Los regímenes totalitarios siempre han usado la arquitectura y el levantamiento de magnánimas construcciones para dar una imagen de estado fuerte y sólido. Adolf Hitler sabía que erigir grandes y espectaculares edificios sería un importante factor propagandístico además de una forma de reactivar la economía del país. Para llevar a cabo tan ambicioso proyecto, contó con la plena colaboración de uno de los arquitectos nazis más hábiles del III Reich: Albert Speer.

La arquitectura como la imagen del Tercer Reich

A través de la historia, el arte, en este caso la arquitectura, ha estado siempre supeditada al Estado, que la usaba con fines claramente ideológicos. Así pues, el NSDAP tenía como objetivo llevar determinados valores y creencias a la población alemana a través de grandes construcciones, pretendiendo así un renacimiento cultural y espiritual de la Alemania del Tercer Reich.

Esto no era otra cosa que una labor propagandística llevada a un exponente material que iba mucho más allá de los discursos y los panfletos, otorgando una inmutable posteridad al régimen a través de la piedra y el mármol usado para sus edificios y monumentos, siendo su estructura propagandística de primer orden junto con el resto de disciplinas artísticas. En los totalitarismos europeos de la primera mitad del siglo XX, el estado y sus líderes intentaban controlar todos los aspectos de la vida cotidiana de los ciudadanos, entre los que se encontraban la música, radio, televisión y, por supuesto, el arte. Pese a que en la Unión Soviética había triunfado ya el llamado «realismo socialista», en Alemania quedaba patente el esfuerzo de Adolf Hitler por vincular su propio discurso político con la estética del país desde su llegada al poder en 1933.

Para los nacionalsocialistas, el arte también es un símbolo de identidad de Alemania, la materialización del volksgeist, el espíritu de su pueblo, y de la superioridad de la raza aria. La armonía que primará en sus edificios será el equivalente a la homogeneidad ideológica y racial de los alemanes, donde el individuo quedará diluido entre la masa.

En contraposición al arte degenerado (Entartete Kunst) el régimen favoreció lo que los nazis llamaban «arte heroico» que exaltaba valores como la pureza racial, la belleza, el militarismo y la obediencia. El arte tildado de degenerado fue prohibido, censurado y menospreciado como “no alemán” por sus supuestas connotaciones o influencias bolcheviques y judías, cuando no era directamente asociado a enfermos mentales. En ese sentido, producir un arte nacionalsocialista exige encontrar unas raíces y éstas, obviamente, se buscan en la historia: en el pasado pagano alemán, pero también en la Grecia clásica y en la Roma imperial. En el espíritu de la caballería medieval, tomando como modelo a la Orden Teutónica, pero también del militarismo dominador prusiano. El nexo de unión con las culturas de la Antigüedad se justificaba con discursos históricos de escasa o nula credibilidad que en su mayor parte están ya superados.

Por otra parte, muchos nazis eran admiradores de la Roma imperial y creían que algunos germanos habían llegado a formar parte de la estructura social y a ejercer influencia en el Imperio. Hitler decía que la nueva Alemania debería ser una armónica comunión entre el gusto por la belleza de los atenienses y el culto por la fuerza y la pureza racial de los espartanos. Asimismo, consideraba que los romanos conformaron un imperio ario primigenio y quiso emular su arquitectura a través de un estilo original.

Adolf Hitler y el discóbolo de Mirón
Adolf Hitler posando junto al Discóbolo de Mirón

En palabras del historiador Henry Grosshans, Hitlerveía el arte griego y romano como incontaminado de influencias judías. El arte moderno era un acto de violencia estética de los judíos contra el espíritu alemán. Pero Hitler tomó él mismo la responsabilidad de decidir quién, en materia de cultura, pensaba y actuaba como un judío”.

Los esfuerzos del aparato estatal en manos de Hitler querrán dotar al régimen de su propia personalidad arquitectónica, esto significaba que la cultura y la sociedad nazis debían reflejarse en una arquitectura específicamente Nacionalsocialista. Para ello seleccionó a tres grandes arquitectos que le ayudarían con su proyecto: Paul Troost, Herman Giesler y Albert Speer .Cada uno de ellos plasmará su propia idea de belleza arquitectónica.

