con el hilo de capítulos que hemos subido anteriormente. Esta vez ponemos el foco sobre otro aspecto social e innovador de la arqueología, el cual está recibiendo cada vez un mayor protagonismo en sociedades que tiene conflictos pasados que siguen siendo muy actuales a pesar de todo.
Y es que para el estudio arqueológico de los momentos más recientes y cercanos a la actualidad, los cuales estarían incluidos dentro del cajón de la contemporaneidad, hay aún una necesidad de incorporar con mayor profundidad el discurso material en la reconstrucción del pasado. Desde hace ya largo tiempo, este proceso se ha iniciado, aunque todavía está en un estado incipiente.
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Una nueva arqueología
Hoy por hoy, la materialidad está completamente apartada por la preponderancia del registro escrito. A pesar de su cantidad ingente, los autores de textos han sido todavía durante este periodo una minoría considerable, y lo que estos han plasmado en sus escritos no siempre es lo mismo que lo que se hizo, además de que es imposible captar todo lo que ocurre, por lo que siempre hay información que es obviada o simplemente no trasciende por falta de interés.
Ya que no solo se dedica a reconstruir los hechos pasados, la arqueología adquiere un nuevo rol social que puede ayudar a comprender otros aspectos de la sociedad actual, por ejemplo, estudiando la cultura material del periodo más reciente, en colaboración con otras disciplinas como la sociología y la psicología. Estudiar nuestro propio pasado inmediato es una manera importante de reconocernos.
Así se puede entender mejor el comportamiento de los individuos en el presente, estudiando tanto el hoy como el nosotros, en un mundo en el que el exceso de información oscurece la comprensión de voces no dominantes por el abrumador ruido documental, lo que nos lleva a una sobrecarga informativa. La arqueología contemporánea es de las más presentes en las actuaciones arqueológicas, aunque el interés académico por lo general está centrado en otros momentos del pasado, ya que nuevamente, a pesar de haber presencia en casi todos los yacimientos de estratos de este periodo reciente.
La ley patrimonial no cubre este vacío actualmente, ya que sólo se reconoce como patrimonio el material con al menos cien años o más, por lo que hay puntos de interés que quedan sin señalizar, desprotegidos y vulnerables a actos de vandalismo y efectos de la intemperie, hasta el punto de caer en el olvido, deteriorados. Además, a pesar de su presencia, casi nunca se realizan prospecciones de cara a una investigación más profunda de cuestiones del periodo contemporáneo, que solo suele ser tratada indirectamente como una sección marginal.
Desarrollando una visión diferente: antecedentes
Anteriormente la arqueología se centraba en estudiar el registro material más antiguo, cuando realmente es la distancia cronológica cuestión irrelevante. Algunos investigadores, provenientes de la prehistoria u otras disciplinas relacionadas, buscan otros métodos de trabajo y soluciones nuevas en el presente: han llegado a ser conscientes de lo fundamental que es simplemente estudiar cualquier elemento de la cultura material, sea antigua o no. Todo ello se puede dirigir a reflejarnos y reconstruir la realidad de nuestra sociedad de otra manera diferente, con un nuevo enfoque.
A la hora de hablar de pasado contemporáneo y pasado reciente, hay que diferenciar entre ambos términos a la hora de utilizarlo en este caso, ya que el primero se refiere al ahora temporal (contemporaneidad), mientras que el segundo implica una cercanía a nosotros (recién ocurrido), por lo que la diferencia radica entre proximidad e identidad.
En un principio, el procesualismo fue la corriente más influyente para una arqueología contemporánea incipiente que daba sus primeros pasos. Esta influencia le otorgó un carácter etnoarqueológico y positivista para el estudio del presente, tomando los datos extraídos se podrían aplicar a los procesos más antiguos para comprenderlos mejor, no para estudiarlos por su valor propio.
Sin embargo, con el tiempo, los investigadores dieron a esta naciente arqueología posmoderna un papel más autónomo para explicar una problemática propia localizada en el periodo contemporáneo: la arqueología del nosotros no es solo una herramienta para obtener datos extrapolables a casos ajenos (lo cual la mayoría de las veces no resulta útil).
El postprocesualismo recogió el testigo y los investigadores de esta corriente, especialmente Ian Hodder y sus allegados, comprendieron e incidieron en una funcionalidad única y propia de esta arqueología desde estudios de carácter didáctico con la intención de comprobar su metodología. La nueva base teórica se aplicó a la simbología en los objetos y los comportamientos humanos, así como a la dinámica de acumulación de residuos de ciertos grupos, utilizando nuevamente la etnoarqueología.
Hubo una evolución gradual en la concepción del papel de los objetos, hasta llegar a la conclusión de que las cosas y las personas están en una relación reciproca tanto activa como pasiva. La arqueología se ha ido redefiniendo desde estas conclusiones, diferenciándose cada vez más de los estudios de cultura material al uso, de carácter antropológico. Poco a poco, se han ido aportando sus propias contribuciones, con lo que las aproximaciones arqueológicas han podido un nuevo enfoque al registro material. En los últimos años, esta arqueología ha tomado un giro hacia la interpretación interdisciplinar del registro material, por subjetivo que pueda ser, aceptando cualquier tipo de reconstrucción bien fundamentada y avalada por especialistas de varios campos.