El más llamativo es el estilo de Speer, que se caracterizará por su tendencia neoclásica con construcciones colosales, destinada comúnmente a los edificios oficiales. Esta, tiene el ideal estético de tres de las grandes civilizaciones de la antigüedad: Grecia Roma y Egipto. No obstante, en el ámbito civil y particular vemos una fuerte presencia de las construcciones tradicionales alemanas que emulan el estilo folclórico alpino y tirolés, sobre todo, contraponiéndose estas pequeñas construcciones con el colonialismo de las obras estatales. Sin embargo, estos edificios «populares» eran en muchas ocasiones usados como los albergues juveniles del NSDAP.

Retrato Albert Speer
Retrato de Albert Speer

Se eliminarían todo el acero a la vista, pues las construcciones debían ser en piedra, material imperecedero, las ventanas horizontales y los tejados planos. Albert Speer trabajó siempre en esta línea, pues él mismo inventó el concepto del “valor de la ruina”, según el cual los grandes edificios debían ser construidos de tal manera que fueran ruinas estéticamente agradables pasados muchos años, como testamentos de la grandeza de la utopía de un Reich que se decía que duraría mil años, del mismo modo que las ruinas grecorromanas eran símbolos de la grandeza del mundo de la antigüedad clásica. Respecto al uso de la piedra para las construcciones, el propio Speer manifestaba: “resultaba inimaginable que unos escombros oxidados transmitieran el espíritu heroico que Hitler admiraba en los monumentos del pasado”.

La gran paradoja está en cómo este arcaísmo deliberado se daba precisamente en una sociedad que rendía culto a la técnica. Hitler limitaba el uso del acero y el cemento en los edificios oficiales al mismo tiempo que impulsaba los avances constructivos más modernos e innovadores desarrollados por los ingenieros del régimen.  Aunque al mismo tiempo se quiso conservar el valor de la capacidad de trabajo del obrero de la construcción, desde el albañil y el cantero, hasta el carpintero, el herrero y el escultor, volviendo así a la idea de que la construcción y la obra era un trabajo de todos. Junto con el uso de estos materiales volvían a recuperarse las canteras del país. 

En cualquier caso, la monumentalidad también podía tener un carácter funcional, como era responder a la necesidad de dar cabida a una ingente masa de seguidores y afiliados que albergarían algunos de estos edificios como sedes de celebración de los principales actos del Partido, todos ellos dotados de un marcado aspecto ritual. La cuestión del espacio como experiencia singular es otro de los elementos dignos de análisis dentro de la arquitectura en relación con el totalitarismo, en este caso el del Tercer Reich.

La gran paradoja del totalitarismo residía en la supresión de lo político, que convivía a su vez con la sobre politización de la vida cotidiana. La supresión de lo político entendida como el rechazo cualquier tendencia de pluralismo. Esta sobredosis de politización estaba directamente relacionada con la organización y movilización de las masas que precisaba de grandes espacios públicos. Ahí es donde entraba en juego la arquitectura como proveedora de este nuevo espacio.

ARQUITECTURA OFICIAL DE USO POLÍTICO

La Tribuna de Zeppelinfield (1934)

La primera construcción en la cual se aplican todos los paradigmas fue la gran tribuna del Zeppelinfield, lugar que tuvo mucha importancia dentro del régimen de Adolf Hitler, pues era allí donde se reunían las grandes masas de seguidores a escuchar al Führer en sus discursos.

En 1933, Adolf Hitler declara a Núremberg «Ciudad de los Congresos Partidarios del Tercer Reich«. En enero de 1934, el líder alemán encarga al joven y famoso Albert Speer la construcción del Zeppelinfield (Campo Zeppelin en honor al famoso fabricante de zeppelines Ferdinand Von Zeppelin) en mismo lugar donde se encontraba la anterior tribuna, pero esta estaba realizada en madera. Según se pueden comprobar en las memorias de Speer se puede ver que, para el levantamiento de este edificio se inspiró, en el Altar de Pérgamo, de origen helénico y de grandes proporciones. El edificio que proyectó Albert Speer como nueva tribuna no solo era parecido al Altar de Pérgamo, sino que lo superaba con colosales medidas.

Zeppelinfeld vor der Haupttribne auf dem Reichsparteitagsgel„nde in Nrnberg
Comparación entre la Plaza Zeppelin y el Altar de Pérgamo

La tribuna estaba compuesta por una inmensa escalinata que terminaría en una larga columnata que tendría en su centro un palco principal (donde estaría el dictador alemán en los desfiles o en los discursos) coronado por una esvástica de 6 metros de altura (que fue destruida por los estadounidenses en mayo de 1945). En esta obra vemos el gran uso de la piedra, que es la protagonista de la construcción, pues se pretendía que la construcción quedara para la eternidad aunque el partido nazi hubiera desaparecido. La capacidad de este enorme edificio sería de unas 240.000 personas lo que da una buena visión de su monumentalidad.

Congreso del partido nazi en la plaza zeppelin
Congreso del Partido Nazi en la Plaza Zeppelin

En su interior se manifiesta una gran riqueza de materiales pétreos y adornados con minerales que Alemania poseía. Encontramos también un gran vestíbulo en el que las paredes estaban revestidas de mármol, el suelo realizado de granito pulido y el techo cubierto de esvásticas doradas, símbolo por excelencia que aparecía en multitud de ocasiones.

Otra característica de esta enorme construcción fueron los efectos teatrales y espirituales que el joven arquitecto colocó en el mismo a través del uso de la luz. Así cuando se celebró el congreso de Núremberg de 1934, se usaron potentes luces (colocadas de diferentes maneras) provenientes de más de cien focos antiaéreos para alumbrar todo el recinto y crear un entorno que convenciera a los presentes de que estaban presenciando algo memorable, creando así lo que se denominó “Catedral de la Luz” que produciría una experiencia más allá de la política o de las palabras que se dijeran.

la famosa catedral de la luz
Espectáculo de luces realizado en la Plaza Zeppelin con 150 focos antiaéreos

La Nueva Cancillería del Reich (1939)

En el año 1938, el Führer alemán Adolf Hitler encargó a su arquitecto predilecto, Albert Speer la construcción de la Nueva Cancillería del Reich, pidiendo a este que el edificio estuviera terminado en un año, pues debía estar listo para la recepción diplomática anual de enero de 1939. Para este gran proyecto Speer contó con unos 4.500 trabajadores que hacían su labor de manera continuada en tres turnos todos los días sin descanso, lo que nos da la importancia que se tenía de tenía que terminarse a tiempo. La Nueva Cancillería costó más de 90 millones de Reichsmark.

Como pautas generales, el Nuevo Palacio de la Cancillería debía ocupar una manzana completa (6.989 m² o 0.69 ha), con un gran parque interior, además de integrar la Vieja Cancillería, el Palacio Borsig del siglo XIX, ubicado en la esquina, y contar con un cuartel para la 1ª División de las Waffen-SS, que constituía la guardia personal y presidencial de Hitler. Esta gran construcción sería el culmen del poder de Hitler ante los poderes extranjeros, además el mismo realizó la planta del edificio.

Albert Speer y Adolf Hitler trazando los planos de la Nueva Cancillería
Adolf Hitler trabajando junto a Albert Speer en el diseño de los planos de la Nueva Cancillería

Una vez terminado el edificio exteriormente daba sensación de frialdad debido a sus acabados clásicos y los colores grises. Uno de los elementos que destacaban eran unas enormes puertas de bronces por donde se accedía. Tras atravesarlas, se llegaba a un amplio y largo patio flanqueado por ventanales y decorado con dos estatuas en su final realizada por el escultor Arno Breker. Estas eran esculturas gemelas que representarían al Partido y al Ejercito como símbolo de los dos pilares hermanos que sustentaban el Régimen Nacionalsocialista. Se pasaría luego a una sala de recepción a través de unas puertas de 6 metros de altura donde encontraríamos numerosos mosaicos.

Existiría además una gran galería de mármol que doblaba en tamaño (145 metros) a la galería de los espejos de Versalles. Cabe destacar la gran ostentación que poseía la rica decoración (aparte de los anteriores mosaicos) que estaba realizada con una gran variedad de colores y materiales; alfombras, pinturas, tapices, diferentes clases de mármoles de diferentes colores destacando el rojo.

Antes de entrar al despacho de Hitler existía una “antesala” en donde a cada lado de la entrada se veían tapices de Alejandro Magno, referencia a la equiparación Magno y Hitler y, sobre las grandes puertas, había un cartel con sus iníciales. La sala tenía 28 metros de largo realizada con mármol rojo oscuro y al final otra gran puerta de bronce de considerables dimensiones.