Nuestros conflictos pasados presentes: arqueología de lo traumático
Todo esto ha servido para dar luz a lo desconocido de la historia social y cultural de la Edad Contemporánea. Una de sus contribuciones más conocidas ha sido la de añadir una funcionalidad de justicia social para sacar a la luz hechos injustos olvidados del pasado reciente, más allá de la simple extracción de datos. Quizás el ejemplo más reconocido de ello es la arqueología de la Guerra Civil Española, en pleno desarrollo tanto teórico como metodológico, que entraría dentro de la llamada arqueología del conflicto, la cual se ha desarrollado principalmente en el ámbito anglosajón y ahora está siendo introducida al entorno español. Importantes exponentes de la investigación como Álfredo González Ruibal se han ido situando a la cabeza de esta tendencia.
Esto se debe a que ha habido cierta relajación desde la historia tradicional hacía el estudio de la Guerra Civil. A pesar del aparente conocimiento y trabajo existente alrededor de lo ocurrido durante el conflicto, hay datos oscurecidos que no han trascendido, ya sea por desinterés o, en el caso español, por acción de la dictadura posterior. La demanda en la sociedad española, basada en sus intereses y preocupaciones, justifica que la arqueología tome partido, gestione la memoria del conflicto y la presente a la sociedad, a pesar de la falta de cooperación y cohesión entre los investigadores actualmente dedicados a ella, y la diversidad de enfoques. En pocas palabras, que la arqueología sirva de espejo y muestre una realidad olvidada y/o censurada que nos incumbe a todas y todos.
Siguiendo este esquema, también está irrumpiendo con fuerza en el escenario español la arqueología de la represión y la resistencia, en gran parte influido por el panorama latinoamericano, en revisión de sus propios procesos dictatoriales y golpistas. En este caso la arqueología se ha lanzado al estudio del registro material durante la dictadura de Francisco Franco, tanto de los represores como de los represaliados. De nuevo aparece entre los agentes investigadores y los agentes sociales la necesidad de realizar justicia desde el pasado más cercano para recuperar una memoria que pertenece la población española y corre peligro de desaparecer.
En ambos casos, hay sectores de la política española que dulcifican e incluso niegan la verdadera realidad de lo ocurrido durante la guerra y la represión posterior del franquismo, poniendo trabas a la Ley de Memoria Histórica que supone el principal pilar legislativo a esta arqueología. Todavía hoy, una vez pasada la transición y en plena etapa de democracia, la materialidad de la dictadura sigue presente en nuestro entorno, desde los nombres de ciertas calles hasta el Valle de los Caídos, para beneplácito de parte de la clase política. Debido a la falta de cobertura legal, por tener menos de cien años, así como el desarrollo urbanístico y el deterioro, los restos de registro material de la Guerra Civil Española y el Franquismo corren el peligro de desaparecer, por ejemplo, con la gradual desaparición de fosas comunes al no poder realizarse intervenciones en ellas.
La materialidad como espejo
En conclusión, la arqueología del nosotros, tras vivir un desarrollo propio que aún sigue produciéndose, se ha convertido en una rama arqueológica plenamente identificable. Aunque todavía debe definirse tanto teóricamente como metodológicamente, puede aportar mucho tanto al mundo académico como al conjunto de la sociedad. La arqueología puede ser una disciplina científica y académica más. Pero también es una herramienta para esclarecer hechos del pasado reciente, capaz de remover la conciencia social de la población, estimular dudas y preguntas en ellos y reformular consideraciones sobre el pasado que hasta ahora parecían fosilizadas e indiscutibles, como por ejemplo todo lo que se ha pretendido que se crea o se olvide sobre este traumático pasado en España.
Por otro lado, se ha mostrado muy útil e interesante para estudiar la imagen que tenemos de nuestro propio comportamiento actual, representado en proyectos como el estudio de la acumulación de residuo. Su principal precedente ha sido el Tucson Garbage Project, dirigido por William Rathje, que devino en el estudio de la “Garbología”. Se tomó en consideración que todos nuestros restos son susceptibles de estudio y ayudan a entender aspectos fundamentales de nuestra sociedad. Al fin al cabo, los arqueólogos se han dedicado a analizar lo que desecharon nuestros antepasados por distintos motivos a lo largo de la historia.
En conjunto, todo esto solo una muestra más de las oportunidades que ofrece hoy en día estos estudios de nuestra propia identidad y pasado cercano a través del registro material. Sin ninguna duda, es un camino que la arqueología, como comunidad, debería aceptar con los brazos abiertos para recorrerlo y reivindicarlo de cara a la sociedad.
Bibliografía
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