Pasadas estas grandes puertas se encontraría el majestuoso despacho de Adolf Hitler. Esta sala tendría el objetivo de demostrar no sólo la posición de Hitler como jefe supremo, sino también su lugar en la historia de Alemania, pues existirían bustos de Federico “el Grande” y de Bismarck el “Canciller de Hierro” que reflejarían como Hitler es heredero de ellos. En este despacho también habría una enorme mesa con un mapa, formada de una sola pieza de mármol, que simbolizaba a Hitler como líder militar además de político.

A modo de anécdota, Hitler le pidió a Speer que los suelos estuvieran siempre pulidos, para que lo políticos, dignatarios, diplomáticos extranjeros como decía Hitlerdebían aprender a moverse sobre una superficie deslizante, haciéndoles ver que el mundo que ellos conocían estaba cambiando hacia un nuevo orden que les superaría. El lugar fue destruido entre 1945-1950 por los soviéticos. Durante la batalla de Berlín, la 1ª División de las SSAdolf Hitler” defendió el lugar hasta las últimas consecuencias.

ARQUITECTURA DE OCIO

La arquitectura de ocio fue fundamental para entender el proyecto que quería asentar Adolf Hitler en el Tercer Reich. El Régimen Nazi quiso imitar el arte clásico de Grecia y Roma, dos civilizaciones que realizaron grandes complejos arquitectónicos como teatros, anfiteatros o circos. En el caso alemán, la arquitectura de ocio fue realizada por Paul Ludwig Troost y Werner March, arquitectos que se encargaron de diseñar infraestructuras como la “Casa del Arte Alemán” o el Estadio Olímpico de Berlín. El objetivo era claro: crear grandes edificios que perduraran en el tiempo y que demostraran la superioridad del poder alemán sobre el resto del Mundo.

El proyecto arquitectónico de Hitler era ambicioso, por eso era primordial contar con los mejores arquitectos del país. La figura de Paul Ludwig Troost fue muy importante, ya que este fue considerado como el creador del nuevo estilo arquitectónico que seguirían  otros intelectuales como Ludwig Ruff o Albert Speer. Troost fue el ideólogo de las primeras construcciones como la Haus der Kunst (Casa del Arte Alemán) o el Führerbau, mientras que Werner March fue el encargado de realizar obras como el Estadio Olímpico de Berlín o el Teatro del Bosque de Berlín.

Casa del Arte Alemán (Haus der Kunst)

Desde sus inicios en el poder, Hitler se interesó de lleno por el arte, pues se consideraba a sí mismo como un “artista frustrado”. Por ello, intentó ensalzar el arte alemán construyendo un museo exclusivamente para exponer las obras más influyentes del nazismo que ensalzaran los valores patrióticos del Reich.

La construcción de la Casa del Arte Alemán comenzó en 1934 y fue inaugurada en 1937 en Munich, intentado convertir dicha ciudad en la capital cultural del Régimen. Este sería el único museo de arte erigido durante el Tercer Reich. De hecho, durante la Alemania nazi se exhibieron dos grandes exposiciones: la Große Deutsche Kunstaus stellung (Gran exposición de arte alemán) y la Tag der Deutschen Kunst (Día del arte alemán), donde el Führer reafirmaba sus principios culturales exponiendo obras de artistas alemanes o afines al régimen. Este edificio fue el último diseño de Troost, pues en 1937 falleció y a partir de ese momento la mayoría de obras arquitectónicas importantes del régimen fueron diseñadas por Albert Speer.

Para esta construcción, Troost utilizó piedra caliza como material de superficie. La fachada del museo tenía un cargado carácter monumental con el objetivo de recuperar los precedentes históricos, es decir, se quería representar la grandeza de la cultura alemana resaltando los grandes volúmenes que tenía el museo. Además de su volumen, el museo contaba con superficies lisas, libres de todo ornamento (con excepción de pequeños adornos en zócalos y cornisas) y con orientación horizontal. De este modo, la Casa del Arte Alemán constituye un claro ejemplo de cómo se intentó combinar modernismo y neoclasicismo.

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Fachada principal de la Haus der Kunst

Tras la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial, el edificio fue utilizado como residencia de oficiales aliados, casino de juego y almacén. Actualmente, es utilizado para albergar algunas exposiciones temporales de arte contemporáneo. No obstante, ha sido objeto de controversia, pues se conservan algunos elementos y adornos relacionados con el nacionalsocialismo, lo que ha generado bastantes críticas. Por último, el museo se encuentra al lado del Jardín Inglés, uno de los jardines urbanos más grandes del planeta.

Estadio Olímpico de Berlín (Olympiastadion)

El Estadio Olímpico de Berlín fue inaugurado por Adolf Hitler con motivo de los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. En principio, el recinto deportivo iba a ser construido entre 1912 y 1914 para albergar los Juegos Olímpicos de 1916, pero el Comité Olímpico Internacional suspendió el evento debido al estallido de la Primera Guerra Mundial. La obra fue diseñada por los arquitectos Werner March y Otto March, dos figuras ligadas al Régimen Nazi que realizaron más de una docena de obras arquitectónicas para el Tercer Reich. El coste de toda esta renovación fue de unos 43 millones de marcos alemanes, una cifra récord para la época.

Hitler tenía como objetivo levantar el estadio más grande del mundo. Todo el complejo deportivo fue construido en dos años (de 1934 a 1936), terminando todas las instalaciones deportivas y realizando un estadio que tenía una capacidad de 110.000 espectadores. El realizar una obra de semejantes dimensiones se debió, básicamente, a un factor puramente propagandístico, ya que las Olimpiadas de Berlín de 1936 fueron los primeros Juegos Olímpicos televisados de la historia. De hecho, Hitler realizó varios discursos en el estadio aprovechando su capacidad.

Ser la anfitriona de unos Juegos Olímpicos era la mejor propaganda que podía tener Alemania en ese momento, ya que Hitler quería demostrar, a través de triunfos deportivos, la superioridad de la raza aria y del pueblo alemán. Unos 4 millones de deportistas, incluidas 49 delegaciones, visitaron tanto el Olympiastadion como los complejos deportivos que estaban anexos al mismo.

March diseñó el estadio de tal forma que el espectador podía observar con gran detalle todo lo que ocurría en el recinto deportivo desde cualquier punto. Lo único que se aprovechó del antiguo estadio fue la ubicación, pues tanto los cimientos como la forma del recinto fueron renovados íntegramente. Por otro lado, la ubicación del Estadio Olímpico de Berlín era muy buena, ya que se encontraba en uno de los puntos más altos de la ciudad y se podía ver casi desde cualquier punto de la misma. Además, el recinto deportivo incluía pistas de natación, hockey, tenis y baloncesto, realizadas en los aledaños del estadio. Se introdujo también un área inmensa, rodeada de parques y calles enormes, en donde se llevarían a cabo los desfiles militares y las manifestaciones patrióticas.

El estadio no estaba cerrado completamente, es decir, había una gran puerta principal donde entraban todos los asistentes. A la estructura del Olympiastadion se le incorporó una torre campanario denominada Torre del Salón Langemarck (en la zona de la entrada que acabamos de explicar), una estructura que honraba a los caídos en la Primera Guerra Mundial y que sirvió para buscar esa exclusividad que no tenía ningún recinto deportivo del mundo en esa época. En la cima del campanario se podía observar cualquier punto de la ciudad. Por último, en el año 1947 los británicos demolieron la torre, pero en el año 1962 fue reconstruida también por Werner March.

Hay que destacar que el Olympiastadion sobrevivió a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y no sufrió ningún ataque durante los últimos días del conflicto. Sin embargo, en las últimas décadas ha sufrido varias renovaciones tanto en su fachada como en el interior, por lo que el recinto deportivo poco tiene que ver con el que se construyó en 1936.

Una de las mayores renovaciones la sufrió en el año 2006, cuando Alemania acogió el Mundial de fútbol en el que el Olympiastadion fue el escenario donde se jugaría la final. Estas últimas modificaciones han cambiado el aspecto del recinto: se redujo la anchura del campo, se amplió el techo hasta prácticamente cubrirlo y la capacidad de este se disminuyó hasta los 74.500 espectadores. En la actualidad, acoge los partidos del equipo de fútbol Hertha de Berlín.

GERMANIA: EL PROYECTO DE RENOVACIÓN DE BERLÍN

Para representar todo el poder que tenía el denominado “Reich de los mil años” de la Alemania del Régimen Nazi, Adolf Hitler encargó a Albert Speer un proyecto de magnánimas proporciones que consistiría en nada menos que una remodelación íntegra de Berlín, que pasaría a llamarse Germania o Welthauptstadt. Esta nueva ciudad que estaba destinada a ser la capital, tendría unas características similares a las de la Roma imperial o a la Alejandría de los tiempos de Alejandro Magno.

Speer tuvo sus primeras participaciones importantes en el año 1934, cuando el Führer le asigna la construcción de la tribuna del Zeppelinfeld de Nuremberg. No obstante, es en el año 1937 (mismo año en el que se presenta el proyecto de la ciudad) cuando se le encarga de manera definitiva la remodelación de un Berlín que serviría como modelo de la ciudad ideal que Adolf Hitler quería instaurar en todas las capitales de una Europa ocupada. De esta ciudad utópica, formarían parte obras que si llegaron a construirse como la Nueva Cancillería o el Gran Estadio.

Sin embargo, es evidente que este proyecto no saldría adelante debido a las continuas limitaciones a las que Albert Speer se tuvo que enfrentar. Entre las trabas que encontró podemos señalar la escasez de material, la limitación espacial para un proyecto tan monumental, el suelo pantanoso de Berlín que no aguantaría estructuras muy pesadas y, evidentemente, el estallido de la guerra.

Con el objetivo de cumplimentar este proyecto, Speer solo respondería ante Hitler y, además, contaría con un equipo de más de 1.000 arquitectos a su disposición.

La maqueta del Berlín del futuro

Para darle una primera muestra del proyecto a Adolf Hitler, Speer se puso al mando de un grupo de ebanistas que crearon una maqueta policromada que mostraría la disposición de las construcciones y los materiales que se iban a necesitar. Aquí se muestra la estructura de Germania, en la que podemos percibir una vía que atraviesa la ciudad de 9 kilómetros de ancho y 120 metros de ancho con eje de norte a sur, que debía cumplir la función de paseo triunfal y que recuerda al cardo de las ciudades romanas y la vía sacra del Foro Romano.

Maqueta de Germania
Maqueta de Germania: el proyecto de Berlín

Su origen estaría en una estación ferroviaria que se pretendía que fuera la más grande del mundo, al lado del aeropuerto Tempelhof y acabaría en una majestuosa plaza de 700 metros de largo y 270 de ancho, a través de la cual se accede a un arco del triunfo de características similares al de París, pero en honor a las tropas victoriosas y a su caudillo, Adolf Hitler. A lo largo de esta avenida se encontrarían cervecerías, sedes de industrias, cines, hoteles, restaurantes, teatros, salas de congresos y hasta unas termas como las romanas de Caracalla.

La Gran Sala o Volkshalle (sala del pueblo)

Tras atravesar esta gran avenida se llega a la Plaza Redonda, donde encontramos un vestíbulo en honor a los futuros caídos en combate por Alemania. No obstante, el final del trayecto encontramos la construcción más espectacular del proyecto, la Gran Sala. Una sala de reuniones coronada con una gigantesca cúpula y con techos abovedados, que albergaría grandes desfiles y por debajo de la cual pasaría una autopista.

El edificio estaría basado en diversos edificios de la antigüedad y renacentistas situados en Roma y el Vaticano. En primer lugar, encontramos un patio porticado, que consta de dos pisos inferiores de arcos de medio punto y dos pisos superiores con columnas, cuadrangular, que tiene como referente la plaza de san Pedro del Vaticano, con una serie de pequeños templetes cuadrangulares similares al Erecteion de la Acrópolis de Atenas. Una escalinata con otros dos pequeños templetes cuadrados en ambos de sus lados nos da acceso a un pórtico con 16 dobles columnas que, al pasarlo entraríamos en el vestíbulo anteriormente mencionado.

Finalmente entramos al Volkshalle, un edificio que presenta las características del panteón de Agripa en Roma, con una enorme cúpula con casetones en su interior sobre una estructura cuadrada. Al exterior, esta cúpula descansaría sobre el edificio a través de una serie de arcos de medio punto que lo circunvalan y que tienen el objetivo de descargar peso. Sobre la cúspide de esta cúpula encontramos una linterna de clara influencia griega, pues simula un templo tipo tholos, coronada por un águila sujetando una esvástica, símbolo del partido nazi.

Al interior encontramos una estructura circular con un graderío a dos alturas, similar al de una plaza de toros. También tenemos un deambulatorio encima de estos graderíos sobre cuyas columnas tenemos un anillo como el del panteón de Agripa y sobre el que descansa la cúpula de unos 300 metros de altura. Al fondo de la sala encontramos una gigantesca hornacina con bóveda de cañón en la que es introducida una estatua y, bajo ella, una tribuna desde la que las autoridades lanzarían los discursos a las masas.

Además, entre otras cosas se puede destacar la llamada Plaza de Adolf Hitler, que nunca llegó a construirse.

Proyectos encargados a Wilhelm Kreis

A este arquitecto se le encomendó el diseño de una serie de edificios que complementaran el proyecto de Speer, entre los que se encontraba un cuartel general para el estado mayor del ejército. Además, en el vestíbulo de los soldados se le encargaría hacer un “Valhalla terrenal”, con guiños a la mitología nórdica, en el que además de rendir homenaje a los soldados caídos, se expondrían armaduras, armas, se enterraría a los soldados y se expondrían los botines de guerra. Con esto, Hitler pretendía situar en Alemania un conjunto de museos que fuera el más grande del mundo.

Una de las construcciones museísticas tiene diversas influencias. En primer lugar, a uno de sus lados encontramos una torre rectangular con un enorme reloj en la cima, similar a la estructura del ayuntamiento de Siena. En la entrada, dos obeliscos dan paso a una escalinata, que tiene una puerta monumental con dos torres a sus lados, las cuales simulan la Babilónica puerta de Istar.

El edificio tendría dos alturas, presentaría una rígida sobriedad exterior. En el piso inferior tenemos ventanas rectangulares adinteladas y en el superior presentan un dintel, pero también un frontón curvo. En la fachada encontraríamos una fachada con columnas de distintos órdenes.

Del mismo modo, en el exterior podemos ver otras referencias a la ciudad de Roma, como una gigantesca columna cilíndrica con una efigie en su parte superior, que imita a la de Marco Aurelio o a la de Trajano. Además, otra construcción que destaca es un templo pseudoperíptero, a cuyo interior se accede a través de una serie de arcos que dan paso a un deambulatorio y, a su vez, al interior del recinto. Insertada en la estructura del recinto, encontramos una cúpula semicircular con una linterna en la parte superior. En la entrada, podemos apreciar una escalinata que da acceso a un pórtico hexástilo coronado por un frontón triangular.

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El proyecto encargado a Wilhelm Kreis

Para llevar a cabo este proyecto se deberían haber derribado unas 80.000 viviendas en la ciudad de Berlín, al igual que una gran cantidad de oficinas, iglesias, edificios industriales, establecimientos comerciales y embajadas. Tal era la obsesión de Hitler, que mantuvo este proyecto en secreto hasta 1939, año del estallido de la guerra. Sin embargo, solo se llegó a construir uno de los monumentales edificios del proyecto, que fue la Nueva Cancillería de Alemania.

AGRADECIMIENTOS: el presente artículo ha sido realizado de manera conjunta por Miguel Ángel Ríos, Ismael López, Javier Núñez y por un servidor, todos colaboradores y articulistas usuales de Archivos de la Historia.

Bibliografía

ARIZMENDI BARNES, Luis Jesús (1978): Albert Speer. Arquitecto de Hitler. Una arquitectura destruida. Pamplona: Universidad de Navarra.

LOZANO, Álvaro: La Alemania Nazi (1933-1945), Ed. Marcial Pons Historia, 2013, Madrid, pp. 68-80.

MARLET, Luis (1981): El arte en el III Reich. Barcelona: Wotan.

SPEER, Albert (2004): Memorias. Barcelona: Acantilado.

SUDJIC, Deyan (2007): La arquitectura del poder: cómo los ricos y poderosos dan forma al mundo. Barcelona: Ariel.

Recursos web

El mito de Albert Speer. Canal Historia, 2008. Disponible en web:

https://www.youtube.com/watch?v=ACpw3LljWt8

El arquitecto de Hitler. NationalGeographic, 2005. Disponible en web:

https://www.youtube.com/watch?v=BPlfzgtYdoI

La arquitectura de la Alemania Nazi:

https://viajaenblog.wordpress.com/2014/01/03/la-arquitectura-de-la-alemania-nazi/

Englischer Garten:

https://muniqueando.com/2014/02/19/englischer-garten/

La Casa del Arte de Munich:

http://www.20minutos.es/noticia/1618204/0/casa-arte-munich/edificio-propaganda-hitler/pasado-nazi/

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